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[Aventura] [T4] Un premio para repartir - Versión para impresión

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RE: [T4] Un premio para repartir - Octojin - 20-11-2024

Las tareas parecen ser cada vez más complejas en cuanto a que te dejan solo continuamente. Quizá tienen cierto recelo de ti, o puede que simplemente quieran que fracases, no lo sé. La cosa es que sientes que lo único que hacen tus compañeros es vigilar que los piratas no huyan. Y no parecen que vayan a hacerlo igualmente.

Cuando finalmente das con el falso suelo tras tus cortes, un pequeño compartimento queda al descubierto. El espacio es estrecho y oscuro, y el hedor que emana de allí te golpea como una bofetada golpea a un hijo. Dentro encuentras al intérprete: un hombre delgado, con la ropa hecha jirones y un aspecto claramente lamentable. Desde luego no está en sus mejores días. Apenas tiene fuerzas para moverse y parece completamente desorientado, aunque sus ojos reflejan una mezcla de alivio y recelo al verte.

Los reclutas que te acompañan actúan rápidamente ante tus gestos. Uno de ellos le pasa una cantimplora con agua, que el hombre bebe con desesperación, mientras otro corre a buscar algo de comida. Cuando empieza a comer, lo hace con tal avidez que casi parece olvidar que está rodeado de marines armados. Desde luego no parece que estar en esa situación le importe mucho, y no es para menos, ¿cuántos días habrá pasado allí?

Pronto, dos reclutas más llegan para encargarse de él. Lo levantan con cuidado, casi como si fuera una figura frágil, y lo llevan a la cubierta para darle un baño improvisado y cambiar sus harapos por ropa limpia. Aquello no parece molestar al tipo, que sigue comiendo el pan que le han dado. El contraste entre su estado inicial y el resultado final es impresionante, aunque sigue pareciendo débil y afectado por su tiempo en cautiverio.

Vaya lujo no ser recluta, ¿verdad? De lo contrario te verías ahí, lavando a un hombre que se ha orinado y ha estado días encerrado, con el hedor que desprende. Pero no, tú eres Alférez, y puedes, desde la lejanía, mirar y dar órdenes. Menudo lujo.

Cuando finalmente está presentable, aunque todavía algo tembloroso, los reclutas lo traen de vuelta hacia ti. Está esposado, aunque su debilidad hace que el gesto parezca innecesario. Su voz es suave, apenas audible, como si cada palabra le costara un gran esfuerzo.

—No sé... no sé cuántos días llevo ahí abajo... —te dice, parpadeando lentamente mientras sus ojos se ajustan a la luz del sol. Parece dolerle incluso el acto de mirar a su alrededor, lo que indica que probablemente ha estado en la oscuridad durante varios días. Los reclutas lo sostienen con firmeza, pero no hay señales de resistencia en su parte.

Cuando logra continuar, lo hace en un tono aún más bajo, como si temiera gastar lo poco que le queda de energía:

—Loguetown era... una parada corta. Solo íbamos a aprovisionarnos... pero todo se torció. Empezaron a discutir, no sé bien por qué —Hace una pausa, tosiendo ligeramente antes de proseguir—. Llevo con ellos unos meses. Era intérprete en la asociación de mudos... pero no quería viajar con ellos. Me raptaron. El capitán dijo que necesitaban a alguien como yo para poder comunicarse con el mundo exterior. Y me llevó con ellos.

Su voz se quiebra un poco al hablar del capitán, como si el recuerdo le provocara una mezcla de miedo y rabia. Probablemente más miedo que rabia en ese momento.

—No sé dónde está ahora... —continúa— Pero si ha huido, no habrá ido solo. No tiene ni idea de navegación. Siempre dependía de la tripulación para eso. Y para otras muchas cosas, claro.

Vaya vaya... Así que parece que no está solo. Las piezas comienzan a encajar: un capitán que raptó al intérprete para mantener operativa a su banda, un grupo de mudos que, pese a su condición, decidió lanzarse al mar, y un conflicto que probablemente llevó al caos en su última parada. ¿Será muy común que las bandas se fragmenten entre ellas? Desde luego así no hace falta la marina. El caso es que hay más preguntas que respuestas, especialmente sobre el paradero del capitán y la espada desaparecida.

—¿El cargamento de espadas? No tengo ni idea de dónde salió —te dice mientras vuelve a toser, ahora escupiendo algo de sangre cerca tuya, gesto tras el cual te pide perdón con la mano diestra—. Lo único... Lo único que sé es que estaba obsesionado con una de las espadas. Decía que... Que era la mejor que había visto.

El intérprete alza la mirada hacia ti, esperando algún tipo de juicio. Parece agotado, tanto física como emocionalmente, pero no muestra signos de resistencia. Su disposición a hablar podría ser clave para resolver el misterio que rodea a esta peculiar banda de piratas.

¿Qué harás con esta información? El destino del intérprete, así como el de los demás miembros de la banda Mutis, está en tus manos. Y mientras más piezas del rompecabezas encajas, más claro parece que este no es un caso común de piratería.

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RE: [T4] Un premio para repartir - Takahiro - 21-11-2024

Takahiro asintió todo lo que le estaba diciendo aquel hombre, tratando de guardar en su cabeza toda la información que le estaba contando. Valiosa o no, tenía que saber todos los detalles de cara al informe que tendría que darle a la capitana Montpellier.

—¿A qué se refiere con otras muchas cosas? —le preguntó el alférez, con suma curiosidad—. ¿Y tiene algún tipo de recompensa por su cabeza para poder identificarlo en el sistema? ¡Ah, ¿cómo se llama?! —inquiriría justo después.

A medida que el anciano hablaba, el peliverde más intrigado estaba, sobre todo cuando mencionó que el capitán pirata había huido con una espada aparentemente valiosa. ¿Qué tipo de espada sería? ¿Qué lo haría tan especial? ¿Su acabado? ¿Sería una meitou? ¿Alguna espada robada de algún museo? Había tantas posibilidades, aunque seguramente fuera algo relacionado con su alto precio en el mercado negro. ¿Qué mejor manera que desaparecer que vendiendo a tu banda de discapacitados como un vil traidor y luego retirarte con una millonada bajo el brazo? Un plan sin fisuras.

En el caso de que el pirata no tuviera recompensa, el peliverde tendría una fantástica idea. Se levantaría de sopetón y se dirigiría hacia el primer marine que no pareciera un simple recluta en aquel lugar.

—Disculpe, compañero —le diría, mostrando una amplia sonrisa, pero una mirada severa—. ¿Sabes si entre vuestro escuadrón hay algún artista forense? —preguntaría—. Ya sabes, aquellos encargados de dibujar lo que describe una persona —aclararía justo después de su pregunta.

De haber encontrado uno entre los marines que se encontraban en el navío, algo difícil mas no imposible, le pediría al anciano que lo describiera con todo lujo de detalles para tener una descripción fidedigna de él, para luego usar esa imagen para buscarlo por toda la isla. ¿Qué no había ningún artista forense? Guardaría esa baza para cuando volvieran a la base, ya que, en cuanto llegaran, hacer el retrato del pirata y continuar buscándolo. A fin de cuentas, no sería tan imbécil de salir a la luz del día de la isla; al menos eso pensaba el marine.

Tras ello, consiguiera la imagen o no, subiría a la cubierta al anciano y lo usaría para ir interrogando uno a uno a los piratas mudos para ver si conseguía algo de información valiosa.