Los puentes de Tequila Wolf. Bien podría ser el nombre de una mala obra de teatro romántica, pero no lo era. No. Los puentes de Tequila Wolf eran conocidos por su enorme tamaño. Condenados puentes. Al bueno de Illyasbabel parecía habérsele ocurrido que no había mejor momento para dar un paseo a pie que aquel. Shy, que nunca había estado en Tequila Wolf, asumió que sabía lo que hacía, y, como de costumbre, aquella actitud pasiva iba a resultarle en una monstruosa decepción, tanto para él como para sus rodillas, que aún estaban tensas tras el último trabajo que había llevado a cabo para los Blackmore.

El trío se colocó a un lado del puente y empezó a andar, azuzados por el talante de senderista que Illyasbabel enarbolaba cual marcial estandarte. Yoshiro parecía circunspecto, pues había mantenido la boca cerrada durante más de un minuto. Shy no expresó ningún tipo de preocupación ni quiso preguntar por qué estaba en ese estado. En primer lugar, porque siempre le había molestado profundamente aquel género de personas que no podía -biológicamente- dejar de preguntar "¿Por qué estás tan callado?". Joder, tenían que asumir que sencillamente no le apetecía o no le gustaba hablar, y conformarse con eso. ¡No le debía palabras ni silencios a nadie en su vida! Y en segundo lugar, Shy celebraba la quietud de Yoshiro porque finalmente tendría unos minutos de silencio, ajenos a cualquier tipo de parloteo incesante como del que disfrutaban sus dos compañeros. Bendito silencio.

El silencio de Yoshi, no obstante, no duró minutos. Duró más de una hora. Las hora que tardaron en cruzar aquel largo puente. Claro, por eso no hay nadie cruzándolo a pie y todo lo que se ve son carretas. Genial, Illyasbabel, ¿seguro que conocías este sitio? Shy bufó un par de veces por el camino. Nunca había sido una persona sedentaria o a la que le pesasen los millas de caminata, pero verse rodeado de carromatos siendo los únicos gilipollas que sufrían el camino a pie le hacían pensar en lo bien que estaría sentado en cualquier parte.

Y, finalmente, Vodka Shore. Antes de que pudiera dar un jadeo, una joven con festivos atavíos chocó contra él. Gotas de alcohol rociaron su mejilla opuesta, producto de la apertura del corcho de una botella de licor. La música empezó a volverse ensordecedora. Otro joven se chocó con él, persiguiendo a la chica que le había embestido en primer lugar. Algo de confeti bailó delante de sus ojos, reflejando de forma penetrante la luz del sol y cegándole durante unos instantes. Se rozó con un bailarín y comprobó con horror como de sus atavíos se desprendía una costra de brillante y pegajosa purpurina, de la que intentó zafarse palmeando nerviosamente su manga, solo para comprobar con horror como la sustancia se adhería a sus dedos, y cualquier intento de deshacerse de esta se volvía fútil pues la sustancia se trasladaba a la superficie de su cuerpo o su ropa con la que intentaba quitársela, por lo que acabó con las manos pringosas. Un vejestorio salió de una tasca de aspecto insalubre y vomitó en su esquina, siendo a continuación golpeado por un comensal al que había salpicado. Más alcohol en su cara y su pelo. Más gente gritándole al oído e impactándole. Más purpurina y confeti y guirnaldas. Más caos.

Sin poder hacer nada para evitarlo, Shy empezó a respirar cada vez más deprisa, con los ojos muy abiertos y las piernas flojeándole, siendo apenas capaz de seguir a un Illyasbabel que parecía ajeno a todo aquello. Empezó a clavarse las uñas en las palmas de las manos, a morderse la lengua, a intentar recobrar el sentido de la forma que fuera. No parecía posible. Agachó la cabeza y empezó a recitar todas las tonalidades del color rojo que conocía, y cuando acabó, empezó por las del azul, así hasta pasar por todo el espectro cromático y repetir la operación treinta y siete veces. Solo se orientaba por las características botas de Illyasbabel.

Había quedado tan alterado por la situación que casi había ignorado el fanfarrón y nada sensato gesto de su compañero de ir arrojando por ahí bolsas de oro, de lo que se percató únicamente porque fue un ruido más que contribuyó al sentimiento asfixiante que le rodeaba. Siguió hiperventilando, esperando a que a aquellos guardias Illyasbabel les pareciera un mequetrefe simpático y dejasen paso al trío. Dioses, realmente había días en los que era mejor no despertarse. Ansiaba una hoguera, un sillón, y un ovillo de lana que tejer.

 

En otro orden de cosas, consiguen llegar sin ningún problema al casino y se ven inmersos en una multitud de personas variadas, la mayoría de ellas humanas. Quizás habría sido buena idea detenerse a ver cómo van vestidos porque, si se fijan bien en el resto, todos van bien vestidos, con trajes elegantes y costosos. En cambio, ustedes van… Bueno, no seré yo quién los juzgue, pero diría que los guardias encargados de la puerta sí que lo hacen.

 

Illyasbabel, cuando te acercas al guardia este te mira con cierto dejo de desprecio, como si te mirase en menos. Le hablas, pero parece estar más pendiente de las hermosas piernas de la acompañante de uno de los ricachones que acaba de entrar que de tus palabras. Tal vez, si fueras más carismático o, por el contrario, más intimidante, el guardia te habría prestado más atención. Es cierto que voltea la mirada hacia ti cuando sacas una bolsa que suena a monedas. Por un momento, los guardias intercambian miradas nerviosas y, segundos después, escuchas el tintineo de las monedas desperdigadas por el suelo: nadie ha cogido tu bolsa ni han cedido ante tu soborno.

 

-Te diré una sola cosa, anciano, y préstame atención porque odio repetirme. No entrarás al casino sin una invitación, al menos no este día -afirma con tono tajante, tan firme como una muralla, tan impenetrable como una fortaleza-. Llévate tu dinero a otro lado. Tenemos órdenes que cumplir y nuestras vidas valen más que unos pocos berries, ¿entiendes?

 

A Shy le temblaban las manos sobremanera. Se lamentó. Por mucho que desease tener sus ovillos y sus agujas al alcance de la mano, en este estado no podría ni enhebrar la aguja. Y, por supuesto, quedaba fuera de toda discusión intentar intimidar a aquellos tipos. En su estado, acabaría balbuceando, se le caerían las armas y tal vez hasta se ruborizaría. Y ahí sí que podrían decirle que le había comido la lengua el gato. Escuchó -a pesar del nervioso retumbar de su corazón que se extendía hasta sus tímpanos- a la seguridad de aquel lugar rechazar el soborno de Illyasbabel. ¡Pobre de él! Ahora no solo se había delatado, sino que tendría que perder la dignidad y ponerse a gatear para recuperar sus monedas. Shy habría muerto de la timidez si le hubiera tocado ir por esos derroteros.

Illyasbabel parecía haber tenido otra idea, aunque Shy no terminó de escuchar, en su estado, de qué idea se trataba. Probablemente, de una de lo más extravagante, conociendo a su compañero. Asintió rápidamente sin decir nada, pese a no haberse enterado de nada en absoluto. Shy agachó la cabeza y siguió asintiendo. Le había parecido escuchar que quería dirigirse a la torre donde estaba el tal Blackhole. Y aunque, siendo sincero, al joven viudo le habría apetecido más clavarse una aguja en el hígado antes que ir a tratar con aquellas personas, quedaba claro que habían topado con un muro y que tenían que buscar una alternativa. Por ello, se limitó a seguir a Illyasbabel con la cabeza gacha, tratando de alejar su mente de aquel inexpugnable caos.

Yoshiro caminó junto a sus compañeros hasta la zona del casino, la verdad parecía ser un barrio rojo, pues habían moteles y algunos play dance cerca. Y sé lo que dirán ¿No era muy temprano para que hubieran "cariñosas" cazando hombres tontos? Pero era cierto, incluso a plena luz del día ya habían mujeres con trajes que recordarían a un carnaval seduciendo a los transeúntes para entrar al local y pagar por un rato de diversión.

Yoshiro fue acorralado por pechos igual de grandes que su cabeza de un momento a otro, alejándose de sus compañeros que parecían distraídos en la misión como para darse cuenta de que al muchacho se lo habían llevado dos mink vacunas. Señor... ¿Por qué era tan difícil decirle que no a una mujer? El tiburoncin terminaría viendo cosas que solo había visto en revistas para adultos hasta ahora...

Pero terminaría logrando escabullirse de las mujeres y regresar con su equipo, si, algo despeinado y con pintura labial en su rostro y cuello pero su bufanda le serviría para quitarse eso-No es mi culpa ser tan sabroso...-encontró a Illyasbel hablando con Shy, este último parecía traumatizado por alguna razón que Yoshiro desconocía pero al parecer Illyasbabel se quería ir a la torre Marfil.

¿Por qué? ¿Que pasó con los gemelos?-Yoshiro sería informado sobre el problema con los guardias y suspiró por la mala suerte que estaban teniendo-Dejenme intentar una cosa... si no funciona podemos ir a buscar alguien más. Por cierto, creo que debería ser una enfermera-y no, no era por qué casualmente vio a una presiosa Oni con traje de enfermera coqueta en aquel lugar, enserio necesitarían un doctor contando con lo mucho que se suelen lastimar en su trabajo.

En fin, Yoshiro se acercó a los guardias y se concentró en ellos y nada más que en ellos-Dejenme entrar. ¿Acaso no saben quién soy?-Yoshiro usaría su Haki del rey para intimidar a los hombres, no sabía si los iba a marear, causar miedo o que exactamente ya que los efectos para Yoshiro son al azar pero si los dejaba inconsciente tendría paso libre, pero Shy tendría que quedarse afuera para que el resto de personas no quieran colarse.

 

La buena noticia es que has convencido al guardia de que te deje pasar a ti y a tu grupo, el problema es que todavía no sabe quién diablos eres porque no te has presentado. ¿Importa? Para nada. Es más, tanto miedo has causado en él que te promete un salón privado en el palco del casino para que puedan observar desde la altura y la tranquilidad el gran evento que tendrá lugar en pocas horas.

 

Una vez dentro, y lo siento mucho por Shy, serán invadidos por un montón de luces estrambóticas no aptas para epilépticos. Hay una banda de música tocando en vivo, añadiendo una pizca de movimiento y alegría al ambiente. También pueden ver un montonazo de todo tipo de máquinas, desde las clásicas tragamonedas hasta unas tan engorrosas que ni siquiera saben cómo funcionan. Por otro lado, están las típicas mesas en donde la gente juega póker y otros juegos característicos de los casinos. En resumen: mucha música, luces fuertes, un montón de ruido y un altísimo flujo de gente.

 

El guardia, como si los estuviera escoltando personalmente, los conduce a una habitación en la segunda planta. Abre una puerta corrediza de vidrio y los invita a entrar. En caso de aceptar y efectivamente estando dentro del salón, notarán que el ruido del ambiente ha desaparecido casi por completo, sintiéndose más como un susurro lejano. En el salón hay sofás cómodos y algunos de ellos son reclinables, también hay un frigorífico con bebidas alcohólicas y no tan alcohólicas, un montón de comida de todos los sabores y una gran pantalla que anuncia los principales eventos del día. Diría que esa clase de salones está reservado para la gente más importante que visita el casino, así que enhorabuena.

 

Yoshiro era el jefe del gremio, Illyasbel le otorgó ese cargo y Shy no se negó a la idea por ello sentía que era su obligación dar los pasos más importantes en las decisiones de grupo aunque no sepa si es una decisión correcta o equivocada. Por ello, si su equipo necesitaba entrar al casino debía hacer lo posible para que se cumpliera dicho objetivo.

Usando su poder de dominio, Yoshiro intimidó a los guardias de la entrada, los cuáles reaccionaron con un temor fuerte, uno no podía mantenerse de pie por la presión, otro se orinó encima incapaz de poder moverse (dejando a Yoshiro un poco impactado por ello) y el último solo lo veía con sumo terror. En breves segundos, Yoshiro tenía cientos de ojos fijados en él, sentía una presión social tan grande como su habilidad de dominio pero su fuerza de voluntad lo llevó a mantener su perfil serio e imponente para poder conseguir lo que quería.

Finalmente, el guardia cedió el paso a los tres Cazadores y les prometió darles el mejor sitio del lugar, Yoshiro sonrió de forma maliciosa para conservar su personaje-Buena decisión-siguió al guardia esperando que Illyasbabel lo siguiera mientras Shy esperaba afuera pero el más anciano tenía otros planes, sujetando a Shy se lo llevó dentro también.

El casino estaba completamente animado, parecía algún tipo de discoteca más que un sitio de juegos, todo eel mundo hacia bulla de alguna manera, ya sea por sus voces al hablar o por las máquinas tragaperras, no era fácil escuchar tus propios pensamientos y las luces no ayudaban a la visión general. El guardia los guía hasta una sala privada donde al entrar el sonido de todo se reduce a un nivel mínimo sorprendiendo a Yoshiro que voltea a ver al guardia.

Este lugar está bien. Ahora, dame tu libreta con la lista de invitados y vete a limpiar la orina de tu compañero. No quiero que este lugar empiece a agarrar mala fama por vuestra culpa-Yoshiro le quita la lista al guardia y lo saca de la habitación para que Shy pudiera disfrutar del silencio aunque claro, Illyasbabel no tardaría en encontrar algo de alcohol con lo cual ser feliz.

Los guardias suelen ser personas que trabajan un solo día, así que su lista suele tener nombres y fotos de los invitados, así se aseguran de que alguien no se cuele fingiendo ser alguien más... Aunque bueno, nosotros nos colamos con ese método-explicó y suspiró, una parte de él se sentia culpable por el mal rato que les hizo pasar a los guardias.

Illya, pásame algo de agua, necesito refrescarme. Shy, tu quédate aquí, no quisiera que te diera un infarto entre tanto caos, usaremos tu habilidad para salir de este sitio en el peor de los casos-la verdad es que Yoshiro había olvida la habilidad de Shy, la pudieron haber usado para entrar, pero no lo pensó y Shy tampoco se lo recordó.

¿Un panel? Parece que tiene la lista de actividades para hoy. Me pregunto si habrá información de los gemelos-Yoshiro había notado la pantalla con la información de los eventos y mientras se comía algo de lo que estaba ahí presente le echó una ojeada por si acaso.

Lo que Shy vio durante un par de minutos fueron pies calzados de distintas personas. Las botas de cuero de Illyasbabel. Las grebas de Yoshiro. Zapatos de vestir. Calzado con tacón. Cuero, ante, tela, piel, sintéticos. Cordones de colores, del mismo color que el zapato o calzado sin cordón. Tallas de la 36 a la 45. Poco había que le pudiera calmar ante el atronador ruido de miles de máquinas tragaperras, de ruletas girando, de crupieres anunciando apuestas y de golpes de indignación sobre las mesas de juego.

Pudo captar a un Illyasbabel extasiado por estar en aquel lugar y a un Yoshiro que supo tomar las riendas de la situación. Bien. Eso significaba que podía desconectarse y sufrir un merecido patatús. En un alarde de consideración, Yoshi dejó se paró en una habitación, donde Shy pudo jadear a gusto y considerar salir de aquel lugar utilizando sus puertas en lugar de a pie, habida cuenta del infierno de luces y ruido que le esperaba de puertas para fuera. 

Ante la indicación de su compañero, Shy asintió, complacido de poder esperar lejos de aquel dantesco tumulto. En su diligencia, sacó un Den Den Mushi de una de las mangas de su kimono y lo señaló.

-Si ocurriera algo... -advirtió, señalando el caracolófono, indicando que debían avisarle en caso de que hubiera problemas.

Recuperando la calma, se sentó en la silla que había ocupado el guardia y sacó un ovillo de lana. Se dispuso a coser un adorno de punto de cruz, aunque todavía le temblaban demasiado las manos como para poder ser todo lo preciso que solía ser.