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[Aventura] [T6] El poder de un Jarl - Versión para impresión

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RE: [T6] El poder de un Jarl - Airgid Vanaidiam - 29-01-2025

Como le había prometido, Airgid se puso en pie, con todas sus cosas listas, preparada para comenzar la marcha hacia el monte, para acompañar a Astrid al encuentro con sus compañeros. Se lo hizo saber también a Ragnheidr, haciéndole una rápida llamada con el den den mushi mientras se abría la lata de refresco. Lo que no se esperaba es que fuera a reaccionar con tanta preocupación, dejándola en principio sin palabras. Cuando finalmente encontró su voz, ya era tarde. — ¡Ragn! — Había cortado la comunicación y no fue capaz de escuchar su último grito. Miró el caracol desconcertada, nunca le había escuchado así, tan inquieto e inseguro por lo que les podría pasar. Cambió el rumbo de su mirada hasta llegar a Astrid, que lo habría escuchado todo. Se tomó unos segundos antes de decir nada, sin frenar el ritmo de sus pasos. — Se preocupa demasiado, no sabe que he aprendido algunos trucos nuevos con los que pelear. — Bromeó, quitándole un poco de hierro al asunto. No valía de nada la tensión ni la inquietud, solo la confianza y la fuerza. Airgid sabía los riesgos que estaba asumiendo, pero también sabía que era fuerte, y que Ragnheidr no tardaría en volver con ellos. No iba a poner a sus hijos en una situación como aquella si no estuviera segura de que podría superarla. Pero entendía la postura de Ragn, esa impotencia por no poder estar juntos en caso de que algo horrible ocurriera. Se lo demostraría, le demostraría que podía estar tranquilo, confiar en ella. Que se había vuelto más fuerte después de esos meses separados.

Se fue bebiendo la lata de refresco mientras subían por la colina. El metal de la lata vacía le serviría para más adelante, así que de nuevo se la guardó en uno de los bolsillos del pantalón, igual que había hecho con la anterior en el poblado. Se sentía con energías para poder enfrentar cualquier cosa. Y sintió también dos débiles presencias un poco más arriba, aquellos debían ser los compañeros de los que Astrid le había hablado. Ella misma la tomó del brazo y le advirtió de ello, además de la cercana presencia de la bestia. Pero era extraño, al animal no era capaz de detectarle exactamente. — Entendido. — Le respondió, antes de retomar la marcha, momento en el que volvió a sonar su den den mushi.

Ahora avanzaban con más cautela, respirando una tensión en el aire que incluso sus hijos notaban, pues se habían quedado en un silencio sepulcral. También es que acababan de comer y era momento de siesta. Al tomar el den den mushi, escuchó la voz de Ragnheidr al otro lado del caracol, diciéndole que ya estaban de camino y que no se desviaran demasiado. — ¡Ragn! No te preocupes, estamos bien. Sigue hacia la montaña, todo recto, y nos encontraremos en nada. — Sonreía mientras hablaba, a pesar de la inminente batalla. — Cuelgo ya, ¡te quiero! — Tenía que concentrarse, no podía entretenerse demasiado con la llamada. Rápidamente colgó el den den mushi, lo guardó en el bolsillo, y agarró bien sus dos armas, especialmente la minigun que colgaba de su hombro. Era su niña, su arma favorita, y estaba preparada para usarla en cualquier momento, al igual que la sorpresa que escondía en su pierna de metal. Se mordió la lengua con anticipación. Aquello despertaría a los niños, pero así se iban acostumbrando a la batalla.



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RE: [T6] El poder de un Jarl - Octojin - 30-01-2025

El viento helado ruge entre los árboles del monte, y lo que antes era una ligera nevada ahora se ha convertido en un verdadero temporal. Lo ha hecho tan lentamente que casi no os habéis dado cuenta. Los copos de nieve, grandes y densos, dificultan la visibilidad y la movilidad, y el aire frío muerde la piel con una intensidad aún mayor de lo que lo hacía antes.

Astrid, con el instinto de una cazadora, avanza con rapidez a pesar de sus heridas. Su resistencia es admirable, y aunque cada paso que da parece un esfuerzo titánico, no se detiene. Sigues su ritmo, Airgid, asegurándote de que los niños estén protegidos en tu pecho. El ambiente está cargado de una tensión casi eléctrica. ¿Qué pasará con sus aliados?

Finalmente, alcanzáis a Ingrid. Está en el suelo, tumbada y apoyada contra una roca cubierta de nieve, con el rostro pálido y los labios entreabiertos. Hay sangre en la nieve a su alrededor, y aunque intenta hablar, solo consigue emitir un leve sonido entrecortado. Debe ser algo urgente lo que os quiere decir, porque no para de intentar hablar. Por un momento, su cuerpo se tambalea como si fuera a perder la conciencia, pero con un esfuerzo sobrehumano logra mantenerse despierta. Astrid se arrodilla a su lado de inmediato, sacando lo que parece un pequeño botiquín improvisado con alguna que otra venda de tela. Sus manos se mueven con la seguridad de alguien que ha hecho esto antes, aplicando presión en las heridas de Ingrid y asegurándose de que, al menos, no empeoren. Es un nivel de primeros auxilios muy básico, pero, obviamente, mejor que nada.

El temporal sigue empeorando, para vuestra desgracia. La nieve arrecia con violencia, cubriendo el suelo y dificultando cada vez más el movimiento. A lo lejos, se escuchan sonidos amortiguados, como gritos, pero entre el rugido del viento y la intensidad del momento, no puedes ver de quién provienen. El monte se vuelve un campo de sombras y figuras difusas.

Es una auténtica pena que, habiendo tenido activo el haki de observación, no hayas tenido la iniciativa de ir a por Ingrid tú, Airgid. De esa manera, os podríais haber repartido. Pero... Al haberlo hecho así, no os da tiempo a encontrar a Vidar.

Y, ¿por qué no os da tiempo? Pues porque el sonido de unos pasos pesados resuena de repente.

Y entonces lo ves. La bestia aparece entre la tormenta, una sombra colosal que se mueve con una velocidad sorprendente para su tamaño. Su pelaje oscuro se sacude con la fuerza del viento, y las espinas cristalinas de hielo en su espalda brillan con un resplandor casi espectral. Sus ojos, de un azul intenso, brillan en la penumbra como dos faroles de un depredador de otro mundo. Desde luego es una figura imponente.

La bestia


Puedes observar que la bestia está herida, pero aún así se mueve con la furia de un animal alfa. Exhala una neblina helada desde su hocico, y su aliento es tan frío que parece congelar el aire mismo. Su postura es agresiva y su objetivo claro. Corre a toda velocidad en tu dirección, sin fijarse en Astrid ni en Ingrid.

Cuando está a apenas cinco metros de ti, levanta una de sus enormes patas delanteras y la balancea en un barrido devastador. Su movimiento es veloz y brutal, buscando golpearte con la fuerza de una avalancha. La tormenta se intensifica a su alrededor, como si el propio clima respondiera a su furia.

A lo lejos, los gritos se hacen más audibles, pero la nieve sigue impidiendo ver quién los emite. La batalla ha comenzado.



Ragn, la tormenta empieza a dificultar tu avance. La nieve empieza a cubrir las huellas con rapidez. ¿Por qué no te has movido antes? A ver si ahora no vas a llegar... Podrás avanzar unos cien o doscientos metros antes de que la nieve cubra por completo las pisadas. Pero qué suerte tienes, justo ahí percibirás las presencias de Astrid y tu queria Airgid con los niños. Pero no solo eso, percibirás alguna más. La de Ingrid, la de la bestia, y la de Vidar.

La presencia de la bestia es una presencia inmensa, como si su esencia misma fuera más grande que su cuerpo. Su poder es innegable, es una prueba más del poder de la propia naturaleza. Desde luego es una presencia bastante más fuerte de lo que es la vuestra. Quizá por eso está eliminando a los guerreros de la isla con tanta aparente facilidad. Desde luego hay algo claro: No es un simple animal. Algo en su existencia vibra con una intensidad diferente a cualquier otro ser que hayas encontrado antes. Pero no tienes tiempo de analizarlo.

La tormenta se intensifica, y cada paso que das te cuesta más. De momento tienes un único objetivo, llegar hasta Airgid y guiar al Jarl hasta allí. Ánimo.

Cositas


mates


Estado de la bestia



RE: [T6] El poder de un Jarl - Ragnheidr Grosdttir - 31-01-2025

Cuando la voz de Airgid sonó al otro lado del den den mushi, la tensión que Ragn sentía en su pecho no disminuyó del todo, pero sí se transformó en algo más manejable. Apretó los dientes al escuchar su tono confiado, casi despreocupado, como si estuviera tratando de convencerle de que todo estaba bajo control. Sabía que ella era fuerte, de hecho, muy fuerte, lo había visto con sus propios ojos, pero la idea de no estar ahí, de no poder interponerse entre ella y cualquier peligro que surgiera, le reconcomía. Escuchó con atención cada palabra, memorizando su posición, asegurándose de que no hubiera nada que sonara fuera de lugar. Su agarre en el den den mushi se aflojó un poco cuando ella se despidió con esa energía tan característica, como si la adrenalina de la situación le hiciera sentirse más viva. —Confío en ti. — Suspira. — Cuida de los niños. —respondió casi por inercia, por que no necesitaba decir algo así, su voz grave pero más templada que antes, intentando transmitirle que, aunque su preocupación seguía ahí, confiaba en ella. Guardó el comunicador en su cinturón y fijó la vista en el camino frente a él. Ya no había más tiempo para pensamientos intrusivos. Freydis avanzaba con determinación, y él debía hacer lo mismo. Con cada paso que daba hacia la montaña, sentía cómo su cuerpo entraba en ese estado de alerta total, ese en el que la mente se vuelve fría y el instinto toma las riendas. La batalla les esperaba, y Ragn estaba listo para ella.

El viento helado cortaba la piel como dagas diminutas, y cada paso que daba en la nieve se sentía como si estuviera caminando a través de un muro invisible. La tormenta no solo obstaculizaba la vista, sino que parecía querer devorar cualquier sonido, como si la propia montaña estuviera conspirando para que nunca llegara a su destino. Pero no podía detenerse. Cada músculo de su cuerpo gritaba por moverse más rápido, por ignorar el peso de la nieve que ya cubría las huellas frente a él. No había margen de error. No ahora. Fue entonces cuando lo sintió. Una presión inmensa en el aire, un latido intenso que no pertenecía a ningún humano. Su haki de observación captó la presencia de Airgid y los niños, de Astrid, de Ingrid… pero también de algo más. Algo que hacía que su propia esencia pareciera diminuta en comparación. Una bestia que no era solo un animal, sino algo más. Su presencia no solo imponía, sino que parecía fusionarse con la tormenta misma, como si la rabia de la montaña le perteneciera. —¡Algo está pasando, han entrado en batalla! —Gritó intensamente hacia el grupo de hombres y mujeres que estaban junto a el, acelerando el paso. — !Hay que acelerar el paso! — Volvió a gritar. De forma completamente natural y fuera de esta situación, su estómago rugió ... Qué mal momento para tener hambre.

No podía permitirse llegar tarde. No esta vez. Con cada metro que avanzaba, la sensación de urgencia se hacía más grande. No importaba cuánto le costara moverse, no importaba que el frío mordiera su piel o que la nieve intentara tragárselo. Lo único que importaba era llegar. Porque si esa criatura era tan poderosa como su instinto le decía, entonces Airgid y los demás necesitaban toda la ayuda posible. El viento se movía con furia, arrastrando la nieve en remolinos cegadores. Ragn apenas podía distinguir el suelo bajo sus pies, pero no necesitaba verlo. Su haki de observación latía con fuerza, guiándolo entre la tormenta como si la propia montaña le mostrara el camino. —¿Temes por la mujer o por los niñ os? — Era un eco en la nieve ... La voz de ... — ¿Nosha? — Desde Cozia que no sentía su presencia, las creencia religiosa de Ragn había dado muchas vueltas en aquellos meses allí tirado y como consecuencia, Nosha desaapreció. Frenó en seco, pero rápidamente volvió a la caminata.

Cada segundo perdido era un golpe de incertidumbre en su pecho. No. No incertidumbre. Furia. Podía sentirlo. La bestia se movía con una intención clara, su energía se mostraba con la intensidad de un depredador alfa. Y su objetivo estaba justo donde estaban Airgid y los niños. No. La palabra resonó en su mente como un trueno, acompañada del ardor que recorría sus venas. No permitiría que algo—lo que fuera esa cosa—tocara a su familia. Ragn intentó sacar el den den mushi, pero si Airgid estaba en una batalla, seguramente el sonido o su propia voz, podrían alejarla del momento de acción. A cada paso, su mente ya estaba trazando un plan. La criatura era fuerte, mucho más que cualquier animal común. Eso lo había dejado claro con la facilidad con la que estaba aniquilando a los guerreros de la isla. Pero incluso los titanes pueden caer. Lo primero era llegar. Lo segundo, poner a salvo a los suyos. Y lo tercero... Ragn no tenía intención de dejar escapar a esa bestia con vida.

Entonces recordó que no viajaba solo. Estaba el Jarl ... Una presencia poderosa ... Muchos guerreros ... ¡Que más daba! no necesitaba confiar en el poder de los demás, en el poder de nadie. Ya no. Sus puños y piernas se fueron envolviendo en gas, uno de color morado. Casi como si reaccionaran a su propia voluntad, comenzaron a emanar, pero no a expandirse, tan solo a cubrir sus extremidades. — ¡Jarl! — Gritó. Cuando logró verlo entre la tormenta, se acercó. — Si entramos en batalla, es importante que tú y los tuyos, no entréis en contacto con los elementos que emanen de mi cuerpo. —Qué menos que avisar. Fue comentarle la jugada, que obtuviera respuesta y al fin, llegar al lugar donde estaba empezando la fiesta. Al poner un pie allí y al fin hacer contacto visual ... Los gases de Ragn comenzaron a extenderse ...


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