[Autonarrada] [T2] Justicia entre la basura (parte 2) - Versión para impresión +- One Piece Gaiden - Foro Rol One Piece (https://onepiecegaiden.com) +-- Foro: El mundo (https://onepiecegaiden.com/forumdisplay.php?fid=10) +--- Foro: East Blue (https://onepiecegaiden.com/forumdisplay.php?fid=16) +---- Foro: Isla de Dawn (https://onepiecegaiden.com/forumdisplay.php?fid=39) +----- Foro: Reino de Goa (https://onepiecegaiden.com/forumdisplay.php?fid=86) +------ Foro: Gray Terminal (https://onepiecegaiden.com/forumdisplay.php?fid=87) +------ Tema: [Autonarrada] [T2] Justicia entre la basura (parte 2) (/showthread.php?tid=1151) |
[T2] Justicia entre la basura (parte 2) - Silver - 30-09-2024 El líder de los matones aún sostenía en su mano los fragmentos astillados de lo que hacía unos segundos era su garrote, incapaz de procesar lo que acababa de suceder. Alrededor, sus hombres se mantenían inmóviles, sus risas sofocadas por el crujido seco de la madera rota. La tensión en el aire era palpable, y los recolectores, todavía arrodillados, observaban expectantes, como si cualquier pequeño movimiento pudiera desencadenar el caos. El líder, sin embargo, no estaba listo para rendirse tan fácilmente. Con un gruñido que intentaba ocultar su nerviosismo, tiró los restos de su arma al suelo y señaló al pirata con un dedo tembloroso. —¡Vamos! ¡Acabad con él! —gritó a sus hombres, aunque su voz carecía del tono de autoridad que había exhibido hasta el momento. Los matones lo miraban dubitativos. No fue hasta que el líder repitió la orden que algunos, aún con miedo en los ojos, desenfundaron sus armas oxidadas y comenzaron a moverse, inseguros. A pesar de la inseguridad palpable entre sus hombres, no había intención de retroceder. Una sonrisa burlona se dibujó en el rostro del capitán mientras sus dedos rozaban el mango de su espada, aún enfundada. No era de los que huían de una pelea, y los ojos de los matones lo decían todo: dudaban más de lo que deseaban admitir. —¿Qué pasa? ¿No tenéis el valor de enfrentarse a un solo hombre? —murmuró con tono provocador. El comentario surtió el efecto esperado. Dos de los matones, sin esperar más, avanzaron con gritos cargados de falsa valentía. El primero levantó un viejo cuchillo, intentando cortar a Syxel en el pecho. El espadachín lo esquivó con un ligero paso hacia atrás, midiendo cada movimiento. El segundo atacante, con una barra de metal en la mano, intentó golpearlo por el costado. Con un solo movimiento fluido, desenvainó su espada. El brillo del acero cortó el aire antes de que los hombres pudieran procesar lo que sucedía. El cuchillo fue arrancado de las manos de su portador de un golpe, cayendo al suelo, mientras el segundo perdió el equilibrio al ser desarmado con un corte preciso. —Tendréis que hacerlo mejor que eso si queréis seguir con vida —dijo, arrogante, avanzando un paso más. Ambos hombres retrocedieron, confusos y asustados. El pirata no les dio tiempo para reaccionar. Con un giro de muñeca, derribó al primero con un preciso corte en el muslo, mientras el otro intentaba correr hacia la chatarra. Lo alcanzó en un par de zancadas, golpeándolo con la empuñadura de su espada en la nuca, dejándolo inconsciente al instante. El ambiente se volvió tenso. Los demás matones no se atrevían a moverse, viendo cómo dos de los suyos caían en segundos. Los recolectores observaban en silencio, incrédulos ante lo que estaban presenciando. El líder, viendo cómo sus hombres titubeaban, intentó tomar control de la situación. —¡Cobardes! ¡No os dejéis intimidar! ¡Somos más! —gritó, sacando una pistola vieja de entre sus ropas. Su mirada llena de odio se clavó en Syxel mientras apuntaba directamente al pecho del espadachín. El disparo resonó en Gray Terminal, pero ya se había movido antes de que el matón apretara el gatillo. Con una rapidez casi inhumana, esquivó el proyectil, y en un solo movimiento fluido, arremetió contra el líder. El filo de su espada quedó a centímetros del cuello del hombre, que quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos. —Como ya he dicho, te di la oportunidad de marcharte —murmuró con tono grave—. No lo repetiré. El líder, comprendiendo que no había salida, dejó caer la pistola al suelo. Sus rodillas temblaban, y su rostro palideció mientras los demás matones seguían su ejemplo, tirando sus armas y comenzando a correr en diferentes direcciones. El silencio que siguió fue abrumador. Los pocos recolectores que quedaban observaban, sin poder creer que todo hubiera terminado tan rápido. Silver retiró su espada, guardándola lentamente mientras el líder de los matones, humillado y derrotado, se giraba para marcharse con pasos vacilantes. —Esto no ha terminado... —murmuró entre dientes, sin atreverse a mirar atrás. Silver lo dejó marcharse sin decir nada. Con una sonrisa apenas visible, miró a los recolectores, quienes, a pesar de la tensión, comenzaban a relajarse poco a poco. Uno de los hombres, un anciano de rostro arrugado, se acercó al capitán con pasos inseguros. Sus ojos reflejaban tanto miedo como agradecimiento. —Gracias, señor... —murmuró con voz quebrada por la emoción—. Esa gente nos ha estado extorsionando durante tanto tiempo... No sabemos cómo pagarle. Silver lo miró con una media sonrisa en su rostro, y negó con la cabeza. —No ha sido gran cosa —respondió con indiferencia—. Simplemente pasaba por aquí. El anciano asintió, visiblemente más relajado. Sus ojos se iluminaron de repente, como si una idea le hubiera cruzado la mente. —Permitanos al menos invitarle a un trago —dijo—. Es lo menos que podemos hacer para mostrar nuestro agradecimiento. Al escuchar la propuesta, una sonrisa se ensanchó en el rostro de Syxel. —Eso si que puedo aceptarlo. Unas horas más tarde, el grupo de recolectores y los piratas se habían reunido alrededor de una fogata improvisada en medio del vertedero. Aunque las condiciones seguían siendo miserables, el ambiente era cálido y alegre. Botellas de alcohol barato pasaban de mano en mano, y los recolectores, aunque no tuviesen mucho, querían compartir su alegría con el capitán que les había devuelto la libertad. Syxel bebía tranquilamente, disfrutando del momento. Las risas y las charlas animadas llenaban el aire, como si por una noche, al menos, el peso de la miseria hubiera sido levantado. El anciano levantó su vaso, haciendo un brindis improvisado. —¡Por Silver D. Syxel! ¡El hombre que nos devolvió nuestra dignidad! Las voces de los recolectores se unieron al brindis. Silver, por su parte, levantó la jarra en respuesta. —Salud... —añadió con una sonrisa, mientras tomaba otro trago. |