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[Autonarrada] Maestra de Marines 2 - Anko - 01-10-2024 22 de Verano del 724
La luz de los rayos del sol finalmente azotó la tierra indicando el comienzo del día. Las ventanas del cuarto de posada donde se hospedaba Anko se iluminaron rápidamente, afectando sus párpados e interrumpiendo su profundo sueño. La peli marrón se levantó bostezando mientras miraba el reloj de pared para cerciorarse de que aún era temprano, y sí, aún faltaba tiempo para que comenzara su día en la base G-23 de la marina. Con un último bostezo, la joven salió de las cálidas sábanas que envolvían su cuerpo y se levantó de la cómoda cama que había albergado su sueño. El día anterior, como se le prometió, lo tuvo completamente libre, pues de última hora se había decidido que ella sería la guardiana de las prisiones de la base por la noche, y obviamente al no poder obligarla a trabajar sin sueño, los superiores se vieron obligados a entregar un día entero de descanso para la joven. Como de costumbre, se lavó la cara y los dientes, posteriormente se vistió con su ropa de siempre y luego de arreglar un poco su descuidado cabello de sueño, tomó la gorra del uniforme marine y salió por la puerta de la habitación que conducía a los pasillos de la posada. Una rutina mañanera como la de siempre, y un andar hacia la base como el de siempre. Una vez en las puertas, se identificó y se le dio el acceso a la base, mientras caminaba podía ver ya a algunos soldados y reclutas andando por el patio. Los reclutas limpiaban y se aseguraban de mantener todo en orden, mientras, los soldados rasos buscaban sus armas y otros ya empezaban sus rutinas de entrenamiento junto a sus sargentos. El día parecía transcurrir de forma monótona para la peli marrón hasta que un sargento de la base se acercó hasta ella y una vez de frente, hizo un saludo militar antes de hablar. — Suboficial Anko, buenos días. Solo vengo a informarle de la tarea que se le fue asignada —. Anko levantó ligeramente su ceja derecha a la par que le hacía un gesto con su mano para que abandonara el saludo formal y prosiguiera. — Usted fue elegida para encargarse del entrenamiento con la espada de algunos soldados de la base. Los superiores creen que es necesario un entrenamiento más riguroso para evitar problemas como el de la fuga del otro día —. Anko suspiró y asintió con la cabeza. — Gracias, sargento. Puedes retirarte… —. El hombre asintió antes de dar la vuelta sobre sus propios talones y retirarse caminando tranquilamente. En ese momento, la espadachina tomó su caja de cigarros de dentro de su gabardina y lo colocó entre sus labios para después prender la punta de éste con la ayuda del fuego de un zipo metálico. — Bien… En marcha… —. Con eso, Anko se dirigió hasta una zona de las zonas de entrenamiento cercana a la muralla de la base. Ahí ya esperaban algunos soldados quienes solo ordenaban el campo y hablaban entre ellos. La marine dio una leve calada a su cigarro antes de sostenerlo con sus dedos índice y pulgar para poder hablar. — ¡Atención! —. Los soldados se acomodaron en filas de forma rápida y eficaz mientras realizaban un saludo militar. — Descansen… Bien, el día de hoy yo seré la encargada de llevar su entrenamiento con la espada… De una vez les advierto que no soportaré más errores de los debidos y el tiempo de descanso será menor, necesitan estar lo más preparados que se pueda… —. El tono firme y autoritario de Anko resonaba en la zona y hacia estremecer levemente a algunos de los soldados formados frente a ella. Anko se acomodó la gorra del uniforme de la marina antes de dar otra calada a su cigarro y empezar a dar instrucciones. — Empecemos entonces… ¡Todos tomen sus espadas de práctica, no quiero a ningún lucido y mucho menos a algún herido! ¡Cuando lo hagan quiero que formen líneas a mis lados! —. El grupo de soldados rasos se apresuraron a tomar las espadas de práctica guardadas en un barril cercano. Mientras ellos tomaban las armas, Anko desenvainaba su Katana personal de su cintura y la sostenía con una sola mano. Cuando las líneas se formaron, la espadachina caminó en el pasillo artificial que se había formado antes de tomar una posición neutral para que todos pudieran observarla. — Vamos a comenzar con una buena postura a la hora de tomar una espada, normalmente varía entre los diferentes tipos, pero una muy general es la siguiente —. Habló la joven mientras sostenía con firmeza la empuñadura y colocaba sus manos frente a ella de modo que su espada estaba ligeramente inclinada hacia en frente. – Esta es la posición del espadachín clásica, ideal para empezar un duelo de espadas con alguien… ¡Háganlo! —. El grupo se acomodó y empezaron a adoptar la posición que Anko les había mostrado. Los ojos oscuros de ella exploraban con detenimiento la postura de todos los presentes, caminando y corrigiendo a varios de ellos. — ¡No puedo creer que siendo ya soldados entrenados tengan tan mal postura sosteniendo una espada! —. Gritó con un tono de enojo en su voz. Nuevamente repitió el movimiento y siguió corrigiendo al grupo para que aprendieran a sostener de buena forma una espada. Algunos minutos de práctica después, Anko solicitó un pequeño de combate de muestra con uno de los soldados, su intención era ver el nivel promedio entre ellos para saber que hacer después. La peli marrón estaba de frente al marine, alejados por unos pocos metros mientras ambos mantenían una espada de práctica en sus costados. Anko suspiró y dio por comenzado el combate, el choque violento de la madera llegaba hasta los oídos del resto, observando como la Suboficial y uno igual tenían un duelo de espadas. Claramente, Anko fue superior en todo momento, moviéndose de forma ágil y moviendo sus manos con destreza, propinado varios golpes en el cuerpo del hombre. — Te falta mucho… En un combate de verdad estarías muerto desde el comienzo… —. Dijo una vez finalizado el combate y ayudando a levantarse al soldado, quien estaba en el suelo algo adolorido por los golpes. Lo siguiente en la rutina fue algo similar, pero entre puros soldados, Anko observaba los movimientos de cada soldado en duelo, haciendo algunas anotaciones en papel para corregir errores de su grupo y enfocarse en las cosas que se les complicaran. Tras breves períodos de descanso, el entrenamiento riguroso de la chica continuaba. Yendo soldado por soldado para ayudarlo, claro, con su tono autoritario, pues no acostumbraba a ser amable cuando le tocaba el adiestramiento de sus “inferiores”. Y así se desarrolló la rutina hasta llegada la tarde, todos los soldados tenían permiso de abandonar el campo de entrenamiento y tomar un merecido descanso, y así fue, en cuestión de segundos el campo empezó a vaciarse, cosa que provocó una pequeña risa en la Suboficial, parecían estar hartos y cansados. Pero uno de los rasos no abandonó la zona, se mantuvo ahí hasta que todos se fueron y una vez se quedó a solas con Anko, se acercó a ella de forma decidida. — Disculpe la molestia, Suboficial… Pero solicito tener un duelo con usted, quiero medir mi nivel como espadachín… —. Ella se acomodó las gafas y llevó consigo al hombre hasta el barril para tomar una espada de práctica. — Por favor, no se contenga… —. — No lo iba a hacer… —. Pronunció la espadachina mientras ambos tomaban posición. Y con un grito de guerra del raso, el duelo dio comienzo. Para sorpresa de Anko, el soldado sabía moverse mejor que sus compañeros y su forma de luchar denotaba cierto nivel con la espada, ella por su parte se limitó a chocar las ofensivas y ver hasta donde podía llegar. Los movimientos del soldado no creaban apreturas aprovechables en su defensa como si sucedía con los otros, y siempre estaba atento a los golpes lanzados por Anko. La tierra del suelo era levantada con cada pisada y tallón de la suela de los zapatos de cada uno, o fue hasta que la “hoja” de la espada del hombre golpeó el hombro de Anko, lo cual causó que ella se alejara un poco. — Agh… Vaya… Sí que sabes usar esa espada… En un combate real ya tendría un brazo inutilizado… —. Pronunció antes de hacer una pequeña reverencia y culminar con el duelo. — Debo admitir que estoy sorprendida… Tienes buen nivel, seguro que llegas lejos con la espada —. — Gracias, Suboficial… Me esforzaré por servir con mi habilidad a la marina —. Anko sonrió mientras asentía. — Me alegra escuchar eso… Puedes retirarte, ya nos veremos cuando me toque dirigir este entrenamiento —. El soldado repitió el gesto de ella y luego de depositar su espada de práctica en el barril se retiró. El sol empezaba a ocultarse entre las nubes, Anko se sentía un poco culpable por hacer entrenar a sus compañeros por horas, pero así debía ser para aumentar la efectividad de los soldados de la marina. Sin mucho que hacer por ahí, también guardó la espada de madera y se fue del campo de práctica con dirección a su merecido descanso. |