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[Autonarrada] [T2] Un barquito porfavó - Versión para impresión

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[T2] Un barquito porfavó - Octojin - 13-10-2024

En la base del G-31 de Loguetown, la actividad era constante. Desde las primeras luces del día, los marines entrenaban, realizaban tareas de mantenimiento y llevaban a cabo todo tipo de tareas necesarias para mantener la seguridad y orden en la ciudad. Bueno, eso al menos los marines que tenían ganas de trabajar, los había, como Atlas, que preferían ocultarse entre las sombras de la base para no dar un palo al agua.

El tiburón no era de esos, prefería mantener la mente ocupada y ayudar en todo lo que pudiera en el momento que le fuese posible. Así se había ganado una pequeña fama en la base, y así le encantaría que siguiese siendo. Octojin estaba en el taller, repasando algunos planos y afilando herramientas. Aquel día le tocaba ejercer su habilidad con la carpintería, una que estaba bastante bien valorada en la propia institución. Hacía un tiempo que había presentado una solicitud formal a la capitana Montpellier para obtener los recursos necesarios para construir un barco nuevo para su brigada, la L-42. No le gustaba eso de tener que coger un barco prestado con todas las implicaciones que conllevaba, tanto a nivel papeleo, como cuidado del navío como el tener que llevar a más gente de la que realmente era necesario. Además, las últimas acciones de su equipo habían sido meritorias, y él confiaba en que podrían conseguir lo que necesitaban.

Mientras terminaba de revisar uno de los planos, un recluta se le acercó apresurado, con el rostro ligeramente agitado y un pergamino sellado en la mano.

—¡Octojin! —llamó el recluta— ¡Mensaje urgente de la capitana Montpellier!

Octojin levantó la mirada, dejando la herramienta a un lado. Tomó el pergamino con sus grandes manos y, con un movimiento preciso, rompió el sello para desplegarlo. A medida que sus ojos se deslizaban por las líneas escritas, una mueca de temor apareció en su rostro. Lo cierto es que no sabía leer y mucha gente de la Marina, por no decir casi todos, desconocían ese dato. Así que se las ingeniaba como iba pudiendo para que no le pillaran. Pero las tareas de papeleos como elaboración de informes, eran un auténtico suplicio para él. Con tono firme, le pidió al humano que leyese la carta mientras recogía las herramientas y los planos que había sacado. Argumentando que así ganaría tiempo. Con cierto recelo, y probablemente no queriendo desobedecer una orden de un superior, el humano accedió.

Por lo visto, la capitana había aprobado su solicitud: su brigada recibiría el presupuesto para construir el nuevo barco. Pero había una condición.

El pergamino detallaba que unos piratas estaban extorsionando los astilleros de Loguetown, cobrando una cuantiosa suma a cambio de lo que llamaban "protección". Para liberar los astilleros y poder iniciar la construcción, los marines debían neutralizar a estos piratas. El operativo se llevaría a cabo esa misma noche.

Guardando el pergamino, Octojin se dirigió rápidamente al despacho de la capitana Montpellier para obtener más detalles. Al llegar, encontró a la capitana de pie tras su escritorio, esperándole con una expresión serena pero severa.

—Parece que has recibido mi mensaje, Octojin —dijo la capitana con firmeza—. Quiero felicitarte a ti y a tu brigada por vuestro desempeño. Sin embargo, antes de que puedas empezar la construcción del barco, hay un problema que necesitamos resolver.

Octojin escuchó atentamente mientras la capitana le explicaba la situación. La banda de piratas había estado causando estragos en los astilleros, intimidando a los trabajadores y exigiendo grandes sumas de dinero a cambio de no destruir sus operaciones, aunque ellos lo llamaban protección, sin que realmente hubiese algo de lo que protegerse. Aquella noche, los piratas esperaban otra ronda de pagos. La misión de Octojin y su equipo sería detenerles antes de que pudieran llevarse el dinero.

—Para esta operación —continuó Montpellier—, tendrás a tu disposición un equipo de marines experimentados. He seleccionado a cinco soldados que te acompañarán. Esta será tu operación, y tú liderarás el ataque. No dejes que me arrepienta de haberte asignado esta misión.

—Sí, capitana. No le fallaremos —respondió Octojin con determinación.

La capitana esbozó una sonrisa apenas perceptible.

—Bien. Los cinco marines que te acompañarán son expertos en combate y táctica. Sus nombres son Elias, Alina, Hiroshi, Luka y Mikhail. Confío en que sabrás dirigirlos adecuadamente.

Octojin inclinó la cabeza en señal de agradecimiento y salió del despacho, dirigiéndose al patio donde se reuniría con los marines que le habían asignado. Mientras caminaba, repasaba mentalmente el plan y la información sobre sus nuevos compañeros. Tras hablar con ellos en el patio, tuvo claro en qué destacaba cada uno, así su plan podría ser elaborado con mayor precisión.

Elias era un luchador experimentado, maestro en combate cuerpo a cuerpo. Llevaba un par de nudilleras reforzadas con acero. Su estilo era directo y poderoso, perfecto para romper las líneas enemigas. Seguro que era una buena opción mandarlo en primera fila.

Alina, por su parte, sería la artillera del equipo, experta en el manejo de explosivos. Portaba una bolsa llena de bombas de humo, granadas cegadoras y cargas explosivas pequeñas, ideales para causar distracciones. Ella tendría un papel importante en la misión, eso seguro.

Hiroshi quizá era el más tímido del grupo, pero un espadachín ágil y astuto. Portaba una katana, y su especialidad eran los ataques rápidos y precisos, además de una gran habilidad para las fintas y esquivas.

Luka era un excelente francotirador. Armado con un rifle de largo alcance, se encargaría de vigilar el área y eliminar amenazas desde una distancia segura. Además, llevaba cuchillos arrojadizos para combate cercano. Siendo así bastante polivalente.

Finalmente, Mikhail era el escudero del grupo, llevaba consigo un gran escudo de acero y una maza. Su principal tarea sería la defensa, protegiendo al grupo y manteniendo a raya a los enemigos que intentasen acercarse demasiado.

Octojin tras hablar con todos ellos en el patio, esbozó una ligera sonrisa. Se presentó rápidamente y procedió a explicar el plan. El ataque tendría lugar al amparo de la oscuridad, aprovechando el factor sorpresa.

—Nos dividiremos en dos grupos —dijo Octojin con voz firme—. Luka, tú te situarás en un punto elevado y cubrirás la zona. Hiroshi, tú y yo iremos por el frente. Alina y Mikhail, os encargaréis de crear distracciones y proteger nuestra retaguardia. Elias, serás el primer contacto; derribarás a cualquiera que intente alertar a los demás. Recordad, el objetivo es neutralizar a los piratas sin poner en riesgo la seguridad de los civiles que trabajan en los astilleros.

Todos asintieron y repasaron mentalmente sus papeles. La tensión crecía a medida que la noche se acercaba. Pero todos parecieron tener claro el plan desde el principio, incluso se animaron a proponer distintos escenarios, para así tener opciones en caso de que las cosas no salieran del todo bien.

Finalmente, con la caída del sol, se dirigieron en silencio hacia los astilleros, preparados con sus armas y con la ambición de conseguir llevar a cabo su plan.

El aire nocturno era frío y húmedo. Las sombras de los grandes almacenes y las grúas de los astilleros les brindaban cobertura mientras se acercaban. Repasaron el escenario y señalaron algunos puntos perfectos para cubrirse en caso de necesitarlo, y descartaron otros con demasiados ángulos abiertos. Desde la distancia, podían ver la luz de las hogueras encendidas por los piratas y oír las risas y conversaciones que salían de los muelles. Aquello sin duda estaba a punto de empezar.

—Ahí están —susurró Luka desde su posición elevada, ajustando el visor de su rifle para ver mejor—. Hay al menos una docena, puede que más. Parece que están bastante relajados.

—Bien, mantente alerta y no dispares hasta que dé la señal—respondió Octojin. Luego, se giró hacia los demás—. Es el momento. ¡Vamos!

Elias se adelantó primero, con sus nudilleras de acero brillando a la luz de la luna. Avanzó silenciosamente, acercándose a un par de piratas que estaban de guardia. En un movimiento rápido y brutal, los derribó de un golpe seco en la mandíbula, dejándolos inconscientes. Los demás siguieron detrás, avanzando con cautela.

Sin embargo, uno de los piratas más alejados, al girarse casualmente, vio las sombras que se movían hacia ellos.

—¡Intrusos! —gritó.

En ese instante, la calma de la noche se rompió. Los piratas desenfundaron sus armas y se lanzaron al combate. Alina lanzó una bomba de humo al centro del campamento enemigo, envolviendo a los piratas en una nube densa y oscura. Aprovechando la confusión, Hiroshi se movió entre las sombras como un relámpago, su katana pareció cobrar vida y empezó a trazar arcos letales que dejaban fuera de combate a varios enemigos.

Octojin, con sus nudilleras reforzadas, avanzaba golpeando con su enorme fuerza. Lanzaba a los piratas al suelo con cada impacto, manteniéndolos a raya mientras Mikhail, con su gran escudo, protegía al equipo de los disparos y ataques enemigos. A su alrededor, el caos se desataba; los gritos y el ruido del metal chocando llenaban el aire.

—¡Mikhail, detrás de ti! —gritó Elias, pero fue demasiado tarde.

Uno de los piratas, con una daga en la mano, se abalanzó sobre Mikhail, clavando la hoja en su costado. Mikhail cayó al suelo con un grito de dolor, mientras el pirata retrocedía con una risa sádica.

—¡No! —rugió Octojin, girando hacia el atacante.

Con un movimiento rápido, el gyojin se lanzó contra el pirata, golpeándole con tal fuerza que lo envió volando varios metros. Elias y Alina acudieron a ayudar a Mikhail, quien yacía en el suelo, respirando con dificultad.

—¡Tienes que aguantar! —le gritó Alina mientras presionaba una mano contra la herida para detener la hemorragia.

El combate continuó. Octojin, enfurecido por ver caer a su compañero, atacaba con mayor ímpetu, derribando a los piratas uno tras otro. Luka, desde su posición elevada, disparaba con precisión, eliminando a los enemigos que se acercaban demasiado. Hiroshi, por su parte, con movimientos rápidos y certeros, cortaba y bloqueaba los ataques enemigos, manteniéndolos a raya.

El líder de los piratas, un hombre corpulento con una espada ancha, se lanzó hacia Octojin con un grito de guerra. El gyojin bloqueó el ataque con sus brazales, sintiendo la fuerza del impacto. El pirata sonrió con malicia, pero Octojin no retrocedió. Con un rugido, contrarrestó con un golpe directo al estómago del hombre, haciéndole soltar la espada y caer de rodillas.

—Ríndete —gruñó Octojin, respirando con cierto esfuerzo, parcialmente agotado por la batalla.

El líder de los piratas, jadeando por el dolor, levantó las manos en señal de rendición. Al ver a su líder derrotado, los piratas restantes arrojaron sus armas y se rindieron también. Los marines se apresuraron a inmovilizarlos, esposándolos mientras los mantenían bajo vigilancia.

—¡Luka, necesitamos un médico! —gritó Alina mientras continuaba presionando la herida de Mikhail.

Luka descendió rápidamente de su posición para asistir. Afortunadamente, aunque la herida era grave, Mikhail aún respiraba. Sería trasladado inmediatamente al G-31 para recibir atención médica.

Con los piratas reducidos y los astilleros asegurados, Octojin se permitió un breve respiro. La misión había sido más dura de lo que esperaban, y la caída de Mikhail pesaba en el ánimo de todos. Sin embargo, habían cumplido su objetivo: los astilleros estaban libres.

El escualo llamó a la central para pedir refuerzos. Aunque la situación estaba controlada, y los piratas ya habían sido esposados, necesitaban gente para transportarlos hasta la base, además de un médico con instrumentos necesarios y una camilla para el marine herido.




Al día siguiente, Octojin se presentó ante la capitana Montpellier. Estaba agotado, con el cuerpo lleno de magulladuras, pero la satisfacción del deber cumplido se reflejaba en su semblante.

La capitana Montpellier le observó durante unos segundos en silencio, antes de asentir lentamente.

—Habéis hecho un buen trabajo, Octojin —dijo con tono solemne—. Los piratas han sido detenidos, y los astilleros están ahora bajo nuestro control. Quiero felicitarte por liderar la misión con éxito.

Octojin inclinó la cabeza, agradecido por las palabras de la capitana. Sin embargo, su mente estaba con Mikhail, quien se recuperaba en la enfermería.

—Capitana, lamento la caída de uno de nuestros hombres. Mikhail se arriesgó por nosotros, y yo…

—No te culpes —le interrumpió Montpellier, con voz firme—. En las misiones, siempre existe el riesgo. Mikhail sabía a lo que se enfrentaba, y cumplió con su deber. Lo más importante es que hemos ganado esta batalla y liberado los astilleros. Ahora, ve y comienza la construcción del barco que tanto deseáis.

Octojin asintió. La capitana tenía razón; lamentar las pérdidas era parte del camino, pero había que seguir adelante. Salió del despacho y se dirigió hacia los astilleros, sintiendo una mezcla de orgullo y pesar. La misión había sido dura, pero ahora, por fin, podrían construir el barco que la brigada merecía.

El nuevo barco marcaría el inicio de una nueva etapa, y Octojin se aseguraría de que fuera un navío digno, construido con el esfuerzo y la determinación que habían demostrado. Y con sumo cariño.