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[T2] Un encuentro entre hermanos - Ragnheidr Grosdttir - 21-10-2024 Después de aquel encuentro en alta mar con el marine, Ragn regresó al Baratie bajo el manto de la noche. No podía permitirse que los marines lo siguieran allí, donde había encontrado un refugio temporal y una nueva vida. Sabía que su lugar en el restaurante era precario, que cualquier paso en falso podría delatar su verdadera identidad y atraer a quienes lo buscaban, pero la necesidad de descansar en un lugar conocido lo empujó a regresar. Cuando el marine y su familia se perdieron en el horizonte, Ragn esperó unos minutos más, observando la línea del mar, y luego tomó la decisión de volver. ¡Cómo no hacerlo! El barco-restaurante Baratie se alzaba sobre las aguas, iluminado tenuemente por las farolas de aceite que colgaban de su cubierta principal. A esas horas, los comensales habían bajado el ritmo, y el bullicio de las cenas había dado paso al silencio de la noche. Ragn esperó hasta que el último rastro del marine desapareciera por completo antes de acercarse con su bote robado. Se movió con sigilo, sus pasos pesados amortiguados por la brisa marina. Conocía bien los rincones del Baratie donde podía ocultarse, y en cuanto subió a bordo, se dirigió a uno de los almacenes en la bodega inferior. Allí, entre barriles de harina y cajas de pescado salado, Ragn se escondió. Se mantuvo en silencio, vigilante, esperando que los marines no volvieran. Pasaron seis largas horas antes de que se atreviera a salir de su escondite. Los ruidos de la cocina comenzaban a escucharse de nuevo arriba, señal de que el día en el Baratie estaba a punto de empezar. Era el momento perfecto para mezclarse entre los cocineros y volver a su rutina, como si nada hubiera sucedido. Cuando Ragn volvió a las cocinas, nadie parecía haber notado su ausencia. Los fogones estaban encendidos, el aroma del caldo hirviendo y los panes recién horneados llenaba el aire, y Zaza, el anciano ciego que dirigía el lugar, ya estaba dando órdenes a todo el mundo. Ragn retomó su lugar sin decir una palabra. Como siempre, su presencia impuso respeto y nadie le hizo demasiadas preguntas. Trabajó como de costumbre, manejando las ollas y los cuchillos con la precisión de alguien que había convertido la cocina en su refugio. Nadie sospechaba que, horas antes, había estado al borde de ser capturado.
Día 80 de Otoño del año 714
Los meses que siguieron fueron extrañamente tranquilos. Para alguien acostumbrado a la violencia y el caos, los días de trabajo en el Baratie parecían una bendición. Ragn se mantuvo distante, concentrado en su labor, y con el tiempo se ganó la confianza no solo de Zaza, sino también del resto del equipo. Su destreza en la cocina, combinada con su fuerza física, lo convirtió en una pieza fundamental del restaurante. Los empleados lo respetaban, los clientes lo admiraban, y Zaza, reconociendo su habilidad, finalmente decidió ascenderlo a jefe de cocina. Durante esos tres meses, Ragn había encontrado algo cercano a la paz. Aunque su vida de pirata y los recuerdos de su pasado seguían presentes en su mente, el calor de los fogones y la camaradería del Baratie le ofrecían un respiro que no había conocido en años. Era extraño para él, un hombre acostumbrado a la violencia, encontrar satisfacción en algo tan mundano como cortar verduras o sazonar un guiso. Pero allí, en ese lugar flotante, sintió que había encontrado un refugio, una especie de hogar. — ¡No dessirrr de esa manerrra, Mick! — Comentó a un acompañero de la cocina. Se respiraba buen rollo. Sin embargo, la tranquilidad de esos días estaba destinada a terminar. Un día, mientras la tarde caía sobre el Baratie y la cocina hervía de actividad, la puerta del restaurante se abrió de golpe. Los comensales se volvieron hacia la entrada, sorprendidos por la repentina interrupción, y un silencio incómodo se extendió por la sala cuando una imponente figura se plantó en el umbral. Los ojos de todos los presentes se posaron sobre el recién llegado, un hombre tan inmenso como Ragn, con una piel morena que relucía bajo la luz de la tarde, y largas rastas marrones que le llegaban hasta la cintura, agitándose con cada paso que daba. Torrenirrh Grosdttir había llegado. https://i.pinimg.com/564x/55/7f/e4/557fe4aa5f8b1bb6cbf1c3de9bd917e2.jpg El hermano menor de Ragn entró en el Baratie como si fuera el dueño del lugar, con una sonrisa arrogante en los labios y una energía agresiva que parecía llenar todo el espacio. A su espalda, una veintena de piratas, todos ellos hombres fornidos y con la piel curtida por el sol y las batallas, lo seguían como un séquito de sombras. Eran su tripulación, un grupo de temibles forajidos que se habían ganado una reputación en el Grand Line por su brutalidad y su sed de caos. Las miradas de los clientes se clavaron en ellos con temor, y los murmullos comenzaron a correr por la sala. Torrenirrh caminó hacia el centro del restaurante sin pedir permiso ni hacer caso a las miradas aterrorizadas que le seguían. Era un hombre de aspecto imponente, igual de alto que su hermano, pero más delgado, con músculos marcados y un cuerpo lleno de cicatrices, vestigios de innumerables batallas. Llevaba un enorme hacha colgando de la espalda, y su paso, aunque relajado, estaba cargado de una amenaza implícita. Sus ojos, negros como la noche, brillaban con una frialdad que hacía estremecer a cualquiera que se atreviera a sostenerle la mirada. Torrenirrh llegó hasta una de las mesas del centro y se dejó caer en una silla, alzando los pies sobre la mesa de manera insolente. Sus hombres hicieron lo mismo, ocupando varias mesas alrededor de él, rompiendo el ambiente de calma que había reinado hasta entonces en el Baratie. Los cocineros, camareros y clientes no sabían cómo reaccionar ante semejante espectáculo, y la tensión en la sala se podía cortar con un cuchillo. Zaza, desde la cocina, no podía ver lo que ocurría, pero su aguda intuición le decía que algo no estaba bien. El silencio se rompió cuando Torrenirrh, en un tono burlón, levantó la voz para que todos pudieran oírlo. —¡Vaya, vaya! ¿Qué tenemos aquí? ¿Un bonito restaurante flotante en mitad del mar? ¡Y mirad! ¡Este lugar está lleno de gente fina!— Comentó con violencia, mientras observaba a su alrededor con desprecio. Sus palabras destilaban arrogancia, y la risa de sus hombres resonó por todo el lugar. Uno de los camareros, tembloroso, se acercó a la mesa donde estaba Torrenirrh y trató de mantener la compostura mientras le preguntaba si deseaba algo de comer. Pero antes de que el camarero pudiera terminar de hablar, Torrenirrh lo miró de arriba abajo con una expresión de absoluto desdén. —¿Comer?— Contestó con una sonrisa cruel. —No he venido aquí a comer, muchacho. Estoy aquí para ver a mi hermano.— Se hizo un silencio más extenso de lo que uno hubiera querido. Las palabras resonaron en el restaurante, y la tensión aumentó. Todos los ojos se volvieron hacia la cocina, donde Ragn seguía trabajando, imperturbable. Aunque no había pronunciado ni una palabra desde que Torrenirrh había entrado, estaba perfectamente consciente de lo que estaba ocurriendo. Sabía que este día llegaría, tarde o temprano. Sabía que su hermano lo encontraría. Torrenirrh, impaciente por la falta de reacción, golpeó la mesa con la mano, haciendo que todos los platos y vasos saltaran por los aires. —¡Vamos, Ragnheidr! ¡Sé que estás aquí! ¡No te escondas!— Gritó, sin el más mínimo fallo en la pronunciación, al contrario que Ragn, encima lo decía con una risa burlona que resonaba como un eco siniestro por todo el Baratie. —¿Dónde está mi querido hermano mayor? ¿No piensas saludar a tu familia?— Golpeó la mesa. Los murmullos entre los clientes comenzaron a crecer, y algunos de los camareros miraban nerviosos hacia la cocina, esperando alguna reacción de Ragn. Pero él no se movió. Siguió trabajando en silencio, manteniendo su compostura. Torrenirrh siempre había sido así, siempre buscando humillarlo, siempre compitiendo por algo que Ragn nunca había entendido del todo. Pero Ragn no iba a caer en su juego. No esta vez. —¡Así que ahora eres un cocinero!— Continuó Torrenirrh, sin dejar de burlarse. —El gran Ragnheidr Grosdttir, el orgullo de nuestra familia, sirviendo sopa a los pijos de este barco. ¡Qué glorioso destino te tenía preparado Nosha!— Su voz goteaba sarcasmo mientras sus hombres se reían a carcajadas, disfrutando del espectáculo. Torrenirrh se puso en pie de un salto, agarró su hacha gigante y la clavó con fuerza en la mesa, dividiéndola en dos. Los comensales cercanos se levantaron de golpe, asustados, y algunos incluso empezaron a huir hacia las salidas. Los piratas no hicieron nada por detenerlos, pero su sola presencia bastaba para mantener el miedo en el aire. —Siempre fuiste un cobarde, Ragnheidr.— escupió Torrenirrh, su voz cargada de odio. Ragn salió de la cocina con una calma imperturbable, pero la tensión que emanaba de su cuerpo era palpable. Los cocineros y camareros que estaban más cerca de la puerta se apartaron, casi instintivamente, abriendo un camino hacia el centro del restaurante donde su hermano, Torrenirrh, iacía de pie junto a la mesa destrozada. Ragn caminaba con pasos pesados pero seguros, cada uno resonando en la madera del Baratie como un latido profundo y constante. Su cabellera rubia ondeaba ligeramente con el movimiento, y sus ojos azules brillaban como hielo bajo la luz del restaurante. El ambiente era denso, cargado de un peligro inminente. Aunque no había prisa en su caminar, todo su cuerpo transmitía una fuerza contenida, como si con cada paso luchara por mantener bajo control la bestia que llevaba dentro. Cuando Ragn llegó frente a su hermano, el contraste entre ambos era notable, mientras que Torrenirrh era oscuro, feroz y descontrolado, Ragn parecía una figura de pura serenidad, una calma que ocultaba tormentas profundas. Torrenirrh lo observó, con esa sonrisa de desprecio que siempre había reservado para él. Sus ojos, tan negros como su alma, chispeaban con una mezcla de odio y desafío. Pero Ragn, sin mostrar ni un atisbo de emoción, tomó la silla más cercana y, con un suave movimiento, se sentó frente a él. El estruendo de la sala cesó por completo, incluso los piratas de Torrenirrh, siempre dispuestos a la violencia, guardaron silencio al ver la inusitada calma de Ragn. El vikingo, con los brazos apoyados en la mesa y el torso inclinado hacia adelante, miró a su hermano con una expresión neutral. Su mandíbula firme y su mirada penetrante reflejaban todo lo que era, una fuerza inamovible. Tomó aire profundamente, y entonces, con esa característica manera de hablar que alargaba las erres como si fueran notas de un canto antiguo, dejó que su voz resonara en el restaurante. —Qué hasserrr aquí, herrrmano.—Casi que gruñó, alargando la "r" como una nota prolongada que cortó el silencio— No saberrrr que serrrr tú. — Torrenirrh rió por lo bajo, una risa burlona que resonó entre sus hombres, aunque ninguno de ellos se atrevió a hacer eco de esa burla. El tono de Ragn no había sido agresivo, pero había algo en su voz, una nota subterránea, casi imperceptible, que alertaba de que lo que estaba sucediendo no era un simple encuentro familiar. Torrenirrh dejó caer su enorme hacha de nuevo sobre la mesa, haciendo temblar las tablas, pero Ragn no se inmutó. Seguía sentado, inmóvil, con los ojos clavados en los de su hermano menor. —¿Acaso pensarr que me escondo?—Siguió Ragn, con esa cadencia lenta y calculada. Cada palabra parecía cargar con un peso milenario. — No nessesito verrrte parrra saberrrr que prrroblema venirr contigo. — Torrenirrh hizo una mueca, claramente molesto por la tranquilidad de su hermano. Él había llegado buscando un enfrentamiento, una explosión de violencia, algo que le permitiera demostrar su superioridad. Pero Ragn no le estaba dando lo que quería, y eso lo irritaba profundamente. —¿Problemas?—Respondió Torrenirrh, su voz desbordante de arrogancia era inaguantable. — No soy yo el que se ha convertido en un perro cocinero, hermano. Tú eres el que huyó de todo, que se escondió como un cobarde en este… lugar de mierda. Mientras yo he estado recorriendo el Grand Line, haciendo mi nombre conocido, llevándome lo que me pertenece. Tú… te has convertido en una vergüenza. — Escupió al suelo. Ragn siguió en silencio, observando a su hermano con la misma expresión imperturbable. Sabía que le molestaba, así que seguiría con ese papel. Sus manos, descansando sobre la mesa, estaban relajadas, pero había una tensión en su musculatura, una energía contenida que solo un observador atento podría notar. —Nosotros …—Continuó Torrenirrh, acercándose más a su hermano, con un destello de rabia en los ojos. — Somos guerreros. ¡No somos criados! ¡No somos sirvientes de nadie! ¡Tú, un orgullo de Elbaf, ahora aquí, sirviendo sopa! ¿Qué diría él si te viera padre? — Nada bueno, la verdad. Ragn dejó escapar un leve suspiro. Sus ojos, azules como el mar más profundo, miraban a su hermano con una mezcla de compasión y desdén. Sabía que Torrenirrh estaba buscando una reacción, que todo esto era un juego de provocaciones. Pero Ragn había aprendido a lo largo de los años a no caer en esas trampas. Mantuvo su postura tranquila, aunque dentro de él la tensión crecía como una tormenta que se acumulaba en el horizonte. Con voz baja pero firme, Ragn finalmente habló de nuevo. —No imporrrtarrr lo que hasserrr aquí. ¡Fuerrra! —Dijo, su voz resonando como un eco antiguo— Tenerrr infinidad de batallas. Esta serrr epoca de pass ... —Torrenirrh bufó, visiblemente frustrado por la falta de agresión en su hermano. Quería sangre, quería una pelea, quería desquitarse con Ragn por años de rivalidad. La mirada en sus ojos oscuros se endureció. —No tienes elección, Ragnheidr. —Dijo con un tono peligroso, inclinándose hacia su hermano— No importa cuántas verduras cortes o cuántos platos prepares… siempre serás lo que nuestro padre quiso. Un guerrero. Y no puedes escapar de eso. Torrenirrh se levantó bruscamente de la mesa, su hacha volviendo a colgar de su espalda, y se dio la vuelta, caminando hacia sus hombres, que lo miraban expectantes. Ragn no se movió, permaneció sentado, pero su mirada siguió a su hermano, observándolo con la misma calma imperturbable. Sabía que las palabras de Torrenirrh tenían peso, pero él no era el mismo joven impulsivo que había dejado Elbaf. En lugar de responder a las provocaciones, Ragn se mantuvo en silencio. El estruendo de las botas de Torrenirrh y su tripulación resonó por todo el restaurante mientras se marchaban. Los comensales y los empleados se mantenían tensos, expectantes, como si el aire mismo pudiera estallar en cualquier momento. Pero nada sucedió. Ragn había elegido no pelear, había elegido no caer en el juego de su hermano. Cuando la puerta del Baratie se cerró detrás de Torrenirrh y sus piratas, el silencio que quedó en el lugar era ensordecedor. Todos miraban a Ragn, algunos con respeto, otros con miedo, pero nadie se atrevió a decir nada. Ragn se levantó lentamente de la mesa, sus movimientos controlados, y con la misma calma con la que había entrado, regresó a la cocina. Esa noche, el Baratie volvió a su ritmo habitual, pero algo había cambiado. Los que trabajaban junto a Ragn sabían que, aunque no había habido una pelea, el aire seguía cargado de peligro. Había algo en la tranquilidad de Ragn que era más aterradora que la ira descontrolada de su hermano. Y aunque la batalla no se había librado con hachas o espadas, las tensiones que quedaban entre los hermanos seguían siendo tan afiladas como cualquier filo. Ragn sabía que aquello no había terminado. Sabía que su hermano volvería. Y cuando lo hiciera, el enfrentamiento que ambos habían evitado hasta ahora sería inevitable. Pero por ahora, Ragn eligió el silencio, el trabajo, y la paz efímera que había construido en el Baratie. No por debilidad, sino por la sabiduría que solo los años y las cicatrices podían dar. RE: [T2] Un encuentro entre hermanos - Moderador Yamato - 22-10-2024 ¡AQUÍ ODEN-SAMA! Este drama familiar en un restaurante lleno de gente fisna es más denso que el libro de Oden... ¡RECOMPENSAS POR T2 ENTREGADAS!
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