[Común] Uno más uno son siete, quién te lo iba a decir chaval. - Versión para impresión +- One Piece Gaiden - Foro Rol One Piece (https://onepiecegaiden.com) +-- Foro: El mundo (https://onepiecegaiden.com/forumdisplay.php?fid=10) +--- Foro: East Blue (https://onepiecegaiden.com/forumdisplay.php?fid=16) +---- Foro: Isla Kilombo (https://onepiecegaiden.com/forumdisplay.php?fid=52) +----- Foro: Pueblo de Rostock (https://onepiecegaiden.com/forumdisplay.php?fid=98) +----- Tema: [Común] Uno más uno son siete, quién te lo iba a decir chaval. (/showthread.php?tid=1473) |
Uno más uno son siete, quién te lo iba a decir chaval. - Ragnheidr Grosdttir - 21-10-2024 Día 12 de Primavera del año 724.
Ragn, el vikingo colosal, se alzaba imponente en medio de la plaza central de Kilombo. Con cinco metros de altura y un cuerpo esculpido como una deidad nórdica, su mera presencia parecía dominar el paisaje urbano. La gente lo rodeaba, maravillada, mientras él permanecía inmóvil, un monumento viviente de músculos tensos y piel dorada por el sol. Su cabello rubio, largo y trenzado, brillaba bajo los rayos del sol que caían sobre la ciudad. Los pectorales, firmes y sobresalientes, subían y bajaban lentamente con cada respiración, como montañas que se erguían con calma en el horizonte. Las venas de sus brazos, gruesas como cuerdas, destacaban con cada leve contracción de sus bíceps. La pose que adoptaba era digna de un guerrero, pero también de un espectáculo que exigía admiración. Iba corto de ropa ... ¡Y qué más daba! estaba orgullosisimo de ganarse la vida con su cuerpo, sin llegar a venderlo como tal. Los transeúntes se detenían boquiabiertos, sacando monedas de sus bolsillos casi por inercia, atraídos por aquella mezcla de fuerza bruta y serenidad impenetrable. Ragn no necesitaba moverse, cada fibra de su ser parecía hablar por él, contando historias de batallas pasadas y proezas imposibles. Los niños lo observaban con los ojos muy abiertos, imaginando que aquel gigante podía derribar montañas con solo un puñetazo. Los adultos, más incrédulos, se quedaban mirando sus tatuajes de runas, como si pudieran leer en ellos antiguos secretos de poder. Con cada gesto casi imperceptible, la multitud se agitaba. Un simple giro de su cabeza o un leve ajuste de su postura hacía que los curiosos soltasen más monedas en su dirección. Las miradas de fascinación y asombro lo seguían de un lado a otro, mientras los ruidos de la ciudad se atenuaban alrededor de él, como si incluso el bullicio cotidiano quedara embelesado ante su figura. Ragn sabía que su cuerpo era su arma aquí, lejos de su tierra natal. Ya no empuñaba un arma, ni navegaba en drakkars, pero cada músculo que tensaba era una promesa de poder contenido. Era un espectáculo viviente en una ciudad donde nadie había visto jamás algo semejante, y su sola presencia era suficiente para que las monedas llovieran a sus pies. Sin decir una palabra, Ragn se mantenía en pie, dejando que el espectáculo fuera su propio cuerpo. — ¡Serrr buen presssio verrr a titán! — Gritaba, formando poses de culturismo. El sol seguía su curso en el cielo, las sombras cambiaban de ángulo, pero él seguía allí, inmutable, como una estatua que se alimentaba de la atención del público. Y al final del día, con una sonrisa apenas perceptible en sus labios, recogía las monedas con sus gigantescas manos, sabiendo que había conquistado Kilombo de una forma que nunca imaginó. Se sentía poderoso cuando admiraban su físico. ¿Por qué no disfrutar del aprecio de los minúsculos humanos? ¡Por qué no! RE: Uno más uno son siete, quién te lo iba a decir chaval. - Dharkel - 22-10-2024 No sabía muy bien cómo ni por qué habían acabado en aquella isla. Tan solo sabía que era el momento de buscar beneficios por el último botín, entre los que se encontraban una extraña página que contenía mucha información sobre uno de los artefactos más extraños y difíciles de conseguir de todos los mares: una akuma no mi. Había estado tentado en guardarla como un tesoro e incluso quizás llegar a utilizarla en un futuro para aumentar en búsqueda de su propio poder, pero la realidad le golpeaba una y otra vez, incansable. La pobreza y las nefastas condiciones de vida de la tripulación eran más urgentes. Deambulando por las calles en búsqueda de algún anticuario o entendido en la materia que supiese valorar las escrituras que tenía en su poder, se encontró frente a una enorme e imponente estatua en el centro de la plaza. De unos cinco metros de altura y con un realismo del cual el autor debía estar orgulloso. Dharkel se sentó en un banco, bajando la cabeza, pensativo. Minutos más tarde notó cómo la sombra bajo sus pies cambiaba rápida y drásticamente, de forma antinatural. Lentamente alzó la cabeza. La estatua había cambiado de postura. Se puso de pie de un salto y se acercó con una mano en el mentón. << ¿Será algún tipo de ingeniería moderna? >>, pensó al ver a todo el mundo emocionado. Su corazón comenzó a latir fuertemente, mezcla de la emoción y el pánico. Según las guías de aventuro que había tenido la oportunidad de leer, un gigante podía alcanzar hasta los veinticinco metros de altura. Cuestionándose la veracidad de aquella información se acercó con cautela, apartando suavemente a los eufóricos espectadores que lanzaban monedas sin ningún tipo de criterio. << ¿Un gigante con enanismo quizás? >> Aunque así fuese, el peso y la fuerza que debía tener aquella mole de músculos era algo a tener en cuenta, especialmente si llegase a ocurrir algún accidente durante alguno de sus movimientos debido a la temeridad de algunos transeúntes. Poniendo algo de tierra de por medio, volvió a su búsqueda de alguien que pudiese valorar la página que tenía entre manos. RE: Uno más uno son siete, quién te lo iba a decir chaval. - Ragnheidr Grosdttir - 22-10-2024 Ragn seguía posando en medio de la plaza, su imponente figura de metros y metros atrayendo la atención de todos los transeúntes. Los murmullos de admiración y el tintineo constante de monedas cayendo a sus pies eran el único sonido que parecía llenar el ambiente. A pesar de la inmovilidad de su cuerpo, cada músculo mantenía una tensión perfecta, creando un espectáculo casi hipnótico para la multitud. La inmensa mayoría de hormigas humanas no había visto jamás un gigante, tan solo las historias que le contaban a los niños, en ellas figuraban torres de treinta metros., Pero la realidad es que un hombre de media tonelada y cinco palazos, imponía. Mientras tanto, Dharkel caminaba a lo lejos, sumido en sus pensamientos. Se sentó. Cerca de Dharkel, un par de niños jugueteaban, sosteniendo dos grandes vasos de una mezcla de frutas con leche, riendo y corriendo sin prestar atención a su entorno. Dharkel, distraído por completo en sus cavilaciones, no los notó hasta que fue demasiado tarde. Con un tropezón torpe, los niños dejaron caer ambas bebidas, y los líquidos espumosos se derramaron sobre su capa y ropajes. El líquido frío empapó su vestimenta, arrancándole un gesto de sorpresa y frustración a uno de los niños. — ¡Pero qué hace señor! — Gritó, como si realmente no hubiera sido suclpa suya. Sin embargo antes de que pudiera reaccionar, algo extraño ocurrió. Las risas de la multitud se apagaron por un instante y la sombra en el suelo frente a Dharkel comenzó a moverse. Lentamente, levantó la vista y vio cómo la estatua en la plaza, aquella mole de músculos que había creído inanimada, cambiaba de postura. Un crujido casi imperceptible, como de huesos ajustándose, resonó en el aire. El gigante comenzó a caminar. Ragn, al observar el accidente, se movió con una tranquilidad que resultaba desconcertante para alguien de su tamaño. Los espectadores se apartaron rápidamente mientras él se acercaba a Dharkel y a los niños, cada paso hacia temblar el suelo de piedra. Sus pies, descomunales, apenas hacían ruido a pesar de su tamaño, y su mirada, seria y distante, se centró en la escena frente a él. Sin dejar de observar al grupo, Ragn se agachó ligeramente, inclinando su gigantesca figura para acercarse a los niños asustados. Los pequeños, con los ojos muy abiertos y temblando, se quedaron congelados al ver al gigante descender hacia ellos. Ragn, con un movimiento lento y preciso, les ofreció una sonrisa apenas visible y extendió una de sus enormes manos hacia ellos, como si quisiera asegurarse de que estaban bien. Los niños, viendo la calma en los ojos de aquel ser titánico, soltaron una risa nerviosa y se relajaron. La multitud, en un segundo de silencio, soltó una nueva ráfaga de vítores y más monedas comenzaron a llover sobre los pies de Ragn, quien, satisfecho con haber evitado un desastre mayor, volvió a enderezarse. Dharkel lo observaría con claridad. Ragn contempló cómo Dharkel, aún con los ropajes manchados mantenía una pose ciertamente digna. Aunque su trabajo en la plaza consistía en exhibir su cuerpo y recibir monedas, el gigante no podía ignorar lo que acababa de suceder. Por primera vez en mucho tiempo, rompió su pose. Con un paso firme, se apartó del lugar donde la gente seguía lanzando monedas. Los ojos de la multitud lo siguieron en silencio mientras caminaba hacia Dharkel. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Ragn se inclinó un poco para no intimidarlo con su tamaño descomunal, ya que los humanos solían padecer de cagonitis y, con una voz grave pero sorprendentemente suave, le preguntó —¿Nessessitarrr algo? RE: Uno más uno son siete, quién te lo iba a decir chaval. - Dharkel - 05-11-2024 Dharkel se encontraba sumido en sus pensamientos, continuando con la búsqueda de un local o alguien a quien poder venderle tan extraño texto. Debido a la naturaleza del escrito y a la antigüedad del papel no sería una tarea fácil. Los glotones y codiciosos mercaderes que poblaban la isla no estaban dispuestos a pagar el valor real del artefacto y encontrar un coleccionista que supiese valorarlo sería una tarea ardua. Prefería morir de hambre mientras durase la búsqueda, como ya había hecho en el pasado, antes que venderlo por un puñado de berries que ni si quiera le garantizasen un viaje seguro a otra isla. Un leve golpe en el costado y la pierna le sacaron de sus cavilaciones. Comprendía que estaba en un lugar público bastante concurrido, en parte gracias al gigante que se encontraba realizando una exhibición con su propio cuerpo, pero le extrañó que la aglomeración fuese tan intensa como para ocasionar esos leves empujones típicos de calles abarrotadas. Pensando que quizás se tratase de un ladrón de poca monta, como lo había sido él mismo y que en ocasiones seguía siendo, se llevó las manos a los bolsillos para comprobar si la bolsita con el dinero seguía ahí. Suspiró aliviado. Esta noche podría cenar caliente.
El reclamo de un infante le llamó la atención. Le observó con la superioridad de su altura y por un momento pensó si aquello era lo que percibía el buccaneer constantemente al estar rodeado de humanos. Antes de que el espadachín pudiese responder la plaza quedó en completo silencio, salvo por un momentáneo y leve crujido. El sol quedó oculto bajo la enorme sombra que proyectaba Ragnheidr y Dharkel tragó saliva. ¿Apenas había llegado a la isla y ya se había metido en problemas? Estaba cerca de ser su récord personal. Volvió a tragar saliva una vez más cuando la grave voz de la estatua se dirigió hacia él, intentando mantener la compostura.
RE: Uno más uno son siete, quién te lo iba a decir chaval. - Ragnheidr Grosdttir - 07-11-2024 Ragn miró fijamente a Dharkel, escuchando sus palabras sobre el artilugio antiguo que deseaba vender. Aquel objeto, mencionado con un tono entre la persuasión y la urgencia, despertó la curiosidad del gigante colosal. La promesa de un tesoro y de piezas únicas nunca dejaba indiferente a alguien como Ragn y en ese instante, el vikingo sintió un inesperado cambio en su monótona rutina de posar y recibir monedas. Con un gesto potente, Ragn decidió que necesitaba más espacio y privacidad para entender mejor aquella propuesta. Sin pensarlo mucho, agitó sus brazos en un movimiento amplio y decidido, un aspaviento que hizo que los niños, aún medio nerviosos pero divertidos, dieran un respingo y retrocedieran sin pensarlo dos veces. La multitud, acostumbrada a sus gestos y poses para llamar la atención, entendió al instante que el gigante quería espacio. La plaza, antes llena de gente murmurando y arrojando monedas, empezó a dispersarse con rapidez. Ragn, al ver que aún quedaba algún espectador que dudaba en marcharse, giró su imponente torso y lanzó una mirada penetrante, suficiente para que el último par de curiosos se apartara de la escena.
Una vez despejada el área, Ragn clavó su mirada en Dharkel y, en un movimiento lento, dio un paso hacia él. Sus pies, enormes, resonaban sobre las piedras de la plaza, y el peso de su figura proyectaba una sombra gigantesca sobre el espadachín. Dharkel, aunque se mantenía contenido, no pudo evitar tragar saliva nuevamente, la presencia del gigante era algo difícil de asimilar en toda su magnitud, pero no dejó que el nerviosismo le arrebatara la oportunidad de ofrecer su valioso objeto. Aquello el buccaneer lo apreciaba. Ragn, al estar lo suficientemente cerca, inclinó su torso para acercarse más a Dharkel y observó al espadachín desde las alturas, intentando ver en sus ojos la autenticidad de sus palabras. Tras un segundo de silencio, dejó escapar una leve risa, grave y profunda, que retumbó como un eco en la plaza vacía. —Esto me interrresa. —Dijo, su voz como un trueno contenido. Sus palabras, aunque simples, transmitían una emoción genuina, casi infantil, como la de alguien que ha visto un objeto raro que despierta su codicia y su fascinación al mismo tiempo. Ragn extendió su mano y, con la precisión de alguien acostumbrado a su fuerza, movió el índice con un gesto brusco para indicar a Dharkel que se acercara. Aunque sus movimientos eran imponentes, se notaba el esfuerzo por controlar su energía bruta. —Tenerrr monedas nessesarrrioas.—Comentó con su tono profundo pero sin amenazas, como queriendo asegurarle que no había peligro. Cuando Dharkel estuvo lo bastante cerca como para que ambos pudieran hablar en voz baja, Ragn se agachó un poco más, de modo que la diferencia de altura resultara menos intimidante. Aquel titán nórdico seguía proyectando una presencia aplastante, pero su interés en lo que el espadachín tenía que ofrecer era auténtico. La promesa de un artefacto único, un tesoro antiguo… en los ojos de Ragn brillaba algo que Dharkel no habría esperado ver: seguramente en alguien de su ... Porte. Curiosidad, mezclada con ambición y la chispa de un guerrero deseoso de aventuras. Aquel gigante, acostumbrado a que todo le llegara con facilidad en la plaza, parecía ansiar algo más profundo que solo monedas. —Esto que venderrrr. Decirrr todo. —Dijo Ragn, con un tono firme y directo. — ¿Qué hasse tan espessial el objeto? RE: Uno más uno son siete, quién te lo iba a decir chaval. - Dharkel - 12-11-2024 Dharkel había conseguido despertar la curiosidad del gigantesco buccaneer que se encontraba frente a él, en la concurrida plaza, mitigando enormemente el malentendido que había ocurrido con los chiquillos que había chocado con el espadachín mientras jugaban distraídos. Las relucientes monedas continuaban su camino hacia los pies de Ragnheidr y, los murmullos eran acompañados de algún vítor eludiendo y festejando las proporciones de éste. Pero el silencio reinó una vez más cuando con un imponente gesto solicitó más espacio, ahuyentando a las masas. En apenas unos minutos, la plaza se encontraba prácticamente desierta. Tragó saliva una vez más cuando se acercó, manteniendo la compostura. Si no se equivocaba su tamaño sería de unos dos o tres metros más que el contramaestre de su tripulación, algo que intentaba autoengañarse y creer que no era importante, aunque así lo fuese. Cuando le escuchó hablar, esta vez pudo percibir una señal de interés real, por lo que decidió acercarse con renovaba confianza y seguridad. - ¿Has oído hablar de las frutas del diablo? También conocidas como akuma no mi. – Se agachó y puso su mochila en el suelo, frente a él. – Este artefacto es un papel muy especial, uno que contiene ciertos… secretos y e indicaciones por así decirlo que facilitan la obtención de una de ellas. De cuál se trata es algo que no puedo decirte, pues no tengo esa información – Continuó un rato rebuscando, abriendo y cerrando múltiples bolsillos una y otra vez para asegurarse de que había examinado el compartimento concienzudamente hasta que encontró un pequeño corte y casi imperceptible corte a uno de los laterales de la mochila. – Tengo un problemilla… Creo que los niños me han robado el artefacto. Volvió a guardar rápidamente todas las pertenencias en la bolsa y tras echársela a la espalda se dio la vuelta, intentando discernir por dónde habrían podido huir. Si bien se había asegurado en el momento de que los pocos berries que tenía se encontrasen a buen recaudo, jamás se le habría ocurrido que unos niños tuviesen interés en aquel trozo de papel, y mucho menos saber cuál era su utilidad. Dharkel se llegó a plantear que estarían trabajando para una entidad superior, como se había visto forzado él mismo en multitud de ocasiones para poder llevarse a la boca un trozo de pan rancio y mohoso. - Por cierto, me llamo Dharkel. ¿Has visto por dónde han podido escapar? – dijo girando la parte superior de su cuerpo, encarando a Ragnheirdr y extendiendo esta vez una sonrisa sincera, aunque preocupada debido a la situación. Debía encontrar a los chiquillos antes de que fuese tarde. |