Nuestra aventura por Momobami tuvo sus frutos, mucho más de lo que habíamos pensado inicialmente. Conseguir la gema de la civilización, una estatua que tenía pinta de valiosa, tesoros varios y como extra, conseguimos capturar al fugitivo Muzen. 

De camino a Kilombo la tripulación y yo estuvimos hablando detenidamente del tema, cómo entregarle y cómo hacer todo el procedimiento. Había algo que nos había quedado muy claro desde el principio: yo no podía estar ahí en el momento de la entrega. Al ser alguien buscado, que mi capitán apareciera en el cuartel de la marina para entregar a un fugitivo con otro fugitivo en su equipo no sería de las mejores decisiones que podríamos tener.

Así que tras esta lógica aplastante y sin dejar que nadie dijera nada al respecto confirmaba que no iria a la entrega del fugitivo. En parte me hubiera gustado, la fama de haberle capturado habría sido beneficiosa para mi imagen, pero sería una situación muy arriesgada. Además, tenía otros planes que hacer.

En el puerto de Kilombo cuando ya había sacado a Muzen de mi barro [Pozo sin Fondo] y le habíamos asegurado para que no pudiera escapar, mientras veía como mis compañeros se alejaban me puse bien la capa con capucha oscuras, aquella que me había dado Vina y Greta para escapar de Oykot hace ya casi 40 días y que mantenía como nueva, y bajé del barco. Había escuchado rumores de que el faro ya estaba reparado y que habían puesto una placa conmemorativa por los "valientes héroes" que habían derrotado al malvado pirata. Con un esquema mental de la isla, puesto que había pasado varios días en ella en el pasado, me daría tiempo de sobra para ir y volver del faro antes de que mis compañeros hubieran vuelto, así que fui para allá.

Bien cubierto con la capucha y acostumbrado a esas calles, no me fue difícil esquivar a las patrullas de marines ocasionales ocultándome entre el gentío y pasando por calles secundarias. Me tentó pasar a saludar por la taberna en la que estuve trabajando un tiempo, pero me acabarían entreteniendo y nuestros planes eran zarpar una vez se haya entregado a Muzen.

Salí del pueblo siguiendo el camino que lleva al solitario faro. Las reparaciones habían terminado hace varios días, por lo que ya no sería una atracción turística para los del pueblo y ya no haría falta ser vigilado por soldados de la marina. Cuando me acerqué allí sólo habían un par de enamorados a punto de escalar la situación a algo más que besos a los que interrumpí sin querer por el hecho de acercarme al faro y que se fueron corriendo a un lugar más apartado.

Observé el nuevo faro en lo que me fui acercando y busqué en su base la famosa placa y dí con los nombres que buscaba:

Cita:

[b]Octojin, "El terror blanco"[/b]

[b]Shun D. Raymond[/b]

[b]Camille Montpellier, "El Bastión de Rostock"[/b]

[b]Atlas Monogusa, "Nowhere"[/b]

[b]Takahiro Kenshin, "La saeta verde"[/b]

Grabé a fuego esos nombres en mi mente. Esos eran los asesinos de Broco Lee. Ni un juicio, ni una sentencia. Decidieron por su propias manos matar aun hombre sin haberle dado la justicia que supuestamente representan. 

Volví al barco, por el camino repitiendo los nombres  mentalmente como si fuera un mantra que estuviera repitiendo para mí mismo. Había llegado antes que la tripulación como había previsto, por lo que me quité la capa y me puse algo más cómodo para vigilar el barco en lo que esperaba que llegase el resto de la tripulación. Con suerte no la habían cagado, aunque a estas alturas me esperaba de todo.