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[Autonarrada] [T2] ¡Con las manos en la masa! - Versión para impresión

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[T2] ¡Con las manos en la masa! - Camille Montpellier - 28-10-2024

4 de Verano del año 724, Loguetown.

Apenas había descansado durante la noche después de los últimos acontecimientos. Había llegado a las tantas tras su encuentro con el escualo de nombre Octojin, con quien había vivido una de sus «aventuras» más peliagudas hasta la fecha. Después de haber recuperado la mercancía de Hans, el tabernero del Reposo del Marinero, había despertado a la capitana Montpellier y le había hecho entrega de la cajita de madera con la extraña documentación. Poco después, había tenido que llevar aquella mercancía hasta el archivo. Allí había quedado en custodia de la Marina, tras los muros del G-31, pero esto no había borrado sus preocupaciones por Hans.

Fuera como fuese, sus frustrantes intentos por pegar ojo durante lo que restaba de noche solo tuvieron como resultado alguna que otra cabezada puntual. Cuando quiso darse cuenta, los gritos de los sargentos avisando de la inspección matutina ya se cernían sobre ella y el resto de compañeros de barracón. Tuvo que resignarse y prepararse para el inicio de un nuevo día, muy a su pesar.

La rutina transcurrió con normalidad: pase de lista, entrenamiento matutino, desayuno y asignación de tareas. En aquella ocasión, a Camille le tocaba patrullar la ciudad con otro recluta. Les habían asignado la zona del mercado, cerca del centro de Loguetown. No serían la única patrulla, ya que ese sector resultaba ser bastante extenso. Habría al menos otras cinco con el mismo destino, debiendo repartirse con ellas la zona.

—Buenos días —había saludado la oni en cuanto se reunió con el resto de patrullas.

—Por decir algo —le respondió Sam, quien sería su compañero de patrullaje—. Esperemos que se mantengan así y no se monte ningún follón —añadió con un tono poco esperanzador—. Aunque creo que hoy montaban nuevos puestos, así que eso traerá… mucha más actividad.

—Con algo de suerte, no será nada que rompa el orden.

—¡Ojalá!

No tardaron demasiado en llegar hasta el mercado, lugar en el que, como bien había dicho Sam, se habían montado al menos media docena de puestos nuevos. Entre ellos había un puesto de bisutería y joyería. Al frente de esta, la tendera no dejaba de jalear a los cuatro vientos la oportunidad que cualquiera se perdería de no llevarse alguno de sus productos. Una ganga, decía.

Camille y Sam pasaron muy cerca del puesto justo antes de que la voz de la mujer se alzase incluso más, formulando una blasfemia al tiempo que una pequeña figura cuadrúpeda sale corriendo en dirección contraria.

—¡Como te vuelva a pillar deambulando por aquí vas a saber lo que es bueno!

El malhechor, una pequeña criaturita conocida comúnmente como un «gato», había intentado hacerse con uno de los brillantes bienes que poseía la buena tendera, sin mucho éxito. Sin embargo, la aguda vista de Camille se fijó en que el animal poseía un collar que envolvía su cuello. Quizá se le hubiera escapado a alguien y, para bien o para mal, estaba alterando la tranquilidad del mercado. Sería mejor atraparlo antes de que intentase robarle a alguien más.

—¿Vamos a por él? —inquirió la oni, mirando de reojo a su compañero.

—A mí no me mires. Soy extremadamente alérgico al pelo de animal, sobre todo al de los gatos. Ve a por él, yo me quedo vigilando la zona por si vuelve.

Le pareció demasiado conveniente que Sam padeciera de aquella aflicción, pero no tenía tiempo para discutir con él si quería atrapar al animal. Camille asintió y se lanzó a la carrera, persiguiendo al escapista. ¿Era más rápido que ella? Sí, pero un paso de la oni debían de ser una docena de los suyos. Poco a poco fue acortándole distancias, aunque para cuando estaba ya a punto de pillarle se habían alejado bastante del centro de la ciudad. De hecho, no sabía cómo, habían llegado hasta el extrarradio de Loguetown. ¿En qué momento se había alejado tanto? ¿Cuánto llevaba persiguiendo al peludo fugitivo? Fuera como fuese, se lanzó a por él y lo atrapó entre las manos, rodando un poco hasta caer junto a un montón de cajas apiladas junto a un almacén.

—Te atrapé —le susurró, observando entonces a la criaturita.

El gato llevaba en el collar una chapita plateada en la que venía grabado el que —supuso— era su nombre: Pelusa.

Pelusa


Una voz salió entonces de una de las ventanas del almacén que se encontraba entreabierta.

—¿Has escuchado eso?

Se hizo un silencio tenso, interrumpido momentáneamente por los pasos de alguien que se acercaba hasta la ventana. Pelusa maulló en ese mismo instante.

—Es solo un puñetero gato —masculló una segunda voz—. Déjate de gilipolleces y ayúdame con la harina. Tiene que estar lista para su distribución esta misma noche.

—Sí, sí. ¿Sabes? El jefe debería relajarse un poco. Entre la harina y la levadura no tiene nada que envidiarle a los del casino.

¿Harina? ¿Levadura? ¿Era eso una panadería? No tenía pinta de panadería. Además, ¿por qué parecía tan furtivo todo? ¿Tenía algún sentido inmiscuirse? Tal vez no, pero ya que estaba no perdía nada por ver qué estaba ocurriendo allí.

Camille se incorporó un poco, localizó una caja que se encontraba vacía y dejó en su interior a Pelusa.

—¿Meow?

—Tú quédate aquí quietecita. En nada estoy contigo otra vez.

Y tras esto dio un pequeño rodeo y accedió al interior del almacén por la entrada principal. Los dos hombres que había allí se sobresaltaron al ver aparecer a una oni de casi tres metros en la sala. Lo hicieron un poco más en cuanto se fijaron en su uniforme de marine, y aún más en el momento en que la morena apoyó la mano en la empuñadura de su odachi.

—No sabía yo que había un obrador en esta zona de la ciudad. Qué cosas, ¿eh? —comentó alegremente, echando un rápido vistazo por la sala.

Había muchas cajas parecidas a las del exterior, algunas de ellas vacías; otras, llenas de pequeños sacos blancos. Harina y tal vez levadura, según habían dicho. O algún tipo de droga, más bien. Eran demasiado pequeños para ser nada legal.

—Eh… ¿Sí? Si nos disculpa, tenemos mucha faena por delante. Salvo que podamos ayudarle en algo, claro —comentó el dueño de la primera voz que había escuchado, poniéndose delante de las cajas que estaba mirando Camille.

—Ya, eso me ha parecido escuchar. Mucha… distribución, ¿no?

En cuanto dijo eso, el segundo hombre sacó de quién sabe dónde un machete del tamaño de su antebrazo y se lanzó contra la oni sin previo aviso. Camille, rápidamente, interpuso su odachi aún envainada en la trayectoria y acto seguido le golpeó en toda la cara con la empuñadura, derribándolo sin mucho esfuerzo. Desenvainó la espada y apuntó con ella al que había hablado.

El traficante alzó los brazos en señal de rendición.

—Bien, que tengo algo de prisa. ¿Tenéis un den den mushi que pueda usar? No tengo tiempo para interrogatorios ahora mismo. Tengo que llevarme a Pelusa.

Con notable confusión tras escuchar el nombre, señaló una de las mesas en las que, efectivamente, se encontraba uno de aquellos caracolófonos. Camille le dio indicaciones para que se arrodillara y se aseguró de esposarlos tanto a él como a su compañero noqueado, de modo que no hicieran ninguna tontería. Hecho esto, hizo una llamada rápida al G-31 para que mandasen refuerzos y se hicieran cargo de toda esa «harina».

Cuando la llamada finalizó, los ojos de la oni captaron movimiento justo en el marco de la ventana. Pelusa se había salido de la caja y estaba aventurándose en el interior. Saltó y, ni corta ni perezosa, se apresuró hacia uno de los saquitos blancos con intención de morderlo.

—¡Ah, no! ¡De eso nada! —exclamó, cogiéndolo a toda prisa antes de que se pillase el colocón de su vida.

Una vez llegaran sus compañeros, se marcharía de allí tras dar parte para buscar al dueño de Pelusa.


RE: [T2] ¡Con las manos en la masa! - Moderador Yamato - 29-10-2024

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