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La Oruga Real - Mayura Pavone - 08-11-2024 En algún punto de la isla de Demontooth, Día 59 de Verano del año 724…
Mientras avanzaba, Mayura repasaba sus próximos movimientos en su mente. Sabía que la operación de infiltración no sería sencilla; Oz era conocido por sus trucos y sus emboscadas elaboradas, pero eso solo hacía que el desafío fuera más atractivo. Para él, este no era solo un saqueo cualquiera, sino una oportunidad de demostrar que nadie podía igualar la gracia y la astucia del magnífico Pavo Real del Océano. Sin embargo, mientras sus pensamientos volaban hacia el espectáculo que planeaba dar en el campamento enemigo, un destello de color en la maleza a un costado del camino capturó su atención. Frunciendo el ceño, Mayura se detuvo, curioso ante aquella extraña y brillante mancha de color que contrastaba con el entorno oscuro y gris del momento. Decidido a investigar, se acercó al lugar con su característico andar elegante, como si incluso sus movimientos en la penumbra estuvieran destinados a ser observados. Allí, parcialmente oculta por las hojas de unos arbustos, reposaba una fruta de apariencia peculiar. La fruta no solo era exótica en forma y textura, sino que presentaba intrincados patrones que le recordaban las plumas de un pavo real, con tonalidades de azul y verde iridiscente entrelazadas con detalles dorados. Era como si aquella fruta estuviera hecha a medida para él, el Pavo Real del Océano. Un brillo de satisfacción apareció en sus ojos mientras se inclinaba para tomarla entre sus manos. — Vaya, vaya… parece que finalmente la vida ha decidido recompensarme por ser quien soy. — Murmuró con una sonrisa burlona, examinando cada detalle de aquella extraña fruta mientras sus emociones se intensificaban debido a la emoción de estar a punto de cumplir sus sueños. Mayura no era un novato en el mundo de las leyendas y rumores, y reconoció de inmediato las características de una Fruta del Diablo. Estas frutas, capaces de conceder habilidades inimaginables, también tenían el precio de un pequeño sacrificio; privar al usuario de la capacidad de nadar. Pero eso era un precio completamente insignificante que Mayura estaba dispuesto a pagar, especialmente si esta era la fruta que tanto había deseado, la que transformaría su ser en un ser mítico digno de sus ambiciones: el Pavo Real. Con una sonrisa de satisfacción, el elegante pirata dio un pequeño discurso para sí mismo, como si las estrellas fueran su audiencia en ese momento decisivo. — Una Fruta del Diablo digna del Pavo Real del Océano. Solo puede ser una señal del destino, y no pienso rechazarla. —exclamó con entusiasmo, antes de dar el primer mordisco con una expresión de placer anticipado. Sin embargo, apenas sus dientes atravesaron la piel de la fruta, un sabor indescriptiblemente amargo le invadió la boca. La textura era desagradable, casi pegajosa, y el sabor era tan espantoso que por un instante estuvo a punto de escupirlo. Pero mantuvo la compostura pues un pavo real no escupe. Tragó con dificultad, esperando sentir el poder que, según las historias, debía surgir de inmediato en aquellos que consumían una de estas frutas. Mientras esperaba a que el cambio se manifestara, Mayura se sintió extraño. Un calor se extendió desde su pecho hacia sus extremidades, y una sensación de transformación comenzó a apoderarse de su cuerpo. Aguardó con expectación, imaginando que en cualquier momento aparecerían plumas vibrantes y majestuosas, o al menos algún signo de su nueva majestuosidad. Sin embargo, lo que emergió no fue precisamente lo que había esperado. Para su absoluta consternación, notó que sus brazos y piernas comenzaban a tomar un aspecto diferente, cubriéndose de un vello fino y corto que no tenía nada de elegante o majestuoso. Además, pequeñas protuberancias y antenas emergieron en su frente y manos, dándole una apariencia híbrida que, lejos de evocar un pavo real, recordaba… a una oruga. — ¿Qué… qué es esto? —exclamó horrorizado, mientras miraba sus extremidades que ahora parecían más insectoides que humanas. No podía creerlo, en lugar de la elegante transformación que había imaginado, se encontraba en medio de una grotesca metamorfosis. Aquel regalo del destino era, en realidad, una fruta que le otorgaba las habilidades de una simple oruga, no de un pavo real. La revelación lo dejó pasmado, y una mezcla de ira y humillación se reflejó en su rostro mientras trataba de controlar la transformación. — ¡Maldición! ¡Esto no es lo que quería! — continuó exclamando para sí mismo, su tono cargado de frustración, ira, desilusión, solo había una oportunidad en la vida para comer una fruta y aquí estaba desperdiciada, ni siquiera había comido frutas anteriores que había encontrado en sus viajes ni aprovechado las oportunidades que tuvo cuando aún habitaba en su reino, todo porque esperaba el momento perfecto. Pero, mientras intentaba calmarse y entender lo que le había sucedido, se percató de algo interesante, aún en esa forma híbrida, podía sentir una fuerza y resistencia nuevas recorriendo su cuerpo. Su piel parecía más robusta, su fuerza ligeramente aumentada, y, para su sorpresa, notó que podía producir una especie de seda resistente en sus dedos. No era lo que esperaba, ni mucho menos, pero al menos tenía habilidades útiles, aunque, su frustración inicial permanecía. Con un último suspiro tras minutos de sentimientos encontrados, Mayura relajó su transformación, volviendo a su forma normal. La experiencia había sido amarga, pero decidió que, si el destino le había dado esta Fruta del Diablo, era por alguna razón. Así es, si la vida le había otorgado el poder de una oruga, entonces él, Mayura Pavone, haría de esa oruga la más temida y respetada en el vasto océano, se convertiría en LA ORUGA REAL, más nunca dejaría de autoproclamarse como el Pavo Real del Océano. Mientras retomaba su camino hacia el asentamiento de Oz, con un semblante digno y su elegante porte inquebrantable, juró que encontraría la manera de utilizar su nuevo poder en beneficio de su grandeza. Sin duda estaba triste, pero al mismo tiempo también listo para desplegar sus nuevas "plumas" en el mundo, sabiendo que el próximo día en el circo de Oz, su espectáculo sería aún más brillante. |