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[Autonarrada] [A-T2] Tablones para el pueblo - Versión para impresión

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[A-T2] Tablones para el pueblo - Alistair - 11-11-2024

Detalles de la Aventura


El ambiente se había llenado de cantos victoriosos, de ruidos que simbolizaban el fin de una era y el inicio de otra mejor, mucho mas justa. Con la intervención de la Armada Revolucionaria, Oykot se había librado de la cabeza de la tiranía y conseguido para sí mismos días futuros mucho mas soleados que todo lo que habían vivido antes, o al menos ese sería el caso para las clases menos pudientes, las cuales vivían de su día a día y muchas veces debían sacrificar parte de ellos solo para darles alimento a sus pequeños. El destino de las clases adineradas aún era incierto, así como para la administración del Reino de Oykot que, incluso si se trataba de un tumor en medio de su sociedad, había sido un crecimiento cancerígeno que de una u otra forma estaba conduciendo el reino. Ahora sin siquiera un atisbo de cabeza asomándose, el pueblo de Oykot requería de alguien que los guiara como su nuevo líder. Pero eso era historia para otro día, y para otra perspectiva. En ésta, lo que se abarcaría sería el tiempo de restauración que tan desesperadamente requerían.

La palabra era mas literal de lo que se interpretaba a la primera lectura. Después de todo, sin importar la escala de la guerra, siempre habría un desastre que se generaría en consecuencia, y en idéntica magnitud se requeriría de alguien que estuviese dispuesto a limpiar el desastre que el conflicto dejaba. Desafortunadamente, en este caso no había sido mínimo en lo absoluto. Dejando de lado el "nuevo río" que el estallido de la presa había dejado y que cruzaba libre por en medio de casas sin discriminar, las estructuras de la zona mas pudiente del pueblo había sufrido daños para nada menores, algo que dentro de todo invocaba un deje de empatía hacia ellos; podían haber sido perpetuadores de la situación de Oykot, pero el ciclo de sanación exigí que se invocase hasta el mas mínimo grano de empatía que existiera en el corazón de nada uno, y que empezasen a perdonarse para por fin llegar a una era donde todos pudiesen tener una sonrisa en el rostro.

Con intenciones de querer ayudar a la población, Alistair se había ofrecido como voluntario a ayudar en cualquier tarea que pudieran asignarlo con la que pudiese ser de ayuda en la reconstrucción de los edificios dañados, sea intentando restaurarlos, derribando aquellos cuyas bases ya estaban demasiado golpeadas como para reutilizarse o inclusive levantar otros tantos desde cero. Principalmente, sus tareas se basaron en mover grandes cantidades de objetos varios -principalmente madera en sus múltiples formas refinadas- de un lado a otro; aunque no era algo de lo que se jactara constantemente, los entrenamientos del emplumado le habían dotado de la suficiente fuerza como para cargar un balandro entero sobre sus hombros y arrojárselo en la cabeza a alguien de ameritarlo. Por eso mismo, las tareas de mover una demencial cantidad de suministros de un lugar a otro era mas que perfecta para él. 

La mañana comenzó simple: Su primera tarea consistía en llevar un cargamento de tablones puestos en una resistente base de madera móvil hasta la zona de los refugiados que habían perdido sus hogares irreversiblemente, en el cual se levantarían varias estructuras minimalistas que imitarían a un refugio seguro con el fin de darle -muy literalmente- cuatro paredes y un techo a éstas personas, donde se pretendía además colocar varios colchones sueltos para que descansasen luego de un arduo día de trabajo. No era una maravilla, pero superaba con creces dormir a la intemperie bajo la luz de la luna en zonas donde más de un depredador estaría relamiéndose los labios a la vista de uno o dos bocados fáciles y rápidos. Si bien usualmente el método de transporte requería de varios trabajadores para llegar al destino, que el Lunarian pudiese solo por su cuenta era una maravilla que los ciudadanos -y sus espaldas- agradecieron ampliamente.

Empujó, y empujó; casi parecía que estuviese haciendo carrera a su propia sombra, buscando llegar al destino antes de lo que el sol pudiese caer lo suficiente como para llegar hasta la coronilla del cielo, el centro exacto que marcara el medio día. ¡De hecho, fue bastante divertido cuando empezó a tomar velocidad e inclusive tuvo la velocidad como para montarse encima! Una experiencia que seguramente no resultaba tan entretenida para las personas que por poco lo vieron estrellarse con algunos árboles en el área cuando la base empezó a torcer su camino hacia un lado.

¡Primera tarea cumplida! Su siguiente tarea ahora consistía en regresar hasta el astillero local, abastecer la base de madera con más tablones -esta vez el doble de la cantidad, la base podía tolerarlo- y regresar, preferiblemente con todos los materiales en una pieza y no en las cuarenta que resultaría de una colisión por una tontería. Le habían pillado haciendo el tonto, pero no estaba tan bien de la cabeza como para jurar no volver a hacerlo. De hecho, posiblemente lo haría de nuevo tan pronto iniciara la parte del camino en el que no tenía supervisión alguna de ojos curiosos. 

Ida y vuelta, repite y repite. Aunque esperó mas variedad en sus tareas, parecía que la mayoría de manos habían sido ocupadas en la construcción de los edificios por encima del movimiento de suministros, y como el único lugar en las afueras de Oykot que producía los tablones que requerían era el astillero, la idea en su mente era la de aprovechar la mano de obra voluntaria de Alistair para centrar todo el esfuerzo en restaurar las estructuras, dejándolo a él como el que movía las cosas. Admitió que le picó un poco al enterarse, pero nada que no se le pasara con algunas respiraciones profundas y un buen Onigiri directo al estómago en medio de un pequeño descanso. 

Ida y vuelta, repite y repite. Para cuando el último lote de los tablones había llegado a su destino, el Lunarian había consumido cada reserva de energía que tenía. Completamente sudoroso, casi con la lengua por fuera y jadeando, el hombre se había tumbado en la primera superficie medianamente separada del suelo con el fin de conseguir descanso para su agotado cuerpo. No podía más... O eso pensaba, hasta que uno de los aldeanos con su pequeño se acercaron para agradecerle el trabajo que había hecho, algo que provocó en él un arrancón de energía suficiente como para obligarse a levantarse y fingir encontrarse en perfecto estado. — ¡Sin problema, aún puedo dar más! — Mencionó, sintiendo cómo cada porción del precioso y actualmente escaso oxígeno en sus pulmones se le escapaba en las palabras. Ya para este punto, ni él mismo entendía como narices seguía de pie. 

Su rostro estaba radiante, ocultando la verdad tras bambalinas. Algo que se desmoronó internamente cuando nuevamente le llamaron, necesitando que moviera más cosas pesadas. Si aquello fuese una caricatura, probablemente se escucharía el sonido de un cristal rompiéndose a sus espaldas. 

No importaba. Mientras le necesitaran, allí estaría. Tan solo... Respirar profundo, sonreír como si su vida dependiera de ello, y seguir hasta el final como bien pudiera.