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Cuidado Personal - Kullona D. Zirko - 19-11-2024 Zirko estaba apoyada en una de las montañas de la zona, con la mirada fija en el mar que se extendía a lo lejos. Su cuerpo parecía pesado, pero no tanto como su mente, que permanecía atrapada en un estado de calma lúgubre. No emitía sonido alguno, su respiración apenas rompía el silencio. Sumida en sí misma, se permitió un momento de desconexión, libre de pensamientos concretos, como si el vacío que sentía fuera una especie de refugio temporal. Sin embargo, tras un breve instante, retomó su rutina. Con movimientos deliberados, comenzó a cortarse las uñas de los pies. Sus delicados dedos parecían contrastar con las herramientas que utilizaba, un rudimentario cortador que alguna vez había pertenecido a una granja y que ella misma había adaptado para esta tarea, junto con un trozo de metal poroso que usaba como lima. No era una labor sencilla ni particularmente prolija. El cortador no estaba diseñado para esa función, y la lima apenas servía para suavizar los bordes. Sin embargo, Zirko se movía con paciencia y dedicación, puliendo y perfeccionando cada uña a su manera. Era un acto meticuloso, casi terapéutico, que le devolvía un poco de control sobre sí misma. Terminada esta tarea, decidió dedicarse a su aspecto. Con un suspiro y una mirada crítica, comenzó a reparar los pequeños detalles que había descuidado. Primero, sacó unas herramientas para bordar que había conseguido y arregló algunos parches en su vestido, tapándolos con telas de diversos colores que había conseguido, intentando integrar las telas con un esmero inesperado. Luego, pasó a su cabello, cuyo color rosado comenzaban a desvanecerse, y trató de darle volumen con movimientos rápidos de sus manos. Aunque el tinte parecía deslavado, Zirko sabía que su nueva habilidad podía solucionarlo todo. Con un toque en su cabeza, su cabello cambió de inmediato a un rosa intenso que brillaba bajo la luz. Después, tocó sus dedos, y al instante, cada uña adquirió un tono celeste que armonizaba con su renovada imagen. Finalmente, los parches de su ropa se transformaron, mimetizándose con el resto de las telas hasta que parecían parte del diseño original. Al observar el resultado, no pudo evitar una sonrisa pequeña y satisfecha. Quizá aquella maldición que había tomado no era tan terrible como parecía. Al contrario, parecía una herramienta útil, capaz de ofrecerle soluciones en los momentos más prácticos... y también en los más triviales. |