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[Aventura] [T2] ¿Quien se comió mi chocolate? - Versión para impresión

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[T2] ¿Quien se comió mi chocolate? - Vesper Chrome - 21-11-2024

Mientras ustedes cazarrecompensas se encuentran charlando con Hammond en aquel dichoso bar, espectando la información que salía de los labios del cazador experimentado que estaba decidido a retirarse de la labor que tantos años tenia ejerciendo. Mientras los tres toman de sus respectivas bebidas, ni siquiera logran notar lo que podría estar pasando fuera del local, o al menos no ustedes dos, a menos que uno de ustedes posea haki de observación y pueda utilizarlo para percibir los movimientos del exterior. Tras ordenar una segunda ronda de bebidas y ponerme un poco mas amigables con el viejo Hammond este se queda callado por un momento para volver a verlos y comentar cosas extrañas.
 
—Pensé que no vería sus habilidades en acción, pero me parece que si jovencitos. — El anciano toma su cachimbo y prende fuego para comenzar a fumar. —Hombre, si que eres un mujeriego. — Parecía que simplemente eran comentarios al azar a los anteriores comentarios que había zanjado Yuya, tras esto Hammond dio una fuerte calada de humo a su cachimbo y rápidamente una mujer entró por la puerta del bar. Diana puede que no la conozcas, pero tu compañero si la conoce, perfectamente, incluso mas de lo que un hombre debe conocer a una mujer comprometida.
 
—Yuya, Yuya, debes irte, debes correr, rápido, escapa de aquí. — Esta mujer se lanza a tus pies bruscamente, casi rogándote que te largues de ese lugar rápidamente, ¿por qué? Pues quien sabe mi querido casanovas. —Es Lucio, mi prometido, se entero de lo que pasó la otra noche y envió a unos matones. — La voz de la mujer comienza a entrecortarse mientras comienza a llorar por la situación. Hammond simplemente miraba con fascinación la situación mientras seguía fumando de su preciado cachimbo.  
 
Mientras la mujer, con el rostro bañado en lágrimas, se desplomaba a tus pies, el ambiente en el bar comenzó a volverse tenso. La puerta del local se abrió de golpe, y el estruendo de los pasos resonó en todo el lugar. No era Lucio quien había entrado, sino un grupo de matones que rápidamente se hicieron notar. Eran conocidos en la ciudad como Los Pañuelos Rojos, una banda de delincuentes notoria por su brutalidad y por dejar un rastro de destrucción a su paso. Con una risa burlona y una actitud desafiante, uno de los matones, el líder del grupo, entró con una gran sonrisa en su rostro, sacudiéndose la mugre del exterior como si nada fuera a detenerlo. Sus compañeros, igualmente malhechores, se hicieron camino hacia la barra, destruyendo mesas y sillas en su camino, generando caos en el lugar. Al fondo, Hammond no se inmutó ni un poco, mirando la escena como si fuera parte del show de su vida.
 
—¿Así que tú eres Yuya, eh? —dijo el líder de Los Pañuelos Rojos con una sonrisa torcida, lanzando una mirada a la mujer caída en el suelo. — Lucio está muy interesado en saber qué es lo que estás haciendo aquí. Y te advierto, no le hagas perder el tiempo, porque cuando lo haces, las consecuencias son... dolorosas. — La mujer levantó la cabeza con desesperación, mirando a Yuya como si quisiera decir algo más, pero su voz se quebró de nuevo. Sin perder tiempo, uno de los matones dio un paso adelante, levantando una silla rota como si fuera un arma improvisada, mientras los demás se posicionaban alrededor de los tres cazadores. El ambiente en el bar estaba cargado de una tensión palpable.

Hammond, viendo que las cosas se ponían serias, dejó su cachimbo en la mesa con un suspiro. Luego, con calma, se puso en pie y observó la situación, como si fuera parte de un espectáculo al que ya estaba acostumbrado mientras lentamente tomaba su arma que estaba apoyada en la mesa.  —Parece que esto va a ponerse interesante. — comentó con tono burlón, mientras sus ojos seguían la acción. El líder de los Pañuelos Rojos se acercó a Yuya, sus ojos fijos en él, y su risa comenzó a aumentar de volumen mientras se acercaba peligrosamente.
 
—No eres tan listo como crees, ¿verdad? Estuviste con la prometida de uno de los hombres más influyentes de esta maldita isla la otra noche. Ahora, esto es lo que pasa cuando metes las manos donde no te llaman — dijo con una sonrisa maliciosa. El líder de Los Pañuelos Rojos se acercó con una sonrisa arrogante, sin percatarse de la amenaza inminente que se cernía sobre ellos. El matón que había levantado la silla, con la mirada fija en Yuya, estaba a punto de lanzarse hacia él. Pero antes de que pudiera dar un paso más, un destello de movimiento captó la atención de todos en la habitación. Con una velocidad que desafiaba su apariencia de anciano cansado, Hammond se levantó y tomó su martillo, un arma rústica con un mango de hierro y una cabeza de madera que parecía haber sido su compañero durante años. En un solo movimiento fluido, el martillo se elevó y cayó con una fuerza devastadora. El golpe aterrizó en el matón con una precisión sorprendente, enviándolo al suelo de inmediato, sin que pudiera hacer nada para reaccionar.

Pero lo que dejó a todos boquiabiertos no fue solo la fuerza del golpe, sino la rapidez con la que se ejecutó. Para los presentes, parecía como si el tiempo se hubiera detenido por un segundo, el ruido del bar se desvaneció y todo en la habitación quedó en pausa. El matón que había levantado la silla ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar antes de que el segundo golpe de Hammond lo alcanzara. El anciano volvió a mover el martillo, esta vez con un segundo ataque, golpeando con tal fuerza que la silla rota voló por los aires y el matón quedó desplomado en el suelo. En ese breve instante, todos los ojos estaban fijos en Hammond, con asombro y confusión reflejados en sus rostros. Los matones de Los Pañuelos Rojos se quedaron paralizados, incapaces de procesar lo que acababa de suceder.
 
—¿Quién más quiere intentarlo? —preguntó el anciano, con una sonrisa desafiante, mientras la atmósfera en el bar se mantenía cargada de tensión. El reloj seguía corriendo, pero para los matones, el tiempo ya se había detenido.

Off




RE: [T2] ¿Quien se comió mi chocolate? - Yuya Mirokuji - 23-11-2024

Personaje


Había guardado uno de los carteles de recompensa en un bolsillo tras doblarlo un par de veces sobre sí mismo. Sí, no era tan elegante y ordenado como la carpeta que portaba Hammond, pero no tenía tantos papeles que llevar como para justificar el uso de una carpeta. Además, sin una mochila o algo así, esas cosas te ocupaban siempre una mano que deberías tener libre para cualquier inconveniente que pudiera surgir, desde tropezar y caerte, hasta encontrarte con una emboscada. ¿Tirar la carpeta o dejarla por ahí mientras peleo? Claro, era una opción, pero para ponerme a tirar mis cosas al suelo prefería simplemente tenerlas en un bolsillo, donde no estorbaran. Los otros dos se los guardaría Diana, al menos uno de ellos, el de la aprendiz de Hammond, en un lugar en el que me gustaría meter la mano, pero seguramente la perdiera si lo hacía.

- Bien, entonces tenemos a nuestras presas y hasta un barco. Es usted muy amable, no cualquiera regalaría algo así a un par de personas que acaba de conocer. No sé, yo lo hubiera vendido si ya no lo fuera a usar. – Dije, siendo completamente honesto en cada palabra. Tal vez lo regalase a un familiar o amigo, ¿pero a dos completos desconocidos a los que ya acababa de ayudar con información y trabajos? Esos que me compraran el barco, lo mínimo que podían hacer. Claro, eso me ponía en la situación de que debería darle un dinero por el barco por mis mismas palabras, pero… Bueno, era un regalo, ¿no? Estaba feo ofrecer dinero por un regalo, era casi lo mismo que rechazarlo. Pero la felicidad, tranquilidad y buenas noticias no pueden durar para siempre. De un momento a otro, el anciano y veterano cazarrecompensas dijo una frase completamente fuera de contexto que me dejó un poco extrañado al principio.

Analizada así en frío y obviando el contexto, era como si nos estuviera diciendo que se avecinaban problemas. ¿Pero cómo podría haberlo sabido? La cosa es que allí, en caliente y en contexto, pues sus palabras no tenían ningún sentido y me contrariaron, no pudiendo procesarlas antes de que una mujer entrara a toda prisa en el local, dirigiéndose a mí. La reconocía… bueno, casi. Su cara me sonaba, eso fijo, y conociéndome pues no había muchas opciones. Básicamente, había compartido cama con ella. No me juzguéis, me acuesto con muchas mujeres, a veces con varias a la vez, no es posible que me acuerde de todas, y menos si no repito. Aunque solía acordarme de las excepcionales. No sólo por sus habilidades en el lecho, sino en general. Aunque con aquella escena que estaba teniendo lugar, fijo que no me olvidaba de esa chica en un buen tiempo. Y sí, me acostaba con mujeres prometidas o casadas. Pero si decidían que preferían una noche conmigo era culpa de que sus prometidos o maridos no las hacían felices, a mí que nadie me eche las culpas de nada. Esas relaciones estaban destinadas a fracasar, si lo hacían antes por mi causa, pues tiempo que se ahorraban. Si en el fondo les hacía un favor, especialmente a ellas.

Me levanté de mi silla y alcé a la muchacha del suelo para sentarla en el que había sido mi asiento hasta entonces. – Tranquila. Soy un hueso duro de roer. Y no estoy solo. Ahora deja de llorar, cualquier lágrima que no sea producto de la felicidad no debería manchar el rostro de una bella dama. - ¿En qué momento había aprendido a hablar de una forma tan melosa, zalamera y seductora? No lo sé, la verdad, es algo que fue surgiendo con el tiempo y la interacción con más y más mujeres. Y la verdad es que me daba un poco de vergüenza, pero sólo un poco, que Diana me escuchara hablar así, por lo que le dirigí una mirada de soslayo medio segundo con las mejillas muy levemente enrojecidas. Entonces fue cuando todo comenzó a cobrar sentido.

Más gente entró en la taberna, el grupo de matones que la muchacha, cuyo nombre seguía sin recordar, mencionó. Pues no eran unos matones cuales quiera, eran unos matones de renombre en la isla. Me interpuse entre el líder de aquel grupo y la chica cuando la amenazó, recogiendo mi espada y desenvainándola para hacer frente a aquella gentuza. ¿Ninguno tenía una recompensa por su cabeza? Realmente disfrutaría cobrando una, por pequeña que fuera, tras derrotarlos. Pero el anciano se me adelantó. Ver a aquel señor en acción era… extraño. Su cuerpo parecía frágil, y él mismo decía que se jubilaba y que ya no estaba para cacerías. Pero estaba dando un buen repaso a aquellos tipos… - Hammond… Creía que había dicho que vería nuestras habilidades, no al revés. ¿Realmente se va a retirar cuando todavía es capaz de moverse así? – Me quedaba mucho camino por recorrer para ser capaz de hacer lo mismo que Hammond, pero aproveché el momento de confusión para atacar a los matones que estaban paralizados por la sorpresa. Mi propia reacción fue más lenta de lo que me hubiera gustado, pero ¿quién no se sorprendería al ver a un anciano de setenta y pico años repartir leña como lo estaba haciendo aquel? El matón que estaba más cerca de mí se llevaría un tajo de mi espada en horizontal, a la altura del abdomen.

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RE: [T2] ¿Quien se comió mi chocolate? - Diana Kari - 23-11-2024

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Hammond parecía haber tomado de buena manera el hecho de que planeaba darle caza a su ex alumna incluso derramando una lágrima debido a… en realidad no entendía del todo por qué, tal vez era el hecho de que había tomado finalmente la decisión de dejar de dar cacería a la gente que tuviera precio a su cabeza. Di varios tragos de mi bebida después de que los tres carteles de recompensa que nos había cedido mientras escuchaba las palabras de Yuya. La verdad es que coincidía con él, lo más sensato sería vender el barco y aprovechar el dinero para el retiro aunque sentía que para Hammond era más un proceso de pasar la batuta a una nueva generación o algo por el estilo. –De cualquier manera, Yuya y yo estamos muy agradecidos por el regalo, Hammond.- aclaré para que no quedara duda alguna de que apreciábamos el hecho de que habíamos iniciado el día sin un plan en concreto y mucho menos un medio de transporte. Ahora podíamos dedicar todo nuestras reservas monetarias a cubrir los gastos de alimentos y cualquier otra cosa que necesitemos para sobrevivir en el día a día.

De repente Hammond comenzó a decir cosas que no parecían tener sentido, primero mencionando que al final del día si iba a presenciar nuestras habilidades y después afirmando que Yuya era un mujeriego. Si bien el asegurar eso de Yuya no era muy difícil con tan solo ver como se comportaban las mujeres a su alrededor y cómo él les respondía. Lo primero no tenía bien en claro como tomarlo, ¿sabía Hammond que se avecinaban problemas para nosotros? O ¿tendríamos que luchar contra él para que terminara cualquier ritual que estuviera haciendo al entregarnos su barco? La respuesta llegó a mi justo después de que las preguntas terminaron de formularse en mi mente, una mujer de buen ver entró corriendo a toda velocidad para ponerse a los pies de Yuya para rogarle que escapara de aquél lugar pues su prometido había enviado unos hombres a venir por él. Realmente me sorprendió el hecho de que tuviera tantos años de amistad con Yuya y esta fuera la primera vez en que me tocaba presenciar una situación como esta. Por el tono de la mujer, las lágrimas que comenzaban a descender por su rostro y la desesperación con la que le pedía a Yuya que huyera uno pensaría que un mismísimo almirante venía a cortarle la cabeza.

Yuya actuó rápido y levantó a la mujer del suelo para cederle el asiento y después dedicarle las palabras más cursis que había escuchado en años a las que solo pude negar con la cabeza ligeramente y voltear los ojos. No pasó mucho tiempo para que los hombres que venían a buscar a mi amigo irrumpieran en la taberna de manera violenta. Uno de ellos, quien parecía ser el líder, parecía avanzar en cámara lenta mientras que sus secuaces se encargaban de desatar el caos rompiendo sillas, mesas y demás haciendo que los gritos se escucharan por montones mientras la gente trataba de salir de su paso. Fue el líder quien se dirigió a Yuya de manera amenazante y lo que realmente me sorprendió fue la velocidad con la que reaccionó el viejo Hammond que hace unos momentos estaba hablando del retiro. Prestando un poco más de atención a quienes habían llegado buscando problemas pude notar que se trataba de una banda que solía dejar un paso de destrucción a sus espaldas de manera regular, más de uno de ellos o tal vez todos juntos contarían con un precio a su cabeza. Yuya no pudo evitar comentar sobre la destreza que Hammond había demostrado así que yo también lo hice  –Parece que antes de retirarse vamos a poder aprender una o dos cosas de usted, Hammond.- le diría mientras tomaba mi lanza y comenzaba a ponerme de pie lentamente. Mi plan era acabar con nuestros enemigos lo más rápido posible, realmente no había mucha emoción en una simple pelea de taberna especialmente cuando nuestro verdadero objetivo era comenzar con cazas más lucrativas y peligrosas. Puse un pie sobre la silla en la que me había sentado anteriormente, la utilicé para impulsar un salto hacia el bandido más cercano a mi, tomando mi lanza con dos manos y elevándola sobre mi cabeza para intentar darle una estocada descendente que buscaba empalarlo de un solo movimiento.

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RE: [T2] ¿Quien se comió mi chocolate? - Vesper Chrome - 29-11-2024

Los Pañuelos Rojos se miraron entre sí, algunos titubeando y otros claramente más temerosos que dispuestos a pelear. Pero el líder de la banda, un hombre corpulento con una cicatriz que cruzaba su rostro y un pañuelo rojo atado a la frente, no parecía tener intención de retroceder.—¡No se queden parados como idiotas! ¡Es solo un viejo! — rugió, apuntando con un gesto brusco hacia Hammond. Aunque sus palabras buscaban inspirar confianza, su tono denotaba un ligero temblor. No era ciego; había visto lo que Hammond había hecho, pero no podía permitir que su reputación se hundiera frente a sus hombres.

Dos matones, más por miedo al líder que por valentía propia, avanzaron hacia Hammond. Uno llevaba un cuchillo oxidado y el otro un garrote improvisado. Sus movimientos eran torpes, y sus rostros mostraban que preferirían estar en cualquier otro lugar. Hammond observó a los dos hombres acercándose y, sin apurarse, se llevó el cachimbo a los labios para dar una última calada antes de dejarlo en la mesa. Luego, alzó el martillo con una sola mano y, en un movimiento que parecía casual, lo giró sobre su hombro.

—Cuando era joven, solían llamarme el Azote de Hierro por una razón, muchachos. —dijo, con una voz tranquila pero cargada de un poder latente. —Dejen sus juguetes en el suelo y tal vez les permita irse con sus piernas intactas. — Claro, que quizá no seria asi, al final de cuentas eran bandidos, liderados por un idiota. El del cuchillo se lanzó primero, con un grito más para darse valor que para intimidar. Pero Hammond ya estaba en movimiento. Con un giro ágil, esquivó el cuchillo y dejó caer el martillo en un arco descendente.

— ¡Shūri!—

El impacto no solo desarmó al hombre, sino que lo envió de rodillas al suelo, su cuchillo volando lejos mientras se aferraba a su mano herida con un gemido de dolor. Hammond no le dio tiempo a recuperarse; el martillo volvió a moverse con una velocidad y precisión imposibles para alguien de su edad. Un golpe directo en el pecho lo hizo caer de espaldas, inconsciente. El segundo matón, viendo el destino de su compañero, dudó. Miró a Hammond, luego al líder, y retrocedió un paso. Pero la mirada del líder era inconfundible: adelante o enfréntame después. Tragando saliva, el hombre intentó atacar con su garrote. Hammond, sin embargo, no esperó.

—¡Tekkō funsō!—

El anciano anunció su siguiente movimiento con un leve susurro. En un parpadeo, el martillo se movió en un barrido horizontal, golpeando el garrote y partiéndolo en pedazos antes de impactar en el costado del matón. El golpe fue tan fuerte que el hombre salió disparado hacia una mesa cercana, rompiéndola bajo su peso. Los demás miembros de la banda comenzaron a retroceder. Incluso el líder vaciló, su mirada saltando entre Hammond y los dos hombres derribados.

—Bueno, bueno… Parece que subestimamos al viejo. —murmuró con una sonrisa tensa. Luego miró a Yuya y Diana. —Pero no crean que esto se ha terminado. Lucio no olvida, y nosotros tampoco. Esto es solo el comienzo. — El líder hizo un gesto hacia los miembros restantes, y Los Pañuelos Rojos comenzaron a retirarse, dejando a sus compañeros inconscientes detrás. Hammond, con su martillo aún en mano, no los siguió. En su lugar, volvió a sentarse, recogió su cachimbo y le dio una calada, como si nada hubiera pasado.

—Un dia más tranquilo de lo que esperaba. —dijo con un tono casual, mientras el silencio en el bar comenzaba a disiparse. La mujer, aún temblando, miró a Hammond con una mezcla de gratitud y asombro. Luego volteó hacia Yuya, su rostro lleno de preocupación.

—Tienes que irte, Yuya. Si Lucio no te encuentra, enviará a más hombres, y la próxima vez puede que no tengamos tanta suerte. Por favor… — Parecia que suplicaba, no es como si lo conociera de toda la vida, quizá se hayan acostado una o dos veces, pero parece que esta mujer había comenzado a enamorarse de Yuya. La tensión aún estaba en el aire. Era claro que esta pelea solo había sido un preludio a algo más grande.


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RE: [T2] ¿Quien se comió mi chocolate? - Yuya Mirokuji - 30-11-2024

Aquel viejales era realmente impresionante. Mientras peleaba, al estar en movimiento, era como si volviera a ser un chavalín en la flor de la vida, ya que al cerebro le resultaba imposible interpretar la imagen de un anciano moviéndose a esa velocidad y asestando los potentes golpes que daba con ese martillo suyo. Y ese señor se iba a jubilar. De golpe y sopetón el mundo perdería a alguien increíble. A ver, no es que se fuera a morir, pero al jubilarse ya no entraría en acción para detener a los criminales ni nada por el estilo, así que el balance del mundo se inclinaría un poquito hacia el lado de los malos. Bueno, yo no era ningún santo tampoco, pero cumplía la ley… la mayoría del tiempo. ¿Qué? Como si vosotros no infringierais las normas de vez en cuando. Algún pago de impuestos, una manzana aquí y allá cuando tenía hambre y no dinero… Detallitos insignificantes, pecata minuta, cosas tan pequeñas que ni siquiera contaban para la lista de los buenos y los malos de Santa.

Yo, por mi parte, conseguí herir al objetivo de mi ataque en el pecho. Podía haber apuntado a zonas mucho más peligrosas, como la zona interior del muslo o de los brazos, el cuello o… No, a esa última parte no, existe un cierto tipo de honor entre hombres, un código no escrito que todos acatamos salvo necesidad como último recurso, y aun así normalmente se nos dice que era mejor haber muerto que realizar un ataque como ese. Nunca atacaría a un hombre en sus partes nobles salvo que fuera la única opción viable para seguir vivo. Un hombre podía vivir sin manos ni brazos, una movilidad muy limitada, sí. Pero todavía podía disfrutar del calor de una mujer si conservaba esa zona intacta. Nunca hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti… Sí, ya sé que a mí no me gustaría que me cortaran un brazo o me hicieran un corte en el pecho, pero las peleas son las peleas, a algo hay que apuntar.

Mi compañera también hizo diana (badum-tss) en su objetivo, aunque parecía ser que se había pasado un poco. Esos deslices que ocurrían en la profesión. Ya nos había pasado otras veces, pero sólo en un par de ellas los bandidos escaparon y luego… bueno, volvieron a por venganza por su compañero muerto. Creedme que la venganza por un amigo caído en combate es mucho más agresiva y potente que la que se hace por alguien capturado y metido en la cárcel. Yo mismo sería una máquina de matar sedienta de sangre que arrasaría todo a mi paso hasta que me detuvieran si alguien matara a Diana. ¿Hacerla prisionera? Bueno, podía rescatarla, podía librarse ella misma, podía pedir ayuda para ello… Había muchas opciones, e imaginarla atada de manos al techo, con los brazos levantados y sin ropa… Mejor… Mejor no sigo por ahí, que no es el momento ni el lugar. ¿Por dónde iba? ¡Ah! Aquellos tipos decidieron que lo mejor era retirarse. Y con el viejo Hammond allí lo cierto es que sus opciones de victoria eran escasas. Pero yo no les dejaría hacerlo. Y es que no quería que luego vinieran a vengarse de Diana, o que volvieran en algún momento en el que no pudiera defenderme por órdenes del tal Lucio, o que fueran por mi familia para darme una lección. - ¿Los famosos pañuelos rojos se retiran ante la amenaza de un cazarrecompensas jubilado? Nunca lo hubiera dicho, Hammond. – Les dije en voz bien alta, para que lo escucharan todos los clientes de la taberna. – No te preocupes, florecilla. ¿No hay una recompensa por ese tipo? Me quiere sonar que sí. – A lo mejor ante la expectativa de una recompensa alguien más se unía para ayudarnos. Pero yo no esperé y volví a lanzarme hacia ellos buscando hacer otro corte a la altura del pecho al bandido más cercano a mí.

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RE: [T2] ¿Quien se comió mi chocolate? - Diana Kari - 01-12-2024

Como uno esperaba cuando alguien era atacado con una enorme lanza desde arriba, el maleante sufrió de una muerte rápida, aunque seguramente tuvo el tiempo suficiente como para darse cuenta de que su vida acaba de ser tomada por alguien que olvidaría su rostro en cuestión de minutos. Quien parecía tener todo bajo control era el viejo Hammond que de varios veloces movimientos dejó fuera de combate a tres miembros de la banda esa, su líder les pidió que no se dejaran intimidar ante tal demostración de superioridad, una petición bastante estúpida pues prácticamente los estaba mandando a una derrota asegurada especialmente si él no intervenía. Tan solo dos matones más fueron los que se animaron a avanzar hacia Hammond, quien sabe porque si hace unos segundos atrás había logrado acabar con tres con facilidad, uno de ellos llevaba un cuchillo corto y el otro un garrote de una calidad cuestionable. Antes de que siquiera comenzaran los ataques ya sabía qué era lo que estaba a punto de pasar, demonios, podría asegurar que todos los presentes estábamos seguros de lo que iba a pasar. Hammond humilló al par de malhechores de manera sencilla, parecía que el viejo podía durar muchos más años con ese ritmo de pelea. Igual y no era tan buena idea el perseguir a la presa que recientemente se había escapado de sus garras si el viejo seguía con ese nivel de habilidad.

Parece ser que los ¿bandas rojas?¿pañuelos carmesí? Solo resistían la humillación de cinco de sus miembros por un anciano para sentirse finalmente intimidados. Claro, antes de intentar retirarse tenía que soltar una palabrería para intentar intimidar a Yuya y a mí. ¿Qué clase de hombre creía que realmente sonaba intimidante después de ser completamente humillado por un anciano que había decidido retirarse por temas de edad? Yuya solo dejaría de meterse con mujeres casadas, comprometidas o con noviazgo si se le caía el miembro y yo no dejaría nunca de hacerle frente a quien intentara hacerle pagar buscando lastimarlo; una especie retorcida de “la ley del más fuerte” o algo por el estilo, honestamente no estaba tan segura de porqué pensaba así.

La mujer que había intentado advertir a Yuya en un principio volvía a hacerlo diciendo que probablemente volverían con más elementos. Yuya trató de tranquilizarla para después lanzarse en contra del bandido que tuviera más cercano a él. –Hey, no se queden con toda la diversión.- alcancé a decir para después sacar la lanza del cuerpo sin vida que descansaba en el suelo y lanzarme hacia mi nuevo objetivo. Mi intención era ser quien se llevara la presa más grande ahí presente, así que me dirigí directamente al líder de aquél grupo haciendo uso de los muebles del lugar pasando sobre ellos para no perder tiempo esquivándolos. –¡Panther Nail!- dije en voz alta antes de dar un último paso que me impulsaría a gran velocidad hacia el frente, con mi lanza apuntando en la misma dirección; el torso del líder. Una tenebrosa sonrisa se dibujaba en mi rostro, algo que tenía mucho tiempo de no sentir estaba volviendo a mí. Un deseo de caza que se amplificaba al ver las pequeñas gotas de sangre volar al mover mi lanza en una estocada que buscaba  acabar con otra vida u otras si es que algún imbécil intentaba proteger a su patrón.

Cuchillada
ESP201
ESPADACHíN
Ofensiva Activa
Tier 2
No Aprendida
33
Costo de Energía
1
Enfriamiento
Una estocada que el usuario realiza al mismo tiempo que realiza en un solo paso un [Dash] de hasta 8 metros en los que busca ensartar a todo lo que encuentre a su paso con la punta de su arma, llevando consigo a su víctima con un [Empuje] en caso de conectar hasta el final del recorrido del Dash.
Golpe Basico + [FUEx2,2] de [Daño perforante]


Energia: 182 / 215


V&D, Inventario


Daños, TA y CDs