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[T1] Contra todo pronóstico (Parte 2) - Jack Silver - 24-11-2024 El sol del mediodía brillaba con intensidad sobre el patio del cuartel, reflejándose en las placas de metal de los oficiales y en los charcos de agua embarrada que rodeaban el circuito de entrenamiento. Los reclutas, divididos en grupos, esperaban su turno para enfrentarse a la siguiente prueba. El ambiente estaba cargado de tensión: murmullos apenas audibles entremezclados con el ruido de botas sobre la gravilla y las órdenes secas de los instructores. De pie entre los demás aspirantes, Jack mantenía la espalda recta y el mentón alto, a pesar de que su respiración empezaba a denotar cierta fatiga. Las pruebas anteriores —flexiones en un solo brazo, carreras de resistencia y ejercicios de carga de peso— habían comenzado a pasar factura en su cuerpo. Sin embargo, su determinación permanecía intacta. El sudor empapaba su camiseta, los músculos se quejaban con cada movimiento, pero la chispa en sus ojos no había disminuido. Uno de los instructores, un hombre de mediana edad con rostro curtido y una voz que podía partir una roca, alzó la tablilla que tenía entre manos para anotar el siguiente desafío. —¡Escuchad bien, reclutas! Lo que tenéis delante no es un simple juego de niños —comenzó, señalando el circuito con el brazo extendido—. Esto es una prueba de habilidad, fuerza y resistencia. Aquí no buscamos solo velocidad, sino control de la situación. Quien no lo complete en cinco minutos... que recoja sus cosas y se largue. Jack echó un vistazo al circuito. Estaba claro que había sido diseñado para exponer cualquier debilidad: neumáticos alineados en el suelo para medir agilidad, una pared de madera de tres metros que había que escalar, sogas colgando como puentes improvisados sobre una zanja y, para rematar, una barra de equilibrio sobre un charco de barro que prometía embarrar hasta el orgullo del que cayera. Desde donde estaba, podía ver a los primeros reclutas enfrentarse al reto con distintos niveles de destreza. Algunos se movían con agilidad felina, mientras otros tropezaban torpemente con los neumáticos o se deslizaban con poca coordinación por las sogas. Mientras esperaba su turno, Jack captó algunos murmullos entre los demás reclutas. —¿Cómo va a trepar esa pared con un solo brazo? —¿Y la cuerda? Olvídate, no va a poder ni sostenerse. —Apuesto a que aguanta menos de un minuto antes de rendirse. Una sonrisa ladeada se dibujó en su rostro. Esos comentarios no le molestaban. No venían tanto de la maldad como de la ignorancia. Por mucho que intentasen disimularlo, estaba claro que no esperaban que alguien como él estuviera a su nivel. Y eso, lejos de desanimarlo, era justo lo que lo motivaba. Cuando el instructor señaló que era su turno, Jack dio un paso al frente con confianza. —¡Adelante, Silver! —gruñó el hombre—. ¡Enséñanos de qué estás hecho! El primer tramo eran los neumáticos, diseñados para poner a prueba la coordinación y agilidad. Su pierna derecha, firme y acostumbrada al esfuerzo, marcaba el ritmo, mientras la prótesis izquierda seguía cada movimiento con precisión. Cada salto era limpio, cada pisada exacta. Aunque los neumáticos representaban un reto para muchos, los cruzó en pocos segundos, avanzando sin dudar hacia el siguiente obstáculo. La pared de madera fue el primer gran desafío. No era solo la altura; los demás podían usar ambos brazos para impulsarse, mientras que él dependía únicamente de uno. Se impulsó hacia arriba, agarrándose con fuerza a una hendidura en la madera. Sus piernas trabajaron al unísono con el brazo derecho, empujándolo hacia arriba con movimientos firmes y calculados. Los músculos le ardían, pero no aflojó el ritmo. Desde abajo, algunos reclutas lo miraban con mezcla de asombro y desconcierto. —¡Vamos, Silver! —gritó uno, esta vez con genuino ánimo. Al llegar a la cima, se permitió un breve instante para respirar antes de lanzarse al otro lado con un salto controlado. Aterrizó con un sonido seco, flexionando las rodillas para amortiguar el impacto mientras forzaba todo el peso sobre la pierna derecha, y se dirigió hacia las sogas. Este tramo no solo requería fuerza, sino también técnica. Las sogas colgaban sobre una zanja de agua turbia, y el objetivo era cruzarlas sin caer. Jack calculó su estrategia con rapidez. No podía balancearse como los demás, pero confiaba en su control. Con un salto preciso, se agarró con fuerza a la cuerda con su brazo derecho, utilizando las piernas para asegurarse. El avance era lento, pero metódico. Se balanceaba hasta la siguiente cuerda, la enganchaba con la parte interior de la rodilla y se impulsaba para cambiar la mano de una a otra. Los músculos de su brazo y core trabajaban al máximo, y aunque el quemazón en su palma aumentaba con cada movimiento, no aflojó. —¡Eso es, Silver! —gritó el instructor, esta vez con un tono que denotaba sorpresa y aprobación. Al llegar al otro extremo, sus piernas tocaron tierra firme. Respiró profundamente, sin detenerse demasiado antes de avanzar hacia el tramo final: la barra de equilibrio. El charco de barro bajo la barra parecía un recordatorio burlón de lo que ocurriría si cometía un error. Jack se detuvo un instante antes de subir. Colocó un pie delante del otro —por decirlo de alguna forma— con extremo cuidado, moviéndose despacio y manteniendo los brazos extendidos para equilibrarse. El cansancio pesaba en su cuerpo, pero no podía permitirse flaquear ahora. Paso a paso, mantuvo la concentración hasta que finalmente cruzó la barra y aterrizó del otro lado, dejando escapar una exhalación cargada de alivio. Había terminado. Esos casi cinco minutos habían parecido una eternidad, pero lo había logrado. Los murmullos entre los reclutas cambiaron de tono. Ya no eran burlas ni dudas; ahora eran palabras de asombro e, incluso, cierta admiración. —Nada mal, Silver. Nada mal —declaró el instructor, anotando algo en su tablilla antes de señalar al siguiente aspirante—. Espero que no bajes el ritmo. Jack se apartó del circuito, apoyándose brevemente contra una pared mientras recuperaba el aliento. Los músculos le ardían, el sudor le escocía en los ojos y un leve temblor recorría su pierna derecha tras el esfuerzo acumulado. Pero la satisfacción de haber superado el reto lo mantenía en pie. Un recluta alto, de cabello oscuro y mirada algo apenada, se le acercó. —Ey, Silver... buen trabajo ahí. No sé cómo lo haces, pero... respetos, tío. Jack alzó la vista y esbozó una sonrisa cansada. —Gracias. Solo hay que seguir avanzando, ¿no? Mientras el siguiente recluta comenzaba su turno, Jack cerró los ojos por un instante. Aprovechando para recuperar el aliento antes de continuar. |