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[Diario] Día tres [diario] - Versión para impresión

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Día tres [diario] - Irina Volkov - 24-11-2024

El sol se deslizaba hacia el horizonte, tiñendo el la cielo de tonos dorados y rojos mientras el Viento de Neptuno avanzaba por las aguas tranquilas. Irina, vestida con harapos como el resto de los piratas, trabajaba en silencio entre las cuerdas y velas del mástil mayor. Su mirada permanecía alerta, observando y analizando cada detalle de la tripulación. Llevaba semanas infiltrada, ganándose la confianza de los corsarios bajo las órdenes de Ezekiel Garra Negra, uno de los capitanes más temidos de la región. Los hombres a bordo eran una mezcla de brutalidad y superstición. Vivían y luchaban con intensidad, desconfiando unos de otros tanto como del océano que los rodeaba. Irina, siempre cautelosa, había demostrado ser una trabajadora rápida y eficiente, evitando enfrentamientos y ganando pequeñas dosis de respeto entre ellos. Pero bajo su fachada de obediencia, cada acción era parte de un plan cuidadosamente calculado. En el centro de ese plan estaba el camarote de Garra Negra. Según los informes que había recibido antes de embarcar, allí se encontraba el cofre que contenía un artefacto codiciado tanto por espías como por contrabandistas. El objeto era de un valor inestimable, aunque nadie parecía saber su verdadera naturaleza. La misión de Irina era simple en teoría: sustraer el contenido del cofre y desaparecer sin dejar rastro. La noche avanzaba mientras el barco navegaba hacia un bergantín mercante avistado en la distancia. En cubierta, la tripulación afinaba sus armas, preparándose para el asalto. Irina, con movimientos mecánicos, revisó su daga y ajustó la pistola en su cinturón. Había aprendido a mezclarse entre ellos, a adoptar su lenguaje corporal y a ocultar cualquier signo de duda. Esta noche sería crucial. El abordaje fue brutal y rápido. Bajo la luz de la luna, las dos embarcaciones se enfrentaron, unidas por cuerdas y garfios. Los piratas irrumpieron en el bergantín con gritos ensordecedores, desatando el caos. Irina avanzó con ellos, moviéndose como una sombra entre la refriega. Aunque participó en la lucha, limitó sus acciones a desarmar a los mercantes con movimientos precisos, cuidándose de no dejar rastros de muertes innecesarias.

A medida que el combate amainaba y los gritos se convertían en el ruido del saqueo, Irina observó su entorno. Los piratas, ocupados con los botines de pólvora, telas y especias, prestaban poca atención a lo que ocurría a su alrededor. Era el momento perfecto para planear su próxima jugada.De regreso al Viento de Neptuno, el ambiente era de celebración. Los barriles de ron se abrieron, y la música y los cánticos llenaron el aire. La tripulación se entregaba a la euforia, compartiendo historias de la batalla y presumiendo de los tesoros obtenidos. Irina, siempre discreta, se unió a las festividades, manteniéndose cerca de las sombras. Sabía que, en medio de la algarabía, podría deslizarse hacia el camarote de Garra Negra sin llamar la atención.La puerta del camarote estaba protegida por un candado grueso. Irina sacó un gancho de su cinturón, una herramienta que había escondido durante días para este momento. Con movimientos rápidos y silenciosos, manipuló el mecanismo hasta que el candado se soltó con un suave clic. Empujó la puerta lentamente, adentrándose en la penumbra del interior.El camarote estaba decorado con trofeos de las victorias de Garra Negra: mapas de rutas marítimas, armas ornamentadas y cofres llenos de monedas de oro. Sin embargo, Irina no se detuvo a admirar el botín. Su atención estaba fija en un cofre en particular, colocado sobre una mesa robusta en el centro de la habitación. Era más pequeño que los demás, pero estaba reforzado con hierro y protegido por un segundo candado.

Cerrando la puerta tras de sí, Irina se acercó al cofre y examinó el candado. Este era más complicado que el de la entrada, pero no imposible. Tras unos minutos de trabajo, el mecanismo cedió, revelando el contenido del cofre: un objeto envuelto en una tela de seda negra. Irina lo sacó con cuidado, desenvolviendo la tela para inspeccionar lo que había dentro. Lo que encontró la dejó momentáneamente paralizada.El artefacto era una esfera de cristal, pulida hasta la perfección, con inscripciones extrañas grabadas en su superficie. Parecía emitir un leve resplandor, como si contuviera una energía propia. Irina no sabía exactamente qué era, pero comprendió de inmediato por qué era tan codiciado. Este no era un simple tesoro: era algo mucho más poderoso.Guardó la esfera en su bolsa, asegurándola con firmeza. Su plan de fuga estaba listo, pero debía ejecutarlo con precisión. Salir del camarote sería la parte fácil; abandonar el barco sin levantar sospechas era el verdadero desafío.El primer paso era llegar a los botes salvavidas. Irina se movió con cuidado por los pasillos del barco, evitando las zonas donde la tripulación celebraba. Había estudiado las rutas del Viento de Neptuno durante semanas, memorizando cada rincón del barco. Sabía que, si esperaba el momento adecuado, podría desatar una distracción que le permitiera escapar.Desde la cubierta, lanzó una antorcha hacia un montón de cajas con pólvora almacenadas cerca de los barriles de ron. La chispa fue suficiente para iniciar un pequeño incendio, que rápidamente comenzó a extenderse. Los gritos de alarma no tardaron en llenar el aire, mientras los piratas abandonaban sus puestos para combatir las llamas.

Aprovechando el caos, Irina se dirigió hacia el costado del barco, donde estaban los botes salvavidas. Trabajó rápidamente para desatar uno de ellos, bajándolo al agua con movimientos precisos. El corazón le latía con fuerza mientras descendía por las cuerdas hacia el bote, sintiendo la tensión de ser descubierta en cualquier momento.Una vez en el bote, tomó los remos y comenzó a alejarse del Viento de Neptuno, aprovechando la confusión en cubierta. La oscuridad de la noche era su aliada, ocultándola de la vista de los piratas. Remó con fuerza, dejando atrás el barco y el peligro que representaba.Con el amanecer, Irina divisó la costa en el horizonte. Exhausta pero aliviada, sacó la esfera de su bolsa y la examinó a la luz del sol. A pesar de su misión cumplida, una sensación de inquietud se apoderó de ella. El objeto que había robado no era solo un tesoro más; parecía tener un propósito que escapaba a su comprensión. Pero esa no era su preocupación inmediata. Lo importante era haber completado su tarea y estar viva para reportar su éxito.Mientras las olas la llevaban hacia tierra firme, Irina reflexionó sobre su experiencia en el Viento de Neptuno. Había arriesgado todo y sobrevivido, pero sabía que su vida seguiría siendo un constante juego de máscaras y engaños. Sin embargo, era un precio que estaba dispuesta a pagar por cumplir con su misión.

El futuro era incierto, pero por ahora, tenía una victoria que saborear.