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[Autonarrada] [T1] - Cualquiera - Versión para impresión

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[T1] - Cualquiera - Kuro D. Zirko - 06-12-2024

Era una noche tranquila en la base de la Marina, con el cielo oscureciendo poco a poco y los últimos rayos del sol despidiéndose del día. Zirko, como siempre, había pasado el día entrenando, ayudando a sus compañeros y compartiendo risas y chismes con sus amigos. No era alguien que se tomara las cosas demasiado en serio, pero siempre estaba dispuesta a dar lo mejor de sí en cualquier tarea que se le asignara. La mayoría de los marines se retiraban a sus barracas, preparándose para descansar después de un largo día, pero Zirko, con su costumbre de dormir al aire libre, no estaba tan apurada.

Mientras buscaba un lugar donde refugiarse para la noche, un superior se le acercó - Eh, Zirko, ¿verdad? - dijo el marine, cruzándose de brazos frente a ella - Sí, ¿qué pasa? - respondió con su tono despreocupado - No has hecho una guardia nocturna todavía. Hoy te toca. Ve al pueblo y patrulla las calles. Tú sabras cómo hacerlo.

Zirko asintió sin quejarse, aunque no era lo que esperaba para terminar el día. Se ajustó su uniforme y se preparó para su primera misión nocturna, aun no tenia botas para su talla, pero al ser de noche, ir descalza ayudaría a no despertar a las personas.

Kilombo era un lugar tranquilo, pero últimamente había habido problemas. Un grupo de delincuentes había empezado a robar a los habitantes, aprovechándose de la oscuridad y la falta de vigilancia constante. Zirko sabía que patrullar no sería una tarea sencilla, especialmente con su enorme tamaño, pero eso nunca había sido un impedimento para ella.

Con pasos cuidadosos, comenzó a recorrer el pueblo por el exterior, adaptando su andar para no hacer ruido. Zirko estaba acostumbrada a moverse con sigilo, sabía que su tamaño podía ser una ventaja si lo utilizaba bien. Las primeras horas transcurrieron sin incidentes, hasta que, en la distancia, sus ojos atentos captaron un movimiento sospechoso.

Era un grupo de cuatro hombres que acorralaban a una pareja. Zirko los observó en silencio mientras los bandidos despojaban a las víctimas de sus pertenencias y se alejaban rápidamente. Aunque no pudo intervenir a tiempo para detener el robo, no los perdió de vista, estaban muy lejos como para poder actuar de inmediato. Usando su visión privilegiada, los siguió a una distancia prudente, observando cómo se adentraban en un pequeño refugio al borde del pueblo.

Zirko se detuvo a varios metros, analizando la situación. Era una casa destartalada, claramente improvisada. Rápidamente, llamo a sus compañeros y dio aviso de lo ocurrido, luego, usando sus poderes, se mimetizó con la oscuridad de la noche. Esperó pacientemente, sin moverse, hasta que todos los ladrones entraron a dormir, excepto uno, que se quedó fuera fumando un cigarro.

Con una precisión impresionante, Zirko se acercó sigilosamente, y con su gran mano levantó al hombre por la chaqueta como si fuera un muñeco de trapo. El bandido soltó un grito ahogado al ser elevado varios metros. Zirko lo llevó hasta el tejado de una construcción cercana y lo dejó ahí, asegurándose de que no pudiera bajar.
Quédate quieto si no quieres problemas - le dijo, y el hombre, aterrorizado, asintió rápidamente.

Después de coordinarse con sus compañeros, Zirko volvió la atención hacia la casa. Con un movimiento calculado, colocó sus manos gigantes sobre las puertas y ventanas, bloqueando las salidas. Los demás marines aprovecharon para entrar por la puerta principal y someter a los tres delincuentes restantes. Fue un trabajo rápido y limpio.

El último bandido, atrapado en el techo, no opuso resistencia. Cuando los Zirko lo bajó, simplemente murmuró - Nunca debimos quedarnos en este pueblo...

Con los bandidos arrestados y las pertenencias recuperadas, Zirko sintió una oleada de satisfacción. Sin embargo, no fue la captura lo que más la marcó esa noche, sino las palabras de una de las víctimas, quien se acercó a ella con lágrimas en los ojos - Gracias, señorita gigante. Pensé que nadie vendría.

Zirko, incómoda con los halagos, se rascó la nuca y sonrió de forma torpe - Solo hacía mi trabajo, señorita.

Cuando regresaron a la base, sus compañeros la felicitaron. Para Zirko, fue una noche que le recordó por qué había decidido unirse a la Marina, para proteger a los demás. Esa noche, aunque hacía frío, decidió dormir con la tranquilidad de haber hecho lo correcto. Se tapó con una manta raída que encontró y cerró los ojos, contenta de haber marcado la diferencia.