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[Aventura] Misión final [T2] - Versión para impresión

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Misión final [T2] - Irina Volkov - 08-12-2024

LogueTown era un lugar con historia. Su aire estaba cargado con ecos de tiempos pasados y de promesas de aventuras futuras. Las calles empedradas serpenteaban entre edificios de piedra y madera, salpicados de balcones coloniales que daban al bullicioso puerto. El mercado era un hervidero de voces y colores; los olores de pescado fresco, especias y tabaco impregnaban el aire salado que llegaba del mar. Para Irina, LogueTown había sido una escala inesperada pero útil. Su última misión la había llevado allí, donde había pasado semanas infiltrándose en un grupo de contrabandistas que traficaban con armas experimentales. Era una isla de tránsito, un punto de encuentro para quienes buscaban riquezas o buscaban perderse. Ahora, con la operación finalizada y el grupo desmantelado, estaba lista para dejar atrás la isla. Pero, como siempre, el destino tenía otros planes. El día comenzaba con un amanecer brumoso, el cielo teñido de un gris pálido que prometía despejarse más tarde. Irina estaba en la posada donde había alquilado una habitación modesta pero cómoda. Era un lugar discreto, perfecto para alguien que no quería llamar la atención. Su equipaje ya estaba listo: una mochila negra compacta con lo esencial, incluida su confiable Glock y un cuchillo de combate que nunca dejaba atrás. Frente al espejo, se ajustó la funda de su arma bajo la chaqueta de cuero negro que llevaba. Combinaba con unos pantalones ajustados y botas resistentes, un atuendo tan práctico como intimidante. Su cabello, que había llevado suelto los días anteriores, ahora estaba recogido en una coleta alta. Había algo en el aire esa mañana que la hacía sentir alerta, como si la calma fuera solo una ilusión. Mientras descendía las escaleras de madera que crujían bajo su peso, el dueño de la posada, un hombre corpulento con barba espesa y un delantal manchado, la saludó con un asentimiento.

Partes temprano, ¿eh? —Comentó mientras limpiaba un vaso. —Demasiado tarde, en realidad. —Respondió Irina, dejando unas monedas sobre el mostrador para pagar su desayuno. —Que tengas suerte ahí fuera —Añadió él, con un tono que era mitad advertencia, mitad buenos deseos. Antes de que pudiera salir por la puerta, el zumbido de su comunicador la detuvo. Lo sacó de su bolsillo con un suspiro, ya anticipando que no sería una llamada de despedida. La pantalla mostró un número que reconoció al instante.

¿Qué quieres ahora, Thorne? —Preguntó con voz cansada mientras salía a la calle, donde el aire fresco la envolvió como una bofetada. —Tenemos un último encargo para ti antes de que abandones LogueTown. — Irina detuvo su paso, el tono de Marcus Thorne siempre lograba irritarla. Era frío, calculador, y nunca pedía nada sin esperar algo a cambio. —Pensé que mi trabajo aquí estaba terminado. —Respondió, mientras caminaba hacia el puerto, con la vista fija en los barcos atracados. —Lo estaba, pero algo nuevo surgió. Uno de los contrabandistas que capturaste tenía información sobre una entrega que no logramos interceptar. Una joya conocida como El Corazón de Mareas. La subasta clandestina es esta noche, en las catacumbas de la ciudad. — Irina no parecía muy contenta. —¿Una joya? ¿Desde cuándo me mandas a cazar baratijas? — Contestó, borde. —No es una simple joya. Tiene un microchip incrustado con datos sensibles que no pueden caer en las manos equivocadas. Recuperarla es prioritario.— Irina soltó un suspiro mientras observaba las olas romper contra el muelle. —Bien. ¿Dónde están los detalles? — El den den mushi sonó extraño. —Se te enviarán al comunicador. Tienes hasta el anochecer para prepararte.— La llamada se cortó antes de que ella pudiera replicar. “Clásico Thorne”, murmuró para sí misma mientras guardaba el dispositivo.

El sol se había puesto cuando Irina descendió a las catacumbas de LogueTown. La entrada estaba oculta detrás de un bar abandonado en una esquina oscura del puerto. El aire era húmedo y pesado, con un leve olor a sal y moho que se mezclaba con el eco distante de voces.Las catacumbas eran un laberinto de túneles antiguos, iluminados por linternas colocadas en intervalos irregulares. El lugar parecía sacado de un cuento de piratas: paredes de piedra tallada, inscripciones desgastadas por el tiempo, y un ambiente que hacía que cada paso resonara como un trueno.Irina avanzó con sigilo, su silueta oscurecida por las sombras danzantes. Había cambiado su chaqueta de cuero por una más liviana, negra y ajustada, ideal para moverse rápido si era necesario. Su Glock descansaba en su muslo, asegurada pero lista para la acción.Finalmente, llegó al punto de reunión. La subasta clandestina se llevaba a cabo en una cámara amplia, con un techo abovedado y una mesa larga cubierta de terciopelo rojo en el centro. Hombres y mujeres de aspecto peligroso se agrupaban en torno a la mesa, con copas de vino y sonrisas afiladas. Sobre la mesa, en un pedestal de cristal, descansaba la joya: un zafiro azul del tamaño de un puño, con una luz interior que parecía pulsar como un corazón vivo.“El Corazón de Mareas”, pensó Irina mientras evaluaba el entorno. Había al menos diez guardias armados, y los compradores no parecían menos letales. La misión no requería sutileza. Irina sabía que si intentaba negociar o participar en la subasta, perdería el tiempo. En su lugar, optó por lo que mejor sabía hacer: irrumpir, causar caos y salir con el objetivo. Esperó a que los compradores estuvieran distraídos con una ronda de pujas particularmente intensa antes de moverse. Con movimientos fluidos, lanzó una pequeña esfera de humo al centro de la sala. En cuestión de segundos, una niebla densa llenó el lugar, provocando confusión y gritos.

Irina aprovechó el caos para deslizarse hacia la mesa. Con un rápido golpe de su cuchillo, rompió el cristal que protegía la joya y la tomó. La luz del zafiro iluminó brevemente su rostro antes de que lo guardara en una bolsa resistente. No pasó mucho tiempo antes de que los disparos comenzaran a resonar en la cámara. Los guardias, aunque desorientados, reaccionaron rápido. Irina se movió entre las sombras, esquivando balas y derribando a quienes se interponían en su camino. Sus movimientos eran precisos, casi coreografiados, un reflejo de años de entrenamiento. Finalmente, llegó a la salida de las catacumbas, jadeando pero intacta. El zafiro seguía en su poder, y los pasos apresurados de sus perseguidores se desvanecieron cuando activó una carga explosiva para sellar la entrada detrás de ella. Con la misión cumplida, Irina regresó al puerto, donde un barco discreto la esperaba. Era una embarcación pequeña pero rápida, perfecta para dejar la isla sin llamar la atención. Antes de abordar, se permitió un último vistazo a LogueTown. La ciudad parecía tranquila bajo la luz de la luna, pero sabía que las cosas nunca eran tan simples. Había sobrevivido a esta etapa, pero su próximo destino prometía ser aún más desafiante. Mientras el barco zarpaba, Irina sacó el zafiro de la bolsa y lo sostuvo contra la luz. Sus ojos grises reflejaron el brillo de la joya, pero su mente ya estaba en el futuro. Un futuro incierto, lleno de riesgos, pero también de promesas.

Adiós, LogueTown. — Murmuró para sí misma. —Es hora de empezar algo nuevo.