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[Autonarrada T1] Abandono en la nieve - Bad Dog - 02-01-2025 50 de Invierno
Hace 3 años ~ Año 721
Me llamo Pelusa y aunque muchos ahora me conocen como "Bad Dog" no siempre fue así. Hace una semana abandoné la casa donde había vivido durante años. No es que me llevara mal del todo con mis dueños, ni que tuviera ningún problema con mis compañeros animales, pero claramente no pertenecía allí ni iba a aguantar ninguna regañina más y menos por cosas que no había hecho. Si fuera un animal más si, pero era un mink, bueno, técnicamente un Komink, y eso me daba más derechos e intelecto que ser un simple perro. Así que aproveché en un momento de descuido para escaparme y desde ese día he estado vagando por las calles de Loguetown. Desde entonces llevo buscando cual es mi propósito en la vida, un sentido a mi huida sin ser el simple hecho de escaparme por abusos de mis antiguos dueños. Y al mismo tiempo cada día que pasa me despierto con la misma pregunta: ¿fue esto lo correcto? ¿tendría que haberme quedado en esa casa aunque fuera infeliz? ¿Valía la pena una vida modesta pero vacía a cambio de comodidad, comida, y de vez en cuando alguna regañina? La primera noche fuera de casa fue una mezcla de pánico y miedo. Recorrí el vecindario por donde muchas veces había paseado, pero sin embargo la oscuridad de la noche hacía que cada paso que daba notara como mi corazón palpitaba del miedo en mi pecho. Me detuve un momento para observar un claro del cielo, donde entre las nubes se veía a esa hora de la noche el brillante cielo estrellado. En aquel instante pensé que quizás podría hacer una vida así, mucho más libre, lejos de los gritos y de las reprimendas. Mientras me acomodaba en un rincón de un viejo edificio abandonado, recordé las tardes en las que me encerraban en el patio, mientras los otros perros jugaban. Ellos no sabían lo que era ni lo que es un libro, ni comprender la historia detrás de cada palabra excepto para morderlos y romperlos a la mínima que les dejaran. Pero yo sí. Y esa diferencia me había aislado. La mañana siguiente me despertó con el sonido de las gaviotas sobrevolando el puerto. Mientras el sol comenzaba a salir por el horizonte, me di cuenta de que mi estómago gruñía de hambre. Empecé a buscar comida, pero no era fácil. Definitivamente, la vida en la calle no era como había imaginado. El aire estaba impregnado de olor a pescado y sal, pero no había nada que pudiera comer, obviamente nada en Loguetown iba a ser gratis, ni siquiera para un perro vagabundo. Recorrí el puerto, intentando entender cómo funcionaba este nuevo mundo. Sentía que el miedo me acechaba cada vez que me cruzaba con un humano. ¿Y si mis antiguos dueños habían puesto carteles en mi búsqueda? ¿Y si me atrapaban? ¿Y si me llevaban de vuelta con ellos?. El tercer día, después de una búsqueda infructuosa de comida, decidí que quizás sería mejor volver a casa. Aunque la idea de enfrentarme a mis antiguos dueños me llenaba de terror, no podía soportar el hambre ni el frío. Me senté en un banco del puerto y miré a las gaviotas volar y a los barcos que zarpaban. Ellos eran libres, viajaban a lugares lejanos donde yo nunca podría ir, y yo aquí, mucho más libre que antes pero al mismo tiempo atrapado en esta ciudad. Cuando la tarde se convertía en noche, mi mente no paraba de recordar momentos de mi pasado. Recordé momento de mi pasado cuando era mucho más cachorro. Las risas de los niños, los juegos en el jardín, recuerdos felices que se veían empañados por los recuerdos las reprimendas y castigos que venían de mis dueños cuando las cosas no salían como ellos esperaban. Entonces, me dije a mí mismo que no, que no podía volver. La libertad no era fácil, pero era mía, tenía que buscar la manera de sobrevivir ahí fuera a cualquier precio. Prefería morirme de hambre y vivir libre que volver a aquella casa. Durante la cuarta noche, encontré un pequeño grupo de gatos callejeros rebuscando en un contenedor de basura. Al principio, sentí una punzada de celos al verlos moverse con tanta libertad, porque si fuera un Komink gatuno podría haber sido mucho más sigiloso que siendo un Komink perruno, pero no podía quedarme ese sentimiento dentro, no puedo cambiar lo que soy, pero sí quien seré. Pronto me invadió la curiosidad sobre qué estaban buscando en esos contenedores. Me acerqué, y aunque al principio se mostraron recelosos, pronto se dieron cuenta de que no era una amenaza, de hecho, había gatos más gordos y grandes que yo en ese grupo. Estuve un rato con ellos y me dejaron comer parte de la comida que habían tirado ese día en los contenedores. Durante un momento, sentí que pertenecía a algo, que había encontrado una pequeña familia. Pero cuando llegó más de la mitad de la noche, se despidieron y se dispersaron, dejándome solo otra vez. El quinto día, el hambre ya no era tan insoportable. Como había conseguido comer un poco de algo que estaba medio aceptable mi pequeño estómago se contentaba con eso de momento pero no era suficiente. Caminé por las calles, buscando cualquier cosa que pudiera llenar mi estómago. Encontré un pequeño puesto de comida, y aunque mi instinto me decía que no me acercara, el aroma era demasiado tentador. Me acerqué sigilosamente, pero un hombre me vio. En lugar de gritarme o alejarme, sonrió y me lanzó un trozo de pan con algo de carne. Era un trozo de un perrito caliente que se había caído al suelo momentos antes pero que en ese momento no podía hacer ascos. Agradecido, lo devoré. Ese gesto amable me hizo reflexionar. Tal vez no todos los humanos eran como los de mi antigua vida. Algunos podrían ser buenos. Pero, ¿podría arriesgarme a confiar en alguien de nuevo?. La lucha interna continuó durante el resto del día, y aunque la amabilidad del hombre me dio esperanza y ganas de dar una segunda oportunidad a los humanos, la desconfianza seguía dentro en mí. El sexto día, decidí que tenía que encontrar un lugar donde refugiarme sin ser el viejo edificio abandonado. En mis salidas por el barrio, había descubierto un pequeño parque por el que nunca había pasado anteriormente. Parecía ser un lugar donde otros animales se reunían, y pensé que quizás podría quedarme allí. A medida que pasaba el tiempo, me fui volviendo más triste. Extrañaba la calidez de un hogar, la compasión que a veces mostraban los niños cuando jugaban conmigo. Todo eso se había desvanecido, y en su lugar, solo quedaba esta vida solitaria. Finalmente, el séptimo día llegó. Estaba cansado y hambriento, y mi mente seguía atormentándome con la pregunta de si había tomado la decisión correcta. Era una lucha constante entre el deseo de volver a casa y la necesidad de ser libre. Decidí caminar un poco más lejos de mi refugio en el parque para ver si encontraba algo de comer. Fue entonces cuando una figura apareció ante mí. Era un humano, pero no un humano cualquiera. Tenía una mirada amable y una sonrisa que parecía iluminar su rostro. Me miró con curiosidad y se agachó. - Hola, pequeño. ¿Estás perdido?-, preguntó con un tono suave. Mi instinto me decía que debía huir, pero algo en su voz me detuvo. Me quedé allí, observándolo, dudando de si debía acercarme o no. Él extendió la mano y, para mi sorpresa, no se sintió amenazante. -No te haré daño. Pareces un perro callejero, ¿quieres algo de comer? - continuó. El hambre me empujó a acercarme. Él sacó un pedazo de bocadillo de su mochila y, sin pensarlo dos veces, lo acepté. Después de comer, me miró a los ojos y dijo: - Llevo varios días observándote en este parque todos los días. Sin embargo, he visto una cosa muy curiosa. Otros perros ven un periódico y tienen el impulso de jugar con él y moderlo, y sin embargo, tú te has quedado mirándolo, mejor que eso, leyéndolo. ¿Verdad? ¿Entiendes lo que te estoy diciendo, las palabras que te digo, no?- Dijo con una confianza que sin darme cuenta me sorprendí a mi mismo asintiendo - Lo suponía, eres un mink, aunque tengo que decir que pasas bastante bien por un perro normal. ¿Te gustaría venir conmigo? Nos vendría bien tener a alguien como tú, y tengo un lugar donde puedes quedarte y aprender algunas cosas a cambio. Mi corazón se aceleró por la emoción de la pregunta. ¿Podría ser esto una nueva oportunidad?. Sin pensarlo, asentí. Aquel hombre resultó ser un miembro reclutador del Cipher Pol, y así, de la mano de un extraño, empecé un nuevo capítulo en mi vida. RE: [Autonarrada T1] Abandono en la nieve - Moderador X Drake - 02-01-2025 ¡RECOMPENSAS POR AUTONARRADA T1 ENTREGADAS!
Usuario Bad Dog (Para mi eres bueno)
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