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[Diario] [D - Pasado] Viaje por La Corriente. - Versión para impresión

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[D - Pasado] Viaje por La Corriente. - Nagaki - 01-08-2024

Aproximadamente una semana antes de 1 de Verano de 724.
Nagaki, inicio de fase adulta
La vida en las profundidades del océano siempre fue una sinfonía de movimientos suaves y luces difusas. Un hogar cuajado de colores brillantes y criaturas fascinantes, pero también un lugar donde las leyendas cobraban vida. Una de las más arraigadas en mi familia es la de La Corriente. Desde que tengo uso de razón, las historias contadas por mi abuela me han perseguido como corrientes de agua, llenas de misterio, peligros y destinos. La Corriente. Aquella fuerza que arrastra y transforma, capaz de quitarte todo, incluso la vida. Sin embargo, para quienes buscan su verdadero camino, parece ser el sendero indicado.
 
Tras media vida cuidando la entrada de La Corriente, cansada del mismo paisaje de coral y algas, decidí adentrarme en su abrazo turbio. Era mi momento. Había llegado a esa edad en la que la curiosidad ahoga el miedo. Junto a mí, llevaba solo mis provisiones y una determinación que se sentía tan profunda como el océano mismo.
 
No sabía qué esperar. El momento en que cruzamos el umbral se sintió como caer en un torbellino, en un remolino de oscuridad. La Corriente me envolvió como un vestido de seda, empujándome a destinos desconocidos. No pasaron más que unos instantes antes de que comprendiera el verdadero rostro de La Corriente: su fuerza. Al principio parecía que me llevaba a lugares de maravilla, pero rápidamente comenzó a tornarse casi insoportable, como un amante celoso que no me dejaba escapar.
 
Desperté en un abismo de ilusiones y sombras. Me encontraba rodeada de criaturas marinas que nunca había visto. Peces multicolores realizan danzas, mientras tiburones se movían con una gracia letal. Cada giro y movimiento de La Corriente me empujaban más y más lejos de mi familia, hasta que todo sentido del tiempo se desvaneció. Sin embargo, había un peligro aún más palpable que la lucha contra las corrientes.
 
Una mañana, desperté en un lecho de algas enredadas, sintiéndome más cansada que nunca. En ese instante, apareció una serpiente marina, sus escamas brillando como gemas en la penumbra. Era tan grande como un leviatán, un guardián de aquel lugar, y sus ojos destilaban un aire de inteligencia inquietante. -"¿Qué haces aquí, pequeña medusa?"- preguntó, su voz resonando como un eco entre los corales. Su presencia era aterradora, y sin embargo, había algo en mí que no podía evitar admirar su majestuosidad.
 
- "Busco mi destino" - le respondí, sintiendo que cada palabra era absorbida por la corriente que nos rodeaba.- "Quiero salir y enfrentar el mundo".
 
- Huir no es la respuesta -replicó, enigmática. Con un movimiento de su cola, me mostró un oscuro pasaje hacia el fondo- Pero si insistes, deberías saber que hay peligros más profundos que las vorágines de agua. - Su advertencia resonó en mí, pero el deseo de explorar era más fuerte que la precaución. Me dejé arrastrar y me zambullí más profundo.
 
Mis días se volvieron un laberinto. La Corriente era un sopor eterno, pero cada nuevo giro trajo consigo un mundo fascinante y aterrador. Conocí criaturas asombrosas, como las medusas lunares que brillaban en la oscuridad o los anguilas eléctricas que me ofrecieron compañía a cambio de un poco de luz. Pero también conocí a las criaturas más insidiosas: mantas con veneno en sus extremidades y al mismo leviatán que, aunque generoso en su conocimiento, no dudó en advertirme de los peligros.
 
Una de esas experiencias memorables ocurrió cuando quedé atrapada en una burbuja de aire. Me encontré rodeada de seres extraños, algunos semejantes a mí, y otros tan distantes que parecían de otro mundo. Intentaron arrastrarme hacia el abismo de la desesperación, un lugar donde se perdían todos quienes no sabían volver. Fui rápida, usé el instinto y, en un giro sorpresivo, logré escaparme. Aquella experiencia me enseñó que una pequeña decisión puede cambiar el rumbo de tu vida para siempre, incluso aunque sea el resultado de una pura reacción instintiva.
 
Con el tiempo, las heridas comenzaron a acumularse. No me fui sin cicatrices, y las corrientes comenzaron a desgastarme. Una tarde, un torbellino de tormenta surgió de la nada, atrapándome en un vaivén de miedo y terror. Concentré todas mis energías en resistir, pero la fuerza del agua era implacable. Pronto, me encontré golpeando mi cuerpo contra rocas afiladas en las profundidades. La última imagen que vi fue un rayo de luz antes de perder la consciencia.
Las corrientes me mantuvieron lejos de la realidad, hasta que la oscuridad se apoderó de mí
Cuando desperté, el mundo había cambiado. Estaba flotando en un espacio de paz. Pero mi cuerpo estaba machacado y herido. Cada movimiento causaba un dolor profundo que reverberaba en todo mi ser. Mis ojos cerrados intentaron abrirse, pero las luces parecían parpadear como estrellas en una tormenta. Se sentía como si una energía antigua se despertara en mí, una voz resonando en mi mente: "Eco del pasado".
 
En ese exacto momento, comprendí lo que debía hacer. Como una medusa que encuentra su camino, la energía comenzó a fluir dentro de mí. Mi cuerpo vibró, y las heridas comenzaron a sanar al recordar la forma en que era cuando era joven, muy joven, una niña de doce años. Utilicé el poder innato heredado de mis ancestros para consumir parte de mi ser y regresar a mi forma joven. Con cada latido de mi corazón, sentía que la energía sanadora llenaba mis venas. Mis cicatrices desaparecieron mientras el océano a mi alrededor se calmaba. Me había transformado, pero no solo físicamente. La Corriente no me había hecho solo una exploradora, sino también un testigo de los peligros del mundo. Mi reflejo era el de una niña, pero llevaba conmigo una sabiduría ancestral.
 
Cuando finalmente pude abrir los ojos, me encontraba en un lugar iluminado por la luz del sol, donde el océano se extendía hasta donde podía ver. Mis sueños aún estaban presentes, pero mi corazón estaba más firme que nunca. La Corriente había sido peligrosa, pero también había sido mi maestra. Comprendí que mi destino no era solo huir hacia lo desconocido, sino abrazar el poder que había dentro de mí. Como un fénix que se consume en sus propias llamas para volver a nacer. 
 
Con una sonrisa en los labios, decidí que mi camino apenas comenzaba. Era una exploradora, una guerrera de La Corriente.