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[Shaelia y Zane] Una mañana cualquiera en tortuga. - Zane - 21-01-2025 Invierno 724. Isla Tortuga. Una pequeña Pomerania correteaba juguetona por el centro de la ciudad principal de Isla Tortuga, dando saltitos entre charcos de ron y orina para no mancharse. Finalmente, con sus diminutas patitas peludas, la perrita decidió que era mejor idea ir saltando de un hombre a otro, como si se encontrara saltando en una colchoneta inflable. La joven cánida parecía disfrutar del caos que causaba, ¿acaso escondía una maldad oculta digna de una pirata? Era posible, aunque difícil de creer al verla tan esponjosa y bonica. Quizás solo le encantaba hacer travesuras, haciendo uso de su encanto inocente para salirse con la suya. —Vamos, Princesa, termina de jugar y haz tus necesidades, que tenemos que volver a la taberna con esta panda de mamarrachos —le dijo Zane, observándola con los ojos brillosos de emoción. La pequeña Pomerania inclinó sus cuartos traseros con decisión, echó las orejas hacia atrás bajando su rabo y soltó un diminuto y poderoso excremento sobre el pecho desnudo de un borracho que luchaba por respirar. Zane, mirando con desprecio al hombre que se encontraba en el suelo y que había sido bendecido por su perrita, sacó un trapo blanco de su bolsillo. Lo mojó con una botella de agua que llevaba y limpió a su perrita con cierta dificultad, ya que a la raza Pomerania no le gustaba mucho el agua. Se había vuelto diestro en ello con los años, tardando apenas un par de segundos en dejarla limpia como la patena. Tras ello, la levantó y la acomodó en la capucha de su chaqueta, donde ella se tumbó como si estuviera en un trono. Lo cierto era que el nombre le venía como anillo al dedo. Tras eso se puso en marcha rumbo a la taberna, caminando por la calle principal de la ciudad de Champa, que parecía renacer de las cenizas del desenfreno nocturno con los primeros rayos de sol del amanecer, haciéndole tener un encanto que solo se encuentra en los lugares más deprimentes. El aire estaba impregnado de un hedor inconfundible: una mezcla entre alcohol barato, vómito rancio y meados que parecían haberse incrustado en todos y cada uno de los rincones de la isla. Sin embargo, pese a todo, el pelirrojo no podía estar más feliz. RE: [Shaelia y Zane] Una mañana cualquiera en tortuga. - Shaelia D. Flamme - 28-01-2025 Joder, ¿por qué este gato no deja de seguirme? He pasado ya varias calles, ha pasado como más de media hora —supongo— y este bicho sigue pegado a mis talones, siguiendo cada uno de mis pasos, es que hasta imita con que pata camino. — ¡Te he dicho que me dejes en paz! — Le grito ya desesperada, dándome la vuelta para poder mirarle a los ojos fijamente, como haría un depredador que intimida a su presa. Pero qué va, el tío maulla un poco y ni siquiera tiembla. No debería haberle dado algo de mi carne al vagabundo este... si es que soy demasiado buena, joder, por eso me pasan estas cosas. Cuando me volvía a dar la vuelta para seguir caminando, él también retomaba el paso, siguiéndome el ritmo. Quizás... quizás en otro momento de mi vida me podría llegar a pensar en quedármelo, ¡pero no ahora! Tengo muchas responsabilidades ya en la cabeza, como hacerme super mega famosa, fuerte y temible, demasiadas cosas como para tener que pensar también en el bienestar de un ser tan... pequeñito y adorable... ¡JODER! ¿Por qué tenía que ser tan mono el puto bicho? Vale va, voy a hacer la prueba fuego. Voy a echar a correr, y si el gato sigue empeñado en perseguirme, entonces "valoraré" quedármelo. O cuidarlo un poco, yo qué sé, ya improvisaré. Sin darle ningún aviso previo, salgo escopeteada, lanzándome a la carrera. Fui lo más rápida que pude, sin mirar atrás, saltando a borrachos y yonkis que estaban tirados por el suelo. Giro un par de esquinas y sigo corriendo en un sprint de... yo qué sé, muchos metros. Es entonces cuando freno, cuando ya he creído que me ha perdido la pista. Respiro aceleradamente y miro a mi alrededor. No le veo. Miro hacia atrás: nada. ¿Lo he conseguido? ¿Por qué coño me da pena? Pensaba que iba a seguir conmigo para siempre y ahora me ha... decepcionado, un poco. Resoplo, con todos los pelos desordenados y a su puta bola. Fue bonito mientras duró. ¿¡Qué coño!? Siento un peso sobre mi hombro y enseguida me doy cuenta de lo que se trata. ¡Es el gato! ¡Ha saltado desde el tejado y se me ha subido encima! — Eres un puto crack, eh. — El tío maulla como si me hubiera entendido. — Bueno, lo prometido es deuda... vamos, te voy a invitar a un chupito de leche calentita que te vas a caer para atrás, con atún de guarnición, ¿eh? ¿Te gusta? — Vuelve a maullar, me parto los cojones, es como si supiera lo que estoy diciendo y me respondiera todo el rato. Es un máquina. Con el nuevo bicho aún sobre mi hombro pongo camino hacia la taberna más cercana, era hora de gastar lo poquito que tenía encima en un poco de comida, tanto para mí como para el gato. Tengo que buscarle un nombre, a ver qué se me ocurre. |