One Piece Gaiden - Foro Rol One Piece
[Autonarrada] [T2 - Auto] Okama Kempo 101 - Versión para impresión

+- One Piece Gaiden - Foro Rol One Piece (https://onepiecegaiden.com)
+-- Foro: El mundo (https://onepiecegaiden.com/forumdisplay.php?fid=10)
+--- Foro: East Blue (https://onepiecegaiden.com/forumdisplay.php?fid=16)
+---- Foro: Isla Rudra (https://onepiecegaiden.com/forumdisplay.php?fid=53)
+---- Tema: [Autonarrada] [T2 - Auto] Okama Kempo 101 (/showthread.php?tid=3329)



[T2 - Auto] Okama Kempo 101 - Fon Due - 28-01-2025

Dia 17 de Primavera, Año 723.
Isla Rudra
 

 
El cielo estaba nublado cuando Fon Due alcanzó la costa de la aquella zona en la isla Rudra, isla la cual podía ser en realidad considerada una isla hecha y derecha aunque muchos no la considerada de mayor importancia que varias islas mayores dada su ubicación, distribución, actividades y atractivo turístico que tenía para todos aquellos que visitaban este lugar. Fon Due sentía emociones encontradas por poner pie en una zona que estaba explotada de grupos piratas y bandas de malhechores y asesinos que buscaban cruzas al nuevo mundo, sin embargo, aún queda un tesoro mucho más importante que todo lo que hayan logrado saquear los piratas o vender los esclavistas en esta zona sin ley. Al menos esto pensaba Fon Due sobre la oportunidad de aprender nuevas técnicas del Okama Kempo.

Una ligera neblina cubría la costa (si así se le puede llamar al lugar donde varias raíces convergen, la verdad es que no) y el sonido de las olas rompía en el silencio del entorno. Esta zona de la isla, conocida mayormente por estar deshabitada fuera de los escasos locales que poco invitaban a entrar sirviendo claramente como tapaderas de negocios ilegales, había sido el destino de incontables aventureros que nunca regresaron. Pero Fon Due no era un aventurero ordinario; era un Tonttata, miembro de los Crimson Crusaders, y había entrenado durante años para este momento. Su objetivo no era solo explorar esta zona de la isla, sino encontrar al legendario maestro del Okama Kempo, Cosme Fulanito.

Al poner un pie en la tierra, Fon Due tomó una bocanada de aire, cargado de sal marina y humedad. Aunque esta zona de la isla Rudra no albergaba a muchos residentes, se decía que los criminales que habitaban esta zona de la isla eran tan letales como las trampas que resguardaban aquellos lugares. Aún así, Fon Due no sentía miedo. Con sus ojos oscuros y serenos, escudriñó el horizonte, observando los gigantes árboles que rodeaban y conformaban la isla en busca de confirmación de que se encontraba en el sitio correcto.

"Es aquí", murmuró para sí mismo. "La oportunidad de continuar mi camino para convertirme en un maestro del Okama Kempo continua en este lugar olvidado por la justicia".

Sin más, avanzó hacia el interior de la zona, dejando atrás las olas que habían sido su hogar desde que tenía memoria. El camino pronto se tornó más accidentado, pero Fon Due no perdía el ritmo. Cada paso era calculado, cada ondulación del terreno observada antes de que su pie hiciera contacto. Sabía que su mayor ventaja en esta expedición no sería su fuerza bruta, la cual gracias a su raza y entrenamiento tenia de sobra, sino su capacidad para analizar y responder a lo que el entorno le arrojara.

Conforme se adentraba en la vegetación espesa, el ambiente cambió. La calma de la costa dio paso a una vibrante y opresiva selva de burbujas típicas de la isla, donde el sonido de sus explosiones llenaba el aire. Fon Due sabía que lo observaban, podía sentirlo. Pero también sabía que no debía apresurarse. Sus oídos, adaptados a los profundos ecos del océano, captaron el ligero crujir de raíces secas a su derecha. Se detuvo y cerró los ojos, escuchando. Un par de segundos más tarde, lo vio: una criatura de aspecto reptiliano, oculta entre las ramas, con ojos afilados que lo miraban como si fuera una presa.

Fon Due sonrió con serenidad, pensando claramente, y soltó un “Jajajaja, hmmmm.”.

No había venido para pelear con lo que fuera que custodiara el lugar, pero tampoco les temía. Con un movimiento ágil, dio un salto hacia atrás, evitando que el reptil lo emboscara. La criatura se lanzó desde su escondite con una velocidad sorprendente, pero Fon Due, preparado, se movió como el agua, fluyendo entre los árboles sin perder el ritmo. A pesar del ataque inesperado, no necesitó más que un par de movimientos para evadir y dejar atrás a la bestia.

A medida que avanzaba más adentro en esta zona de la isla, el ambiente se tornaba más desafiante. Los pasillos se iban cerrando y daban lugar a todo tipo de emboscadas de piratas de poca monta o esclavistas en busca de nuevas capturas. Un grupo de lo que parecían ser esclavistas lo rodearon en un claro. Fon Due evaluó la situación rápidamente. Podía enfrentarse a ellos o buscar una solución menos agresiva. A pesar de sus enormes cuerpos y miradas feroces, los esclavistas no eran tan ágiles como él. Con una pequeña inclinación de cabeza, calculó la distancia entre las estructuras cercanas y el número de oponentes.

Con una sonrisa tranquila, Fon Due optó por la estrategia. Antes de que los esclavistas pudieran reaccionar, usó su velocidad y agilidad natural para saltar de rama en rama, pasando sobre ellos como una ráfaga de viento. Los esclavistas, confundidos por su rapidez, se quedaron atrás, gritando frustrados al perder de vista a su objetivo.

El viaje continuó sin grandes contratiempos. Fon Due sabía que estas pruebas eran solo el preludio de lo que realmente importaba: una zona en ruinas que se alzaban en lo profundo de esta área de la isla, donde probablemente encontraría respuestas y, tal vez, al mismísimo Cosme Fulanito.

Finalmente, después de horas de caminata, el paisaje comenzó a despejarse. Unas ruinas aparecieron ante él, imponentes y llenas de musgo, como si la naturaleza hubiera intentado reclamar lo que alguna vez fue un esplendoroso monumento. Columnas derruidas y caminos de piedra cubiertos de vegetación se extendían ante sus ojos. La brisa que soplaba entre las ruinas parecía susurrar historias olvidadas, y Fon Due sintió una extraña conexión con el lugar. Era como si hubiera sido llamado aquí, como si su destino estuviera entrelazado con el de este sitio antiguo.

"Esto es extrañamente similar a las ruinas de otras civilizaciones, hmm.", murmuró con reverencia.

Sabía que su búsqueda estaba lejos de haber terminado, pero al estar aquí, en el corazón de las ruinas, sentía que estaba un paso más cerca de encontrar a Cosme Fulanito. Las ruinas no solo guardaban secretos del pasado, sino también desafíos que pondrían a prueba todo lo que había aprendido. Fon Due lo sabía bien: solo los dignos podrían llegar ante el maestro.

Con cada paso que daba hacia el corazón de las ruinas, Fon Due sentía la tensión del entorno aumentar. No era el peso de una presencia viva lo que se cernía sobre él, sino la expectativa de desafíos diseñados para poner a prueba tanto su cuerpo como su mente. Había oído historias sobre estas ruinas, sobre las trampas que la civilización antigua – ya olvidada en el tiempo – había dejado para aquellos lo suficientemente valientes como para adentrarse en ellas. Eran trampas que no dependían de la fuerza bruta ni de la agilidad, sino de la capacidad de pensar con claridad bajo presión.

El camino se volvía más estrecho a medida que avanzaba, y pronto las paredes de piedra se cerraron sobre él, creando un corredor oscuro y sofocante. Los tallados en los muros eran antiguos, apenas visibles bajo las capas de musgo que habían cubierto la estructura durante siglos. Sin embargo, Fon Due sabía que en esos símbolos residía la clave para sobrevivir a lo que vendría.

Sus ojos, acostumbrados a las penumbras de las profundidades marinas, captaron un cambio en el suelo. El musgo desaparecía repentinamente, revelando losas de piedra de un color diferente al resto. Se detuvo en seco, su mente trabajando a toda velocidad. Había escuchado sobre estas trampas. En un solo movimiento en falso, cualquier paso en las losas equivocadas activaría un mecanismo de muerte, tal vez flechas venenosas disparadas desde las paredes o cuchillas ocultas que se alzarían desde el suelo.

Fon Due miró hacia los tallados en los muros, y tras un análisis rápido, notó que algunos de ellos representaban patrones de olas y movimientos fluidos. Era una representación sutil del Okama Kempo, pero también una guía. Siguiendo su intuición y su entrenamiento, decidió moverse con cuidado, evitando las losas que parecían fuera de lugar. Cada paso fue calculado, un delicado baile entre seguridad y peligro. El pasaje se extendió durante varios metros, pero Fon Due logró atravesarlo sin activar ni una sola trampa.

Una leve sonrisa cruzó su rostro al llegar al otro lado del corredor. La primera prueba había sido superada, pero sabía que lo que le esperaba sería aún más difícil.
El corredor desembocaba en una sala amplia, parcialmente colapsada, con grandes bloques de piedra esparcidos por el suelo. Las paredes estaban cubiertas por enredaderas y escombros, pero en el centro de la sala había una estructura de piedra circular que parecía haber resistido el paso del tiempo. En el suelo de la sala había placas metálicas intercaladas entre losas de piedra, claramente diferentes al resto. Fon Due se agachó para inspeccionarlas más de cerca.

Las trampas en esta habitación eran más evidentes. No necesitaba tocar las placas para saber que cada una de ellas activaría algún mecanismo peligroso. Su mente analizó rápidamente la disposición del espacio. Sabía que debía cruzar sin tocar esas placas, pero el espacio entre ellas era demasiado estrecho para simplemente saltarlas sin cuidado.

Tomó una respiración profunda. No había más opción que usar su agilidad y fluidez para pasar por el espacio de manera controlada. Fon Due tomó impulso, realizando una serie de giros y saltos precisos. Con la habilidad de un pez que se desliza entre las corrientes, movió su cuerpo sin rozar las trampas bajo sus pies. Era un movimiento continuo, como si estuviera nadando en el aire, evitando cada placa de metal que amenazaba con su vida.

Al aterrizar al otro lado de la sala, un sonido sordo resonó en el lugar. Fon Due miró hacia arriba justo a tiempo para ver que una enorme losa de piedra comenzaba a descender desde el techo. El mecanismo había sido activado por su llegada a este punto. Sin perder un segundo, se lanzó hacia la salida, apenas logrando pasar antes de que la losa sellara la habitación detrás de él.

Una vez más, respiró profundo, calmando su mente tras el esfuerzo. Los desafíos estaban aumentando en intensidad, y Fon Due sabía que era una prueba no solo física, sino también mental. Cada trampa estaba diseñada para medir la capacidad de mantener la calma bajo presión, una habilidad esencial para desarrollar el Okama Kempo.

El siguiente pasaje era más angosto y oscuro, y conforme avanzaba, la sensación de estar rodeado por siglos de historia y peligro se intensificaba. Pero Fon Due no se dejó amedrentar. Sabía que estaba cerca. Podía sentirlo. Las ruinas lo guiaban hacia su destino.

Finalmente, el pasaje se abrió a una sala mucho más grande. A diferencia de las anteriores, esta era perfectamente simétrica, y en el centro, una gran puerta de piedra se alzaba imponente. A sus pies, una serie de círculos concéntricos estaban grabados en el suelo, cada uno lleno de símbolos y patrones que Fon Due no reconocía. A su alrededor, los muros de piedra estaban cubiertos con inscripciones que parecían contar una historia antigua, una historia de poder y disciplina.

Fon Due se acercó lentamente al centro de la sala, observando los círculos grabados. Sabía que la puerta no se abriría por medios convencionales. Esta era la prueba final, la que requeriría tanto su cuerpo como su mente.

Se arrodilló en el centro del primer círculo, cerrando los ojos para concentrarse. El aire en la sala estaba denso, y Fon Due podía sentir la energía que fluía a través del suelo. Este lugar estaba cargado de siglos de historia, de la disciplina y el entrenamiento de aquellos que habían pasado por aquí antes que él. Sabía que la respuesta estaba en sincronizarse con el lugar, no en forzar su paso.

Al calmar su respiración, Fon Due recordó las enseñanzas más fundamentales del Okama Kempo que su maestro original le había enseñado: "Sé cómo la música, que no tiene forma, pero llena cualquier espacio; que no lucha, sino que fluye". Poco a poco, comenzó a sentir la energía que emanaba de los círculos en el suelo. Cada uno representaba un aspecto del flujo, del movimiento. Fon Due entendió que debía moverse en armonía con esos círculos.

Con movimientos lentos y precisos, comenzó a seguir el flujo de la energía, moviéndose de un círculo a otro, sincronizando su cuerpo con el ritmo de la sala. Los patrones en el suelo parecían responder a su presencia, brillando débilmente con cada paso calculado. Era como una danza, una coreografía ancestral diseñada para probar la paciencia y la precisión de los que se atrevían a llegar hasta aquí.

Finalmente, al completar el movimiento dentro del último círculo, un leve clic resonó en la sala. La puerta de piedra, que hasta ese momento había permanecido sellada, comenzó a abrirse lentamente, revelando un largo pasillo que se extendía hacia adelante.

Fon Due se levantó, sabiendo que había pasado la última prueba. Las trampas lo habían puesto a prueba, no solo en su capacidad de evadir el peligro, sino en su habilidad para pensar y actuar como la música, fluyendo a través de cada obstáculo con calma y precisión.

El pasillo al otro lado de la puerta era diferente. La piedra era más pulida, como si hubiera sido preservada con cuidado. Al fondo, Fon Due podía ver una luz tenue que iluminaba una figura solitaria, de pie, esperando. Sabía quién era. Cosme Fulanito lo esperaba al final del pasillo, en el corazón de las ruinas.

Fon Due avanzó por el pasillo con la misma calma con la que había superado las pruebas anteriores. Cada paso lo acercaba al hombre que había viajado tan lejos para encontrar: Cosme Fulanito. La luz al final del túnel se volvía más brillante, revelando un espacio amplio, pero aún dominado por las sombras de las ruinas que lo rodeaban. Fon Due podía sentir la energía en el aire; no era solo el maestro quien lo esperaba, sino también la sabiduría y la disciplina que venían con él.

El pasillo desembocaba en una cámara circular, mucho más grande que cualquiera de las otras salas que había cruzado. Las paredes de piedra, a pesar de estar cubiertas por enredaderas y musgo, mostraban grabados similares a los que había visto antes: símbolos de olas, corrientes marinas y técnicas que solo los maestros del Okama Kempo entendían a fondo. Todo en la sala transmitía una sensación de serenidad y poder.

En el centro de la cámara, Cosme Fulanito lo esperaba. Aunque Fon Due no sabía nada de su apariencia, lo que importaba era la calma que emanaba del maestro, un hombre que parecía estar perfectamente en armonía con su entorno. El silencio entre ellos no necesitaba ser roto por palabras inmediatas. Ambos sabían que este encuentro no requería explicaciones. Fon Due había pasado las pruebas, había demostrado la fortaleza mental y física necesaria para llegar hasta aquí.

Cosme Fulanito asintió ligeramente, una señal de reconocimiento. Fon Due hizo una reverencia respetuosa, como señal de gratitud y humildad ante el hombre que, sin duda, se había ganado su reputación como uno de los grandes maestros del Okama Kempo. Este no era un momento de celebración, sino de entendimiento silencioso. Fon Due sabía que, aunque había llegado hasta aquí, su verdadero entrenamiento apenas comenzaba.

Fulanito dio un paso adelante, sus movimientos fluidos como las olas del océano. Sus ojos se encontraron con los de Fon Due, y aunque no dijeron nada, la intención era clara. Fon Due debía demostrar una vez más su capacidad, no a través de las trampas que había superado, sino frente a Cosme Fulanito mismo. Este sería el primer verdadero intercambio entre ellos.

Fon Due se preparó mentalmente. Sabía que este combate no sería como otros que había enfrentado. Fulanito no era un enemigo, sino un maestro que estaba a punto de medir su potencial y, tal vez, enseñarle la primera lección de muchas. Sin embargo, Fon Due se sentía preparado. Había entrenado para este momento durante años, perfeccionando su control sobre su cuerpo y mente.

El aire en la sala pareció cambiar cuando Fulanito adoptó una postura de combate, calmada pero firme. Fon Due hizo lo mismo, ajustando su respiración y concentrándose en el flujo de su energía interna. Los segundos se estiraron, y el primer movimiento vino del maestro. Fulanito lanzó un ataque suave, casi como una corriente de agua que fluye sin esfuerzo, pero Fon Due lo bloqueó con facilidad, desviando el golpe con un movimiento fluido de su brazo.

Lo que siguió fue una danza entre dos guerreros que comprendían el poder de la música. Fulanito atacaba con la precisión de un maestro, pero Fon Due respondía con igual destreza, adaptándose a cada movimiento, fluyendo como la música que había aprendido a emular. Ninguno de los dos peleaba para ganar; era un intercambio de técnicas, una prueba de la capacidad de Fon Due para mantener la calma y la precisión bajo la presión de un maestro.

Con cada golpe, cada bloqueo y cada movimiento, Fon Due sentía que Fulanito no solo lo estaba desafiando, sino enseñándole. El combate no era solo una prueba física, sino una lección continua. Fulanito no buscaba abrumarlo con poder, sino guiarlo hacia una mejor comprensión de su propio potencial.

Después de varios minutos de intercambios, Fulanito se detuvo abruptamente, bajando los brazos y mostrando una pequeña sonrisa. Fon Due, sin aliento, entendió agradecido que la lección había terminado. Había pasado la primera prueba frente a su nuevo maestro.

"Has llegado lejos", dijo Fulanito finalmente, rompiendo el silencio con una voz profunda y tranquila. "Pero tu verdadero reto apenas comienza".

Fon Due asintió. Sabía que había mucho que aprender, mucho que mejorar. Las pruebas que había superado en las ruinas habían sido solo el preludio de lo que estaba por venir. Cosme Fulanito no era simplemente un maestro en las artes físicas del Okama Kempo; también lo era en la disciplina mental y emocional que el arte requería.

"La música no tiene forma propia, pero se adapta a cualquier contenedor", continuó Fulanito. "Esa es la esencia del Okama Kempo. No es solo golpear o defenderse. Es entender, anticipar, adaptarse. Es ser flexible cuando el mundo es rígido, y firme cuando el mundo se desmorona".

Las palabras del maestro resonaron profundamente en Fon Due. Sentía que todo lo que había vivido hasta ese momento, cada prueba, cada obstáculo, no era más que una preparación para este momento. Enfrentarse a Cosme Fulanito no era simplemente una cuestión de convertirse en un mejor luchador, sino de convertirse en una mejor versión de sí mismo.

El maestro le hizo un gesto para que lo siguiera. Atravesaron la sala circular hacia otra puerta más pequeña que se encontraba al fondo, oculta entre las sombras. Al cruzarla, Fon Due se encontró en una especie de dojo, un lugar de entrenamiento. Había pocos adornos, pero la energía en la habitación era palpable. Este era el corazón del entrenamiento del Okama Kempo, donde los discípulos que habían pasado las pruebas comenzaban su verdadero aprendizaje.

"Este será tu hogar por el tiempo que necesites", dijo Fulanito, indicando el dojo con un amplio gesto. "Aquí entrenarás no solo tu cuerpo, sino también tu mente y espíritu. Aprenderás a controlar tus emociones tanto como tus movimientos. El verdadero maestro del Okama Kempo es uno con la música en todos los aspectos de su ser".

Fon Due observó el lugar con respeto. Sabía que lo que venía no sería fácil, pero estaba preparado para el desafío. Había llegado a esta zona de la isla Rudra tras separarse por unos días de sus nakamas de los Crimson Crusaders buscando al maestro del Okama Kempo, y ahora que lo había encontrado, sabía que no podía haber elegido un mejor lugar para continuar su viaje.

"El entrenamiento comienza mañana", dijo Fulanito antes de girar y dejarlo solo en la sala de entrenamiento. Fon Due miró a su alrededor, sintiendo una mezcla de emoción y calma. El verdadero viaje acababa de comenzar, y con cada paso que daría en este lugar, se acercaría más a la maestría del Okama Kempo, y a una comprensión más profunda de sí mismo.

Fon Due respiró hondo, cerrando los ojos y dejándose llevar por el momento. Había superado las pruebas de las ruinas y había encontrado a su maestro. Ahora, era el momento de descubrir hasta dónde podía llegar su potencial.

Con el paso de los días, Fon Due se dedicaba al entrenamiento bajo la supervisión de Cosme Fulanito. Aunque aprendía rápidamente las técnicas físicas, su maestro observaba algo que Fon Due no mostraba a simple vista: un peso emocional que lo acompañaba, una tensión interna que surgía en momentos específicos. Fon Due realizaba cada movimiento con precisión, pero había algo en su mirada, una sombra que aparecía de vez en cuando, un reflejo de la ira y el resentimiento que intentaba ocultar.

Cosme Fulanito no era ajeno a las emociones humanas, y sabía que, aunque Fon Due dominara el arte físico del Okama Kempo, jamás alcanzaría la verdadera maestría si no enfrentaba el conflicto interno que lo atormentaba. La esencia del arte no residía solo en la destreza física, sino también en la claridad mental, en el control de las emociones.

Una tarde, después de una sesión de entrenamiento más intensa de lo habitual, Fulanito detuvo a Fon Due antes de que pudiera retirarse. La brisa marina acariciaba las ruinas y el dojo, pero el ambiente en torno a ellos estaba cargado de una seriedad que Fon Due no había sentido antes.

"Fon Due", comenzó Fulanito con su tono calmado pero firme, "tu cuerpo responde bien al entrenamiento, pero noto que tu espíritu está atrapado en algo más profundo. Algo que no puedes dejar ir".

Fon Due se detuvo, sorprendido por las palabras de su maestro. Durante todo este tiempo, había tratado de mantener la compostura, de enfocarse solo en el entrenamiento, pero Fulanito había visto más allá de su fachada. Sabía que no podía mentirle.

"Maestro..." Fon Due vaciló, pero Fulanito lo miraba con comprensión, no con juicio.

"Tu técnica es impresionante, pero hay algo que te detiene, algo que te pesa", continuó el maestro. "El Okama Kempo no es solo una disciplina física. No puedes controlar el flujo dla música si tu interior está lleno de tormentas. Dime, ¿qué es lo que llevas dentro?"

Fon Due bajó la mirada, luchando con las emociones que siempre había intentado mantener ocultas. Aún así, el peso de su pasado y el dolor que llevaba en su corazón estaban siempre presentes. El recuerdo de su hermano Raclette, de cómo fue secuestrado y esclavizado, lo atormentaba. Y lo que más lo consumía era saber que, en el fondo, se culpaba a sí mismo por ello.

"Es mi hermano, maestro", dijo finalmente, su voz cargada de dolor. "Raclette... fue secuestrado y vendido como esclavo. Y fue por mi culpa."

El silencio llenó el aire entre ellos. Fon Due respiró hondo, sabiendo que debía continuar.

"Yo debí protegerlo. Debí estar ahí para él, pero fallé. Y desde ese día... he vivido con el peso de la culpa y el odio hacia quienes lo tomaron. No hay un solo momento en que no piense en cómo puedo encontrarlos, en cómo puedo vengarlo. Todo lo que hago, todo este entrenamiento... en el fondo, está impulsado por esa ira. Quiero ser fuerte para destruir a aquellos que nos hicieron daño".

Fulanito lo observaba en silencio, escuchando cada palabra con atención. No era la primera vez que veía a un alumno luchar contra el veneno de la venganza. Sabía que era una fuerza poderosa, capaz de alimentar la determinación, pero también de consumir a quien la portaba desde adentro.

"Lo que sientes es natural, Fon Due", dijo finalmente, con un tono sereno y comprensivo. "El dolor, la culpa, y el deseo de vengar a un ser querido son emociones que todos podemos llegar a sentir. Pero debes entender algo importante: si permites que ese odio te controle, nunca serás verdaderamente libre. Estarás esclavizado por tu deseo de venganza, igual que aquellos que tomaron a tu hermano."

Fon Due levantó la mirada, sorprendido por las palabras de su maestro.

"La venganza es una motivación peligrosa", continuó Fulanito. "Es como una corriente subterránea: te arrastra, te consume, y al final, no importa cuánto luches, te ahoga. Si todo lo que haces está impulsado por el odio, te convertirás en alguien diferente, alguien que ha perdido el control de sí mismo. El Okama Kempo te enseña a fluir, a ser flexible y adaptable, pero el odio te convierte en piedra, inflexible y rígido."

Las palabras de Fulanito resonaron en Fon Due. Sabía que su maestro tenía razón, pero el peso de su dolor era inmenso, y el resentimiento hacia sí mismo y hacia aquellos que habían causado el sufrimiento de su hermano aún lo consumía.

"¿Cómo puedo dejarlo ir, maestro?", preguntó Fon Due con voz quebrada. "¿Cómo puedo entrenar, vivir, sabiendo que mi hermano está allá afuera, sufriendo, mientras yo estoy aquí?"

Fulanito lo miró con una intensidad que Fon Due no había visto antes, una mezcla de compasión y firmeza.
"No te estoy diciendo que ignores el dolor ni que olvides a tu hermano", respondió Fulanito. "Pero debes entender que la ira y el odio no son el camino para liberarlo, ni para liberarte a ti mismo. Si de verdad quieres ayudar a Raclette, no lo hagas desde el resentimiento, sino desde el amor. La fuerza que buscas debe venir de un lugar de paz interior, no de tormento."

Fon Due escuchaba atentamente, aunque aún sentía que sus emociones lo consumían. Fulanito, viendo la lucha interna de su alumno, dio un paso adelante y colocó una mano en su hombro.

"La venganza es un objetivo vacío", dijo Fulanito en voz baja pero firme. "Si eliges seguir ese camino, incluso si encuentras a los responsables, ¿qué ganarás realmente? Puede que destruyas a tus enemigos, pero te destruirás a ti mismo en el proceso. Raclette necesita a su hermano, no a alguien consumido por el odio. Solo cuando liberes tu corazón del resentimiento podrás tener la claridad y la fuerza necesarias para enfrentar lo que venga."

Fon Due permaneció en silencio, procesando las palabras de su maestro. Sabía que Fulanito tenía razón, pero dejar ir el odio no era algo fácil. Durante años, había alimentado ese fuego dentro de él, creyendo que era lo que lo impulsaría a ser más fuerte, a proteger a los que amaba. Pero ahora, frente a su maestro, comprendía que ese fuego solo lo estaba quemando por dentro.

Fulanito retiró su mano del hombro de Fon Due y lo miró con una pequeña sonrisa. "La música puede destruir una roca con el tiempo, pero no lo hace con furia, sino con paciencia. Aprende a fluir, Fon Due, y encontrarás tu verdadero poder."

Fon Due asintió lentamente, agradecido por las palabras de su maestro. Aunque no podía dejar ir todo su resentimiento de inmediato, entendía que debía comenzar a cambiar su enfoque. Si quería salvar a Raclette y, más importante, a sí mismo, debía dejar de ser un esclavo de su propia venganza. Estaba claro que este cambio no llegaría de forma inmediata, sin embargo, sus esperanzas por encontrar a su hermano Raclette, y ese reencuentro tan ansiado con el cual ha soñado en infinitas ocasiones, le motivaron a cambiar de enfoque.

Fon Due estaba más agradecido con su maestro por regarle su consejo más allá del entrenamiento.

A medida que el tiempo transcurría, Fon Due se sumergía completamente en su entrenamiento bajo la guía de Cosme Fulanito. Aunque las palabras del maestro sobre el control de sus emociones y el dejar atrás el resentimiento resonaban en su mente, Fon Due decidió enfocarse en perfeccionar su habilidad en el Okama Kempo. Sabía que no sería fácil, pero algo dentro de él entendía que, antes de poder enfrentar su pasado y el destino de su hermano Raclette, debía ser capaz de controlarse a sí mismo.

Durante los días que siguieron, Fon Due canalizó su energía en cada lección, en cada técnica que Cosme le enseñaba. El dojo y la naturaleza salvaje que rodeaban las ruinas se convirtieron en su refugio, un lugar donde podía meditar sobre lo aprendido y fortalecer no solo su cuerpo, sino también su mente. Cada movimiento, cada golpe, cada respiración lo acercaba más a un estado de equilibrio que antes le había resultado esquivo.

Aunque el camino emocional aún estaba por recorrer, Fon Due comprendió que debía primero cumplir con su misión inmediata. Había llegado a esta zona de la isla Rudra en busca del maestro Fulanito para aprender, y ahora que su entrenamiento estaba casi completo, su mirada se volvía hacia su siguiente objetivo.

Al final de su entrenamiento, Fon Due dominó una de las técnicas más avanzadas del Okama Kempo, el Death Wink. Esta técnica simbolizaba no solo su fuerza física, sino también el control mental y la precisión que había desarrollado a lo largo de su formación. Con un solo ataque, era capaz de destruir estructuras enteras, un hito que marcaba la culminación de su aprendizaje bajo la tutela de Cosme Fulanito.

Fulanito, siempre perceptivo, notó que Fon Due estaba listo. Una tarde, mientras descansaban del entremaniento final, el maestro detuvo se acercó a él con una expresión de aprobación.

"Has recorrido un largo camino, Fon Due", dijo Fulanito con su habitual tono calmado. "Has aprendido a controlar tu cuerpo y a escuchar el flujo de la música dentro de ti. Pero recuerda, el verdadero desafío aún está por venir. Lo que enfrentes en el mundo exterior pondrá a prueba no solo tu fuerza física, sino tu fuerza interior."

Fon Due, con la calma que había cultivado, asintió. Sabía que Fulanito tenía razón. El entrenamiento por el que había pasado había sido una prueba de resistencia y enfoque, pero el mundo más allá de sus costas traería nuevos desafíos. Especialmente en el nuevo mundo, donde se encontraban los más poderosos piratas, pero a la vez, los más poderosos integrantes de la marina, una institución de poder y orden que representaba mucho más que simple disciplina.

"Estoy listo", respondió Fon Due con convicción. "Gracias por todo, maestro. Lo que me has enseñado será mi guía en el futuro."

Fulanito asintió, sabiendo que había cumplido su papel. "Recuerda siempre fluir como la música, incluso cuando el mundo a tu alrededor sea tormentoso."

Con esas palabras, Fon Due comenzó a prepararse para marchar. Su entrenamiento en el Okama Kempo había llegado a su fin, pero su camino hacia la maestría y, sobre todo, hacia encontrar a su hermano, apenas comenzaba. Sabía que su siguiente destino, fuera el que fuese, le traería nuevas oportunidades, desafíos y quizás respuestas a las preguntas que lo habían perseguido durante tanto tiempo.

Al amanecer del día siguiente, Fon Due se despidió de Fulanito, sabiendo que llevaría consigo todo lo que había aprendido. Con una última mirada hacia las ruinas que habían sido su hogar durante esta breve estadía, puso pies en polvorosa de regreso a donde le esperaban sus compañeros de los Crimson Crusaders.
 

 
Resumen