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[Aventura] [A - T1] El haki de un anciano [Autonarrada] - Versión para impresión

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[A - T1] El haki de un anciano [Autonarrada] - Gautama D. Lovecraft - 10-09-2024

misión


~ Patio de entrenamiento la Base G-23. Isla Kilombo.
~ 23h. Día 20 de Verano. Año 724.


Un cielo gris opaco que parecía acontecer el mismo fin del mundo, cubrió hasta donde alcanzaba la vista más allá de los confines que limitaban el mar. Durante mi estancia en Kilombo, jamás había visto un frente de esas características. Una terrible tormenta de verano que, según lo que se murmuraba por la base aquel día, era de vez en cuando común por aquella zona presenciar un evento atmosférico de ese calibre. Personalmente, desde mi niñez las tormentas me provocaban algún tipo de embelesamiento, que desconocía de donde podía provenir, sin embargo, partiendo de que era algo intrínseco, no descartaba de que fuera una herencia directa de mis padres o bien, de algún abuelo. Pero eso ya es otra historia.

Desde primera hora de la mañana, una repentina brisa fría azotó el puerto y la base del G-23. Cobró fuerza y presencia con el paso del día, provocando que los marineros y mercantes, amarrasen debidamente sus embarcaciones, preguntaban a los navegantes más experimentados y ancianos sobre la naturaleza de la tormenta, aunque para su detrimento, nada bueno auguraban. Mientras tanto, en la base, los reclutas y soldados de la marina, se guarnecían supersticiosos, como si un mal fario se cerniera sobre ellos, una verdadera pena, pues la calamidad de sus nubes acechaban a todo ser que se encontrase bajo ellas.

A media tarde, los tonos del cielo pasaron a ser grises y azules oscuros, ni un rayo de luz del sol podía llegar a filtrarse entre esas nubes, y estaba más que claro que lo que traían se recordaría durante meses. Los relámpagos, desde la lejanía, cobraron vida lejos en el mar y su estallido, sacudía por kilómetros con un atronador sonido que encogía los corazones de los más ilusos. Por la noche, comenzaría a llover, pero no gradualmente, una tromba sin igual arrojaría al vacío litros y litros de agua desde las alturas para anegar cualquier rincón sin una buena filtración, aunque por suerte, las instalaciones de la base eran funcionales ante diluvios y alguna que otra desgracia natural más.

El repicar de las gotas contra mi ventana me gustaba, y diría que me relajaba si no fuera porque causaba en mí más curiosidad que sueño. Ya meditado y tumbado en mi cama, me debatía entre pasar en vela toda la noche, o salir a contemplar aquella barbaridad de tormenta, por lo que sin dudarlo, salí del cuarto vestido con mi habitual ropa de entrenamiento para acudir al patio. Quizá lo que tenía en mente no es que fuera lo más idóneo del momento, pero sentía por dentro una irremediable sensación que debía de calmar.

Justo en medio del patio, notando como el agua calaba cada centímetro de mi cuerpo, noté como alguna mirada indiscreta de alguna ventana se fijaba en mí, supongo que tampoco podía hacer mucho más. Me descalcé, y pude notar como el suelo encharcado cedía levemente con mi peso a la hora de reubicar mi posición. Desde allí, coloqué mis manos a la altura del pecho y le dediqué una reverencia a la tormenta por regalarme tal escena, acto seguido, adopté mi posición usual para combatir, el Te.

Cerré los ojos desde casi que llegué al centro, podía sentir algunos sonidos opacados por la precipitación a mi alrededor, pero sin demorarme mucho más, me concentré por algunos segundos, equilibré mi respiración y cubrí desde la yema de mis dedos hasta casi mi codo de busoshoku haki. Una fina membrana que actuaba como una segunda piel recubrió mis extremidades, forjándolas como si fueran 2 armas extrañas de color azabache y brillo metalizado, con ellas, comencé a entretejer movimientos básicos del Te, deslizando mis manos hacia el frente, costados y diferentes direcciones. Cada técnica, iba encadenándose con otra y otra, fluyendo entre sí, fluyendo con la lluvia, siguiendo la consonancia natural de las cosas que nos rodeaban, pues el Te, tenía mucho de todo, y poco de nada.

En aquel alterado silencio, disfruté como un niño el momento, me sentía unido a toda la cadena de elementos físicos que me rodeaban, especialmente, con el agua del cielo y la tierra del suelo, una curiosa sintonía. Técnica tras técnica, ejecutaba con determinación los múltiples movimientos de la disciplina marcial que me definía por antonomasia, pues llegando a niveles altos de entrenamiento y asimilación, el Te se volvía un hábito más que un arte marcial, conformaba tu día a día. Cada palmada al llegar a su fin, desplazaba por el impulso una estela de agua debido al impulso, en algunos momentos cuando aceleraba el ritmo, desde mi posición se generaba una cortina de la llovizna que era repelida por las cadenas de movimientos que efectuaba, pues aquello era un baile, un baile sumo, limpio y bélico.

Como no tenía concepción del tiempo ninguna, no me limité a la hora de emplearme lo que viera consecuente allí, pues ahí era donde quería estar, a pesar de que el turno de mañana fuera duro. Sin embargo, hasta que no entró ya lo suficiente en la madrugada, no vi por terminado el entrenamiento con el haki y el Te. Comprobé de primera mano cuanto podía llegar a otorgar a cualquiera lo pidiera un buen rectificativo cargado del busoshoku. También, por otra parte, debía de ser sincero y reconocer que, no tenía los esplendorosos 20 con los que irradiaba pura vitalidad y derrochaba cantidades ingentes de energía.

Tras el entrenamiento improvisado que había ideado, me recogí hasta la posición inicial, abrí los ojos, subí la barbilla y contemplé una última vez el negro y denso cielo, que no paraba de verter miles de litros. Le dediqué una última reverencia por el regalo que me había ofrecido, recogí mi calzado y tome de nuevo el camino hacia el interior de la base. Tocaba ducha de agua caliente y dormir como un crío, y puede que mañana, alguna regañina por dejar los pasillos llenos de barro.


RE: [A - T1] El haki de un anciano [Autonarrada] - Moderador OppenGarphimer - 10-09-2024

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