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[Aventura] [Autonarrada] Leña al mono - Versión para impresión

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[Autonarrada] Leña al mono - Drake Longspan - 14-09-2024

OST
Día 14 de Verano.

Drake Longspan caminaba entre el caótico mercado de Isla Kilombo, sus ojos rojizos escaneaban los puestos repletos de mercancías mientras su mente trazaba una estrategia. La isla, conocida por su ambiente calmado pero no exento de peligros, no era un lugar para tomarse las cosas a la ligera, especialmente a la Marina cuando uno iba a ayudar a un pirata. Drake estaba en una misión y tenía un papelito que lo confirmaba: reunir los materiales necesarios para construir el barco que lo llevaría, junto al capitán pollo desplumado, más allá de esos mares y hacia la libertad que ansiaban.

El sol golpeaba fuerte, haciendo que la mezcla de olores, sal del mar, especias, pescado y el sudor de la multitud fuera casi abrumadora. El lugar estaba lleno de comerciantes que gritaban sus ofertas, gente que iba y venía en todas direcciones, y vendedores que intentaban atraer clientes con promesas de rebajas. Drake Longspan, con sus ojeras y expresión calmada pero siempre alerta, se abría paso entre la multitud con sus largos brazos y su imponente figura, lo que lo hacía destacar aunque él intentara evitarlo. No puedes camuflar la altura fácilmente, y menos cuando tus brazos parecen los de un pulpo.

Se detuvo en un puesto donde un hombre calvo y de piel curtida por el sol ofrecía grandes tablones de madera. A primera vista, la calidad parecía decente, y el carpintero sabía que la madera era lo primero que necesitaba para empezar. El hombre, notando su interés, lo miró de arriba a abajo arqueando una ceja.


[Imagen: Vhmvi0N.png]


Veo que tienes ojo para la buena madera, amigo — dijo el vendedor, sacudiendo el polvo de su ropa con una mano mientras la otra sostenía un pequeño cigarro recién encendido. Tomó un descanso en su asiento y un calo antes de volver a hablar. — Esto es roble del South Blue, perfecto para lo que sea que estés construyendo.


El muchacho asintió, aunque por dentro estaba calculando sus limitaciones. Sabía que no podía comprar una madera de tal calidad de inmediato, al menos no sin asegurarse de algún tipo de trato o préstamo. Respiró hondo y lanzó su propuesta con su típica mezcla de pragmatismo y mucho morro.

Necesito bastante de esto. Estoy construyendo un barco, posiblemente el mejor... 

Fijó su mirada en el comerciante, su tono era serio pero no amenazante, al final cada uno intentaba ganarse la vida lo mejor que podía.

 — Pero ahora mismo no tengo suficientes berries. Estoy buscando un acuerdo. Si me das la madera, te pagaré tan pronto como podamos zarpar. Será un buen negocio, te daré un beneficio del diez por ciento más que una venta normal, te lo aseguro viejo.

El vendedor frunció el ceño, rascándose la barbilla antes de dar otra calada. Parecía estar sopesando la oferta, pero la desconfianza brillaba en sus ojos. No era raro que los comerciantes de aquella isla fueran escépticos de promesas futuras, especialmente de gente que parecía andar corto de dinero. El carpintero de brazos largos pudo notar la duda, y antes de que el hombre respondiera, intentó reforzar su propuesta.

Oi. Sabes qué soy un carpintero de palabra. Puedo ayudarte con reparaciones o construir algo para ti mientras reuno lo necesario. Además, no tengo intención de irme sin antes cumplir lo acordado... No me iré sin pagar.

El vendedor, aún renuente, finalmente asintió levemente.

Te daré una pequeña cantidad ahora. El resto lo tendrás cuando me demuestres que puedes pagar algo por adelantado o ayudarme en mi puesto. No suelo hacer tratos sin garantía, y menos con el carpintero más arruinado de la isla. Además, se que ya tienes experiencia en joder un negocio.

Drake asintió, dolorido por la lengua viperina, pero agradecido por la pequeña victoria, aunque sabía que esto era solo el comienzo. Tendría que repetir esta misma conversación muchas veces en los diferentes puestos para reunir todo lo necesario, y sabía que el tiempo apremiaba...

Mientras se alejaba con una promesa vaga y unas cuantas tablones asegurados, algo lo incomodaba. A lo lejos, había notado la presencia de varios marines patrullando la zona. Al principio, no les prestó mucha atención, acostumbrado a su presencia en la isla, siempre estuvieron ahí. Sin embargo, pronto notó algo extraño: uno de los marines, un hombre de complexión robusta con un bigote fino y gafas oscuras, lo estaba observando con demasiada atención. No era solo una mirada casual, era el tipo de escrutinio que despertaba alarmas. ¿Y si...?

Decidió moverse con calma hacia el siguiente puesto de herramientas, pero mientras lo hacía, sus sentidos se agudizaban. Le pareció escuchar el murmullo de los marines a sus espaldas.

“¿Ese no es el tipo que estaban buscando en el último informe? ¿El secuestrador de animales de granja?” "Podría ser... el carpintero de brazos largos, ¿no?" 

Eran solo susurros, pero suficientes para que el corazón de aquel grandullón se acelerara. Intentó calmarse, recordándose a sí mismo que, hasta ese momento, no había hecho nada que los marines pudieran considerar ilegal. Quitando un secuestro, una pelea de bar, orinar en zonas no habilitadas, colarse en aquel faro...

Sin embargo, el simple hecho de ser observado lo inquietaba profundamente.

El mercado de Isla Kilombo era un laberinto de pequeños puestos, y Longspan, sintiéndose cada vez más paranoico, decidió que era hora de desviar la atención. Caminó hacia un puesto de herramientas, intentando parecer relajado mientras examinaba los martillos, serruchos y clavos. El comerciante, un hombre pequeño y encorvado con gafas gruesas, lo miró con una sonrisa amable.


[Imagen: kar2uGV.png]

¿Buscando algo en particular, amigo? — preguntó el hombre, su voz no parecía denotar prisa alguna, incluso parecía entusiasmado.

El ahora casi pirata y paranoico, fingiendo una calma que no sentía mientras sentía la mirada de los marines clavada en su espalda, respondió.

Necesito herramientas para trabajar la madera. Algo de buena calidad, pero asequible.

El hombre asintió y comenzó a mostrarle varios utensilios, pero la mente del chico estaba dividida entre la conversación y el instinto de supervivencia que lo empujaba a pensar en cómo salir de esa situación. Giró ligeramente la cabeza, solo lo suficiente para ver que los marines seguían observándolo desde la distancia. Sabía que si hacía algún movimiento sospechoso, podrían acercarse y hacer preguntas que prefería no responder.

Tomando una decisión rápida, Drake sacó unas pocas monedas y pagó por un martillo y una caja de clavos. No eran muchas, pero lo suficiente para mantener la fachada de que simplemente estaba comprando solo lo que necesitaba de manera rutinaria, aunque esa "rutina" le iba a costar dos días sin comer. Al terminar la transacción, choco el puño con el comerciante y se dirigió hacia una esquina menos concurrida del mercado.

El sudor comenzaba a resbalarle por la frente, no solo por el calor del día de verano en la isla, sino por la presión que sentía. Sabía que no podía correr ni actuar de manera desesperada, ya que eso solo levantaría más sospechas. Necesitaba deshacerse de esa vigilancia y, al mismo tiempo, seguir adelante con su plan de conseguir más materiales. Sus vendas estaban cada vez más mojadas.

Decidió perderse en la multitud, aprovechando su altura para mantenerse visible en ciertos momentos y luego desvanecerse detrás de los grupos de personas que transitaban el mercado. Usó su conocimiento del lugar, para moverse por callejones estrechos y serpentear entre los puestos. Cada tanto, miraba por encima del hombro, asegurándose de que los marines no lo seguían directamente, aunque sabía que no podía bajar la guardia.

Era eso o entregarse a la mafia del Mink.

Finalmente, después de varios minutos de tensión, Drake llegó a un pequeño callejón detrás de una serie de puestos. El sonido de la multitud era más lejano allí, y por primera vez en lo que parecían horas, respiró con algo de alivio. Apoyó la espalda contra la pared de piedra, cerrando los ojos por un momento y dejando que el sonido distante del mercado lo calmara. Hasta sus vendas temblaban en una mezcla de adrenalina, emoción y miedo.

Había conseguido evadir la atención por ahora, pero sabía que esto no podía continuar. Necesitaba actuar con más cuidado. Los rumores corrían rápido, y la idea de que se estuviese construyendo un barco en plena presencia de marines lo único que acrecentaría sería su ya baja reputación.  El secuestro amistoso de aquel pato complicaba aún más las cosas.

Ahora más que nunca, sabía que tenía que conseguir esos materiales y construir el barco que los llevaría a él y a Byron Nikkei a través de los mares. Una apuesta era una apuesta. Solo esperaba que aquel desplumado le trajese el dinero.

Ya no había vuelta atrás.