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[Aventura] [Autonarrada - T.1] El día que todo cambió - Versión para impresión

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[Autonarrada - T.1] El día que todo cambió - Lance Turner - 15-09-2024

EL DÍA QUE TODO CAMBIÓ

Día 02 de Verano del año 724


Pasado ya un tiempo en Isla Kilombo, ya sentía como una parte importante de mí aquel lugar. En este lugar había conocido a infinidad de personas interesantes, desde ese enano con rostro esculpido por los dioses, hasta al pequeño Shiro, quien me sorprendió muchísimo por su habilidad de aguantar comiendo sin parar. También había servido para fortalecer vínculos con Juuken, a quien antes de tomar tierra a penas conocía un poco y todavía teníamos nuestras distancias el uno con el otro. Hoy día, se siente como si fuese casi un hermano pequeño.

Había pasado tanto en tan poco tiempo, que cada rincón me evocaba de recuerdos. En esa esquina había conocido a un hombre que venía de Elbaf, al cual terminamos conociendo mejor en un prostíbulo y terminó por unirse a nosotros para mi sorpresa. Unas calles más atrás, nos habíamos hospedado todo este tiempo Juuken y yo, para más adelante, ampliar el hospedaje con los que serían nuestros compañeros de aventuras. Justo en dirección contraria se encontraba aquella taberna donde Byron y yo tuvimos nuestro primer duelo de piratas, amistoso, pero seguía siendo un duelo por ver quién se hacía con los servicios de un carpintero de brazos largos y una canija de cabellos azules. Incluso conocimos aquí también a Terence, que a pesar de todo seguía manteniendo las distancias. Si había salido al mar, era precisamente para esto, conocer mundo y personas muy interesantes. Lo realmente asombroso es que todo esto haya pasado en tan poco tiempo y en sólo un lugar.
- El mundo es un lugar enorme, ¿No crees Juuken?. – Le dije al que era mi recién nombrado 2º al mando. – Si te paras a pensar, han pasado muchas cosas para el poco tiempo que llevamos aquí, es casi como nuestra isla natal…

Una sonrisa dibujaba mi rostro mientras seguía repasando todo por mi memoria y volteaba a mirar el mar. Juuken se mostraba de acuerdo conmigo, emocionado también por todo lo que habíamos vivido. Le señalé el mar y acaricié su pelo con la otra mano.
- Imagina todo lo que nos espera más allá del horizonte, pequeño… todo un mundo por recorrer y mil aventura-

Nuestra conversación se vio interrumpida cuando un chico empezaba a gritar entre llantos. Se le notaba muy agobiado, aunque sin heridas por fortuna. Me acerqué a él y agachándome para estar a su altura traté de calmarle.
- ¡Lance! ¡Lance! ¡Tienes que venir rápido! – Dijo casi sin aliento.

Era hijo de uno de los comerciantes de la isla, con los cuales había estrechado vínculos en este tiempo. Se llamaba Rodrigo, siempre jugaba conmigo y con Juuken a ser piratas y marines, haciendo nosotros de marines y él de pirata, irónicamente.
- ¡Oye Rodrigo! ¡Cuéntame! ¿Qué ha pasado?.
- ¡Han capturado a Roshy! ¡Unos matones la tienen retenida en el acantilado y están pidiendo un rescate! – Me dijo casi de una sola vez, rompiendo en llanto de nuevo tras terminar la frase.

Roshy se trataba de la hija del jefe del mercado, Roshan. Muy probablemente estos desgraciados la capturaron pensando que Roshan era un ricachón del cuál podían aprovecharse, pero para su desgracia esto no era así. Miré a Juuken fijamente a los ojos y le di una orden clara y precisa.
- Cuida de Rodrigo, acompáñalo con sus padres. Yo me encargo. – Dije justo antes de salir corriendo sin darle oportunidad a respuesta alguna.

No tardé mucho en llegar al acantilado, ya que en este tiempo me había costado muy poco aprenderme todos los caminos y atajos de la ciudad. Roshan era un hombre influyente en Kilombo, conocido por su habilidad para negociar con cualquier tipo de visitante y siempre ofrecer un trato justo. Si su hija estaba en peligro, había pocas dudas de que toda la comunidad se vería afectada si algo le pasaba. Además, Roshan me había ayudado varias veces en las últimas semanas, y aunque haría esto independientemente de su inestimable colaboración, sentía que estaba en deuda con él, quien nunca me había juzgado por mis aspiraciones de ser un pirata de renombre.

El sol se estaba ocultando cuando llegamos al acantilado, una formación rocosa que daba justo al mar abierto. Una mala caída ahí sería la muerte inmediata de cualquiera. Desde allí podían verse las olas golpeando contra las piedras, ofreciendo un espectáculo hermoso que no tenía tiempo de observar. Justo en su cima, se encontraban cinco hombres armados. Uno de ellos, mantenía a Roshy entre sus brazos, apuntándola con una pistola. Las manos de Roshy estaban atadas, pero mantenía la cabeza en alto, mostrándose valiente a pesar de las circunstancias, mostrando ser digna hija de su padre.

Los matones me miraron de frente, analizándome bien antes de actuar, mostrando que no eran del todo unos cabeza huecas. El que parecía el líder, apuntó hacia mi con su espada. Era un tipo musculoso con una cicatriz que cruzaba su ceja derecha y le daba un aire intimidante.
- Así que aquí llega el héroe ¿Eh? – Dijo lanzándome una mirada despectiva. Me acerqué despacio hacia ellos, con actitud relajada para trasmitir seguridad.

- Pensaba que a vuestras edades os interesarían algo más mayorcitas. – Les contesté para provocarles un poco. – O quizá es que simplemente queréis jugar a las casitas con ella ¿No es así? – Continué buscando que se calentasen y actuasen antes precipitadamente.

Ante ello, el líder soltó una carcajada, a la cual siguieron su cuadrilla de atrás, mostrándose como los fieles seguidores que son de aquel cerdo bastardo.
- ¿Qué crees que puedas hacer, mocoso? – Me contestó el líder tras su risotada. - ¿Acaso no ves que te superamos en número?.
- A decir verdad, sí que es injusto… - Le contesté fingiendo estar un poco asustado para después cambiar a un tono sarcástico al escuchar sus risas. – Para vosotros, digo. ¿No queréis llamar a nadie más?

Todo el grupo empezó a caminar hacia delante, queriendo enfrentarse a mí, salvo el chico que tenía a Roshy apresada. Finalmente parecía que la provocación funcionaba e iba a ser un cuatro contra uno.
- Ni siquiera tú puedes ser tan estúpido como para pensar que tienes una oportunidad. – Exclamó el líder de aquel grupo tratando de ridiculizarme.

Yo sabía que mi reputación era aún baja, prácticamente un don nadie, pero si esto era aun así era porque me interesaba. Ya llegaría el día de llamar la atención en el mundo, pero mientras tanto, me ceñiría sólo a lo justo.
- Podría decir lo mismo de vosotros, al principio no me parecíais tan estúpido. – Dije llevando mi mano a las espadas preparándome para saltar al ataque.
Además del fornido grandullón, se encontraba también un pequeño pero fuerte oponente, con una daga en cada mano. Este fue el primero en abalanzarse hacia mí, pecando de un exceso de confianza. Sus movimientos eran más rápidos de lo que pensaba, pero predecibles a estas alturas de mis habilidades. Me agaché justo tras su primer tajo, y aproveché el impulso que hizo para girar hacia mí, colocando un pie frente al suyo y hacer así que cayese rodando hacia donde se encontraban los ciudadanos que nos observaban. No tardaron mucho en apalearle hasta desarmarle y apresarle.

El siguiente oponente vino desde el lado derecho, intentando atacar un falso punto ciego. Blandía un garrote, pero dejándome caer al suelo logré esquivarlo por poco. De seguido, hice un barrido a sus pies para tirarlo hacia abajo, y ya ahí, asestarle un puñetazo en la cara que le dejaría inconsciente.
- Dos menos, quedan 3, y uno está con la niña. – Pensé mientras me reincorporaba mirando al que parecía ser mi próximo oponente.

- ¡No se queden ahí parados! ¡Mátenlo! – Gritó el líder al mismo tiempo que sustituyó al que apresaba a la niña para que fuese este el que se lanzase al ataque con su compañero.

Rápidamente me vi rodeado, teniendo uno a cada lado. Cada ataque que bloqueaba, dejaba un hueco sin cubrir que aprovechaba el otro para atacar. No es que fuesen oponentes difíciles, pero la superioridad numérica siempre se hace notar. Notaba como mi respiración se aceleraba al no poder parar un solo segundo, a duras penas lograba contenerlos, y no me daban espacio al contraataque. Finalmente, decidí recibir uno de sus ataques para hacer una contra.

Un ataque que iba hacia mi costado, me moví lo suficiente para que fuese un mero roce. Me provocó sangrado, pero aproveché que su brazo estaba extendido para dar un paso hacia él y atestarle un codazo en su barbilla que lo tumbaría de inmediato. El otro, dejó caer su espada desde arriba buscando partirme en dos. Un leve movimiento hacia el lado me permitió esquivarlo, momento en el que le propiné una patada en el pecho. Ya en el suelo, le atesté una patada en la boca que le dejaría en el suelo un largo tiempo.

En ese momento, escuché un disparo cerca de mí. Me agaché colocándome en guardia y observé el origen del disparo. Se trataba del líder, el cuál apuntaba hacia mi, amenazándome. Se le notaba nervioso, y tenerme apuntando a mi, era una garantía para la seguridad de la niña.
- Vaya, te dije que era injusto para ti ¿Recuerdas? – Le dije con clara intención de provocarle más.

Se notaba que quería contestar, pero aproveché que me encontraba agachado para lanzarme en un salto rápido usando todas mis fuerzas. En un abrir y cerrar de ojos, estaba bajo su brazo, dando un pequeño empujón al maleante. De una patada le desarmé y coloqué mi espada sobre su cuello.
- Creo que con esto, ya tenemos suficiente ¿No? – Le terminé de decir dando por finalizado el combate.

Los vítores y aplausos del resto de ciudadanos confirmaron que todo había terminado. Roshy se había lanzado a los brazos de su padre, quien se aferraba a ella como lo que realmente era, su mayor tesoro.
- Oye Roshy, ¿Estás bien? - Pregunté mientras llevaba una mano al corte que había recibido anteriormente.
- Sí... gracias, Lance - Dijo con una voz temblorosa pero firme.

El padre, lleno de emoción, no pudo casi acertar palabra al dirigirse a mi. Sus amigos le llevaron agua para que bebiese y se tranquilizase, antes de retomar sus palabras.
- Lance, no sé cómo agradecerte lo suficiente - Dijo Roshan con gratitud en su voz. - Has salvado a mi hija y, con ello, también has salvado nuestra comunidad de una crisis.

Sacudió la cabeza, como si no encontrara palabras suficientes, y luego me miró con una gratitud que no había visto antes en nadie.
- Mi familia ha guardado un tesoro durante generaciones. No le hemos dado uso, pues sabemos que su poder es grande y peligroso. Pero creo que tú, Lance Turner, eres alguien en quien puedo confiar para usarlo sabiamente. Por favor, ven mañana a casa, serás bien recibido, y te lo entregaré.
- No, no, no hace falta. – Le dije mostrándome muy humilde, aunque curioso por saber de qué se trataría ese tesoro. Supuse que sería una joya o algo relacionado con el oficio de mercader, pero no era algo que necesitase más que ellos.

Aun así, él insistió tanto, acompañado de todos los amigos y vecinos, que accedí a ir a su casa al día siguiente, sin voluntad alguna de aceptar su tesoro.


RE: [Autonarrada - T.1] El día que todo cambió - Moderador Condoriano - 15-09-2024

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  • Reputación: +5 reputación positiva

¡Vaya! Nunca había nadie tan raudo y veloz en realizar un rescate. Esa niña debe sentirse afortunada de que estuvieras ahí cerca.