El eco de los pasos del capitán resonaba en la oscuridad, mientras se deslizaba entre las sombras que cubrían los alrededores de la central hidroeléctrica. A lo lejos, las luces de las lámparas y los faros eléctricos iluminaban partes de la estructura, revelando por momentos las altas torres de metal y los enormes tubos que transportaban el agua del río cercano hacia las turbinas. Era una construcción imponente para una isla pequeña como Oykot, lo que no hacía más que confirmar las sospechas de Syxel de que debía haber algo raro detrás de todo aquello.
La información que había reunido tras algunas noches en las tabernas locales indicaba que los secretos, de haberlos, estarían guardados a buen recaudo en la oficina administrativa de la central, una pequeña edificación alejada del bullicio del trabajo diario. Según los rumores, era allí donde se manejaban las finanzas y los contratos, y donde cualquier rastro de la familia Blackmore podía estar escondido.
El capitán se detuvo tras una enorme roca, justo al borde de la colina que le permitía ver bien la central. Había pasado días observando el lugar, trazando un plan. El punto débil estaba en la parte este, donde el cambio de guardia dejaba brevemente una de las entradas sin vigilancia. Sería un pequeño margen de tiempo, pero suficiente para alguien con sus habilidades.
Con un último vistazo a su alrededor, Silver ajustó su gabardina y comenzó a descender por la ladera, moviéndose con sigilo entre los arbustos que bordeaban la estructura. Cada paso estaba calculado con precisión, y su respiración se mantenía controlada. Un solo error en ese momento sería suficiente para poner a toda la seguridad en alerta. Llegó a la parte trasera del edificio, donde una pequeña puerta de mantenimiento estaba mal iluminada. Perfecto.
El pirata se acercó cautelosamente, y al comprobar que no había guardias cerca, sacó una ganzúa de su bolsillo. Había aprendido ese tipo de habilidades en su juventud, cuando vivía en las calles. Y a pesar del tiempo transcurrido, esa destreza seguía resultando útil.
La cerradura cedió con facilidad, y el capitán se coló en el interior sin hacer un solo ruido. El olor a aceite y metal lo envolvió de inmediato. Se encontraba en lo que parecía ser una sala de herramientas y suministros para los trabajadores de mantenimiento. No era su destino final, pero era un buen punto de entrada. El corazón de la operación debía estar en los pisos superiores, donde los administradores y ejecutivos se aseguraban de que todo marchara según lo planeado.
Syxel avanzó sigilosamente por los pasillos de la planta baja, sus oídos atentos a cualquier sonido inusual. El plan era claro: entrar, encontrar la oficina administrativa, localizar cualquier documento que conectara a los Blackmore con la central y salir sin levantar sospechas. Sin embargo, la tensión en el ambiente le indicaba que el camino estaría lejos de ser sencillo.
Al llegar a una esquina, el eco de voces que se aproximaban lo obligó a moverse con rapidez. Se deslizó detrás de una pila de cajas justo a tiempo para ver pasar a dos guardias conversando.
—¿Has escuchado los rumores? —dijo uno de ellos, un hombre delgado con una linterna en la mano—. Dicen que alguien está husmeando por la ciudad, preguntando por los Blackmore.
El segundo guardia, un tipo corpulento y con una cicatriz en la frente, soltó una carcajada ronca.
—Bah, nadie tiene el valor de meterse con esa familia. Si alguien ha estado preguntando, no durará mucho.
Syxel esbozó una sonrisa en la penumbra. "¿Tan seguro estás?", pensó mientras los hombres desaparecían por el pasillo. El tiempo apremiaba, pero no pensaba retroceder. Estaba decidido a cumplir su objetivo, fuera cual fuera el precio.
Con los guardias fuera de su vista, el pirata continuó avanzando por los corredores oscuros de la planta. El constante sonido del agua que pasaba por las enormes tuberías cercanas parecía marcar el ritmo de sus pasos, acercándolo más a su destino. Finalmente, llegó a una puerta con una pequeña placa que decía "Oficina Administrativa". Era el lugar que buscaba.
Se detuvo por un momento, afinando sus sentidos. El pasillo permanecía desierto, pero Syxel podía imaginar que el verdadero desafío aún estaba por venir. Sacó nuevamente su ganzúa y, con destreza, abrió la cerradura. La puerta se abrió con un leve chirrido.
El interior de la oficina era austero, con un escritorio de madera, varias estanterías repletas de carpetas y algunos armarios metálicos cerrados con llave. Tras cerrar la puerta detrás de él, se dispuso a trabajar. Buscaba cualquier documento que vinculara las operaciones de la central con los Blackmore, o cualquier tipo de transacción ilícita. Los contratos o las transacciones financieras serían la clave.
Registró rápidamente los archivos, apartando los documentos que no le interesaban. La mayoría eran reportes de mantenimiento, órdenes de compra de maquinaria o pagos a contratistas locales. Pero, justo cuando estaba a punto de desistir, una carpeta etiquetada con un nombre peculiar capturó su atención: "Otras Transacciones".
El corazón del capitán se aceleró. Abrió la carpeta y, al hojear los papeles, encontró algo que le hizo sonreír. Pagos a nombre de varias empresas registradas en el East Blue, todas relacionadas con la familia. Las cantidades eran enormes, mucho más de lo que una central hidroeléctrica en Oykot debería manejar.
—Aquí está —murmuró, guardando algunos de los documentos más comprometedores en su gabardina. Pero justo cuando se preparaba para salir, un ruido lo hizo detenerse en seco. Pasos.
El capitán se giró rápidamente, buscando una salida alternativa, pero antes de poder moverse, la puerta de la oficina se abrió de golpe. Un par de guardias entraron en la habitación, sus linternas iluminaron el escritorio vacío. Aún no habían notado la presencia del intruso, que se ocultaba tras una estantería al fondo de la sala. Los hombres comenzaron a revisar la habitación con sospecha.
—¿No escuchaste algo? —preguntó uno, mientras el otro revisaba los armarios cerrados con llave.
—Probablemente fuese una rata —respondió su compañero, aunque ambos seguían inspeccionando el lugar.
El pirata apretó los puños y respiró hondo. No podía permitirse el lujo de esperar. Con movimientos calculados, bordeó las sombras hasta colocarse detrás de uno de los guardias. Con un destello de velocidad, lanzó un fuerte golpe al costado del hombre, quien apenas tuvo tiempo de soltar un leve jadeo antes de que la mano de Silver cubriera su boca para evitar cualquier grito. La fuerza del impacto lo derribó al suelo, pero antes de que pudiese caer por completo, el pirata lo atrapó, controlando su peso para que no hiciera ruido.
El otro guardia, al escuchar el sonido apagado de la caída, se giró bruscamente, linterna en mano, enfocando la luz en dirección al compañero caído.
—¿Qué...?
Antes de que pudiera completar la frase, Syxel ya se había lanzado hacia él. Con una velocidad impresionante, el capitán cerró la distancia en un abrir y cerrar de ojos. El guardia intentó retroceder, pero tropezó con el pie de la estantería. Cayó al suelo de espaldas, soltando su linterna, que rodó iluminando el techo.
—¡Ayud...! —intentó gritar el guardia, pero Silver lo silenció de un potente rodillazo en el estómago.
El hombre se retorció en el suelo, tratando de tomar aire mientras el pirata lo sujetaba por la camisa y lo levantaba parcialmente, mirándolo con una mezcla de indiferencia y determinación. El combate no había sido difícil, pero mantener a los guardias callados resultaba esencial para no atraer a más refuerzos.
—Mantente en silencio y no tendrás que morir esta noche —le susurró Syxel, mientras con un rápido golpe en el cuello lo dejaba inconsciente.
El cuerpo del segundo guardia cayó con un golpe seco, pero el peligro aún no había pasado. Al asegurarse de que ambos hombres estuvieran fuera de combate, el capitán revisó sus bolsillos en busca de llaves u otros objetos útiles, encontrando únicamente insignificantes credenciales. Los dejaría con vida. No le interesaba mancharse las manos con la sangre de simples vigilantes que solo seguían órdenes.
Respiró hondo, dándose unos segundos para asegurarse de que no había más amenazas inmediatas. Mientras los cuerpos permanecían inertes en el suelo, Silver los acomodó detrás de los muebles, cubriendo las huellas de su rápida intervención. Nadie los encontraría en las próximas horas, pero tampoco pasaría mucho tiempo antes de que alguien notara su ausencia.
Con los documentos comprometedores en su poder, Syxel salió de la oficina, moviéndose con rapidez por los pasillos que ya había recorrido al entrar. Todo parecía bajo control, pero justo cuando creía estar a salvo, divisó más guardias patrullando el área en la distancia.
"Hay que joderse", pensó para sí mismo mientras veía cómo las linternas iluminaban el único camino directo hacia la salida. Involucrarse en una pelea con más hombres solo lo retrasaría, así que necesitaba encontrar otra opción rápidamente.
Un conducto de ventilación no muy lejos captó su atención. No era la salida más digna, pero dadas las circunstancias, era su mejor alternativa. Sin dudarlo, el pirata se deslizó hacia el conducto y, con agilidad, se adentró en el estrecho túnel de metal, avanzando tan rápido como el espacio se lo permitía.
El sonido de las patrullas se desvaneció poco a poco, mientras el intruso se alejaba del peligro inmediato. Tras unos minutos que parecieron interminables, llegó al extremo del conducto, el cual desembocaba en la parte exterior de la central, justo al lado del río que alimentaba las turbinas.
El capitán emergió del conducto, sacudiéndose el polvo y mirando a su alrededor. Había logrado salir sin ser detectado una vez más, con los documentos bajo el brazo. Una sonrisa volvió a su rostro al sentir el aire fresco de la noche. Tenía lo que había venido a buscar, o al menos una parte de ello.
La información que había reunido tras algunas noches en las tabernas locales indicaba que los secretos, de haberlos, estarían guardados a buen recaudo en la oficina administrativa de la central, una pequeña edificación alejada del bullicio del trabajo diario. Según los rumores, era allí donde se manejaban las finanzas y los contratos, y donde cualquier rastro de la familia Blackmore podía estar escondido.
El capitán se detuvo tras una enorme roca, justo al borde de la colina que le permitía ver bien la central. Había pasado días observando el lugar, trazando un plan. El punto débil estaba en la parte este, donde el cambio de guardia dejaba brevemente una de las entradas sin vigilancia. Sería un pequeño margen de tiempo, pero suficiente para alguien con sus habilidades.
Con un último vistazo a su alrededor, Silver ajustó su gabardina y comenzó a descender por la ladera, moviéndose con sigilo entre los arbustos que bordeaban la estructura. Cada paso estaba calculado con precisión, y su respiración se mantenía controlada. Un solo error en ese momento sería suficiente para poner a toda la seguridad en alerta. Llegó a la parte trasera del edificio, donde una pequeña puerta de mantenimiento estaba mal iluminada. Perfecto.
El pirata se acercó cautelosamente, y al comprobar que no había guardias cerca, sacó una ganzúa de su bolsillo. Había aprendido ese tipo de habilidades en su juventud, cuando vivía en las calles. Y a pesar del tiempo transcurrido, esa destreza seguía resultando útil.
La cerradura cedió con facilidad, y el capitán se coló en el interior sin hacer un solo ruido. El olor a aceite y metal lo envolvió de inmediato. Se encontraba en lo que parecía ser una sala de herramientas y suministros para los trabajadores de mantenimiento. No era su destino final, pero era un buen punto de entrada. El corazón de la operación debía estar en los pisos superiores, donde los administradores y ejecutivos se aseguraban de que todo marchara según lo planeado.
Syxel avanzó sigilosamente por los pasillos de la planta baja, sus oídos atentos a cualquier sonido inusual. El plan era claro: entrar, encontrar la oficina administrativa, localizar cualquier documento que conectara a los Blackmore con la central y salir sin levantar sospechas. Sin embargo, la tensión en el ambiente le indicaba que el camino estaría lejos de ser sencillo.
Al llegar a una esquina, el eco de voces que se aproximaban lo obligó a moverse con rapidez. Se deslizó detrás de una pila de cajas justo a tiempo para ver pasar a dos guardias conversando.
—¿Has escuchado los rumores? —dijo uno de ellos, un hombre delgado con una linterna en la mano—. Dicen que alguien está husmeando por la ciudad, preguntando por los Blackmore.
El segundo guardia, un tipo corpulento y con una cicatriz en la frente, soltó una carcajada ronca.
—Bah, nadie tiene el valor de meterse con esa familia. Si alguien ha estado preguntando, no durará mucho.
Syxel esbozó una sonrisa en la penumbra. "¿Tan seguro estás?", pensó mientras los hombres desaparecían por el pasillo. El tiempo apremiaba, pero no pensaba retroceder. Estaba decidido a cumplir su objetivo, fuera cual fuera el precio.
Con los guardias fuera de su vista, el pirata continuó avanzando por los corredores oscuros de la planta. El constante sonido del agua que pasaba por las enormes tuberías cercanas parecía marcar el ritmo de sus pasos, acercándolo más a su destino. Finalmente, llegó a una puerta con una pequeña placa que decía "Oficina Administrativa". Era el lugar que buscaba.
Se detuvo por un momento, afinando sus sentidos. El pasillo permanecía desierto, pero Syxel podía imaginar que el verdadero desafío aún estaba por venir. Sacó nuevamente su ganzúa y, con destreza, abrió la cerradura. La puerta se abrió con un leve chirrido.
El interior de la oficina era austero, con un escritorio de madera, varias estanterías repletas de carpetas y algunos armarios metálicos cerrados con llave. Tras cerrar la puerta detrás de él, se dispuso a trabajar. Buscaba cualquier documento que vinculara las operaciones de la central con los Blackmore, o cualquier tipo de transacción ilícita. Los contratos o las transacciones financieras serían la clave.
Registró rápidamente los archivos, apartando los documentos que no le interesaban. La mayoría eran reportes de mantenimiento, órdenes de compra de maquinaria o pagos a contratistas locales. Pero, justo cuando estaba a punto de desistir, una carpeta etiquetada con un nombre peculiar capturó su atención: "Otras Transacciones".
El corazón del capitán se aceleró. Abrió la carpeta y, al hojear los papeles, encontró algo que le hizo sonreír. Pagos a nombre de varias empresas registradas en el East Blue, todas relacionadas con la familia. Las cantidades eran enormes, mucho más de lo que una central hidroeléctrica en Oykot debería manejar.
—Aquí está —murmuró, guardando algunos de los documentos más comprometedores en su gabardina. Pero justo cuando se preparaba para salir, un ruido lo hizo detenerse en seco. Pasos.
El capitán se giró rápidamente, buscando una salida alternativa, pero antes de poder moverse, la puerta de la oficina se abrió de golpe. Un par de guardias entraron en la habitación, sus linternas iluminaron el escritorio vacío. Aún no habían notado la presencia del intruso, que se ocultaba tras una estantería al fondo de la sala. Los hombres comenzaron a revisar la habitación con sospecha.
—¿No escuchaste algo? —preguntó uno, mientras el otro revisaba los armarios cerrados con llave.
—Probablemente fuese una rata —respondió su compañero, aunque ambos seguían inspeccionando el lugar.
El pirata apretó los puños y respiró hondo. No podía permitirse el lujo de esperar. Con movimientos calculados, bordeó las sombras hasta colocarse detrás de uno de los guardias. Con un destello de velocidad, lanzó un fuerte golpe al costado del hombre, quien apenas tuvo tiempo de soltar un leve jadeo antes de que la mano de Silver cubriera su boca para evitar cualquier grito. La fuerza del impacto lo derribó al suelo, pero antes de que pudiese caer por completo, el pirata lo atrapó, controlando su peso para que no hiciera ruido.
El otro guardia, al escuchar el sonido apagado de la caída, se giró bruscamente, linterna en mano, enfocando la luz en dirección al compañero caído.
—¿Qué...?
Antes de que pudiera completar la frase, Syxel ya se había lanzado hacia él. Con una velocidad impresionante, el capitán cerró la distancia en un abrir y cerrar de ojos. El guardia intentó retroceder, pero tropezó con el pie de la estantería. Cayó al suelo de espaldas, soltando su linterna, que rodó iluminando el techo.
—¡Ayud...! —intentó gritar el guardia, pero Silver lo silenció de un potente rodillazo en el estómago.
El hombre se retorció en el suelo, tratando de tomar aire mientras el pirata lo sujetaba por la camisa y lo levantaba parcialmente, mirándolo con una mezcla de indiferencia y determinación. El combate no había sido difícil, pero mantener a los guardias callados resultaba esencial para no atraer a más refuerzos.
—Mantente en silencio y no tendrás que morir esta noche —le susurró Syxel, mientras con un rápido golpe en el cuello lo dejaba inconsciente.
El cuerpo del segundo guardia cayó con un golpe seco, pero el peligro aún no había pasado. Al asegurarse de que ambos hombres estuvieran fuera de combate, el capitán revisó sus bolsillos en busca de llaves u otros objetos útiles, encontrando únicamente insignificantes credenciales. Los dejaría con vida. No le interesaba mancharse las manos con la sangre de simples vigilantes que solo seguían órdenes.
Respiró hondo, dándose unos segundos para asegurarse de que no había más amenazas inmediatas. Mientras los cuerpos permanecían inertes en el suelo, Silver los acomodó detrás de los muebles, cubriendo las huellas de su rápida intervención. Nadie los encontraría en las próximas horas, pero tampoco pasaría mucho tiempo antes de que alguien notara su ausencia.
Con los documentos comprometedores en su poder, Syxel salió de la oficina, moviéndose con rapidez por los pasillos que ya había recorrido al entrar. Todo parecía bajo control, pero justo cuando creía estar a salvo, divisó más guardias patrullando el área en la distancia.
"Hay que joderse", pensó para sí mismo mientras veía cómo las linternas iluminaban el único camino directo hacia la salida. Involucrarse en una pelea con más hombres solo lo retrasaría, así que necesitaba encontrar otra opción rápidamente.
Un conducto de ventilación no muy lejos captó su atención. No era la salida más digna, pero dadas las circunstancias, era su mejor alternativa. Sin dudarlo, el pirata se deslizó hacia el conducto y, con agilidad, se adentró en el estrecho túnel de metal, avanzando tan rápido como el espacio se lo permitía.
El sonido de las patrullas se desvaneció poco a poco, mientras el intruso se alejaba del peligro inmediato. Tras unos minutos que parecieron interminables, llegó al extremo del conducto, el cual desembocaba en la parte exterior de la central, justo al lado del río que alimentaba las turbinas.
El capitán emergió del conducto, sacudiéndose el polvo y mirando a su alrededor. Había logrado salir sin ser detectado una vez más, con los documentos bajo el brazo. Una sonrisa volvió a su rostro al sentir el aire fresco de la noche. Tenía lo que había venido a buscar, o al menos una parte de ello.