Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Autonarrada] [A-T2] La sombra de la Revolución
Alistair
Mochuelo
43 de Invierno, Año 742

Haber llevado tras las rejas al hombre que perjudicaba a otros sin miramientos a cambio de dinero era un peso que se levantaba de su pecho, una ligereza que lo recompensaba por un buen acto realizado. Aun así, en esta ocasión, dejes de recelo se asomaban en cada esquina del bendecido sentimiento, como un mal augurio que estaba esperando el momento correcto por suceder. Y es que no era para menos: La forma en la que obtuvo la información, quien la llevó hasta él y la críptica manera de imponerle una decisión... Todos eran indicadores que pedían a gritos su desconfianza, aún cuando no estaba correctamente impresa en la naturaleza del chico. Pero no era lo suficientemente ingenuo como para dejar pasar tales detalles como si no pasara nada.

Una carta misteriosa, sencilla en apariencia, que carecía de un remitente y que contenía información digna de los bancos de datos de un espía: Mencionaba a detalle al hombre que había atado en las afueras de Villa Fosha y llamado a la Marina a su posición una vez se hubiera alejado lo suficiente. Y aunque tenía huecos en la información suministrada -como el cómplice con el que trabajaba, y que probablemente también era un eslabón más de una cadena mucho mas extensa-, la raíz de su sospecha nacía principalmente de las últimas palabras. Le había dejado la decisión de hacer algo con ese hombre al Lunarian, sin ninguna restricción o petición explícita. Era como anunciar la maldad de un hombre, y dejar el destino de éste en las manos de alguien más. Podía entender en manos de una organización, pero ¿de una sola persona? Había tantas preguntas, y desenterrarlas solo ocasionaba la aparición de más y más exponencialmente. Tan pronto el momento de la acción pasó, estos pensamientos se volvieron un dolor de cabeza mayor para el espadachín.

En la habitación que había alquilado por unas noches, Alistair habría invertido una ilusoriamente larga cantidad de tiempo sentado en el borde de la cama con la carta en sus manos. Tan solo contemplaba el papel de la carta -ojeando sus contenidos, pero filtrándolos de su mente completamente-, girándolo de vez en cuando, carente de cualquier pista que pudiera permitirle avanzar, como si el chico esperase que el papel saltara a la vida y revelara todos sus secretos incluso si le costaban un ojo de la cara. No soportaba esa sensación. Gruñía entre dientes de vez en cuando, molesto. 

Hasta que una metafórica pieza del rompecabezas, en realidad un proyectil de filo, se clavó con fuerza en la pared en el lado opuesto de la habitación. El chico permanecería varios segundos atónito, hasta que finalmente recobraría todas sus energías de golpe y correría hasta el objeto desconocido, levantándose de la cama de un salto y cerrando distancia con el proyectil hasta que estuvo al alcance de su mano; lo removió junto al pequeño trozo de papel que lo rodeaba, impedido de recuperar el brillo en su mirada por la naturaleza misteriosa del papel. Un mapa dibujado pobremente a mano que marcaba un punto en específico, una hora y una advertencia: "Ven preparado." ¡Reconocía esa letra! Era la misma que iba en la carta, aunque claramente elaborada con más dificultad por el tamaño del documento. ¿Qué coño significaba todo eso? Se rascó la cabeza, un intento que su cuerpo hizo por convertir su falta de información en un tic físico. 

No quedaba de otra, para bien o para mal. Si quería llegar a la respuesta que tanto ansiaba, esto era el único indicio. 

Con serias dudas reflejadas en su mirada, se dirigió a la cama intentando no darle demasiados rodeos; ahora que al menos tenía algo con lo cual continuar en esa pseudo-investigación de su parte, todo lo que requería en el momento era ser paciente y esperar al próximo amanecer. 

...

No había dormido un carajo esa noche. Sobraba decir que tenía ojeras en las ojeras, como un cafeinómano que iba por su sexta taza de café a menos de una hora para dormir. Incluso cuando todo el misterio montado alrededor de una buena intención no había durado más que unas cuantas horas, el prospecto de las infinitas posibilidades que podían suceder ese mismo día mantuvo su mente activa más tiempo del que hubiese deseado. Si no fuera porque el día de hoy parecía incluir futuros problemas implícitamente, seguramente se habría dado cabezazos contra la pared hasta dejarse inconsciente de ahí hasta la mañana siguiente. 

No era una opción, necesitaba su cabeza en buen estado. Al menos tanto como unas 5 horas de sueño y un baldado de agua fría a la cara podían conseguirle. Se vistió, acomodó la funda de su katana al costado derecho de su cintura, por debajo del cinturón para mantenerla en su sitio, y partió del lugar tras pagar la estadía de la noche; no había traído equipaje que no pudiera llevar en sus bolsillos, era un viajero que le gustaba saltar de una isla a otra con poco que llevar encima. Era también lo que tenía haber sido un esclavo por casi una década, y haber recuperado su libertad hace menos de una temporada. 

La caminata no era demasiado lejana a Villa Fosha, pero requería conocer un poco del lugar para conseguir llegar hasta el sitio sin extraviarse, algo que Alistair por supuesto no tenía conocimiento de y acabó por sumarle una hora más de trayecto, ¿por qué narices no había añadido mas instrucciones en el papel? "Gira a tu derecha en el árbol con forma de dona" o una tontera así. Tenía toda la parte de atrás, y por alguna razón había decidido dejarla completamente vacía mientras sobrecargaba de información en la cara principal. 

Hasta que finalmente llegó. Un claro en medio de un bosque, un lugar precioso habitado por una abundancia de flora pero nada de fauna en el que se hubiera tomado su sagradísimo tiempo en disfrutar de su estancia allí y gozar de la maravillosa vista digna de retratar en un marco, si no fuera por todo el enrevesado contexto que rodeaba ese preciso instante. Un retorcido desenvolvimiento que, como tenía que ser, no fallaría en recordárselo con algo más que sutilezas en un momento. 

"Sutilezas" era el nombre de los dos cuchillos que habían arrojado en trayectoria a su cara. "Algo más" el de las agujas que iban detrás, alineadas perfectamente con los proyectiles de mayor tamaño. 

La aproximación de los proyectiles fue delatada solo por el sonido de una rama rompiéndose en la dirección exacta de éstos, algo que -teniendo en cuenta el sigilo que habían usado para moverse bajo sus narices, o la paciencia para esperarle allí- parecía mas intencional que un accidente conveniente. 

Agitó su katana horizontalmente dos veces, cada uno de estos movimientos encargados de rechazar uno de los proyectiles macizos que hicieron el distinto sonido de metal colisionando cuando fueron repelidos. Esto, por supuesto, le dejó completamente abierto a la segunda ofensiva furtiva que acompañaba detrás: Un par de agujas que, sin esfuerzo, rozó una mejilla cada una y abrió su piel para dejar un rastro de sangre cayendo por la zona.

El quejido fue inevitable, pues aunque fuesen heridas pequeñas, el roce ardía como ninguno. Posiblemente un veneno, o solo la precisión prodigiosa de un francotirador consumado. Poco importaba; cerró uno de sus ojos y se agachó inmediatamente, colocando la mano libre sobre su rostro como reflejo al dolor. Aún carecía de la suficiente inexperiencia para ver mas allá de esas sensaciones, de ignorar lo que podía ser otra trampa y que divinamente era capaz de acabar en un proyectil más directo al entrecejo.

De las sombras, una figura completamente cubierta en sus vestimentas, encapuchada y con solo sus labios expuestos hizo acto de presencia mientras caminaba rodeando al Lunarian por el borde del claro. Voz carrasposa y notablemente mas bajo que el espadachín. Su expresión neutral le decía que no sacaba un placer sádico de lo que hacía, para su beneficioso. Pero por un lado más negativo, la destreza con la que hacía maniobras casi imposibles con el cuchillo arrojadizo deslizándose entre sus dedos le dejaba claro que no era un donnadie. Como mínimo, era un profesional en lo que hacía.

Tengo entendido que buscas a la Armada, ¿no es así, chico?

Las palabras del hombre parecían expulsadas con condescendencia por el chico, como si tuviera cierta repulsión hacia el intento de candidato. No, mas bien, hacia la idea de que lo consiguiera. 

Pero Alistair no se quedaría a hablar, desperdiciando una perfecta oportunidad para sacar no solo información sino para descansar de sus heridas y dejar que su cuerpo se recuperara del shock, ignorando que hasta hace un momento podía haberle arrebatado la vida. Temperamental, irracional, de poca práctica con su arma de confianza y aún menor planeación. Era la carne de cañón que solo duraba una semana, si no menos. 

Embistió directamente contra el hombre, tentando a su suerte con cortes erráticos de su katana hacia la figura. Y como era de esperarse, el hombre misterioso esquivó cada uno de ellos hasta que finalmente se hartó, pateándolo en el estómago para empujarlo contra un árbol y colocando una daga en su cuello; un pequeño hilo de sangre brotó por la presión contra la piel, dejando claro lo que podía suceder si se lo proponía. 

Te hice una pregunta, polluelo. Y espero respuesta inmediata.

... Sí, los busco. — Respondió a regañadientes, cortante. Por una vez usó la cabeza, intentando ganar tiempo mientras encontraba una forma de escapar a su situación sin mucho éxito. Al menos hasta que el hombre lo liberó él mismo, y nuevamente se dispuso a hablar, no sin antes tomar distancia antes. . 

De nuevo, con mas enfoque. Si solo blandes la espada esperando pegarle a algo con los ojos cerrados, acabarán sacándote el aire o cortándote la garganta, lo que les parezca mas conveniente.

¿Qué demonios pretendía dándole instrucciones de como atacar? Le irritaba, pero todavía más le irritaba cuánto control tenía sobre la batalla. Ni siquiera sudaba luego de haber evadido todo lo anterior... ¿Quién era en primer lugar? Sus dudas solo pesaban en sus movimientos, lo hacían lento, y le daban oportunidades gratuitas a su contrario para eliminar cualquier ofensiva al momento de realizarla. 

No era un rival en lo absoluto, y la figura se encargó de dejárselo más que claro. 

Después de un par de intentos repetitivos con lo mismo, el hombre finalmente arrojó al suelo al Lunarian -a pesar de que estaba al menos una cabeza por debajo en altura- y colocó un cuchillo apuntando a su cuello junto a un pie sobre su garganta, esta vez con la misericordia de no presionarlo sino solo sostener el filo en su dirección. No por ello siendo una menor amenaza, claro.

No tienes lo que hay que tener, muchacho. Te falta disciplina, fuerza, táctica... Y una meta. Las buenas intenciones son más que bienvenidas, son buenas cualidades para un héroe. Pero tú no vas a ser un héroe, vas a ser un soldado. Y si pretendes vivir más de un día en la revolución, te falta mucho por mejorar.

Con el mensaje que había venido a comunicar efectivamente pasado, el hombre liberó de su agarre a Alistair, quien en reflejo tosió y aspiró con fuerza cuando finalmente pudo tomar una bocanada de aire completa. Ahora todo cobraba bastante mas sentido. Y sentía que había desperdiciado la oportunidad que le habían brindado.

Pero si alguna vez consideras que tienes lo necesario, esta vez de verdad, puedo permitirte una segunda audiencia — El hombre arrojó el cuchillo sin mirar, de espaldas, dando vueltas en el aire hasta que finalmente aterrizaría al lado del rostro de Alistair. Un cuchillo que parecía... diferente al resto, con decoraciones que destacaban. Pero esto no era algo que notaría en ese momento. — Te estaré esperando, polluelo.

Ah... Cuán cómodo se sentía el césped sobre el que estaba, rozando su piel ocasionalmente. Su mirada perdida estaba en el cielo, y por una vez no pensó en nada más que cerrar los ojos y tomar una siesta. Era la única ocasión en la que se permitiría ser perezoso y negligente.

Porque desde mañana entrenaría como ninguno. Se dejaría la piel en su katana. No se detendría hasta el último aliento. 

Se dejaría el espíritu en convertirse en un digno revolucionario, hasta el día en que pudiera encontrarse nuevamente con el hombre.
#1
Moderadora Perona
Ghost Princess
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#2


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