Hay rumores sobre…
... que en una isla del East Blue puedes asistir a una función cirquense.
[Autonarrada] [T2] Un Paseo por el Jardín del Edén
Percival Höllenstern
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El océano, interminable y profundo, se mecía en su constante danza bajo el barco. Las olas murmuraban historias de antiguos dioses, pero a mí no me interesaban. El cielo, teñido de colores cálidos por el atardecer, proyectaba un reflejo dorado sobre la superficie del mar, como si intentara competir con el brillo del espejo que iba modulando entre los dedos y que iba siendo deformado como si de mercurio líquido se tratara.

Este maldito espejo…— pensé en voz alta, sintiendo su frío tacto mientras mutaba su forma. Tan pronto era un cubo como se iba transformando en una pequeña astilla, nada más, pero desde que obtuve este poder, parecía tener vida propia como si algo a través de ello me aguardara en el otro lado. Como si algo extremadamente familiar me observara.

Las olas seguían lamiendo los costados del barco, y la brisa salada no hacía nada por despejar mis pensamientos. Había vuelto de un viaje infernal, tras enfrentarme a lo que parecía ser la prueba definitiva de mi habilidad mundana, que había logrado en mí obtener dicho poder, pero algo en mi interior se removía. Algo que ni el vasto océano ni el cielo sin fin podían calmar.

No puedes huir de lo que eres, Percival— me dije, mientras observaba mi propio reflejo en la superficie maleable y reflectante. Sin saber muy bien por qué, acerqué más la informe astilla de espejo a mi rostro. Algo en su interior me llamaba. Un susurro, un eco lejano que parecía invitarme a traspasar esa delgada barrera que separa lo real de lo irreal.
Y entonces ocurrió.

El mundo a mi alrededor se desvaneció como si nunca hubiera existido. El barco, las olas, el cielo… todo fue tragado por una oscuridad que no dejaba espacio a los sentidos. No era la primera vez que sentía algo así desde que conocí el poder, pues algo similar fue el principio de su obtención, pero esta vez era distinto. Esta vez no era solo un reflejo. Era algo mucho más profundo.

Cuando mis pies volvieron a tocar suelo, supe que ya no estaba en el barco. El aire era más denso, casi palpable, como si se tratara de un líquido pesado contenida. Abrí los ojos lentamente, y lo que vi me dejó sin aliento.

El Jardín del Edén.

No había otra forma de describirlo. Era un lugar imposible, un paisaje sacado de los sueños más profundos o las pesadillas más hermosas. Todo era perfecto, pero terriblemente equivocado. Caminaba por un campo de flores, pero no eran flores comunes. Eran negras, con pétalos que brillaban como cristales oscuros, y lo más perturbador: cada una de ellas se contemplaba en un orden casi matemático. Fragmentos de espejo que compartían sus pétalos reflejaban mi cara, y me miraban desde todas direcciones, deformándose, cambiando. Y entonces se rieron. Mis propios rostros, miles de ellos, se rieron de mí con voces distorsionadas.

¿Qué es esto?— murmuré, aunque ya conocía la respuesta. Este lugar… este mundo dentro del espejo no obedecía a las reglas de la realidad. Aquí, todo era maleable, todo podía ser deformado, moldeado. Aquí, la verdad no tenía cabida.

El cielo sobre mí era un caos de colores, espirales imposibles que giraban y se retorcían como si el propio firmamento estuviera siendo arrancado de sus cimientos. En la distancia, una torre de cristal subía hacia ese cielo irreal, retorciéndose como una espiral infinita. Y a los laterales diseminados en un orden también caótico, miles o quizá millones de espejos pendían colgados del mismo tejido del cielo.

No es real— me dije, pero incluso mientras lo decía, sentía que mis palabras carecían de peso en este lugar. Aquí, lo que yo creía real era irrelevante. Solo importaba el alcance de mi imaginación, que es lo que auténticamente tenía ese poder.

Seguí caminando, aunque cada paso se sentía más liviano, como si la tierra bajo mis pies no fuera más que un fino velo sobre un abismo insondable. Las flores negras y espejadas seguían riéndose en susurros, repitiendo mis palabras, burlándose de cada pensamiento.

Intenté ignorarlas, pero cada paso las hacía más insistentes, más intrusivas en mi mente. ¿Qué era lo que realmente buscaba aquí? ¿Era poder? ¿Control? Desde que obtuve esta habilidad, la capacidad de manipular reflejos y superficies me había dado una ventaja, sí, pero aquí… el poder se sentía diferente. Aquí, no se trataba solo de usar espejos. Aquí, podía manipular todo. El paisaje respondía a mis pensamientos, mis deseos más profundos parecían cobrar vida en formas inesperadas.
Estiré la mano, casi sin darme cuenta, y el aire frente a mí comenzó a ondular. Como si fuera agua, la realidad se dobló ante mi gesto. Vi cómo las flores se multiplicaban a mi alrededor, generando más espejos en un abanico similar a un crisantemo, cómo la torre en la distancia parecía encogerse y sobreponerse, compuesta en sí misma por pequeños cristales reflectantes... Aquí, el control era absoluto, pero al mismo tiempo, frágil.

Entonces, una figura apareció en el horizonte, caminando hacia mí por un sendero de espejos rotos que no estaba allí un segundo antes. Una mujer, alta y esbelta, pero su rostro… su rostro cambiaba constantemente, como si no pudiera decidir quién era.
Se detuvo frente a mí y me miró con un par de ojos que no dejaban de transformarse.

¿Qué es lo que buscas realmente, Percival?— Su voz era suave, pero resonaba en mi mente con una fuerza inquebrantable. Sonaba con multiplicidad de voces, extraña.

La pregunta me dejó helado. ¿Qué buscaba aquí? ¿Por qué había venido a este lugar? Recordé los años de esclavitud, las cadenas que había roto, el odio que había cultivado en mi corazón, pero también la revelación de mi origen noble.

Busco…— titubeé, pero las palabras no salían, pero mis pensamientos salieron como fugas de gas de un motor.

La mujer sonrió, pero su sonrisa se rompió en mil reflejos, cada uno con una expresión diferente.

La libertad— completó ella por mí. —Es lo que siempre has querido, ¿no? Escapar de las cadenas que otros te pusieron, ser dueño de tu propio destino. Pero dime… ¿Qué tan libre eres realmente ahora conociendo que tu sangre manchada forma parte de la misma que ellos tienen?— confirmó la sombría mujer con gracia, mientras su rostro mutaba y se transformaba de maneras cada vez más imposibles, pero al mismo tiempo, bellas.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Aquí, en este Jardín imposible, donde podía moldear la realidad a mi antojo, ¿acaso era libre? El poder me daba control, sí, pero ese control era una jaula en sí misma. Todo lo que hacía estaba condicionado por mis propios deseos, mis propios miedos. No estaba rompiendo cadenas; solo estaba forjando otras nuevas.

La libertad no existe— murmuré, como si estuviera tratando de convencerme de ello. —Todo es una ilusión, una mentira que nos contamos para sobrevivir.—musité tranquilo, recapacitando sobre la ironía del destino y sobre la autenticidad. La libertad es solo encontrable por los que tienen el poder de defenderla.
La figura inclinó la cabeza, como si considerara mis palabras.

Tal vez— dijo, su voz aún más suave, más envolvente. —O tal vez aún no has aprendido a ver más allá de los reflejos. Todo lo que ves aquí, todo lo que tocas, es solo un eco de lo que eres. Si quieres ser verdaderamente libre, tendrás que medrar rompiendo lo que eres— asintió sabiamente en un tono variable, pero que mostraba, cierta maternidad manifiesta y... ¿Cariño?

Y entonces todo se oscureció, retornando la luz y el aroma a salitre, golpeando mi cara con una bocanada de tranquila y aburrida realidad.

El sonido del viento marino volvió a mis oídos, y cuando abrí los ojos, me encontré de nuevo en la cubierta del barco. El océano seguía allí, imperturbable, como si nada hubiera pasado. El sol se había escondido por completo, dejando el cielo teñido de azul profundo.

Miré mis manos. La astilla del espejo seguía allí, fría como siempre, pero ahora entendía algo más. El poder que había obtenido no era solo una herramienta. Era una puerta, un acceso a un lugar mucho más vasto, mucho más peligroso de lo que había imaginado. Y en ese lugar, las reglas no importaban.

Pero algo en mí había cambiado también. Sentía una nueva certeza, una nueva determinación. El Jardín del Edén no era solo un reflejo, sino que ahora constituía la realidad desde la cual erigir mi propio destino.
#1
Moderador Yamato
Oden
¡HOLA SOY OOOOOOOOOOOODEN-SAMA! Y VENGO A DARTE TUS REGALITOS UWU

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#2


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