Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Aventura] [T1] Wait and bleed
Silver D. Syxel
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Bahía de los Olvidados, Isla Momobami
Verano del año 724

La densa niebla que envolvía la costa de la Bahía de los Olvidados parecía engullir el pequeño bote en el que Kairo viajaba. El viento, cargado con el olor acre del mar y la vegetación podrida, movía suavemente las aguas turbias mientras el oscuro perfil de Isla Momobami emergía en el horizonte. La embarcación se deslizaba lentamente hacia los muelles improvisados que flotaban junto a la orilla, cuyas maderas chirriaban con cada ola que las golpeaba.

El lugar hacía honor a su nombre. La Bahía de los Olvidados era un refugio para aquellos que no querían ser encontrados. Los maleantes, piratas de poca monta y otros repudiados del mundo parecían congregarse en las chozas de madera que formaban un pequeño asentamiento junto al mar. Las estructuras, frágiles y desordenadas, se alzaban torcidas, como si en cualquier momento fueran a ser devoradas por el océano o la jungla que las rodeaba. El bullicio de actividad apenas rompía el silencio opresivo que pesaba sobre el aire; murmullos lejanos, pasos en las tablas del muelle, y el incesante crujir de la madera.

El hombre que remaba el bote hacia la orilla, uno de los empleados del cliente que había hecho el encargo, se detuvo cuando llegaron a los muelles flotantes. No dijo una palabra, su mirada estaba fija en el horizonte como si no quisiera ver demasiado de lo que ocurría en el lugar. Sin embargo, antes de que Kairo bajara, el hombre soltó un breve comentario, casi susurrado.

—Cuidado con lo que encuentres aquí... los que más se confían suelen ser los que no vuelven.

El sonido hueco de las botas de Kairo resonó en la madera mientras subía al muelle, su capa ondeaba levemente con la brisa marina. A su alrededor, unas cuantas figuras sombrías se movían entre los edificios decrépitos, cada una con prisa, cada una evitando el contacto visual. Aunque la bahía parecía casi desierta, Kairo podía ser consciente de que las cosas más interesantes rara vez ocurrían a plena vista.

No muy lejos, una pequeña taberna mal iluminada destacaba entre las chozas, con el leve murmullo de voces que se filtraba por sus paredes de madera astillada. La luz titilante de una lámpara de aceite en la entrada apenas iluminaba el camino. A la izquierda, el muelle continuaba hacia un grupo de barcos más grandes, viejas embarcaciones de mala calidad que probablemente pertenecían a los residentes permanentes de este lugar olvidado.

El ambiente de tensión y misterio quizás no sería algo nuevo para Kairo. En sus años como mercenario, podría haber aprendido que los lugares como este albergaban más secretos de los que uno esperaba. Y esta vez, él estaba aquí por uno en particular: un brazalete robado, último vestigio de una madre fallecida, ahora en manos de algún ladrón miserable que había elegido mal su escondite.

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#1
Kairo
Cuervo | Scarecrow
Ese no sera un problema conmigo. — Respondio el pelinegro ante las advertencias de quien lo trajo en el bote, mientras miraba fijamente a la orilla de la isla y el entorno a su alrededor. Kairo no era de los que se confiaban, conocia bien sus capacidades y sus limites, aunque poco a poco iba superandolos.

Al llegar a la playa, Kairo dio un paso firme sobre el muelle, ignorando el chirrido de la madera vieja bajo sus botas. El viento salado despeinaba sus mechones oscuros, pero su mirada permanecía fija en el camino frente a él. La advertencia del remero resonó en su mente, aunque sólo como un eco distante. "Cuidado con lo que encuentres aquí..." A Kairo no le preocupaba realmente lo que pudiera encontrar, si algo lo sorprendía sería interesante, pero no tenia intenciones de inmiscuirse de mas, siempre y cuando nadie se entrometa en su camino.

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Su capa ondeaba suavemente a su alrededor, una sombra más en la penumbra del lugar. Este tipo de ambiente le resultaba extrañamente comodo: la oscuridad, las figuras encapuchadas que se movían furtivas, el aire cargado de secretos y historias decadentes. Este sitio era el refugio de los que huían, los que preferían el olvido, los abandonados por dios, los que abandonaron la esperanza de un mundo mejor. Era increible para Kairo que jamas haya venido antes a este lugar, pues encajaba perfecto para alguien como él cuando necesitaba desaparecer de la vista del Gobierno Mundial. Aunque Kairo no venia de vacaciones ni para construirse una casita de playa. No, su objetivo era muy claro, encontrar ese brazalete robado a como de lugar. Una pequeña misión en apariencia, pero el encargo traía consigo una historia de dolor y pérdida que no le era ajena. Tal vez por eso lo aceptó. Sus pasos lo guiaron hacia la taberna mal iluminada. Mientras avanzaba, los murmullos disminuían, y las figuras lo observaban de reojo, rápidas en apartar la vista. La tensión era palpable, y el aire tan denso como la niebla que cubría la bahía. Pero Kairo no tenía tiempo para sutilezas. Si había alguien aquí que sabía dónde estaba el brazalete, lo iba a descubrir pronto.

Se detuvo en la entrada de la taberna. La luz de la lámpara de aceite apenas tocaba su rostro, mostrando cicatrices que ya no sentía, pero que hablaban del infierno por el que este chico había pasado. Empujó la puerta con calma, y el murmullo de voces dentro se interrumpió por un breve segundo, lo suficiente para que Kairo supiera que su presencia había sido notada. Era curioso, incluso hasta gracioso diria, el hecho de que en ese lugar tan decadente, Kairo era el que peores pintas llevaba. Si algo le habian quitado sus cicatrices era su belleza natural, ahora arruinada, manchada por las quemaduras que cubrian su cuerpo. Si hasta parecia un ladronzuelo mas del monton, un pobre diablo o un mero pirata cualquiera. Ciertamente Kairo encajaba perfectamente en esta isla, tal vez si las cosas hubiesen sido un poco diferentes, Kairo no se hubiese vuelto un mercenario y simplemente se hubiese vuelto un ladron cualquiera en este maldito lugar.  

Caminó hacia la barra, deslizando la mirada por los ocupantes del lugar. No era necesario hablar mucho. Aquí, las palabras eran armas, y Kairo lo sabia. Se apoyó en la barra, sin apartar los ojos de los presentes, y con un tono bajo pero cargado de intención, le dijo al tabernero: 

Sirveme uno. — Señalando una botella de ron posada sobre un estante detras del tabernero. Su voz era un susurro que cortaba el aire como el filo de una navaja. Y aunque parecía relajado, cualquiera con buen ojo sabría que Kairo estaba listo para cualquier cosa. Durante un buen rato Kairo se quedaria alli, sentado bebiendo y observando el entorno. Llegar y comenzar a hacer preguntas no le parecia una buena idea, por lo que espero a que la gente se acostumbrase a su presencia. Si nada ocurria fuera de lo normal, entonces Kairo romperia su silencio dirigiendose al tabernero una vez mas. — Oye, estoy buscando algo, mejor dicho a alguien. Tal vez puedas ayudarme. — Con su dedo indice y pulgar, hizo la forma circular del brazalete colocandola frente a uno de sus ojos como si de una lupa se tratase y luego la llevo a su muñeca. — Un brazalete. Unos tipos se metieron en problemas y vengo a ayudarles a conservar la cabeza en su lugar. — Expreso sarcasticamente con una pequeña sonrisa. — ¿Has visto alguien portando uno? ¿Tal vez escuchaste a alguien hablar de algo al respecto? Puede que incluso hayan alardeado sobre ello.
#2
Silver D. Syxel
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Bahía de los Olvidados, Isla Momobami
Verano del año 724

El tabernero, un hombre de aspecto rudo, con el rostro surcado de cicatrices y una barba desaliñada, no respondió de inmediato al pedido de Kairo. Sus ojos recorrieron al mercenario de pies a cabeza con una mirada inquisitiva, como si tratara de medir cuán problemático podría ser su nuevo cliente. Tras un breve momento de vacilación, alcanzó la botella de ron y sirvió un vaso sin decir una palabra, deslizando el líquido con brusquedad sobre la barra de madera ajada.

Kairo mostraba una calma que contrastaba con la atmósfera cargada de nerviosismo que se respiraba en la taberna. Los murmullos que habían cesado momentáneamente al notar su presencia comenzaron a reanudarse poco a poco, aunque Kairo pudo notar que algunas de las conversaciones ahora se desarrollaban en susurros más apagados, vigilando de reojo al recién llegado.

Los hombres que llenaban el local eran, en su mayoría, una mezcla de contrabandistas y maleantes, sus miradas furtivas se cruzaban de vez en cuando, pero la mayoría evitaba hacer contacto visual con él. Desde un rincón, un grupo de hombres con capuchas gastadas se inclinaba sobre una mesa, compartiendo palabras en voz baja. Cerca de la entrada, otro hombre de hombros anchos miraba hacia afuera, como si estuviera esperando a alguien.

El tabernero se limitaba a limpiar vasos y servir tragos, manteniendo una expresión estoica mientras escuchaba el comentario sarcástico de Kairo sobre los "problemas" de los ladrones y el brazalete. Ante la mención del objeto, sus ojos se estrecharon ligeramente, una reacción sutil, pero suficiente para alguien observador. El hombre hizo una pausa breve antes de responder, manteniendo su voz baja, lo suficiente para no atraer atención indeseada.

—Se habla de muchas cosas por aquí, y de muchos tipos... —dijo, con un tono tan áspero como la madera de la barra. Su mirada se dirigió un instante hacia los hombres encapuchados en la esquina, antes de volver a Kairo—. Pero si hay problemas, suelen venir con mala compañía. Los que alardean de más... no suelen durar mucho.

Una respuesta ambigua, pero que confirmaba lo que Kairo ya intuía: alguien en este lugar sabía más de lo que aparentaba. Tal vez los hombres en la esquina, tal vez alguien más. Lo que quedaba claro es que la información estaba ahí, solo necesitaba la manera adecuada de hacerla salir a la luz.

El sonido del mar y las olas rompiendo contra el muelle apenas se escuchaba dentro de la taberna, pero Kairo podía sentir el peso de la incertidumbre en el aire. Este lugar estaba lleno de secretos y traiciones, pero eso solo añadía una capa más de interés. Tal vez fuera el momento de presionar un poco más, o tal vez de observar con paciencia. Después de todo, siempre había alguien dispuesto a hablar... por el precio adecuado.

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#3
Kairo
Cuervo | Scarecrow
Personaje



Ost de ambiente



Kairo dejó el vaso de ron sobre la barra, observando con detenimiento al tabernero mientras sus palabras flotaban en el aire, cargadas de tensión y una advertencia implícita. Parecia ser un hombre de pocas palabras, pero cada una estaba cuidadosamente seleccionada, calculada para cortar el silencio con la precisión de un bisturí.
Con un leve gesto, llevó una mano a su chaqueta y se la acomodó con tranquilidad, su postura relajada, como si estuviera en un lugar mucho más agradable que aquel antro mugriento y apestado de miradas furtivas. Pero bajo la aparente calma, cada fibra de su cuerpo estaba alerta, como un depredador que acecha en la oscuridad, midiendo cada ruido, cada movimiento a su alrededor, haciendo uso de sus oidos privilegiados con los que intentaba escuchar los murmullos de la gente en el bar, intentando discernir que decían. Sabía que no podía precipitarse, en estos lugares, cualquier palabra fuera de lugar podía provocar reacciones inesperadas, y Kairo estaba buscando respuestas, no una pelea sin sentido. Sin embargo, tampoco pensaba marcharse con las manos vacías. No esta vez.

Entiendo... — continuó en tono bajo, inclinado hacia el tabernero con una sonrisa complice, dando un toque en la madera de la barra con los nudillos. Su tono de voz era amable, pero sus ojos, fríos y calculadores, decían otra cosa. Estaba midiendo al tabernero, tanteando las reacciones sutiles que se asomaban en el rostro del hombre, como si cada músculo pudiera delatar una pista escondida entre las arrugas de su piel curtida. El quemado captó el gesto del tabernero cuando miro por un momento a la esquina donde un grupo de hombres encapuchados se encontraban y una chispa de satisfacción pasó fugazmente por sus ojos. Había sido una reacción breve, pero suficiente para confirmar que iba por buen camino. y con mayor esfuerzo intento escuchar lo que esos hombres hablaban, mas si no tenia exito entonces intentaria asegurar si esos eran los sospechosos. (Intenta usar su carisma)¿Y en las esquinas suelen alardear mucho? — Le susurro por lo bajo al tabernero dejando un par de billetes sobre la barra, el mercenario sostuvo el contacto visual un segundo más antes de girarse sutilmente para observar de reojo nuevamente a esos encapuchados que parecían tan interesados en permanecer en las sombras. Su postura seguía siendo casual, pero su mente trabajaba rápidamente, sopesando las posibilidades.

El silencio de la taberna se sintió aún más espeso mientras algunos parroquianos levantaban la vista para observar de reojo al recién llegado. Kairo no se inmutó. Su rostro permanecía inexpresivo, endurecido por las experiencias que lo moldearon. Con suavidad, dejó que sus dedos rozaran y se deslizasen por el borde de su vaso, haciendo un circulo una y otra vez jugando con él. — ¿Sabes? — Añadió después de un momento, inclinándose levemente hacia el tabernero — Me caes bien, y por eso, por eso no hare un alboroto aqui, pero... para ello necesito que me hagas un favor, uno muy sencillo de hecho. Quiero que eches de aqui a quienes como bien dices alardean de mas. No importa el motivo, creo que ya es hora de que vayan a casa a descansar ¿no te parece? Yo me ocupo del resto y aqui no ha pasado nada, tu no quedas metido en medio de ningun asunto ajeno, como debe ser. — A pesar de su tono bajo, había algo en su voz que dejaba claro que no estaba dispuesto a seguir esperando eternamente, habia un aire intimidante a su alrededor. Kairo sabía que estaba pisando terreno peligroso, pero su instinto le decía que estaba cada vez más cerca de lo que había venido a buscar. Todo lo que necesitaba era una palabra, una confirmación. Y estaba preparado para cualquier respuesta, o para la falta de ella, porque en este juego de sombras y secretos, Kairo siempre estaba dispuesto a jugar hasta el final. — Te recomiendo que me ayudes. Estoy muy desesperado....

[Imagen: d6006e51ac83af275d5de77cd5c1376b.jpg]

Le dijo en seco, con una frialdad palpable, sus parpados caidos le daban una mirada casi siniestra, sabia que estaba en tierras desconocidas, él era el extraño, él era el que estaba rodeado de ladrones y escoria de vaya a saber que nivel de peligrosidad, y aun asi parecia no importarle, como si no le importase su propia seguridad, y las cicatrices de su cuerpo reforzaban mucho esa imagen.



OFF: Uso mis virtudes "Carisma" e "Intimidante" durante la conversacion. En el proximo post las coloco todas en una lista (ahora mismo se me hizo muy tarde perdon)

Inventario: Arma cuerpo a cuerpo T1 (Nudilleras) y Dial de Calor
#4
Silver D. Syxel
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Bahía de los Olvidados, Isla Momobami
Verano del año 724

El tabernero mantuvo su mirada fija en Kairo mientras este dejaba algunos billetes sobre la barra, su rostro serio y endurecido por la vida no mostró ninguna reacción inmediata. En silencio, el hombre estudió al mercenario, tal vez evaluando la naturaleza de aquella oferta. La cantidad de dinero, sin embargo, era irrisoria para un hombre acostumbrado a las transacciones de esa índole y a lidiar con clientes de pocas palabras pero bolsillos profundos. Aunque el gesto de Kairo tenía intención, no pasó desapercibido para el tabernero que lo que le ofrecía apenas alcanzaría para cubrir una bebida más, mucho menos para comprar su silencio o arriesgarse a ofender a sus otros clientes.

Con un resoplido áspero, el tabernero deslizó los billetes de vuelta hacia Kairo, manteniendo una expresión de desdén apenas disimulada. Sus ojos, sin embargo, traicionaban una pizca de curiosidad. Por un segundo, el hombre parecía debatirse entre el enfado y la indiferencia, hasta que finalmente decidió hacerle una advertencia en un tono apenas audible. Su voz era apenas un murmullo entre el murmullo de la taberna.

—Parece que andas buscando problemas, forastero —murmuró, echando una rápida mirada hacia el grupo de encapuchados que Kairo observaba de reojo—. No soy un hombre que vende a su clientela por calderilla… pero —su tono adquirió un matiz cauteloso— si quieres respuestas, aquí las cosas se ganan esperando, observando, hasta que los lenguajes sin palabras hablen por sí solos. Quédate, no molestes, y tal vez escuches lo que necesitas cuando el ruido de las copas se calme y la gente se retire.

El tabernero regresó a sus tareas, dejando claro que no le ayudaría directamente. Sin embargo, Kairo podía haber captado algo valioso en sus palabras. Al parecer, si esperaba con paciencia, sus "sospechosos" en la esquina podrían salir o hablar de algo relevante, siempre y cuando no se sintieran presionados.

Con esa advertencia en mente, Kairo volvió a deslizar su mirada sobre la taberna. Aunque el ambiente permanecía tenso, la paciencia siempre había sido una gran virtud, una cualidad de cazador que debía aprender a aprovechar en los lugares adecuados. ¿O acaso tenía prisa?. Si sus presas estaban en ese lugar, eventualmente harían un movimiento en falso. Y cuando eso sucediera, él debía estar listo. Cada minuto que pasaba le acercaba más a las respuestas que buscaba.

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#5
Kairo
Cuervo | Scarecrow
Kairo mantuvo la compostura mientras los billetes regresaban a su bolsillo, permitiendo que su expresión apenas reflejara la decepción momentánea ante la respuesta del tabernero. Al contrario, su sonrisa se mantuvo intacta, casi entretenida, como si el rechazo no hubiera sido más que un pequeño revés. Su tiempo de "cazador" le había enseñado a reconocer cuándo una presa estaba a punto de delatarse, y ahora percibía lo mismo en aquel hombre que intentaba proteger a sus clientes habituales.

[Imagen: 1a4c65e8c6b9190b4e898100eb2f2f04.jpg]

Se recostó sobre la barra, tomando el vaso de ron con una mano y dándole vueltas lentamente mientras observaba el contenido dorado del licor, como si eso fuera lo más interesante en ese momento. Pero en realidad, su atención estaba en el reflejo del vaso, en el movimiento tenue que el vidrio captaba de los hombres encapuchados al fondo del lugar. Aprovechó el tiempo para estudiar sus movimientos sutiles, aquellos que revelaban una especie de lenguaje no verbal: sus manos se movían bajo la mesa, ajustándose el peso de sus armas, las miradas rápidas entre ellos que solo un profesional reconocería como señales de comunicación silenciosa. "¿Estaran armados? ¿Habra mas de ellos? ¿Tendran el brazalete encima?", eran pensamientos que atravesaban su mente, mientras dejaba que una expresión apacible cubriera sus ojos, que ahora parecían vagar sin rumbo en un estado de aparente relajación.

Pasaron los minutos, y Kairo escuchaba fragmentos de conversaciones sueltas. Sabía que no debía precipitarse, que el juego no se trataba de una confrontación directa sino de una espera estratégica. Aun así, sabía que se acercaba al objetivo, que solo necesitaba esperar el momento justo en que ellos tomaran una decisión, mientras daba otro sorbo al vaso, Kairo decidió usar otro método, algo que podría ayudarlo a conseguir esa reacción que tanto esperaba. Apoyando el vaso con delicadeza sobre la barra, giró lentamente su silla para que su cuerpo quedara ligeramente en ángulo hacia los encapuchados, manteniendo su postura relajada y confiada. Durante los siguientes minutos seguiria bebiendo tranquilo mientras reposaba su cabeza sosteniendola con su mano, apoyado contra la barra, pareciendo que perdia el tiempo perdido en pensamientos mirando a la nada, pero intentando escuchar las conversaciones ajenas. ¿Cuanto tardarian en moverse? No estaba seguro, esperaba que no tomase tanto tiempo, su sangre se estaba calentando a pesar de su aspecto calmo y desinteresado.
#6
Silver D. Syxel
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Bahía de los Olvidados, Isla Momobami
Verano del año 724

Kairo permanecía en silencio, sosteniendo su vaso con calma mientras el ruido de la taberna parecía desvanecerse a su alrededor. Los hombres encapuchados seguían en la esquina, intercambiando palabras en un murmullo casi inaudible, ajenos al interés que despertaban en el mercenario. Cada gesto y cada mirada entre ellos aumentaban la certeza de Kairo: esas eran las personas que buscaba. El tabernero había hecho bien en señalarle que la paciencia daría sus frutos, y ahora Kairo estaba a punto de recogerlos.

Pasaron algunos minutos más antes de que los encapuchados parecieran llegar a una decisión. Uno de ellos se levantó primero, estirándose como si fuera una noche cualquiera, y los otros dos le siguieron, con pasos torpes en dirección a la salida. Sin embargo, un observador atento podría darse cuenta; esos movimientos relajados ocultaban un aire de precaución, como si supieran que alguien podría estar siguiéndolos. Parecía que también tenían sus propias rutinas de supervivencia en un lugar como ese.

Cuando los hombres salieron al exterior, Kairo esperó un instante, el tiempo suficiente para asegurarse de que se hubieran alejado lo bastante como para evitar levantar sospechas. Luego, dejó el vaso sobre la barra y salió de la taberna, sus pasos apenas audibles sobre las tablas de madera. Afuera, la niebla espesa de la bahía envolvía el ambiente en un silencio húmedo, casi asfixiante, que amplificaba cada sonido. Los tres hombres avanzaban por un sendero angosto que los alejaba de la zona iluminada del muelle y los llevaba hacia las sombras de la costa, donde las chozas y la vegetación densa comenzaban a entrelazarse en un laberinto natural.

Kairo podía seguirlos a una distancia prudente, aprovechando la oscuridad y el sonido de las olas para enmascarar sus propios pasos. Finalmente, los hombres llegaron a una zona apartada, donde las luces de la bahía apenas alcanzaban a proyectar sus siluetas. Uno de ellos comenzó a hablar, y el eco de sus palabras, aunque inaudible para un oído común, le reveló a Kairo que no esperaban encontrarse con nadie en ese lugar.

Si tuviese que apostar, diría que este era el momento. La ventaja de la sorpresa estaba de su lado, y el brazalete que buscaba seguramente estaba en manos de uno de esos hombres.

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#7
Kairo
Cuervo | Scarecrow
En cuanto aquellos hombres se levantaron de su silla, Kairo apenas hizo un gesto con el ceño reaccionando a lo que veia, pero fingio que le daba igual, que no tenia importancia. Habia llegado el momento, ese que llevaba un buen rato esperando. En cuanto los hombres salieron de la taberna, Kairo los siguio, por supuesto que no sin antes asegurarse que no estaba siendo victima de alguna trampa o emboscada, asi como tambien procurando mantener la distancia para no ser visto por ellos. La bebida ya estaba pagada por lo que ni siquiera le dirigio la mirada al tabernero, dejando en claro que realmente le era absolutamente indiferente, o quizas simplemente estaba centrado en su tarea, quien sabe.

Kairo se movía con una precisión casi felina, cada paso era cuidadoso para evitar romper el sigilo que la penumbra y la niebla le proporcionaban. Mientras observaba a los tres encapuchados, su mente trabajaba en varias posibilidades. Notaba los nervios y el temblor en algunos de ellos, como si estuvieran inquietos, mientras el otro miraba constantemente hacia la dirección opuesta, quizás conscientes de que alguien podría estar siguiéndolos. El que estaba en el centro, quien parecía ser el lider, era más calmado, pero no podía ocultar del todo su nerviosismo. Kairo sabía reconocer ese tipo de tensión, era propia de quien consciente de portar algo valioso, esperaba en cualquier momento la llegada de una amenaza.

Decidió acercarse un poco más, reduciendo la distancia hasta quedar a una distancia crítica. Allí, entre la maleza y las sombras proyectadas por la escasa luz de la luna, Kairo se detuvo y observó con atención cada movimiento de los hombres. No había margen para el error, y aunque tenía la ventaja de la sorpresa, no estaba dispuesto a lanzarse sin un plan claro. La situación podía tornarse violenta en cuestión de segundos, y Kairo sabía que, si eso sucedía, no se permitiría dudar. Solo actuaría, los mataria de ser necesario. Para forzarlos a revelar alguna debilidad, Kairo tomó una pequeña piedra del suelo y la lanzó con precisión hacia un punto alejado de la maleza. El ruido resultante hizo que los tres hombres giraran de inmediato la cabeza hacia el origen del sonido, con gestos rápidos y nerviosos. Aprovechando ese segundo de distracción, Kairo avanzó un par de pasos más, hasta estar lo bastante cerca como para lanzarse al ataque si fuera necesario. Una sonrisa maliciosa se dibujo en su rostro al captar el nivel de profesionalidad que tenian esos sujetos. No era nada alto.

Uno de los hombres, al ver que no había nadie en la dirección del ruido, lanzó una risa baja y murmuró algo que Kairo no alcanzó a escuchar. Sin embargo, la tensión en su postura permanecía. Eso era una buena señal, la ansiedad hacía que bajaran la guardia, que se volvieran predecibles. Finalmente, Kairo notó cómo el hombre del centro sacaba algo de su mochila y lo sostenía entre sus manos. A pesar de la oscuridad, el brillo del objeto era inconfundible: un destello dorado capturado momentáneamente por la luz de la luna. Kairo contuvo la respiración, sabiendo que esa era la prueba que necesitaba. "Ahí está", pensó, y sintió la adrenalina encender sus sentidos. Este era el momento que había estado esperando. Sin dudarlo, Kairo hizo su movimiento. Avanzó en silencio hasta que se encontraba a solo unos metros de distancia, su presencia oculta entre la oscuridad de los árboles. Calculó la distancia y tomó una última bocanada de aire antes de lanzarse hacia el encapuchado más cercano, moviéndose con la velocidad y precisión de alguien que había perfeccionado esta maniobra en cientos de ocasiones. Atrapar al primero fue fácil. Con un rápido movimiento de su brazo, Kairo lo sujetó por el cuello y lo arrastró hacia atrás, aplicando presión suficiente para que no gritara. El hombre se retorció brevemente, pero el mercenario mantuvo la fuerza justa para inmovilizarlo sin matarlo, dejandole inconsciente por la falta de oxigeno y la presion que ejercio sobre su cuello. No era su objetivo el asesinarlo, quería que los otros dos supieran exactamente contra qué se enfrentaban.

Uno menos —susurró Kairo, con una frialdad que helaría a cualquiera.

Los otros dos, al percatarse de lo que le ocurrio a su compañero, giraron para enfrentarse a Kairo. En sus rostros había una mezcla de sorpresa y terror, pero sus manos se movieron con rapidez hacia las armas que llevaban en sus cinturones. El que llevaba el brazalete en la mochila retrocedió un paso, alzando la mano como si considerara que ese gesto fuera suficiente para mantener a raya al mercenario.

Kairo mantuvo la calma. Su postura era relajada, pero sus ojos estaban fijos en el hombre del brazalete, calculando cada paso, cada mínima reacción. Podía ver la tensión en los hombros de sus oponentes, el modo en que sus dedos temblaban al sujetar las armas. Estaban nerviosos, y Kairo estaba dispuesto a aprovecharlo. —Tranquilo amigo, nadie tiene que salir herido esta noche. Usaste el factor sorpresa como ventaja para derribar a uno de los nuestros. Nos atrapaste, lo admito. Pero ya perdiste la ventaja, sera mejor que te vayas y fingiremos que nada de esto ocurrio ¿De acuerdo? — murmuró, su voz apenas un susurro, pero cargada de la confianza de quien ha estado en esta situación una y otra vez — ¿Ventaja? ¿Crees que he perdido la ventaja? ¿No son muy listos o si? Solo quiero el brazalete, no me importan ustedes, y cuando digo que no me importan lo digo tanto para bien como para mal. Ustedes escogen cual de las dos. — Respondio Kairo de forma un tanto sobradora.

Los encapuchados se miraron entre sí, dudando. El hombre que sujetaba el brazalete lo apretó contra su pecho, como si esa acción fuera suficiente para protegerlo de Kairo. Pero el mercenario sabía que eso no haría la diferencia. Él ya había tomado la decisión, y ellos estaban a una sola palabra de cometer un error fatal. El encapuchado que estaba más cerca de Kairo, armado con un cuchillo, dio un paso adelante. A pesar del miedo en sus ojos, intentaba demostrar valor. — ¿Y quién demonios eres tú para venir a amenazarnos? —dijo, intentando sonar desafiante. Kairo sonrió con una calma calculada. — Soy alguien muy peligroso. — Diria sonriendo arrogantemente, burlandose tanto en su tono sarcastico como en sus gestos, alzando las manos a la altura de sus hombros.  — Lo único que deberían saber es que, si no cooperan, esto no terminará bien para ustedes. — El silencio fue absoluto por un momento. El sonido de las olas chocando contra la costa y el susurro de la brisa eran los únicos ruidos en la noche. Los hombres parecían barajar sus opciones, y Kairo aprovechó la incertidumbre para dar un paso adelante, dejando que la amenaza implícita en su mirada hiciera el resto del trabajo.

Finalmente, el hombre del brazalete, con un suspiro derrotado, extendió la mano hacia Kairo, sosteniendo el brazalete con dedos temblorosos. Había comprendido que no valía la pena enfrentarse a alguien como él. Kairo alargó la mano para tomar el brazalete, pero mantuvo la guardia en alto. Sabía que los movimientos desesperados podían ser los más peligrosos, y no iba a confiarse hasta que el objeto estuviera en sus manos. Sin embargo, justo cuando sus dedos rozaron el metal, el encapuchado que aún sostenía el cuchillo intentó lanzarse sobre él, en un último y desesperado intento de atacar. Kairo reaccionó al instante. En un movimiento rápido, esquivó el ataque y atrapó el brazo del hombre con su diestra, para acto seguido con su surda darle un puñetazo en la mitad del brazo sacandole el hueso de su antebrazo de lugar, quebrandolo con una precisión que solo se lograba tras años de entrenamiento. El cuchillo cayó de las manos del encapuchado, y Kairo aprovechó la accion para inmovilizarlo contra el suelo, colocándole el brazo sano que le quedaba al encapuchado en una llave que lo obligaba a mantenerse quieto. — Esta bien, si tan emocionados estan por conocerme me presentare mas formalmente. Mi nombre es Cuervo. —dijo Kairo, con voz fría y provocadora. Giró la mirada hacia el hombre del brazalete, quien lo observaba con los ojos muy abiertos, incapaz de moverse. Kairo, sin apartar la vista de él, tomó el brazalete de su mano con calma. Sabía que había ganado, y los encapuchados lo sabían también.

[Imagen: 5b8daa18d474f3ac7441190e4ff63c5b.jpg]


Kairo miró el brazalete en sus manos, apenas sorprendido por lo ordinario del objeto. Sin grabados mágicos, sin aura de poder, solo una sencilla pieza de metal finamente trabajada. A pesar de que a otros les hubiera parecido una mera pieza de buena calidad para tasar con un mercader, Kairo era consciente de lo que ese brazalete significaba para la joven hija de su cliente. Guardó el brazalete con cuidado, sabiendo que su misión estaba completa, pero algo en la actitud de aquellos hombres todavía le inquietaba. Era extraño que se hubieran arriesgado tanto por algo sin valor monetario ni poder. Su experiencia le decía que, en los bajos mundos donde estos tipos solían moverse, no se daban el lujo de operar por capricho. Tal vez había un motivo más profundo detrás de este robo. — Bien, pedazos de escoria. — Dijo Kairo con tono casual, rompiendo el silencio — Tengo lo que vine a buscar. Ahora solo tengo una pregunta. ¿Para quién trabajaban ustedes? Porque no me van a decir que robaron esto solo por diversión.

Uno de los hombres, el mismo que había intentado mostrar algo de valentía antes, volvió a fruncir el ceño y luego bajó la mirada, resignado. Parecía entender que no había escapatoria, no después de lo que acababa de presenciar, aun retorciendose de dolor en el suelo por el daño a su brazo y la llave a la que habia sido sometido. — No sabemos el nombre del cliente. Solo… alguien que quería hacerle daño a esa familia, darle una lección. Nos pagaron por el encargo y nada más. Ni preguntas, ni explicaciones. Así es como trabajamos.

Kairo asintió, asimilando la respuesta. Si bien el robo no tenía una razón especial a simple vista, parecía evidente que había algo más detrás: una vendetta silenciosa, un recordatorio de lo vulnerable que puede ser incluso alguien de la nobleza. Parece que las cosas se estaban poniendo mas interesantes para esa familia. — Bien —dijo, su tono era calmado pero firme — Van a llevarle un mensaje a su cliente. Díganle que ese brazalete ya no está disponible. Y si se les ocurre volver a cruzarse en los asuntos de esa familia, voy a encontrarme con ellos personalmente. Mejor aun... diganle a su cliente que espero nos veamos pronto. — La amenaza fue más que suficiente para hacer que ambos hombres asintieran rápidamente, comprendiendo que su intento de resistencia había sido en vano. Sin esperar más, Kairo dio media vuelta, dejando a los hombres allí, mientras se internaba de nuevo en las sombras de la noche.

Mientras regresaba hacia el puerto donde habia arribado, la tranquilidad volvía poco a poco a instalarse en su mente. Había recuperado el brazalete, su misión estaba cumplida, y ahora solo quedaba entregarlo. Sin embargo, no podía sacudirse la sensación de que este pequeño encargo tenía implicaciones más grandes de lo que el noble mismo había revelado. Había algo en como se dio todo sobre ese robo, en la intención oculta de quien lo había ordenado, que lo dejaba con una punzada de desconfianza. Pero eso quedaba fuera de su mision actual, por ahora, lo único que importaba era regresar con el brazalete y cobrar su paga. Aunque, tambien tenia otra tarea, una secundaria pero tambien importante, que no le permitia irse de la isla esa misma noche, debia esperar hasta mañana, por lo que al llegar con el hombre que le trajo hasta la isla, le explico que debian pasar la noche en la isla y que mañana partirian. Por lo que si bien su aventura en la isla Momobami habia terminado, aun le quedaba una mas por hacer.
#8
Silver D. Syxel
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Bahía de los Olvidados, Isla Momobami
Verano del año 724

La pelea fue breve y silenciosa, y pronto, solo el eco de unos pasos sobre la arena marcaba el final de la misión. Kairo, con el brazalete guardado a buen recaudo, avanzaba por la oscura costa, sin preocuparse por los restos de la batalla. El brillo tenue de la pieza robada parecía iluminar la noche a cada paso, un recordatorio de que la misión estaba cumplida y de que la espera había valido la pena.

La niebla rodeaba la bahía como una espesa manta de sombras, y al alejarse, las luces dispersas de la taberna y las chozas de la costa se iban apagando tras él, como si la isla misma lo dejara partir en un acuerdo silencioso. Kairo no necesitaba mirar atrás. El peso de su éxito y el frío roce del metal en su bolsillo eran las únicas confirmaciones que necesitaba para saber que, una vez más, había ganado.

El hombre que lo había transportado a la isla aguardaba en la pequeña barca, con ojos cansados y cautelosos reflejando algo de temor al ver regresar a Kairo. Sin una palabra, subió a bordo, y tras una breve pausa, el remero comenzó a remar hacia la vastedad del mar nocturno. La isla de Momobami desapareció lentamente en la distancia, sus peligros y secretos quedando atrás. Sin embargo, una intuición seguía latente en la mente del joven: el brazalete, aparentemente simple, había sido el objetivo de una intriga mayor, algo que quizá tuviera ecos en el futuro.

El suave murmullo de las olas y el crujir de la madera acompañaron el camino de regreso, mientras Kairo se recostaba en la embarcación con una expresión imperturbable, indiferente al enigma que, en su corazón, sabía que no había terminado.

Resumen
#9


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