¿Sabías que…?
... un concepto de isla Yotsuba está inspirado en los juegos de Pokemon de tercera generación.
[Diario] [D - Pasado] De cómo un conejo deliraba por la fiebre
King Kazma
Shiromimi
5 Primavera 723

Tenía frío a pesar de ser una noche cálida. Llevaba un año viajando y el saco de dormir había ido perdiendo poco a poco el relleno. Todavía servía y abrigaba suficiente, pero para las zonas más frías necesitaba una manta a mayores. Tal vez era momento de hacerse con un saco de dormir nuevo, más grande de ser posible, ya que aquel se le hacía demasiado estrecho y en los últimos meses había crecido, así que ya no podía meterse hasta el cuello. Pero la razón por la que tenía frío no era la falta de abrigo, al fin y al cabo era una noche cálida de primavera y estaba refugiado del viento en una cueva. El problema era que tenía fiebre. Estaba enfermo de resfriado o gripe o a saber qué.

En momentos como ese recordaba la calidez de su casa. Puede que el pueblo se sintiera como un lugar frío y solitario para él, pero su casa era cálida y agradable. Ahora que caía en la cuenta, era una casa bien mantenida, sin desperfectos notables. Y además nunca había faltado comida en la mesa. A pesar de ser minks en una sociedad humana, sus padres realmente se esforzaban por tener una buena vida en casa… Tal vez debería enviarles una carta, hacerles saber que estaba bien porque deberían estar muy preocupados. Los había abandonado sin decir nada cuando ellos le habían dado todo lo que estaba en sus manos darle. No había sido muy justo con ellos, la verdad. Y realmente podía recordar de forma vívida cómo su madre mantenía un paño húmedo y fresco en su frente toda la noche y una infusión caliente en la mesilla. Si el paño se calentaba, lo refrescaba con agua nueva, y si la infusión se enfriaba, la volvía a calentar o preparaba otra.

En la vida que había elegido llevar ya no había lugar para ese tipo de cuidados, ni para depender de alguien. Pero tal vez, si hubiera tenido más paciencia, si hubiera aprendido a ver las cosas desde el punto de vista de sus padres… todavía estaría en casa y esa enfermedad la pasaría con su madre velando por él. No estaría TAN mal, había cosas peores que ser el marginado del pueblo. Pero tal vez debería intentar dormir, porque la fiebre le estaba haciendo pensar de forma muy distinta a su yo habitual.
#1
King Kazma
Shiromimi
Volvía a estar en casa. Metido en su cómoda cama, tapado con suaves mantas limpias y con espacio para moverse si así lo quería además de una almohada decente, su cuello lo agradecía. Ese tipo de comodidades se daban por hechas en el día a día, pero no se sabía lo mucho que se podían echar en falta hasta que se perdían. Entonces uno comenzaba a apreciar ese tipo de pequeños detalles, pequeños lujos que hacían la vida un poco más cómoda y agradable, más soportable. Probablemente él no habría aguantado tanto en el pueblo sin pelearse con nadie de no ser por todos esos detalles que iban contrarrestando las malas vivencias del día. Comodidad como la de una buena cama, cariño como el de su madre cuando enfermaba, enseñanzas vitales como las de su padre… Sí, no es que su padre fuera un ejemplo a seguir en cuanto a la crianza de un hijo. Pero sí le enseñó habilidades básicas para sobrevivir por su cuenta como: hacer fuego, preparar una trampa, purificar agua, improvisar un refugio… No es que King fuera un prodigio a la hora de aprender todo eso, alguna cosa se le daba mal, como lo del refugio, prefería encontrar uno ya hecho, como una cueva.

Lo de la cueva le recordó algo… Allí estaba, tumbado en su cama sin moverse, sin necesidad de hacerlo. Pero temblaba de frío, y por la ventana no veía el cielo, sólo rocas. Se estaba quedando dormido, y con cada parpadeo los detalles de su habitación se difuminaban más y más. Primero la mesita de noche desapareció, luego las paredes pasaron a ser del color de la piedra desnuda y, finalmente, con el último parpadeo la habitación perdió su forma rectangular por una más curva. King abrió los ojos de golpe cuando su cerebro hubo procesado esa información, incorporándose.
#2
King Kazma
Shiromimi
Había sido sólo un sueño… O un delirio provocado por la fiebre. Lo que estaba claro era que su estado de salud estaba influyendo drásticamente en el tipo de visiones de ayuda que tenía. Para empezar, lo había ampliado, ya que no esperaba recibir ayuda de sus padres en ningún momento próximo. Pero es que no se quedaba en eso, pues él no quería regresar a casa. Sí, los cuidados de una madre estando enfermo estaban muy bien, pero había motivos de peso para él que le hacían no querer volver allí. No necesitaba repasarlos mentalmente como si se los estuviera explicando a alguien o fuera olvidadizo. Conocía muy bien sus motivos, demasiado bien. Era imposible que los olvidara cuando los tenía grabados a fuego en su mente.

Pero tal vez sí debería hacer lo que había pensado. Escribirles una carta para hacerles saber que se encontraba bien, o todo lo bien que podía estar considerando su enfermedad. Podía imaginarse a su madre, completamente nerviosa, atacada de los nervios los primeros días. Al cabo de un tiempo se habría acostumbrado a estar al límite del colapso y comenzaría a disimularlo muy bien, pero nunca dejaría atrás esa tensión nerviosa. Su padre cometería errores al principio, propiciados por la procesión que llevaba por dentro, pero se mostraría estoico ante los demás. Ambos estarían desolados porque su único hijo al que habían dado todo lo que estaba en sus manos se había ido sin más, desaparecido en cuestión de minutos. Ni siquiera sabían si se había ido por voluntad propia o lo habían secuestrado. Podía fácilmente estar viajando de forma tranquila por el mundo, encerrado en una jaula o enterrado junto a muchos otros tras haberle cortado los pies por encima del tobillo por aquella estúpida superstición de que las patas de conejo daban buena suerte.
#3
King Kazma
Shiromimi
Había pasado toda una noche atormentado por la fiebre de una enfermedad que había contraído. Afortunadamente para él, resultó no ser nada importante y a la mañana siguiente ya estaba casi como nuevo, obviando la falta de descanso. Se sentía como si le hubiera pasado un barco por encima, pero al menos ya no deliraba y podía moverse. Tras estirar y calentar un poco los músculos para desentumecerse y quitarse la pereza de encima, recogió el improvisado campamento al amparo de una cueva, llevándole casi el doble de tiempo de lo habitual. Y es que cuando uno está cansado no rinde igual que cuando ha dormido sus ocho horas diarias recomendadas, al amparo que ofrecía una casa, en la comodidad de una cama.

Esa noche de reflexión profunda por sus sueños y su mente a través de las alucinaciones febriles le caló hondo. No era capaz de quitarse de la cabeza la imagen de su madre preocupada, sin poder hacer nada en sus ratos libres salvo mirar por la ventana esperando ver a su hijo regresar al hogar o llorar desconsoladamente. O a su padre, intentando ocupar su mente con cualquier cosa, cualquier actividad después del trabajo, ya fuera reparar una silla rota, pintar una pared o construir un cobertizo nuevo. A pesar de haberse endurecido durante sus viajes, de haber puesto una capa extra alrededor de su corazón para que su determinación no se rompiera, pensar en esas escenas le hacía daño. Al fin y al cabo no era un monstruo, quería a sus padres, pero su felicidad era incompatible con el estilo de vida que ellos le podían ofrecer. Tenía… Tenía que mandarles una carta, así que una vez todo empaquetado de nuevo, se puso en marcha rumbo al pueblo más cercano para buscar papel, bolígrafo y una oficina postal.
#4
King Kazma
Shiromimi
No tardó muchas horas en encontrar las primeras casas de un pueblo. El estómago le rugía de hambre ya que había calculado que tendría suficiente comida como para llegar allí y reabastecerse, pero la enfermedad lo ralentizó un día entero, así que llevaba casi un día sin comer nada. Sabía que podía sobrevivir unos días a base de agua y tal vez tuviera suerte de encontrar alguna fruta o seta comestibles por el camino, pero eso ya era mucho suponer. Arroyos sí que se encontró, y en ellos rellenó su cantimplora, hirviendo el agua primero, obviamente. No volvería a cometer el mismo error. Y es que si había caído enfermo era, o sospechaba que era, porque al tener prisa y darle pereza, la última vez no hirvió el agua para eliminar cualquier organismo que pudiera haber en ella. Había sido estúpido e imprudente, bien podría haber muerto pero por suerte sólo tuvo fiebre y molestias estomacales. Lo bueno de eso era que nunca volvería a hacer algo así salvo que no le quedara otro remedio.

Se sentía un poco culpable igualmente. Su padre le había enseñado eso, incluso su madre le decía que el agua desconocida había que hervirla siempre, aunque no fueras a usarla para cocer algo. Pero él había decidido que por una vez no pasaba nada. Se lamentaba de su propia estupidez e ignorancia, especialmente cuando se creía bien instruido y culto. Madurar y ganar experiencia era parte de crecer, de vivir. Estaba vivo y eso era lo que importaba, aprendería de sus errores y mejoraría, siempre apuntando a ser mejor. Pero por ahora tenía que preocuparse más por sobrevivir al vacío que tenía en el estómago, que con sus rugidos casi llamaba más la atención de los lugareños que el hecho de que fuera un mink, lo cual normalmente le granjeaba ya bastantes miradas de todo tipo.
#5
King Kazma
Shiromimi
Lo primero era comer. Ya habría tiempo de escribir y mandar esa carta cuando tuviera el estómago lleno. Y es que ¿cómo se iba a concentrar en lo que tenía que decirles a sus padres si su estómago lo interrumpía cada dos por tres con un insistente y famélico rugido? También podía hacer una llamada en una cabina de Den-Den Mushi, pero no quería enfrentarse a las voces de sus padres. ¿Era un cobarde por ello? Puede ser. Pero no por ello iba a hacerlo. No le daba miedo, no temía que le gritaran y se pusieran hechos unas furias. Más bien lo contrario, no quería escuchar a su madre preocupada y a su padre haciéndose el duro. Tampoco quería saber si por su cupla había habido repercusiones, o si había sucedido algún accidente en su ausencia y alguno de los dos ya no estaba en ese mundo… Si llegara a enterarse de algo de eso en ese momento de su vida… a lo mejor simplemente abandonaba su sueño y toda esperanza de ser libre.

Una taberna en medio del pueblo que además era también una posada. Tal vez esa noche podría dormir bajo techo y descansar todo lo que la enfermedad no le permitió. Además, el saco de dormir no era especialmente el sumun de la comodidad. Pero tendría que robar un poco para ello, no tenía dinero. No tenía dinero ni para esa comida, y tampoco para pagar el envío de una carta… Además, seguía teniendo una deuda bastante elevada con cierta persona… Bien, tras comer, iría a alguna casa que estuviera vacía y les robaría todo el dinero que tuvieran por allí. Bueno, todo no. No era un monstruo que dejaría a una familia sin ahorros para comer. Pero sí que se llevaría casi todo. Por lo pronto, comer era la prioridad, y la taberna olía que daba gusto con el aire que salía de la cocina.
#6
King Kazma
Shiromimi
Cuando uno entraba en una taberna para comer esperaba más o menos las mismas cosas siempre, con ligeras variaciones. Saludar al personal, elegir una mesa a la que sentarse o, en su defecto, sentarse a la barra en caso de estar todas las mesas ocupadas, leer la carta con los platos que ofrecían o esperar a que el camarero o camarera se los recitara, comer un poco de pan mientras se esperaba por la comida de verdad, comer los platos que le sirvieran, pagar e irse. Bueno, pues algo tan simple y común, era algo que no estaba al alcance de King en casi ningún establecimiento. Para él ese tipo de situación era excepcional, no común. Nada más entró lo echaron los dueños del local a gritos, diciendo que no querían a los de su calaña por allí.

Para ser sinceros, King iba a saltarse el penúltimo de los pasos anteriormente dichos. No tenía ni un Berry que gastar, así que pagar cualquier cosa era algo fuera de sus posibilidades. Pero no se quedaría sin comer, él era un conejo de recursos y con resolución… Así que entraría por la puerta de atrás y robaría algo de comida ya emplatada y lista para servir antes de que se la llevaran. Si los dueños no hubieran sido unos energúmenos, se habría sentado a comer lo que le sirvieran y luego se habría ido sin pagar. Pero ahora podía pasar de todo. Lo mismo les tiraba la vajilla entera al suelo dándole una patada al armario o le prendía fuego al lugar directamente. Finalmente logró afanar un plato de lo que parecía ser un chuletón con patatas y ensalada. Claro que, antes de irse de nuevo por la puerta trasera, hizo exactamente lo que pensaba hacer. De una patada en el aire, tumbó el mueble con toda la vajilla, que se hizo añicos al caer al suelo. Para cuando los interesados llegaran a mirar qué había pasado, él ya estaría disfrutando de su comida.
#7
King Kazma
Shiromimi
Ahora sí, con el estómago finalmente lleno era el momento de escribir aquella carta. Aunque se enfrentaba a otro problema. No tenía papel, ni bolígrafo, ni sobre, ni dinero para pagar el envío, ni para comprar esos materiales… Dependiendo de la oficina postal, era posible que hubiera un bolígrafo atado y papeles de uso gratuito. Pero igualmente necesitaba un sobre, y en el caso de un envío postal no iba a colar el irse sin pagar, ya que si no pagaba, no le sellaban la carta y nunca llegaría a enviarse aunque la colara en el montón de sobres. Tocaba robar alguna que otra cartera. El problema del carterismo era que resultaba mucho más sencillo en ciudades grandes y concurridas, donde había mucha gente entre la que perderse y las personas tenían la guardia baja, distraídos con lo que fuera que estuvieran haciendo y sabiendo que había alguien a menos de un metro de ellos en todo momento. Chocarse con alguien en esas circunstancias no era nada extraño, y aprovechar el golpe para robar era sencillo. King no era carterista profesional, así que en un pueblo en el que las calles estaban tan desiertas como para que dos personas se cruzaran a dos metros de distancia probablemente no le daría resultado.

Necesitaba otra cosa, una alternativa… Y entonces vio la tienda general del pueblo. La dueña estaba saliendo mientras cerraba con la llave y cuando lo vio a él le lanzó una mirada de desprecio. Aunque estuviera abierta la tienda no le habría vendido nada. Vaya una forma de llevar un negocio tenía esa señora. Pero bueno, le había dado un motivo perfectamente válido para robarle. Rodeando el edificio y buscando un lugar desde el que no se le viera, rompió una ventana a base de fuerza y entró en el local, donde podría cubrir sus necesidades.
#8
King Kazma
Shiromimi
Una vez dentro de la tienda caminó por los pasillos de estanterías buscando todo aquello que le pudiera servir. Al parecer se trataba de una tienda multipropósito y tenía desde comida hasta kits de acampada. De esos últimos se llevaría al menos uno, eso fijo. Cambió su mochila por una nueva, limpia y sin remiendos mal hechos, donde empezó a meter todo. Un saco de dormir con almohada incorporada y que tenía una cremallera para abrirlo por un lado. Qué bien le habría venido la noche anterior, especialmente porque el interior parecía ser de un material suave y que daba mucho calor al tacto, por lo que debía ser calentito para las noches más frías. Además se fijó especialmente en que fuera más largo que el que tenía. No lo miró con lupa, simplemente lo extendió y lo sostuvo de forma que sólo rozara el suelo. Lo tenía que sostener por encima de la cabeza, por lo que sí que era más largo. Simplemente por diversión miró el precio que tenía un objeto tan útil y ergonómico. No lo habría pagado ni teniendo el dinero y siendo la dueña la persona más amable del universo. ¿Adónde iban con precios tan desorbitados? ¿En serio alguien a quien no le sobrara el dinero pagaba semejante suma por un saco de dormir? Que sí, que era cálido, cómodo, mullido, con almohada y cremallera, justamente todo lo que uno desearía en un saco de dormir. Pero se esperaba un aumento del precio de un par de cientos de miles de berries, no de millones. Bueno, a él le iba a salir gratis así que no podía quejarse. Alcohol para encender fuego rápido, comida de viaje, una cacerola pequeña, pedernal... Las cosas básicas. Y, por supuesto, no se le iban a olvidar dos cosas más. Un decantador para asegurarse de que el agua estaba completamente purificada al evaporarla y  el dinero de la caja. Ese dinero era el que iba a conseguir que mandara su carta al fin.
#9


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 1 invitado(s)