Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Autonarrada] El Filo que corta Kilombos [T2]
Sowon
Luna Sangrienta
Personaje

Verano Día 23

Los caminos de la vida solían ser dispares, muchas veces solitarios pese a sentir un atisbo de compañía en aquellos rostros que se habían mostrado hasta el momento. Sowon era hna persona inquieta, que le gustaba mejorar y tras haber ayudado contra bandidos, una bestia del mar y una invasión ahora buscaba el siguiente paso en su camino. Las palabras de Alpha llegaban a su mente, de que a la larga o en el corto periodo ella se vería aburrida en aquel pedazo de tierra que por muy basto que parecía escaseaba en grandes desafíos. La verdad es que sin contar a algunos oficiales de la marina o cazadores que veían el lugar como un simple punto de provisiones la gigantesca mujer no había tenido grandes retos desde que su fuerza comenzó a ser demasiado para el común de la región. Poco a poco los trabajos se reducían a minutos, los entrenamientos con troncos y pesas se prolongaban, pero nada aparecía como un reto. Por primera vez se sentía como algo que caminaba entre mortales, intentó ganarse la vida en estadios de lucha pero era siempre lo mismo, un movimiento y ver su cuerpo impregnado en algo más detestable que la sangre, el aburrimiento.

Así caminaba, siguiendo una rutina y esperando partir en lo posible, pese al movimiento de la isla no parecía haber más disturbios que algunos hurtos menores de los cuales otros se encargaban por oficio. Se encontraba comiendo, en la tranquilidad del bosque que se había convertido en su lugar de entrenamiento, sus ojos analizaban los últimos golpes que su enorme espadón había causado en la tierra. De las grietas del mismo mundo, los sonidos emergían como un leve susurro del mar. Era como ver la herida de una gigantesca criatura que no sangraba, simplemente permanecía a pocos pasos. Eso ocurría cuando no medía su fuerza, el tronco que tuvo como muñeco de entrenamiento había reventado tras un fuerte impacto y ahora solo quedaba esa grieta como testimonio. Mordió el pescado, estaba algo seco pero bastaba para ponerla en marcha, unos pasos perturbaron la tranquilidad. Se trataba de un rostro conocido, la anciana que le había contratado hacía una semana para asustar a dos niñatos.

—¿Otra vez debo asustar a alguien? Estoy demasiado aburrida para ser otra vez una estatua, además no creo que sea un trabajo rentable solo asustar.—

Esgrimió con sinceridad la Oni, si algo le caracterizaba era su forma directa y honesta de comunicar las cosas, en especial sus negativas solían ser tan afiladas como su propia espada. Sin embargo, la anciana negó con la cabeza, esta vez venía con una petición que solo la rubia podía cumplir dado las emociones que estaban desbordando a la mujer. Pese a ser un alma tranquila, la Oni pudo notar cierto rencor en las palabras de la anciana, algo había pasado en la plaza y no era algo que hubiera agradado a la mayoría del pueblo.

—No es eso señorita, nos han robado unos piratas que creen poder hacer lo que gusten pese a que hace unos días repelimos a toda una tripulación. Estos son más fuertes y más crueles, comenzaron a hacer una loteria en el pueblo y crucificaron a varios tenderos, luego se llevaron a los chicos e intentaron romperme las piernas pero uno de los puesteros se interpuso. Solo pude correr, como nunca en mi vida y te he encontrado. Quiero que me traigas sus cabezas, te pagaré más si me las traes al amanecer de mañana. Lo que hagas con ellos no me importa, pero trae de nuevo a los chicos. Dijeron que se fueron en dirección a Rostock, pero si vas al norte los alcanzarás.—

La viejita se había arrodillado frente a la Oni, esta solo esbozó una sonrisa salvaje, el hecho de que la paga se incrementase por una cuestión de tiempo le resultaba un reto o un desafío que convertía esa misión de rescate en un complejo juego a contrareloj. Se ajustó la armadura, la ropa debajo de esta y la espada gigantesca a la espalda. Había llegado el momento de lucirse en aquella cazería y volver a demostrar que nadie puede poner en duda su eficacia.

—¡Bwahahaha! Es un buen desafío para no caer en la monotonía, acepto el reto. Solo espero que esas cabezas no pesen demasiado aunque si son hormigas no deberían...—

Tomó el saco tejido que la anciana le recomendó para guardar las cabezas y partió en dirección al norte. El camino bajo la sombra del atardecer y la brisa con aroma a sal del mar le resultó placentero, era un momento donde siempre aprovechaba para pensar en las posibles batallas y desafíos que le aguardarían al llegar. Sin embargo, cuando divisó al grupo de piratas notó que no se trataba de un numeroso grupo, si no de cinco individuos que portaban armas diversas y en el medio ambos chicos cautivos.

La Oni se ocultó entre los árboles, haciendo que su imponente tamaño no levantase sospechas, aguardando impaciente a que el grupo se detuviese ahora que las estrellas iluminaban el sendero. Su mano estaba lista en la empuñadura de su arma, aguardando con emoción el momento de desenvainar, minutos después ocurrió el primer movimiento. La espada de Sowon se cobró la primer cabeza, cortando de manera precisa y limpia al hombre que portaba un rifle como primer objetivo, los chicos abrieron sus ojos maravillados.

—¡Es la estatua viviente! ¡Les dijimos que era real pringaos! Ahora estamos en problemas porque esa cosa realmente nos matará.—

—No seas tonto no hemos hecho nada malo, ayudamos en el puesto como siempre y no hemos vuelto a robar desde ese día.—

Los chicos se mostraban heridos, al mayor de los dos le habían golpeado seguramente por hablar de la estatua viviente y por ser el más desafiante, el menor seguía igual de cobarde que aquel día, sin saber si debía ponerse a llorar de alegría o felicidad. El grupo de piratas ahora reducido a cuatro tomó sus lanzas y espadas listos para presentar batalla a la demonio que les miraba con indiferencia desde la altura. El brillo de la luna acariciaba la sangre que goteaba desde el filo del imponente espadón.

—Una cabeza, me han prometido paga por las cinco, ustedes dos salgan del medio si no quieren que les meta al saco también.—

Los niños ya habían saltado a los arbustos ante la confusión de los cuatro piratas, habían escuchado historias de la mujer gigante, de la inmensa espada que podía rivalizar con los demonios que vivían en lo profundo de los oceános pero no creyeron en esos cuentos para niños hasta que se les presentó como una dura realidad. Buch estaba muerto, la mujer habìa tomsdo su cabeza y la guardó en el saco, Nerry y Blotch fueron los siguientes al ser reducidos facilmente por un fuerte corte de la mujer sin poder siquiera acercarse.

—Parece el demonio del saco que mi madre me contaba cuando robaba algo, solo que esta mujer corta nuestras cabezas capitán, deberíamos intentar escapar o al menos buscar a esos mocosos no pueden estar muy lejos con los pies encadenados. Son hijos de marines y nos pagarán bien.—

El segundo al mando se lanzó y se mostró capaz de soportar un golpe del espadón de la rubia con su lanza, esto lejos de detener o intimidar a la Oni le hizo esbozar una grata sonrisa y comenzó a golpear continuamente la defensa de su oponente. El hombre pudo darse cuenta de su error al segundo golpe, era como intentar frenar el avance de una montaña que cada vez empujaba con más fuerza y descargaba un peso mayor mientras intentaba aplastarlo.

Su capitán saltó al rescate intentando una onda cortante que pudo ganarle unos minutos al lancero, quien saltó para intentar una puñalada con el filo de su arma, sin embargo, la mujer apenas retrocedio y se produjo un choque de ambas armas donde la Cuchillada de la Oni embistió con mayor intensidad y destrozó el ataque de su oponente llegando a impactar de lleno en su pecho. Era la cuarta cabeza, solo quedaba aquel hombre, cuyo destino finalizaba bajo la luz de la Luna Sangrienta.

—¿Te crees una heroína? ¿Qué clase de pirata busca salvar civiles? ¿Qué clase de pirata tiene empatía por hijos de Marines?—

—¿Heroína? ¿Empatía? Solo es trabajo, me han pagado para matarlos, me han dicho que hacer y simplemente lo hago. Si soy una pirata o no, no me importa mientras la paga sea decente...—

Esa noche el pirata no supo si la lengua de su contrincante o su espadón le habían causado aquella herida letal. Agonizaba en el suelo tras un intenso intercambio, la rubia le miraba con esos ojos esmeralda que mostraban cierta satisfacción al cobrrarse su vida. La piel de la mujer presentaba cortes en sus mejillas, uno cerca de su mentón y su armadura había sufrido algunos rasoones. El intercambio, contarían los muchachos, duró menos de diez minutos que resultaron una eternidad. Una bestia que había colisionado con una presa acorralada, una presa que había luchado hasta el último segundo pero que no pudo ver un poderoso corte que dividió su cuerpo como a una montaña. Y pese a desviar el segundo, la herida había sido fatal. Un capitán que murió sonriendo y una mujer que apareció con un saco a la primera hora del amanecer.

—Las cinco cabezas y los dos mocosos, tal y como hemos acordado.—

Declaró la rubia levantando su pulgar, la anciana no cuestionó y entre cantos y vitoreos de quienes habían sido víctimas de esa banda de fanáticos concedió su paga a la imponente guerrera. Uno de los médicos de la zona ayudó a la mujer gigante con sus heridas mientras que los jóvenes rescatados volvían a llorar en las faldas de sus madres. Bondad, maldad, es la visión egoísta con la cual las hormigas ven al mundo. Sowon no se creía una justiciera ni tampoco una villana, no tenía el ego para cuestionar los calificativos u honorificos que empleasen los desconocidos al reconocerla. Ella sabía que en su interior albergaba un volcán y que con los estímulos adecuados podría convertirse en un verdadero peligro.

De momento, la paz reinaba en  el interior de la Oni, paz ofrecida por quienes le contrataban y le dejaban ejecutar su propia cizaña contra aquellos a quienes la sociedad consideraba prescindibles. Pero, ¿Acaso existía diferencia cuando se trataba de matar hormigas?
#1
Moderador OppenGarphimer
Nuclear Impact
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