Hay rumores sobre…
... que en una isla del East Blue, hay un prometedor bardo tratando de forjarse una reputación. ¿Hasta dónde llegará?
[Aventura] [T1] ¿Panacea?
Silver D. Syxel
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Bahía de los Olvidados, Isla Momobami
Día 36 de Verano del año 724

La niebla envolvía la Bahía de los Olvidados en un abrazo denso y húmedo, mientras Alistair descendía del modesto bote que lo había llevado a este rincón del mundo. El aire estaba impregnado de una mezcla peculiar de sal, algas en descomposición y un sutil toque de madera mojada. A su alrededor, las aguas turbias apenas reflejaban el cielo gris, y las maderas del muelle crujían como si cada paso pudiera ser el último que soportaban.

Ese lugar era más un refugio improvisado que un asentamiento propiamente dicho. Cabañas de madera maltratada se alzaban torcidas y tambaleantes junto a la orilla, y los pocos habitantes que deambulaban por allí evitaban el contacto visual. Eran figuras de aspecto sombrío, con ropas raídas y miradas furtivas, el tipo de personas que no deseaban ser encontradas. Este era el lugar al que iban quienes querían desaparecer.

A lo lejos, el susurro de voces resonaba desde una pequeña taberna apenas iluminada por una lámpara de aceite. Sus paredes de madera astillada y su puerta colgante apenas mantenían a raya la jungla que parecía querer reclamar cada rincón. No muy lejos de allí, un grupo de figuras encapuchadas descargaba cajas de un barco desvencijado, con movimientos rápidos y calculados como si estuvieran acostumbrados a trabajar sin llamar la atención.

Alistair había oído rumores sobre una planta mítica oculta en las profundidades de la Selva Profunda de Momobami, una planta con propiedades curativas tan potentes que los aldeanos locales la habían bautizado como una "panacea". Pero la misma gente que susurraba sobre la planta también contaba historias de una bestia bicéfala que la protegía, una criatura de pesadilla que había mantenido a raya a más de un curioso. Para Alistair, revolucionario y espadachín de corazón noble, ese rumor era una llamada a la acción.

Un hombre de rostro curtido y expresión cansada lo observaba desde el muelle. Con una media sonrisa, el extraño le hizo una seña con la cabeza, como si hubiera reconocido algo en él.

—¿Qué te trae por aquí, chico? —preguntó, con una voz áspera, sin darle tiempo a responder—. Este lugar no tiene mucho que ofrecer, y son pocos los que consiguen marcharse una vez aquí. La selva no es generosa con los forasteros.

Sus palabras parecían una advertencia, aunque su tono era casi indiferente, como si ya hubiese visto demasiadas personas pasar por allí con la misma esperanza. Pero Alistair no era alguien que se dejara intimidar fácilmente... ¿no?

En medio de aquel ambiente opresivo y misterioso, el revolucionario tenía un objetivo claro. Quizás este era solo el comienzo de su búsqueda, un primer paso en un camino que podría llevarlo a descubrir algo más que una simple hierba curativa.

Información
#1
Alistair
Mochuelo
Personaje


Desde que había regresado de Oykot con el resto de los revolucionarios en su embarcación, su día a día se encontraba poblado de sucesos espontaneos, y aventuras que conseguían mantener en constante alerta a incluso la personalidad más relajada que pudiera habitar los cuatro Blues. La liberación de un reino en opresión, el asalto de unos piratas al Baratie, y ahora... La isla cuya vegetación podía devorar a un hombre vivo, si es que los extraños y variopintos animales locales no lo hacían primero. 

Una posible exageración tan grande como una casa, o eso esperaba. Indiferente a la veracidad de la información que las malas lenguas movían constantemente como un teléfono roto, el oído de Alistair no se privó de recibir cada leyenda o mito que pudiera rodear a Momobami en busca de algo que pudiese resultarle interesante, y si podía, algo que pudiese beneficiar al grupo o a él como individual. Nunca estaba de más dedicarse un regalo a uno mismo -el amor propio era tan importante como el ajeno-, pero siempre tomaría la opción que beneficiase a la mayor cantidad de personas posibles, con una razón aún mas significante si las personas en cuestión eran sus compañeros de armas con quienes había combatido codo a codo. 

En esta improvisada cacería de rumores fue que se topó con un detalle capaz de robar toda su atención en un instante: Un rumor que hablaba de una planta mítica que tenía una aplicación increíblemente efectiva a cualquier medicina en la que se incluyera, una panacea a términos prácticos. Tan surrealista como pudiera sonar un espécimen tan idóneo como éste para la fabricación de una medicina, había muchos huecos en la historia que le hicieron repasarlos una y otra vez, teniendo dudas al respecto. 

Pero nunca había sido una persona que se fuera por derroteros e imposibilidades. Como la persona que siempre sonreía, que siempre intentaba evocar la misma energía de un amanecer en sus palabras y en su actuar, decidió finalmente dar confianza ciega al rumor y perseguirlo hasta su final, fuese éste amargo o maravilloso. ¡Si todo iba mal y acabara en el peor escenario, lo mínimo que tendría sería una interesante historia para compartir a la noche con los demás! Estaba decidido a perseguir esta "panacea" de la que tanto se hablaba, o de al menos perseguir a la homónima que había generado tanto revuelo. 

Esta idea le llevaría hasta la Bahía de los Olvidados, un lugar que consiguió despertar su precaución desde el primer momento. Después de todo, podía contar con los dedos de las manos la cantidad de personas que estarían dispuestas a vivir en un entorno tan hostil como una isla completamente invadida por la vegetación, y con una notable ausencia de civilización. Quien estuviese allí, imaginaba, tendría que tener una necesidad de peso mayor para cohabitar con bestias que cualquier bestiario incluiría solo en un "Capítulo prohibido". Aun así, admitía que era pronto para juzgar a nadie por mero contexto y apariencias, y se mantendría abierto al diálogo con tan solo uno o dos dedos sobre el mango de su katana. ¿Como, sí no, iba a llegar a donde quería? Era desconocedor del mundo, y esa amenazante isla del East Blue no era ninguna excepción. Acabaría perdido y sin posibilidad de encontrar su objetivo sin las instrucciones detalladas de un local. 

Un vistazo alrededor expulso varias figuras en el lugar a la mirada del Lunarian, entre éstas las provenientes de una taberna cercana y otras tantas descargando cajas de una embarcación, expertos en su oficio. ¿Provisiones, podía ser? No era un detalle importante, tan solo el hecho de que se encontraban ocupados, y seguramente indispuestos a responder cualquier pregunta de buena gana. Podía acabar no solo en nada, sino en peor que nada si uno de ellos decidía hacer una maldad indicándole como atravesar la jungla. 

Su mejor opción, entonces, pasó a ser la taberna. O eso pensó, hasta que un hombre llamó su atención con un movimiento de su cabeza, pidiéndole acercarse. ¿Qué querría el hombre? Quedarse en el sitio no le daría respuesta a ello. Se aproximó hasta la figura de media sonrisa, y escuchó las palabras que dirigió hacia el revolucionario. 

¡Eso he escuchado! No parece la clase de lugar que reciba a nadie con brazos abiertos y una sonrisa. — Su respuesta estaba desprovista de preocupación, a pesar de que las palabras del hombre servían efectivamente como una advertencia. Lo prefería así: Si tiraba la toalla antes de siquiera intentarlo, estaría sucumbiendo a la isla mucho antes de dar el primer paso. — Vengo en busca de una hierba medicinal que han denominado como una panacea, ¿conoces algún dato al respecto? Cualquier cosa podría serme de utilidad y te lo agradecería inmensamente. — Tajante y directo, no iba a tener pelos en la lengua sobre el tema. Si el hombre tenía buenas o malas intenciones con el emplumado, poco cambiaba que el mejor acercamiento sería la honestidad. Bueno... Puede que hubiese venido bien contenerse un poco. 

Por ahora, jugaba con todas sus cartas a la vista, esperando que este voto de confianza pudiese disuadir al hombre de compartir la información que necesitaba, e incluso estaría dispuesto a recompensarlo con lo que pudiera si probaba ser un hombre especialmente duro de convencer. O lo suficientemente avaro; incluso si los Berrys no guardaban demasiado valor para Alistair, el caso podía ser diferente con otros. 


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#2
Silver D. Syxel
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Bahía de los Olvidados, Isla Momobami
Día 36 de Verano del año 724

El hombre entrecerró los ojos, analizando a Alistair como si tratara de descifrar la razón detrás de su entusiasmo. No era común ver a alguien tan franco y seguro de sí mismo entre los muelles de la Bahía de los Olvidados, especialmente en busca de algo tan… peculiar.

—¿Una panacea, eh? —repitió, como si saboreara la palabra en sus labios. Miró alrededor, asegurándose de que nadie estuviera lo suficientemente cerca para escuchar, y luego volvió su atención hacia el revolucionario—. A veces los rumores son más letales que las bestias de esta isla, chico. Y créeme, en Momobami, las bestias pueden ser muy… persuasivas.

El hombre se rascó la barba incipiente, dejando que el silencio se extendiera por unos segundos. Finalmente, esbozó una sonrisa torcida, la clase de sonrisa que uno se pondría antes de contar una historia que preferiría olvidar.

—Esa planta de la que hablas... dicen que crece en la Selva Profunda, en los lugares donde la luz apenas alcanza. ¿Ves esa montaña allá? —señaló un oscuro perfil rocoso al norte, apenas visible entre la niebla—. Cerca de sus faldas, en un claro rodeado de árboles retorcidos. Muchos van, pocos regresan. Pero dicen que los que han vuelto, regresan… cambiados —susurró, dejando la última palabra en el aire, cargada de misterio.

Hizo una pausa, evaluando la reacción de Alistair antes de continuar.

—No soy alguien de naturaleza generosa, chico, pero estás buscando algo más que una planta si entras en esa jungla —añadió, cruzando los brazos—. Las criaturas allí no son como las que hayas visto antes, y si la bestia bicéfala de la que hablan los rumores es real, espero que tengas algo más que una espada y valentía. En la isla muchos la llaman "la Devoradora".

El apodo dejó un eco incómodo en el aire, mientras el hombre miraba hacia la jungla como si pudiera ver más allá de la niebla. ¿Era resolución o emoción lo que brillaba en los ojos de Alistair? Bueno, al menos es lo que el hombre pareció notar, pues resopló, sacudiendo la cabeza en una mezcla de respeto y resignación.

—Bien, bien… pero te diré algo más, un pequeño consejo —continuó, en un tono más suave—. Si vas a entrar, busca a un guía. Algunos de los que han sobrevivido a la Selva Profunda merodean la bahía de vez en cuando, vendiendo historias por un par de monedas. Pueden decirte cómo moverte sin despertar a las sombras que habitan allí.

El hombre hizo un ademán en dirección a la taberna cercana, la misma que antes había captado la atención de Alistair. Era un lugar oscuro y apenas iluminado, donde las sombras parecían bailar con las llamas de las velas parpadeantes, como si ocultaran secretos.

—Intenta allí si estás decidido. Y, si me permites un consejo, chico… siempre guarda una mano en tu cartera y la otra en el mango de tu espada. Podrías necesitar ambas para de salir de aquí con vida.
#3
Alistair
Mochuelo
Las advertencias llegaban una tras otra, cual cartel colocado de manera insistente en un campo para que no pisases la hierba bien cuidada del lugar. Aun así, el hombre no parecía cargar ninguna mala intención consigo, o por lo mínimo, era lo suficientemente convincente como para hacer pensar a Alistair de que así era. Parecía un veterano del lugar, alguien cuyo experimentado par de ojos habían visto un millar de cosas pasar, y cuyos oídos habían escuchado tantas cosas que las mas antiguas empezaban a desvanecerse entre las cavernosas esquinas mas recónditas de una mente traicionera. Esperaba que no fuese el caso para lo que el revolucionario buscaba con insistencia, o podría acabar en graves problemas siguiendo indicaciones equivocadas. 

Dentro de las palabras del hombre, la primera indicación totalmente clara se asomó. La mirada del Lunarian se dirigió a la dirección en la que el hombre apuntó, visualizando con dificultad una sombra que poco a poco ganó nitidez hasta presentarse a sí misma como una estructura natural de notable tamaño; para ese punto, tan solo una silueta era visible, por lo que cualquier otro detalle relevante estaba completamente excluido de su sentido visual. Si quería algo más que eso y la neblina no decidía ceder pronto, su única apuesta segura era acercarse hasta el sitio, a un punto en que la densa concentración de humedad no fuese un obstáculo.

Parece un lugar descrito en una leyenda. — Comentó en tono ligero, amable e incluso bromista. No es que no se lo tomara en serio -muy por el contrario-, y la ausencia total de una carcajada se encargaría de demostrárselo al hombre. Tan solo era un polluelo de corazón ligero que prefería no pensarlo más de lo necesario: Quería saber qué de allí le otorgaba esa reputación a ese mítico lugar, y la única forma en que lo haría es avanzando hasta el sitio en persona. Si esto se trataba de valentía o de ignorancia disfrazada como tal virtud, solo la historia podría dictarlo con seguridad irrefutable. — Todo lo anterior quiere decir que, lo que sea que mencionen los rumores, lo encontraré al pie de esa montaña, ¿verdad? — ¿Lo único de lo que tenía certeza absoluta? Que quería llegar al fondo del misterio.

Pero las palabras del hombre no finalizaban en lo que Alistair quería saber. Había más. Advertencias de criaturas de naturaleza única, extrañas al punto de atrapar a los más experimentados con la guardia baja, pero parecía especialmente empecinado con una en concreto: Una bestia bicéfala que se había ganado su propio sobrenombre, "La Devoradora", por la naturaleza temible que ya había demostrado. Al menos eso era lo que absorbía en cada palabra, intentando dar sentido a todo lo que escuchaba. Conocía la reputación de la isla, y sobre todo de la fauna salvaje que la habitaba, pero su ignorancia generalizada del mundo hacía que los detalles mas pequeños y específicos se le escaparan entre los dedos como agua. Fuera lo que fuera "La Devoradora", tendría que andar con la guardia alta y ojos en la nuca. 

Resolución y emoción invadieron su mirada y la iluminaron ante el prospecto de una aventura de tal calibre frente a él. Una aventura que podía representar un peligro mayor de lo pensado, pero ninguna piedra afilada podía mantenerse en ese estado sin un oleaje que chocara constantemente en su contra, poniéndola a prueba. 

Un último nugget de sabiduría, un consejo de parte del hombre, fue el último requisito necesario para empezar con su aventura. Cobraba bastante sentido consultar a un guía en un lugar como Momobami, en especial cuando la niebla entorpecía los sentidos de sus visitantes. Si no tenía cuidado e iba sin las recomendaciones de alguien con veteranía, acabaría caminando en círculos una y otra vez hasta que su resistencia le fallara, sus piernas se rindieran y sus alas fuesen incapaces de cargarlo por los cielos. Posiblemente el fallo -si es que no la muerte- mas tonto de cualquiera de los foráneos en la isla. 

Su mirada recayó en la taberna que había observado momentos atrás, ahora otorgándole mayor importancia. — Entiendo. ¡Muchas gracias, buen hombre! Lo tendré especialmente en cuenta, y haré todo lo que pueda porque esta no sea mi última aventura. — Rió suave, a punto de marcharse. Pero se detuvo en su primer paso, dirigiéndose nuevamente al desconocido. — Oh, y si alguna vez puedo pagarte este favor y tienes forma de hacérmelo saber, no dudes en pedírmelo. Haré lo que esté en mis manos para regresarte esta mano amiga. — Dedicó una sonrisa y, ahora si, se marchó en dirección a la taberna. 

Se colocó frente a la puerta de madera colgante y la apartó para entrar en el sitio, intentando evitar causar mucho revuelo por difícil que pudiera resultar para un ser alado de gran envergadura. Su prioridad: Encontrar a quien cargara consigo la apariencia de un aventurero con experiencia, e intentar entablar conversación con esa persona para obtener la información que el hombre de afuera le aconsejó, con dinero de por medio si era necesario.

Resumen

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#4
Silver D. Syxel
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Bahía de los Olvidados, Isla Momobami
Día 36 de Verano del año 724

El interior de la taberna era un refugio de sombras y murmullos. Las velas parpadeaban en sus candelabros improvisados, proyectando figuras irregulares en las paredes de madera desgastada. El lugar olía a humedad, alcohol barato y algo más rancio que no resultaba fácil de identificar. En un rincón, un grupo de hombres discutía en voz baja, con miradas de reojo que inspeccionaban a cada nuevo visitante con cautela. Las figuras encorvadas y las capuchas que escondían rostros no facilitaban el distinguir un rostro amigable de uno hostil, pero Alistair supo que, si alguien podía llevarlo hasta la Selva Profunda, probablemente estuviera entre estos hombres.

Por un instante, su apariencia lunarian y la envergadura de sus alas atrajeron algunas miradas, pero pronto los ojos se desviaron con indiferencia. Parece que era mejor no interesarse demasiado en los extraños en la Bahía de los Olvidados.

Alistair avanzó hasta la barra, donde un tabernero de mirada cansada y rostro cubierto de cicatrices limpiaba, más por costumbre que por higiene, un vaso astillado. El revolucionario intercambió un par de palabras breves, ofreciendo algunas monedas para ganarse la confianza del hombre. Con una inclinación de cabeza, el tabernero le indicó a un hombre encorvado en una esquina, quien parecía observarlo desde hacía un rato.

Se acercó a él, y tras algunos intentos para obtener información útil sobre la jungla y la planta, el hombre finalmente dejó escapar una carcajada ronca.

—Así que eres otro loco que busca un mito… —susurró, con voz cargada de sarcasmo y desconfianza—. Te llevaré, pero te advierto: nada bueno sale de esas tierras. Puedo acercarte al lugar donde crece la planta, pero si lo que dicen es cierto, es una bestia salvaje la que marca el territorio. Una vez allí, el resto corre por tu cuenta.

El guía, un sujeto de rostro curtido y con una cicatriz que le cruzaba la mejilla, era conocido entre los locales por sus aventuras en la jungla. Los pocos que lo conocían lo llamaban "Rats", un apodo nacido de su habilidad para moverse sin ser notado entre la espesura y su inclinación a sacar beneficio en situaciones difíciles. Después de unas palabras y algunos billetes adicionales, Rats se levantó y asintió con la cabeza.

—Nos vamos en cuanto estés listo, muchacho. Pero te advierto, más te vale que seas rápido y silencioso si quieres sobrevivir —dijo, lanzando una última mirada seria a Alistair antes de dirigirse hacia la puerta.



Selva Profunda, Isla Momobami
Día 36 de Verano del año 724

La vegetación de la Selva Profunda parecía devorar el camino a medida que se adentraban, cerrándose alrededor de ellos como una muralla verde. La humedad era densa, y las hojas goteaban en una constante que creaba un ritmo opresivo en el ambiente. La luz apenas se filtraba entre las copas de los árboles, proyectando sombras largas y retorcidas que daban a la selva una apariencia de otro mundo.

Rats avanzaba en silencio, sus pasos apenas audibles mientras cortaba con una daga las lianas que se interponían en el camino. Cada tanto, Alistair notaba sus ojos atentos, como si esperara algún signo de peligro inminente. La jungla parecía viva, y Alistair captó de reojo la forma de un par de aves de plumaje brillante que los observaban desde las alturas. Pero los colores vibrantes de los animales y las plantas parecían esconder algo más siniestro.

—Escucha —susurró Rats, deteniéndose de repente y alzando la mano para que Alistair hiciera lo mismo—. ¿Lo oyes?

A su alrededor, el canto de los insectos y el susurro de las hojas al viento eran el único sonido. Pero pronto, el revolucionario percibió algo más: un silencio gradual, como si la vida de la selva se extinguiera por momentos. Las aves se habían callado, y el ambiente estaba tan quieto que el propio susurro de Rats parecía resonar en el aire.

—Eso significa que estamos cerca —murmuró el guía—. Las criaturas aquí son sensibles a su presencia. No que será realmente, pero esa cosa ahuyenta a todo ser vivo que se cruce en su camino.

Finalmente, el suelo empezó a inclinarse hacia abajo, y entre las raíces de los árboles y las rocas cubiertas de musgo, un claro comenzó a abrirse a lo lejos. En el centro, una especie de oquedad se hundía en el suelo, rodeada de arbustos y enredaderas retorcidas que parecían girar en espiral hacia adentro, como una invitación a descender.

Había una esencia en el aire, una fragancia dulce y penetrante que parecía provenir de alguna planta cercana. Alistair pudo distinguir una vegetación más frondosa y de aspecto vibrante en las cercanías de la oquedad, hojas verdes y lustrosas que reflejaban la luz, como si estuvieran bañadas en un rocío brillante. Podría ser la planta que buscaba, pero había algo… algo inquietante en la quietud y en la disposición de las raíces y enredaderas que bordeaban el lugar.

Rats se detuvo en el borde del claro y susurró, apenas audible:

—Ahí es. Pero no pienso acercarme más. Esa cosa… esa criatura que llaman la Devoradora… suele rondar por aquí. Si el rumor es cierto, puede que ya nos haya notado.

El silencio regresó, tan espeso como la niebla que había dejado atrás en la Bahía de los Olvidados. Ahora, era Alistair quien debía decidir el siguiente paso.

Información
#5
Alistair
Mochuelo
Sus ojos pasearon por el interior de la taberna a la primera oportunidad que tuvo de conseguir una buena imagen del lugar, examinándolo para tener una mejor idea de la zona en el que había entrado. Un lugar golpeado por el paso del tiempo y las inclementes condiciones climáticas de la isla, pero que debía reconocerle no solo verse mucho mas grande desde el interior que su exterior, sino que además conseguía superar a otros establecimientos con nada de la dificultad ambiental, la mitad del personal y el triple de los recursos. Una visita a los lavabos de esos sitios en sus recuerdos era... Bueno, mejor no entrar en detalles específicos para no estropearle la hora de la comida a nadie y ponerlo tan simple como un: "Muy desagradable, no me acercaría en mi vida".

Se aproximó a la barra, entablando una conversación simple y bastante directa en la que ofreció un incentivo monetario al hombre detrás para dar con una presencia que no habría notado observándolo hasta el momento en que se giró en su dirección. Con un agradecimiento al tabernero, el revolucionario procedió a alejarse de la barra y acercarse al señalado. 

¡Ese sería yo, si! — Soltó una carcajada pequeña tras escuchar las palabras del hombre, tomándoselo más como un comentario bromista inofensivo. Aunque era cierto que Alistair podía ser bastante débil a cualquier insulto frontal, el chico era lo suficientemente positivo como para no tomar sus palabras  como uno. Requería de agregar mucha mas intención en sus palabras para que, en su mente, fuese un insulto del cual no tendría opción sino responder. Asintió a las palabras del hombre; su mente estaba determinada a cumplir con su objetivo. — Te agradezco por la advertencia. Entiendo que estas puedan ser palabras que escuchen cada día de la semana, pero... Todo saldrá bien. Estoy seguro de ello. — Insistir hasta creérselo era un buen mantra siempre que no se le subiera demasiado a la cabeza. Ofreció el dinero que el hombre le solicitó por sus servicio, esperando a su respuesta.

¡De acuerdo! Partimos inmediatamente entonces. Cuanto antes comencemos con el trayecto, más horas de luz diurna tendremos para todo. — Respondió a Rats, decidido. Todo lo que requería estaba en su mochila, o al alcance de su mano. Partió detrás del hombre, siguiéndole tan solo unos cuantos pasos por detrás.

...

Selva Profunda, Isla Momobami

Aún estaba impresionado de que, incluso comparándola con lo que mencionaba en los textos que había leído de camino, la vegetación de Momobami conseguía superar las expectativas escritas por los autores y el emplumado. Era, en su propia e implacable manera, un paraíso botánico que se extendía mas allá de lo que cualquier sentido pudiese alcanzar por sí solo. Incluso se preguntaba cómo era que los animales navegaban tal laberinto hecho jungla, o si habían evolucionado específicamente para adaptarse a un entorno que les comería vivos al primer descuido, esperando que no pasara mas allá de una metáfora. 

Intentando no dedica demasiados pensamientos a lo anterior, sus ojos procuraron explorar todo el lugar sin reservas, tomando información visual de cada detalle que pudiera, notando cada especie oculta entre las ramas de los árboles con un mínimo de exposición y la vegetación a la que simplemente no podía poner mas que un nombre improvisado porque su presencia sería inexistente en cualquier libro de botánica moderno. Y con buena razón: Cualquier investigador sin los fondos suficientes para contratar un buen equipo de exploración acabaría presa de Momobami en cuestión de días. Investigar era una odisea, pero la categoría de terreno inexplorado sumaba puntos a la aventura que vivía el revolucionario. 

Era, dentro de la nube de rumores que se cernía sobre ella, una isla maravillosa mas allá de las aventuras que podían vivirse. Una jungla llena de vida, de colores y olores que ninguna civilización podría imitar jamás sin importar cuánto lo intentase. ¡Incluso llegó a encontrar con el rabillo del ojo un par de aves con colores preciosos y vibrantes, un contraste que era perceptible a ojo desnudo con las plumas de ébano de sus propias alas. Pero incluso con esta vista, Alistair no podía sacarse de encima ese mal presentimiento que orbitaba su cabeza y carcomía sus pensamientos sin piedad alguna. Una sensación desagradable de la que quería deshacerse cuanto antes, pero hasta que sus miedos no se confirmaran o desmintieran, su única opción yacía en ejercer toda la paciencia que reunía polvo dentro de él. 

Se detuvo de golpe ante la indicación de Rats, dedicando atención casi indivisa a su sentido del oído tan pronto el guía hizo alusión a un sonido presente en el lugar. Un ruido blanco de naturaleza les rodeaba, vívido y tan lleno de colores como los que exhibían sus alrededores. Y de repente, poco a poco... Nada. Silencio muerto, privando a los espectadores del ruido blanco en el que estuvieron envueltos. ¿Qué los había hecho callar? La sola pregunta le erizó la piel; el mal sentimiento estaba más que justificado, pero todavía no sabía porqué.

Es bastante inquietante que un solo animal pueda tener tanto control sobre el bosque. Se siente como si fuese una especie de rey del lugar. — Una palabra que, necesitaba añadir, le desagradaba al punto de revolcarle un poco las tripas. No es que tuviese una vendetta personal y específica por ninguno, pero desde sus años como esclavo, cualquier palabra que tuviera relación alguna con la nobleza veía un rechazo inmediato y prácticamente instintivo en su psique, parte de un mecanismo de defensa seguramente. Claro que, visto desde otro ángulo, esas relaciones monárquicas en la naturaleza eran mucho mas básicas, lo cual en parte amortiguaba su desprecio hacia el concepto en esa específica situación.

La inclinación del suelo marcó el inicio de una apertura conduciendo a un claro en el camino, las cuales guiaban a su vez hacia una oquedad rodeada de flora que solo podía identificar vagamente por sus características más visibles. Se había acabado el viaje cómodo y, a partir de aquí, se veía como terreno peligroso. 

La fragancia dulce, imposible de ignorar para el afinado sentido del olfato del Lunarian, invadió su nariz y permeó los pensamientos en su cabeza por unos segundos, atrapado en ese aroma. ¡Podía ser lo que había venido a buscar, y habían tardado poco en acercarse tanto! 

Por un segundo, olvidó completamente la mala sensación que aconsejaba en contra de actuar apresuradamente. 

Entendido. Gracias por tu ayuda, Rats. Como acordamos, yo me encargo de lo demás a partir de aquí. — Para este punto, su guía no encontraría objeción alguna del Lunarian si se marchaba de vuelta a la taberna. Las lianas que habían sido cortadas de camino hasta aquí servirían como un excelente guía de regreso una vez tuviera lo que quería, y de llegar a peores, siempre podía ascender forzosamente y buscar otros indicios para saber la dirección por la que había venido. Además, lo último que quería era arriesgar la vida del hombre en caso de que las cosas se tornaran un poco más... Movidas. 

Se dispuso a moverse. Desenfundaría la primera de sus katanas y avanzaría hacia el hundimiento en el terreno, buscando un punto apto para descender por su cuenta desde allí. En cuanto a la vegetación que rodeaba, utilizaría la hoja de su arma para apartarla a un lado de ser posible, evitando un contacto directo en caso de que llegase a ser tóxica para el Lunarian o cualquier otro ser vivo, un cuidado que había aprendido con malas experiencias cuando se encontraba con vegetación vibrante de muchos colores, al igual que los animales de similar apariencia. Y si no había manera alguna de apartarla sin que acabara regresándose contra su cara con fuerza, cortaría con cuidado los obstáculos en su camino durante su avance, procurando tener especial cuidado de que ningún trozo de nada saliera volando y se le clavara en la piel. 

Era una de esas raras ocasiones en las que amaría poder ocultar sus alas, o al menos encogerlas. No era particularmente cómodo intentar pasar por lugares estrechos con ese par de apéndices negros montados en su espalda, y le eran prácticamente inútiles en cualquier sitio con un techo. 

Resumen

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Virtudes y Defectos relevantes
#6
Silver D. Syxel
-
Selva Profunda, Isla Momobami
Día 36 de Verano del año 724

El descenso hacia la oquedad resultó ser más complicado de lo que Alistair había anticipado. Las enredaderas parecían formar una especie de barrera natural, y el aire estaba cargado de esa fragancia dulce y penetrante que lo había guiado hasta allí. Sin embargo, tras varios metros de avance cuidadoso y algunas ramas apartadas con el filo de su katana, Alistair alcanzó un claro en el suelo cubierto de hierbas suaves y hojas vibrantes.

Y ahí, a pocos metros de él, crecía la planta que había venido a buscar.

Sus hojas verdes y lustrosas brillaban como si estuvieran impregnadas en rocío, y sus flores, de un color entre azul y morado, despedían un aroma que parecía aliviar la tensión en el aire, envolviendo el claro en una atmósfera de calma extraña, casi surrealista. Esta era, sin duda, la "panacea" de la que había oído hablar.

Sin embargo, cualquier pensamiento de victoria fue rápidamente interrumpido cuando un sonido bajo y grave retumbó a sus espaldas. Girando lentamente, Alistair se encontró cara a cara con una criatura que no podría haber imaginado ni en sus pesadillas.

Un imponente tigre de dos cabezas lo observaba desde las sombras del claro. Su pelaje era inusual: una de sus cabezas y la mitad de su cuerpo eran de un color naranja vibrante, mientras que la otra mitad era completamente albina, de un blanco casi fantasmal. Sus ojos, dos pares de orbes resplandecientes, brillaban con una mezcla de desafío y dolor.

Un conocedor de las criaturas de esta isla, podía intuir que el tigre era una variante de una especie aún más rara y temida en Momobami, el "sanoni", conocido por sus tres cabezas. Este ejemplar, sin embargo, parecía ser una anomalía aún más infrecuente, y en circunstancias normales habría sido un oponente formidable, una bestia digna de cualquier cazador o guerrero.

Pero esta criatura no estaba en condiciones de pelear. Desde donde estaba, Alistair pudo notar que la bestia parecía debilitada, con algunas heridas abiertas en sus patas y un tono de piel apagado. La respiración del tigre era pesada, y uno de sus flancos temblaba ligeramente. Parecía que había sido herido o quizás sufría de alguna enfermedad. Era evidente que estaba en busca de alivio… quizás, cerca de esta planta que despedía aquel aroma tranquilizador.

Alistair se encontraba ante una decisión inesperada. Podría simplemente tomar la planta que había venido a buscar y marcharse, dejando a la criatura en su estado actual. Pero, con su experiencia en medicina, también podía reconocer que el poder curativo de la planta podría aliviar el sufrimiento de la criatura, o al menos ayudarla en su recuperación. Si decidía ayudarla, tendría que utilizar la planta en el proceso, y se arriesgaba a no poder llevarse más que un recuerdo o la satisfacción del descubrimiento.

El tigre lo miraba con ojos atentos, alerta y cansado, como si comprendiera la importancia de la planta que ambos tenían ante sí. ¿Qué haría el revolucionario?

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#7
Alistair
Mochuelo
Los obstáculos naturales que esa pequeña travesía impuso, inesperados en su capacidad para mantener a raya a los intrusos, invocaron cada gramo de cuidado que el Lunarian cargaba consigo en su cabeza. Era una suerte caída del cielo que sus armas de filo fuesen confiables como usualmente, o seguramente sus problemas se habrían multiplicado generosamente al complicar su avance. Nada que no pudiera manejar siendo un poco tozudo, pero cada pequeña ayuda merecía recibir su equivalente porción de agradecimientos.

Siguió ese aroma dulce como la miel, hechizando cada fibra de su ser, hasta que dio con el tesoro que había perseguido desde que los rumores habían llegado a sus oídos. Hojas brillantes que hacían honor a su reputación, con unas flores dicromáticas cuyo aroma traía una indescriptible paz en sus inmediaciones. Una planta mítica por definición, que incluso si no hubiese escuchado los rumores de lo que ésta podía conseguir con sus contenidos, conseguía presentir el aura mística que desprendía ese ser vivo y que, en otras palabras, "debía poseer algo especial que atraería a cualquier ojo con un mínimo de color en su vida".

Alistair se acercó, un paso a la vez, siendo su instinto el que dictaba cada movimiento mientras que su mente hacía un clavado de cabeza hacia su imaginación, explorando cada rincón mientras ideaba la cantidad de usos que podía darle al maravilloso elixir en su forma sin refinar. ¡Un aceite, un tónico, una solución líquida, hasta una pastilla si le ponía el suficiente empeño! Tal y como habían sido apodada: Era una "panacea" en espera de ayudar a tantísimas personas, donde quiera que estuvieran.

Las manos del revolucionario diestramente tomaron la planta de su lugar de reposo, teniendo extremo cuidado de no dañarla en lo mas mínimo, además de improvisar un contenedor para la planta con la botella de agua que cargaba, seccionada en dos por una de sus armas. La mitad superior serviría para guardar tierra humedecida por el agua que inevitablemente caería al suelo al separar la botella de un tajo, mientras que la otra cargaría con mas agua para hidratarla en el camino de regreso. Sería un poco difícil llevarla, pero nada imposible, al menos hasta que consiguiera un mejor transporte para la preciosa muestra de flora.

Todas sus ideas eran de idealista con optimismo hasta la coronilla (a falta de un punto mas alto en su cuerpo, quizá la punta de sus alas si cabía en el ejemplo), el cual siempre intentaría velar por el bien de tantos como pudiera en cada una de sus acciones. Fue por esto que la siguiente decisión fue una prueba a su moral, a su espíritu y a sus valores tanto como una persona como un médico. 

Un sonido a sus espaldas atrajo la atención del emplumado, claramente inhumano pero carente del vigor que poseería una bestia salvaje en su día a día. Alistair se giró lentamente buscando no incitar una reacción repentina, y lo que se encontró al clavar sus ojos en la criatura fue una vista que le impresionó tanto como la propia planta: Su guardián, la bestia bicéfala de la que tanto se rumoreaba. Un felino hermoso en cada posible definición y sinónimo de la palabra, con un pelaje claramente diferenciado sobre la mitad de su cuerpo, además de orbes hipnotizantes que atraparían la atención de cualquiera. No hacía falta el conocimiento del mundo -del cual carecía al por mayor- para saber que se trataba de una especie única, rara y maravillosa.

Pero... no era él, sino un vestigio decaído de lo que alguna vez fué, con heridas visibles en sus patas y un tono de piel que anunciaba su posible destino de seguir por ese curso. Era una vista triste, y que conseguía enternecer su corazón al ver a un posible rey de la selva arrodillado y con el cuello expuesto. Incluso si no se tratase de un médico, observar al félido dejaba a la vista sus escasas oportunidades.

El clásico acertijo del tranvía, un poco retocado. En su mano tenía una planta que podría ayudar a muchos si tan solo se retiraba sin hacer nada por la criatura. Pero de no hacerlo, condenada directamente a una vida a perecer, teniendo la posibilidad de ayudarla en su muy literal mano, algo mucho mas poderoso que un simple prospecto de ayuda. 

Observó un segundo a la planta, y luego al animal; ¿a quien iba a engañar? Su decisión estaba hecha desde que la oportunidad de ayudar estuvo frente a él. Si sus manos existían para sanar, tanto su deseo como su deber siempre sería ayudar a quien lo necesitara, indiferente de su origen o de las condiciones. El felino no era una excepción.

El emplumado se acercaría al tigre con lentitud, con sus manos abiertas y tan expuestas a simple vista como le era posible sin tirar la planta al suelo por falta de agarre; cuando se trataba de un animal herido, cualquier deje de lenguaje corporal que pudiera malinterpretarse como agresión podía hacer que los instintos del tigre patearan con fuerza, y le lanzara un zarpazo que le arrancaría la mitad del cuerpo. Si quería tratarlo, debía ser en los términos del félido.

Una vez estuviese lo suficientemente cerca, se arrodilló y empezó a examinar sus heridas una por una, con especial cuidado de no producirle dolor ni profundizarlas más, y tan pronto estuviese seguro de que tenía el cuadro clínico completo -al menos dentro de los límites que tenía por falta de equipo especializado-, utilizaría la planta para ayudar a que el animal recuperase un estado de salud vigoroso, o en su defecto, al menos lo suficientemente sano como para no sufrir por su aflicción. Fuese aplicando los fluidos de la planta directamente en sus heridas, dándolos directamente de beber al félido o incluso alguna mezcla de los dos; todo dependía de cuán poderoso fuese el efecto, o de cómo reaccionara su paciente a cada uno de los métodos aplicados para procurar la mayor eficiencia. 

Esta prueba y error, dado que se trataba de una planta medicinal de la que conocía solo por rumores -y lo que podía analizar a vista, tacto y olfato- significó que consumió hasta el último gramo de la preciada panacea, utilizándola en su totalidad hasta que ni el rastro quedaría. Una verdadera pena, pues ni siquiera tendría la oportunidad de investigarla un poco para saber su podía replicar su efecto de alguna manera, o si existía alguna manera de buscar otras como ella. Pero no suspiró; había obrado lo mejor que había podido, actuado en beneficio de una vida, y eso era suficiente para alejar cualquier pena en su mente.

¡Bueno! Ya encontraré otra manera de ayudar a los demás. Tengo tiempo, y el mundo no se sostiene por mi obra y gracia. Eventualmente daré con algo más. — Comentó para sí mismo, riendo suave como si estuviese entablando una conversación con una de sus amistades. O un desconocido, inclusive. — Además, jamás podría sacrificarte a cambio de una posible idea. Tienes mucha vida por delante como para condenarte de esa manera. — Elaboró, pero esta vez encarando al enorme felino y dirigiéndole la palabra como si le entendiera. Con sus palabras acompaño una acción: Acercó su mano lentamente y acarició por largos y tendidos segundos el lomo de la criatura bicéfala oscilando entre respiraciones, si el animal le concedía el gusto. Sonrió como siempre hacía y se levantó, dispuesto a marcharse del sitio de regreso a la bahía.

Resumen


Virtudes y Defectos relevantes
#8
Silver D. Syxel
-
Selva Profunda, Isla Momobami
Día 36 de Verano del año 724

El último rayo de sol se colaba entre las copas de los árboles mientras Alistair completaba su trabajo, cada movimiento lleno de calma y cuidado. El imponente tigre de dos cabezas permanecía en silencio, observándolo con ojos cansados y vigilantes mientras él aplicaba la "panacea" sobre sus heridas y dejaba que los jugos de la planta surtieran efecto. La criatura, que al principio parecía recelosa, fue cediendo a la calma que emanaba del revolucionario y, al final, dejó que el poder curativo de la planta hiciera su trabajo.

El revolucionario lunarian observó, satisfecho, cómo el tigre comenzaba a respirar con mayor facilidad. Sus ojos, antes nublados por el dolor, brillaban ahora con una nueva vitalidad, como si comprendiera que aquel extraño alado no era una amenaza, sino una inesperada fuente de alivio. Alistair esbozó una sonrisa tranquila mientras acariciaba el lomo de la bestia, y el tigre pareció aceptar el gesto, inclinando una de sus enormes cabezas hacia él en señal de respeto.

Ya sin la preciada planta, Alistair se preparó para el regreso, sin un trofeo tangible, pero con la satisfacción de haber hecho lo correcto, guiado por su instinto compasivo. Su misión no era siempre sobre victorias personales, sino sobre cuidar de otros, incluso cuando el "otro" era una bestia salvaje y solitaria.

Cuando comenzó a marcharse, notó que el tigre lo observaba desde la entrada del claro, como si le estuviera brindando una silenciosa despedida, antes de qye se sumergiese nuevamente en la densa vegetación de la Selva Profunda. Al abrirse camino entre las enredaderas, tuvo la sensación de que esa criatura, ahora sanada, sería un guardián amable para cualquiera que viniera con buenas intenciones, quizás en señal de gratitud por el acto desinteresado del revolucionario.

Su travesía de regreso a la Bahía de los Olvidados fue tranquila, sin más obstáculos que los habituales susurros de la selva y el persistente aroma de la niebla que cubría el ambiente. Con cada paso, Alistair sabía que no había encontrado la "panacea" como un botín, pero la isla le había otorgado algo distinto: una lección de su propia humanidad y la oportunidad de dejar una marca de bondad, aunque efímera, en aquel mundo salvaje.
#9
Moderador Yamato
Oden
RECOMPENSAS POR AVENTURA ENTREGADAS

Alistair:

[*]Berries: 25.352.500B +  500.000B -> 25.852.500B.
[*]Experiencia:  1909.00 EXP + 30 EXP ->  1939.00 EXP.
[*]Nikas: 18 + 5 ->  23 NIKAS.
[*]Reputación: 153 + 10 Reputación positiva -> 163 Reputación-

[*]Silver[Narrador]:
[*]Berries: 4.485.004B + 250.000B -> 4.735.004B.
[*]Experiencia:  3427.45 EXP + 30 EXP ->  3457.45 EXP.
[*]Nikas: 9 + 6 ->  15 NIKAS.
[*]Cofre decente.
#10


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