Henry
El Tirano Carmesí
05-11-2024, 05:35 AM
Año 723
Invierno
Había pasado mas o menos un año desde que me uní a la marina como recluta. Los trabajos hasta el momento no eran más que limpieza por aquí y mas limpieza por allá, llegaba el momento en el que pensaba que moriría limpiando aquél lugar de viejo y que mi justicia solo se vería reflejada en las ventanas de la base. Afortunadamente, aquél año, mis labores cambiaron de forma drástica.
Aquella mañana de invierno era más fría de lo usual y se podía notar como los altos cargos del lugar lucían nerviosos. De camino al comedor pude ver como una multitud de unos 30 marines se agruparon en la mesa principal de la cocina, donde era típico que un marine fuese servido con su desayuno, almuerzo y comida a su respectivo tiempo. — ¡¿Como que enfermo?! ¡¿Y que se supone que hagamos nosotros ahora?! — dijo el que parecía ser el que hablaba por todos aquellos marines a un mayor.
Sabía que si tantos marines se mostraban enojados hacia un mayor era por una muuuuuy buena razón. Por ello, decidí acercarme y preguntar a uno de aquellos marines al borde del tumulto. — Disculpa, recién llego, de que se trata todo esto? — Pregunté con total respeto, pues ciertamente era una rara situación. — Se trata de Gravy, el chef, al parecer esta enfermo y al parecer ninguno de sus ayudantes tiene las pelotas de tomar sus recetas y cocinar para todo el cuartel, menudos inútiles... —
Ya todo parecía tomar forma, pues la situación es verdaderamente seria. Sabía que de no haber comida que servirle a los marines las cosas podrían tomar un giro inesperado. Así que, por todo aquello, decidí ofrecerme como cocinero, ya que desde pequeño siempre ayudé a mi madre en la cocina, pudiendo replicar muchas de sus recetas ya de adolescente. — ¡Yo cocinaré! — Todos en aquél tumulto se giraron, observandome, con unas caras que demostraban desconfianza — ¡He cocinado desde pequeño y a diferencia de esos de allí a mi no me asusta la responsabilidad! —
Pese a su primera reacción, después de mi pequeño discurso aquél grupo experimentó algo de esperanza. Al decir todo esto, el mayor que se encontraba en el lugar me acompañó ha donde el chef Gravy se encontraba. Una vez frente a la puerta de su dormitorio el mayor empezó a tocar la puerta — ¡¡¡¿Pero que **** quieren ahora?!!! — después del mayor gritó que alguna vez he escuchado, el mayor salió de aquél lugar sin yo casi darme cuenta, como diciendo que todo dependía de mí a partir de ese momento.
Al abrir la puerta pude verlo acostado en su cama, con tanto papel para su resfriado como el que ya está usado en una esquina de la habitación. — ¡¿Y tu quién eres chaval?! — Al parecer aquél tipo no sabía hablar sin soltar aquellos gritos de muerte — Me llamo Henry chef Gravy, soy el único que ha aceptado cocinar en su ausencia — Esto último parecía ser de interés para aquél cuarentón, el cual no pudo evitar subir una ceja. — ¡¿Con que así están las cosas?! ¡jajajaja! —
Aquella risita poca gracia me hacía, pero había aceptado hacerme cargo de la cocina, así que eso haría. — Al parecer necesito de sus recetas e indicaciones Chef Gravy— Este soltó un pesado resoplo, ya que al parecer, aunque este no quisiera, debía de colaborar por el bien de la base. — Abre aquella caja encima de la mesa, ahí hay una libreta con todas mis recetas y técnicas, espero que sepas como usarlas — Aquellas habían sido la oración más calmada qué había visto a aquél tipo hacer.
Luego de una buena charla de lo que los menúes y sus horarios corrí hasta la cocina, donde había un tumulto aún mayor de marines pidiendo su comida. — ¡Aquí está! El libro de recetas del Chef Gravy. Con esto, podré cocinaros ahora mismo. — Tras escuchar "cocinar", todos esos marines gritaron de emoción, aunque en aquél momento no se que era más ruidoso, aquellos marines o sus barrigas vacías.
No quise perder ni un segundo más, así que corrí hacia aquella cocina, lavé mis manos y puse a dos de los ayudantes del Chef a preparar todas las cosas para el almuerzo. A pesar de que aquellos dos sinvergüenzas no pudieron hacerse cargo de la cocina si que eran buenos para seguir órdenes en aquella cocina.
Poco después de empezar con la preparación de los ingredientes me di cuenta de la magnitud de aquella labor, pues no solo se trataba de copiar a la perfección aquella receta, también habían que lidiar con gigantes porciones. — ¡Sal, ajos, cebollas, pimientos, aceite! — Era sofrito tras sofrito, intentando darle a aquellas porciones el mejor sabor posible — ¡Necesito más patatas y caldo de res! — Era un verdadero reto, todos aquellos calderos ya estaban en la etapa de ebullición, cosa que decía que faltaba poco.
Tras tanto esfuerzo y sudor pudimos cumplir con el almuerzo del cuartel aquél día, acción que sería recordada por todos en el G-23. Luego de servir, observé desde la cocina la reacción de los demás marines junto a los dos ayudantes. Todos comían rápidamente, con estrellas en los ojos de los cuales salían lágrimas. Todos estos marines se presentaron agradecidos por haberles salvado el día, a lo que respondí con aún más agradecimiento. Lo malo era que en aquél momento no me había dado cuenta de que debía de seguir cocinando por lo que quedaba de día.