Hay rumores sobre…
... una plaga de ratas infectadas por un extraño virus en el Refugio de Goat.
[Autonarrada] [Autonarrada] Fuera Ladrón
Anko
Médica Despiadada
33 de Verano del 724 / Día

Un nuevo día empezaba en el tranquilo pueblo costero de Rostock, un ambiente habitual en la vida de Anko, quien se había establecido ahí ya hacía tiempo atrás para cumplir con su deber dentro de la Marina en la base G-23. La muchacha había sido ascendida hace poco y ahora formaba parte de escalón más bajo de los Oficiales, pero no por eso las responsabilidades terminaban, su misión como Marine seguía aun cuando ya no fuera una simple soldado más.

Resulta que a la base llegaron informes sobre un tipo que aparentemente estaba hurtando las tiendas y herrerías de Rostock para conseguir diferentes armas de tipos distintos para luego venderlas en el mercado negro, básicamente, un traficante de armas. No se trataba de alguien en extremo peligroso, pero dañaba la economía de la gente afectada y en muy pequeña parte, la economía de la Isla. Anko leyó todo el informe y decidió tomar este asunto en sus manos, a lo que los superiores de la base le dieron el visto bueno, pues ya tenía bastante reputación como para ganarse la confianza de ellos.

Sin más dilación, la chica abandonó la oficina y se colocó sobre sus hombros la capa de la Marina con la palabra “Justicia” grabada en la espalda y acomodó sus tres Katanas en su cintura antes de partir al pueblo. La espadachina estaba convencida de que sería una misión rápida y sencilla como lo fue la primera vez que capturó a alguien en nombre de la Marina, en aquella ocasión, tenía toda la información en la mano y sólo tuvo que ir tras el criminal. Ahora, la situación no era muy diferente, pues la base se había encargado de establecer contacto con el tipo fingiendo ser compradores del bajo mundo para tenderle una trampa.

Y vaya que el traficante cayó redondito, él ya estaba en el lugar y hora acordados. A las afueras de Rostock a las 12 en punto del mediodía, a su lado había unas cajas de madera desgastadas, su interior albergaba algunas espadas y cuchillos robados con anterioridad, listos para su venta. Anko se movió rápidamente por las calles del pueblo para reunirse con el tipo, ella sabía bien que apenas la viera, trataría de huir, su rostro era bien conocido en el pueblo y si no, aquella capa la iba a delatar como una integrante de la Marina, pero eso no le importaba, confiaba en sus capacidades para atrapar al sujeto en caso de huida.

Los minutos pasaron y la hora acordada ya había pasado, esta vez fue Anko quien de tardó, pero al final del día llegó, y como ya se había previsto, el hombre de abundante barba y cicatrices en su rostro dejó su mercancía en el suelo y emprendió la huida apenas vio a la peli marrón acercarse al lugar. Ella estaba caminando tranquilamente antes de eso, ahora, debía correr. Sus piernas se movilizaron de la forma más rápida que podían, sí algo había que destacar era la velocidad que había logrado desarrollar desde aquella primera vez que capturó a un criminal en una huida, y si bien el traficante era veloz, no fue rival para la alférez, quien rápidamente lo alcanzó al tomarlo de la ropa y lograr lanzarlo a un costado.

— Uff… Bien… Aquí se acabó tú jueguito… no hagas esto más difícil y déjate apresar… — El hombre barbado miraba a la muchacha desde el suelo, su presencia era aterradora, y combinado con su belleza generaba una extraña combinación que le daba escalofríos al traficante — ¡Ey! ¡Espera! Podemos solucionar esto de forma sencilla… Llévate todas las armas… También toma mí dinero y listo, no nos conocimos nunca… — Anko sonrió ante el intento del hombre de sobornar a la autoridad — Eso sería una buena idea sí tan solo no fuera yo la Marine con la que tuviste que tratar — Su voz rápidamente cambió a una más fría y malvada, porque tenía que admitirlo, le gustaba hacer sentir miedo a los criminales — No quiero las armas ni tu sucio dinero… Levántate y coopera… — El tipo tragó saliva y asintió nerviosamente con la cabeza.

Anko sonrió triunfante mientras lo veía ponerse de pie para comenzar la caminata hacía la base, no lo ató ni nada por el estilo, el traficante estaba tan asustado que no querría intentar escapar de la ley, y la espadachina estaba feliz de no tener que haber desenvainado alguna de sus Katanas ese día. El asunto estaba cubierto, solo restaba informar a la base sobre el rotundo éxito de la misión para que mandaran a algunos Marines a recuperar las armas y arreglarse para tratar de devolverlas a las tiendas y herrerías de donde fueron tomadas de ser posible. Por el traficante, el tipo pasaría tiempo en las celdas de la base, talvez un poquito más de tiempo, podría ser que Anko se encargara de ello, pero quien sabe.
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