¿Sabías que…?
... existe la leyenda de una antigua serpiente gigante que surcaba el East Blue.
[Autonarrada] [T2]Una Apuesta Arriesgada
Percival Höllenstern
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Las luces tenues del salón caían sobre la mesa de cartas, donde los murmullos de conversaciones y risas distantes formaban un trasfondo apenas perceptible. Había apostado en innumerables mesas antes, pero esta era diferente. Aquí, en esta sala escondida entre los callejones oscuros de Loguetown, no se jugaba por monedas o riquezas materiales. Se jugaba por información, poder y, a menudo, por vidas.

Jugué con la carta entre mis dedos. Un rey de corazones. Era una ironía cruel que, en este momento, lo único que faltaba en mi vida fuera el control sobre mi propio destino. No lo había pedido, no había querido saber la verdad sobre mis orígenes, pero en las últimas semanas, las revelaciones se habían acumulado como fichas en una partida sin final a la vista.

Höllenstern. Un nombre que me ardía en la garganta como un trago fuerte y amargo. La sangre de los malditos Tenryuubito corría por mis venas, esos monstruos que habían esclavizado a mi familia. La ironía era demasiado para procesarla de una sola vez. El resentimiento hacia los nobles, el odio hacia aquellos que me habían marcado como esclavo… y ahora resultaba que yo era uno de ellos, aunque sin la fortuna de haber nacido en el seno de la élite.

De alguna manera, la revelación había hecho todo más claro, y al mismo tiempo, había enredado todo lo que creía conocer. No podía seguir en la oscuridad. Necesitaba respuestas, pero más que eso, necesitaba control. Si la familia Höllenstern era la clave para entrar en los círculos del Gobierno Mundial, entonces usaría ese nombre como cualquier otra herramienta a mi disposición. Y lo haría a mi manera.

Miré a mi alrededor, notando las miradas furtivas de los demás jugadores en la mesa. Sabían quién era, o al menos de dónde provenía, pero no tenía del todo claro por qué. Conforme me acerqué a aquellos círculos periféricos de las élites, utilizando un semblante más elegante que el que solía, las actitudes y contactos habían cambiado rápidamente de parecer.

La mesa se llenaba de figuras poderosas, pero era el hombre frente a mí quien me interesaba. Se hacía llamar Lord Fontaine, aunque ese nombre probablemente no era más que un disfraz. Su verdadero rostro estaba cubierto por las conexiones que mantenía con el Gobierno Mundial, y era precisamente esas conexiones las que había venido a reclamar. Había rumores, siempre rumores, de que él sabía algo sobre mi familia. Un hilo, una pista, que podría desvelar más sobre el legado que nunca pedí, pero que ahora debía entender.

Se dice que los Höllenstern tienen un gusto particular por las apuestas arriesgadas —dijo Fontaine, sus ojos grises y fríos estudiándome mientras depositaba una ficha dorada en la mesa.

¿Y qué sabes tú sobre los Höllenstern? —le respondí, mi tono suave, casi desinteresado, mientras jugueteaba con mis propias fichas—. Parece que entiendes más de lo que dejas ver.

Fontaine sonrió de una manera que no llegaba a sus ojos. Había algo en su manera de hablar, un aire de superioridad enrarecido por la sutileza. Estaba tanteando el terreno, buscando mis límites.

Sé lo suficiente —respondió—. Sé que no todos los que llevan ese nombre disfrutan de los privilegios de su linaje. Algunos ni siquiera saben lo que son hasta que es demasiado tarde. ¿Es tu caso?

Me tensé, pero mantuve el semblante neutral. Fontaine estaba jugando con fuego, y no podía permitirme mostrar debilidad.

He oído cosas —dije, manteniendo mis cartas cerca de mi pecho, tanto literal como figurativamente—. Pero no he venido aquí a hablar de historia. Estoy interesado en el futuro, en lo que los Höllenstern tenían de relación con el Gobierno Mundial. Después de todo, dicho nombre no es cualquiera y yo solo soy un viajero.

Fontaine soltó una risa seca, casi inaudible. Sus dedos tamborilearon sobre la mesa.

¿Así que es eso? Quieres reclamar tu lugar entre los dioses. Pero, dime, Percival... ¿tienes lo necesario para ello? —dijo mientras su mirada me atravesaba como una daga.

Me incliné hacia adelante, sosteniéndole la mirada. Yo ya estaba en su radar de alguna manera, pues mi nombre entró en juego y no solamente mi apellido, siendo bastante celoso de mis secretos. Sabía cómo debía jugar esta mano. El hombre quería desestabilizarme, pero si algo había aprendido en todos estos años en los bajos fondos, era que nunca se debía mostrar todo el juego antes de tiempo.

No quiero ser un dios, Fontaine. Lo que me interesa es lo que tú y los tuyos pueden ofrecerme… a cambio de mi lealtad.

La palabra "lealtad" salió de mis labios con el férreo sabor metálico de una traición anticipada. No tenía intención de atarme a nadie, pero eso no significaba que no pudiera utilizar lo que ellos ofrecían a mi favor.

Fontaine permaneció en silencio unos segundos, evaluando mis palabras. Sabía que, en este momento, estaba decidiendo si yo era una amenaza o una oportunidad. Finalmente, asintió, como si hubiera llegado a una conclusión.
 
La lealtad es un bien escaso, Percival. Pero si lo que dices es cierto… si realmente estás dispuesto a usar el legado de los Höllenstern para servir a los intereses correctos, puede que haya lugar para ti en nuestros círculos. —Su tono era suave, pero el mensaje era claro. La puerta estaba entreabierta, y yo solo tenía que decidir si quería cruzarla.

Guardé silencio por un momento, sopesando mis opciones. No se trataba solo de ganarme un lugar en su mesa. Esto era mucho más grande. Si el nombre Höllenstern era mi llave para acceder al poder del Gobierno Mundial, entonces no había espacio para dudas. No estaba aquí para jugar el papel de un peón. Si Fontaine creía que podía usarme, estaba a punto de descubrir cuán equivocado estaba.

Hay algo que debo saber antes de seguir adelante —dije finalmente—. La familia Höllenstern… ¿qué pasó con ellos? ¿Por qué fueron repudiados en la oscuridad todo este tiempo?

Fontaine se inclinó hacia atrás, su sonrisa desapareciendo mientras sus ojos se afilaban.

La verdad es un lujo que pocos pueden permitirse, Percival. Pero te diré esto: los Höllenstern no desaparecieron. Simplemente se apartaron, no voluntariamente claro, esperando el momento adecuado para regresar, aunque no todos... Quizá este sea ese momento.

Esperando. Como yo. Por años, había acumulado poder en los rincones más oscuros del mundo, siempre creyendo que era un hombre sin nombre, sin historia. Pero ahora todo eso estaba cambiando. Ahora tenía un nombre, y con él, una nueva posibilidad. No necesitaba el Gobierno Mundial para sobrevivir. Ellos me necesitaban a mí eventualmente, ya que siempre caminaría con el ojo del gobierno sobre mi espalda, y si jugaba bien mis cartas, sería yo quien dictara las reglas.

Entonces, Lord Fontaine —dije, levantándome de la mesa y deslizando mi ficha hacia el centro—, parece que tenemos un trato.
Me di la vuelta, sabiendo que la partida solo había comenzado.
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