Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
[Diario] [D - Pasado] Pequeño Daimaku
Picollo
Daimaku
Invierno, 689

Llegó a Tequila Wolf siendo apenas un niño, siquiera era consciente del mundo que lo rodeaba, un niño humilde y sencillo, sin amor ni nadie que lo ame. Picollo no recordaba a su madre, solo un rostro borroso y la sensación de una mano cálida que lo había dejado en el muelle y luego se había desvanecido en la multitud, como si se tratara de un fantasma. Entonces tenía solo cinco años, acompañado de grandes ojos negros y su extraña piel verdosa, al principio observaba el entorno con una mezcla de miedo y curiosidad, con el tiempo esto mermaría. La ciudad era un laberinto de calles estrechas y altos edificios, un lugar sumamente hostil para alguien tan pequeño y solitario.

 Los primeros días no fueron nada sencillos en la isla de Ginebra Blues, la vida era aún más dura. Picollo recibió cientos de críticas y golpes en algunas ocasiones, más precisamente por humanos que lo veían con ojos de miedo e ira. Al fin y al cabo, Picollo era un Hafugyo, una mezcla de razas que despertaba desconfianza y en algunas ocasiones odio por parte de los ciudadanos de aquella Isla. Desde entonces, se ganó el nombre de Daimaku, o pequeño demonio verde, apodo que el resto le daría para referirse a su horrible aspecto. La gente lo miraba con desprecio, en muchas ocasiones estuvo en aprietos, inclusive recibió algunas golpizas mientras pedía limosnas para subsistir, una dura infancia la del pequeño huérfano.

 Sin un hogar ni comida, Picollo deambulaba por las calles, buscando algo que pudiera saciar su hambre. Aprendió rápidamente a escabullirse entre las sombras, a robar una manzana de un puesto de frutas cuando el comerciante no miraba, a encontrar refugio en los rincones oscuros de la ciudad cuando caía la noche. La gente de Ginebra Blues y Tequila Wolf estaba demasiado ocupada con sus propios problemas como para notar a un niño más en las calles, su ventaja era la oscuridad o la noche cuando los más borrachos estaban despistados.

 Después de una semana de recibir limosnas y apenas sobrevivir, su suerte cambió cuando Bilis Ters Nuca lo encontró acurrucado en un callejón. Bilis, un hombre corpulento con una barba tan espesa como su tono de voz, observó al pequeño Picollo con ojos llenos de compasión y decisión, no le importaba su origen, siempre fue un hombre práctico pero no por eso menos malvado. Sin decir mucho, lo tomó de la mano y lo llevó a su hogar, un taller de carpintería ruidoso y cálido donde el olor a madera fresca inundaba el aire.

 A partir de ese día, Picollo encontró algo parecido a un hogar. Bilis no era un hombre cariñoso, pero le dio lo que más necesitaba, estabilidad y enseñanza. Le enseñó el oficio de la carpintería y el arte de los navíos, a usar las herramientas, cómo trabajar la madera, cómo construir algo sólido y duradero, en ocasiones lo sentaba junto a él simplemente para que observase. Picollo absorbía cada lección con avidez, sus manos pequeñas pero hábiles aprendiendo rápidamente. La carpintería se convirtió en su refugio, un lugar donde podía olvidar la dureza de la vida en las calles y que con el tiempo le permitirían independizarse.

 La ciudad de Tequila Wolf seguía siendo un lugar difícil. Se enfrentaba al desprecio de los demás niños, que veían en su piel verde y orejas puntiagudas algo extraño y digno de burla. Pero él aprendió a ignorar los comentarios, a concentrarse en su trabajo y a valorar la lealtad y el compañerismo de aquellos pocos que lo aceptaban. La soledad se convirtió en su compañera constante, pero también en su fortaleza. A medida que crecía, Picollo se hizo conocido en Tequila Wolf por sus habilidades como carpintero, especialmente por la Familia Blackmore quienes eran los encargados de gobernar y estaban a cargo de la mayoría de embarcaciones. La gente venía a él con encargos, y él los cumplía con una destreza y dedicación que pocos podían igualar. Pero más allá del trabajo, Picollo mantenía un deseo secreto, una meta que había empezado a formarse en su mente desde aquellos primeros días en el muelle, explorar los océanos y descubrir los misterios del East Blue, quizá algún día podría surcar los mares junto a otros navegantes.

 El recuerdo de su madre se desvaneció con el tiempo, reemplazado por la determinación de forjar su propio destino. Sabía que el camino no sería fácil, pero su infancia en Ginebra Blues y Tequila Wolf lo había preparado para afrontar su futuro. La ciudad le había enseñado a ser fuerte, a ser astuto y a nunca rendirse, con esas lecciones grabadas en su corazón, el pequeño Picollo poco a poco se convirtió en un adulto.

 A los diez años, su vida cambió nuevamente cuando conoció a Grog, el único humano que más adelante podría llamar amigo. Grog se presentó un día en el astillero para molestarlo, burlándose de su apariencia y de su trabajo, tal y cual hacían el resto de los chicos, con la única diferencia de que Grog no tenía intenciones de ofenderlo, sino de jugar un rato. Sin embargo, lo que comenzó como una breve pelea entre niños se transformó en una inesperada amistad. Ambos se dieron cuenta de que compartían más cosas en común de lo que pensaban, y desde ese momento, Grog se convirtió en un aliado y compañero de trabajo. Al poco tiempo ambos se encargaban de ejecutar tareas menores para los carpinteros mayores, con el tiempo desarrollarían un vinculo de amistad. Con el apoyo de Grog, Picollo encontró un amigo con quien compartir sus sueños y aspiraciones, gracias a él es que se permitió nuevamente recorrer las calles sin miedo a prejuicios. A pesar de ser humano, no compartía los prejuicios de los demás y veía en Picollo a un igual. Juntos, soñaban con construir una embarcación propia, un barco que los llevara a los confines del East Blue y más allá. Las noches en el astillero eran mágicas para los niños, bajo la luz de la luna, compartían historias de piratas y tesoros, imaginando las aventuras que algún día vivirían. Así, entre madera y barcos, los dos jóvenes forjaron una amistad inquebrantable y un sueño compartido que los motivaría a seguir adelante, sin importar los obstáculos que encontraran en su camino.
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