Dan Kinro
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05-01-2025, 10:30 PM
Día 7 de invierno del año 724,
Puerto Loguetown, East Blue.
Dan Kinro se abrió paso entre las calles de Loguetown, el bullicio matutino chocando con su mente aún atrapada en el humo de la noche anterior. La moneda seguía en su bolsillo, un peso extraño que no podía ignorar. No tenía inscripción, ni grabado especial más allá del rostro de Winslow Crow, pero era suficiente para mantenerla inquieta. La taberna había sido un desastre, y aunque las llamas se habían extinguido, el rastro de caos que el hombre había dejado tras de sí no era tan fácil de apagar.
El puerto era su primer destino lógico. Winslow no parecía el tipo de persona que se quedaba quieta demasiado tiempo, y si había algo que Dan sabía de Loguetown era que el puerto era la puerta de entrada y salida para todo tipo de personajes. Mientras caminaba, sus ojos dorados y ámbar escaneaban cada esquina, cada sombra, buscando algo que pudiera llevarla al Cuervo.
"Un hombre con una moneda como esta no es cualquiera," pensó mientras pasaba junto a un vendedor de frutas que pregonaba sus ofertas con entusiasmo exagerado. El aroma a pescado y sal llenaba el aire, mezclándose con los gritos de los cargadores y los crujidos de las cuerdas en los mástiles.
Dan detuvo su marcha junto a un grupo de estibadores, quienes discutían acaloradamente sobre el peso de una carga. Se dirigió al más viejo del grupo, su mirada firme pero sin pretensiones.
— Aye, ¿has visto a un tipo con una capucha y mirada de pocos amigos? — preguntó, mostrándoles la moneda como prueba de que no estaba improvisando.
El hombre la miró con desconfianza, pero finalmente señaló con el pulgar hacia un barco mercante que estaba siendo cargado más allá en el muelle.
— Uno que encaja con esa descripción estuvo por aquí anoche. No dijo mucho, pero pagó bien por un pasaje rápido. Zarparon al amanecer.
La Marine frunció el ceño. Ya iba tarde, pero al menos tenía un rastro. Su mano se cerró alrededor de la moneda mientras agradecía al hombre con un breve gesto y continuaba su camino por el muelle. Cada paso resonaba en las tablas de madera, sus botas marcando un ritmo constante mientras su mente trabajaba. Winslow no era un simple criminal, había algo más detrás de su actitud tranquila, su sonrisa controlada, y la manera en que había manipulado la atmósfera de la taberna.
Se detuvo al final del muelle, mirando el horizonte donde el barco había desaparecido hace horas. Era frustrante, pero no inesperado. Winslow Crow no parecía del tipo que dejaba rastros fáciles de seguir. Pero la Kuja tampoco era del tipo que se rendía ante un desafío.
Al contrario, le gustaba.
— Maldita sea, Cuervo. ¿Qué clase de juego estás jugando? — murmuró, su voz apenas audible sobre el sonido de las olas rompiendo contra los pilares.
Decidió retroceder un paso y buscar en otros rincones de la ciudad.
Si Crow había dejado alguna pista, seguramente estaría entre los que lo habían visto antes de partir. La taberna seguía siendo un lugar de interés. A pesar de los escombros y el daño, el área estaba llena de curiosos y testigos potenciales. Dan Kinro regresó al lugar, abriéndose paso entre el gentío con su distintiva mezcla de autoridad y descaro.
Cerca del cordón de seguridad, la chica pudo observar a un grupo de marines discutiendo los eventos de la noche anterior. Uno de ellos, un joven con el uniforme apenas ajustado, le dio un informe rápido sobre lo que habían encontrado. Los barriles habían estado llenos de alcohol altamente inflamable, pero la pólvora derramada había sido lo que desencadenó la explosión. Nada indicaba que Crow hubiese causado el incidente directamente, pero su huida no hacía más que levantar sospechas.
Dan Kinro agradeció al marine con un gesto y se dirigió a uno de los pocos testigos que no parecía haber abandonado la zona. Un hombre encorvado, con un sombrero raído y un ojo vidrioso, se encontraba sentado en un banco cercano. Al acercarse, Dan vio que estaba absorto en una botella de ron barato.
— ¿Vistes algo anoche? — preguntó con su tono directo pero no amenazante.
El hombre levantó la mirada con cierta dificultad, pero pareció reconocerla. Tal vez la recordaba de la taberna o simplemente la identificaba como marine, al final iba vestida como uno. Con una sonrisa desdentada, señaló hacia el oeste, hacia los callejones que conectaban el puerto con los barrios más oscuros de Loguetown.
— El hombre que buscas… pasó por ahí antes de irse. No lo seguí. Sabía que no era buena idea.
La Sargento inclinó la cabeza, agradeciendo la información antes de girarse hacia los callejones. Aunque sabía que el Cuervo ya estaba lejos, algo en sus entrañas le decía que había más por descubrir. Se adentró en los pasajes estrechos, el olor a humedad y basura intensificándose con cada paso. Sus botas crujían contra el empedrado, y sus sentidos estaban en alerta máxima.
Cerca de una esquina, encontró algo que llamó su atención: un pedazo de papel arrugado entre los escombros. Al abrirlo, vio un dibujo tosco de la moneda de Winslow y un par de palabras garabateadas debajo: "Puerto del Norte".
La mujer apretó los dientes, ¿era todo una broma? Sintió cómo la adrenalina volvía a recorrer su cuerpo. No era mucho, y posiblemente sería una pista falsa puesta por algún idiota que idolatraba a la persona equivocada pero era algo al fin y al cabo.
Guardó el papel en su chaleco y salió de los callejones con pasos decididos. Winslow Crow había escapado, pero no por mucho tiempo. Si el "Puerto del Norte" era su próximo destino, Dan Kinro no perdería la oportunidad de adelantársele.
Ajustando la banda en su frente y revisando su nodachi, la marine comenzó a caminar hacia el puerto con una mezcla de irritación y emoción. Había más preguntas que respuestas, pero estaba dispuesta a resolver el misterio. El Cuervo había volado lejos, pero Dan Kinro no pensaba quedarse en el suelo.
