Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Aventura] [T1] First Dance
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
Skjoldheim, 31 de Invierno, Año 724


El clima en Skjoldheim no se limitaba solo a un frio constante y nieve para esta altura del invierno, todo se sentía tan intensificado como si fuera capaz de filtrarse en los huesos como un veneno invisible, persistente y crudo. La apenas cedía para dejar tus huellas con cada paso que dabas William, dejándote claro que frío era de esos que indicaban que una tormenta vendría pronto. A tu alrededor, el puerto parecía tranquilo, probablemente por la estación o por el clima de un simple mal día, los barcos amarrados cubiertos por una fina capa de escarcha y los trabajadores abrigados hasta el cuello con sombreros y chaquetas gruesas, moviéndose con la eficiencia propia de quienes llevan años lidiando con inviernos interminables.
 
Tu como buen revolucionario habías llegado como un perro bajo órdenes de la Armada, pero sin un propósito claro, como sus fines probablemente. No era la primera vez que le pasaba, suelen enviar a sus reclutas novatos a lugares remotos, le soltaban unas pocas palabras en clave, y los dejaban muchas veces con más preguntas que respuestas, ya te iras acostumbrado al gran y único trato laboral. Aunque pensándolo bien, quizás era parte del entrenamiento, una prueba más de que debía aprender a leer entre líneas si realmente querías cambiar el mundo con tus acciones.
 
A medida que avanzabas por el puerto, podrías sentir algunas miradas posarse sobre ti. Skjoldheim no era una isla donde los forasteros pasaban desapercibidos, mucho menos uno de tu tamaño, aunque entre ellos podían encontrarse humanos más altos que tú. Sin embargo, no había hostilidad en los ojos que te observaban, pero sí una mezcla de curiosidad y desconfianza. Como si estuvieran evaluando si representabas una amenaza o si simplemente era otro viajero desafortunado atrapado en el frío.
 
El sonido de las leves olas rompiendo contra los muelles era acompañado por el rumor de conversaciones ahogadas en el viento. Palabras sueltas sobre rutas bloqueadas por el hielo, sobre el próximo envío de suministros que no llegaría a tiempo. Pero entre esos murmullos, una frase destacaría. — …ya está cerca. Nos reuniremos cuando todo esté listo. — Un comentario breve, fugaz, perdido entre el ruido del puerto, pero lo suficiente como para encenderle una chispa de curiosidad a cualquier aventurero o bueno… a cualquier entrometido.
 
Antes de poder identificar quién lo había dicho, te verías interrumpido por un anciano de rostro lleno de arrugas y una verruga particularmente grande en el lado derecho de su puntiaguda y curvada nariz. El señor iba sacudiendo los brazos para mantenerse caliente, y su aliento formaba pequeñas nubes de vapor mientras respiraba. — No te quedarás aquí mucho rato. ¿Verdad jovencito? Este frío es para quienes saben cómo domarlo. — preguntó con tono brusco, pesado como un trago de vodka puro, mientras levantaba una ceja y resguardaba sus brazos tras terminar de agitarlos.
 
Era difícil saber si hablaba con desconfianza o simplemente con la rudeza característica de la gente de Skjoldheim. Posteriormente el anciano señaló con la cabeza hacia un gran edificio al final de la calle principal. De entre todas las estructuras de madera reforzada que componían el pueblo, ese lugar destacaba. Sus altos muros estaban iluminados desde dentro, y el sonido de voces y risas apagadas escapaba por las rendijas de las ventanas. Un mjodhall, un centro comunitario donde la gente de Skjoldheim se reunía para compartir bebida, noticias y, en ocasiones, negocios más serios. — Si buscas un poco de calor, entra ahí. Pero cuidado extranjero, aquí todo el mundo escucha. — Comentó el anciano sin esperar una respuesta manteniendo la mirada fija en ti por un segundo más, como si estuviera midiendo algo que solo él entendía. Entonces, sin más, se encogió de hombros, se dio la vuelta y desapareció entre la bruma que se alzaba desde el puerto.
 
La decisión estaba tus manos William. Si la Armada te había enviado aquí por algo, entonces quizás las respuestas se encontraban tras aquellas puertas. Y si no… bueno, al menos encontraría un poco de hidromiel caliente o algún licor para calmar el frío. Después de todo, lo mejor al llegar a una tierra desconocida es abrirte paso entre los locales… ¿o no?

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#1
William W.Richard
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William nunca se había quejado de ninguna de las misiones que la armada le había encomendado, principalmente porque estabas estaban pensadas para un recluta sin ninguna capacidad y no requerían de un esfuerzo titánico. Pero el adicto al chocolate había pasado los últimos años reestructurando su psiquis hasta el punto de sentirse finalmente bastante sano y contento, cosa que no pasaría desapercibida por la organización, quien finalmente asignaría una misión en un lugar bastante inhóspito dentro de los mares cardinales.

Hacía unos pocos meses, Willy había visitado su localidad de nacimiento, la isla pirata conocida como Tortuga, por lo que no tenía ninguna excusa para rechazar aquella orden ya que estaba relativamente cerca. Tampoco tenía la menor idea de la isla a la que llegaba, pero entendió que no sería una experiencia fácil de digerir cuando el barco en el que viajaba comenzó a acercarse y las temperaturas disminuyeron hasta el punto de necesitar un abrigo de piel para mantener su cuerpo tranquilo.

¿Qué quería la revolución en un lugar tan inhóspito? No tenía ni la menor idea, pero bueno, tampoco estaba seguro que quería la revolución en general; su trabajo era cumplir órdenes y vivir la vida lo más tranquilo que fuese posible. 

Su llegada fue extrañamente recibida por una ventolera gélida, algo que le hizo replantearse si no era prudente regresar. Aún así, dio un paso hacia adelante y allí fue cuando escuchó como si fuese un susurro de un fantasma, una frase que se quedaría guardada en su memoria en caso de ser particularmente relevante en el futuro. ¿Qué estaba cerca? Sin lugar a dudas la persona que había pronunciado eso pertenecía a algún tipo de grupo, ya que le estaba hablando a alguien más y aseguraba que ese grupo o una parte del mismo se reuniría cuando todo estuviese listo. Vamos, que cualquier persona con dos dedos de frente podría haber entendido "conspiración" entre líneas, ya que todo apuntaba a que ahí se estaba cocinando algo.

Pero ni William era policía de la verdad ni tampoco había logrado detectar con exactitud la fuente de aquel mensaje, por lo que decidió prestar atención al anciano que apareció de la nada y hacerle caso. ¿Porqué el anciano no lo acompañaba si tenía tanto frío? Quien sabe, quizás tuviese un trabajo a la intemperie o quizás fuese él quien había pronunciado aquella frase y quería liberar el puerto para esta cosa misteriosa que se aproximaba.

-Gra... ¡CHOCO!- intentó agradecerle, pero el anciano había desaparecido tan rápido como apareció, demostrando ser un ser misterioso digno de una isla de tal ambiente. 

No tenía realmente una gran variedad de actividades por hacer. Si se quedaba allí a la intemperie era muy probable que se muriese de hipotermia al largo plazo, por lo que lo más sensato era seguir las instrucciones del anciano y acercarse a aquel recinto que demostraba no solo ser más cálido que el exterior, sino que también albergar una buena cantidad de personas como para interactuar e investigar las razones que lo llevaron a aquella isla.

Al acercarse al lugar, William atinó a buscar entre su abrigo la caja de cigarrillos, sacándola y posicionando uno en su boca, tomando con la otra mano el mechero y haciendo el intento de encenderlo. El viento y el frío era tal que era prácticamente imposible encender el cigarrillo, incluso posicionando estratégicamente su mano para bloquear las bocanadas de aire gélido, el frío seguía colando y el tabaco no obtenía el calor suficiente como para encender.

-Mierda ¡CHOCO!- diría entre dientes casi como un susurro maldito en la penumbra para luego tender a abrir la puerta con el cigarro aún impoluto entre los dientes. ¿Qué le esperaba dentro? Solo la armada revolucionaria podría saber eso...
#2
Donatella Pavone
La Garra de Pavone
La puerta se abría al ritmo de un rechinido grave, lo suficientemente fuerte como para anunciar la llegada de un extraño forastero como tú, pero no tanto como para interrumpir el bullicio y asuntos de quienes festejaban o se reunían en el interior. El cambio de ambiente fue inmediato, un golpe de calor abrazador que contrastaba con la ventisca helada del exterior. El aire estaba impregnado de una mezcla de olores entre los que podrías detectar madera quemada, carne asada, hidromiel especiado y un dejo de cuero mojado por la nieve derretida de quienes habían llegado antes.
 
El mjodhall era una estructura robusta, con vigas gruesas sosteniendo el techo de madera ennegrecida por años de humo de chimeneas y velas. Alrededor del gran fuego central, largos bancos y mesas compartidas estaban ocupadas por locales que hablaban con voces roncas y risas profundas. Un lugar donde el frío no tenía cabida, pero tampoco los débiles. Justo cuando estaban en el umbral William, sin dar más de dos pasos, fuiste recibido por una voz grave y dominante, una voz que llevaba la autoridad de alguien acostumbrado a hablar por encima del ruido.
 
¡Bienvenido al pueblo de Blaskogar, forastero! — La voz pertenecía a Torfi Cnutsson, el hombre que atendía la barra y, por la forma en que los demás le miraban, posiblemente el alma del lugar. Su altura sobrepasaba a la mayoría de los presentes, alcanzando los tres metros y medio con una presencia imponente. Su barba castaña trenzada caía sobre su pecho como una cuerda gruesa, y su cabello largo y grueso se tendría sobre su chaqueta hasta llegarle a la cintura, con sus rasgos varoniles tan marcados como su áspera y ruidosa voz. A pesar de su aspecto rudo, su tono no era hostil, sino más bien el de un hombre que sabía cómo recibir a los desconocidos sin miedo, alzando una gran jarra de madera en un gesto de invitación, apoyándose en la barra con una comodidad absoluta.
 
Cierra la puerta antes de que congeles a todos aquí dentro y ven a ponerte cómodo. — Te diría con un tono neutro, aunque sus ojos examinándote al ser un recién llegado, manteniendo una chispa de curiosidad mezclada con alerta. No era común ver extranjeros en Skjoldheim, y mucho menos a uno que parecía no tener un rumbo claro.
 
Tras tu entrada al lugar, estoy seguro de que, si mirabas a tu alrededor, podrías notar tres grupos de personas que destacaban entre el resto del bullicio además de Torfi. Entre estos grupos podrías encontrar tres de ellos que destacaban de alguna forma u otra.  
 
Primero estaba un grupo de cazadores y leñadores cerca del fuego central, fácilmente reconocibles por sus ropas pesadas de piel de lobo y sus hachas apoyadas contra la mesa. Estos sujetos reían con estruendo, bebiendo como si no hubiera un mañana, pero entre sus carcajadas, de vez en cuando, intercambiaban miradas más serias con la gente que pasaba cerca. Uno de ellos, un hombre con un ojo cubierto por un parche de cuero clavó su atención en ti apenas cruzaste por la puerta, como si tratara de evaluar algo que solo el pudiera identificar.
 
Segundo, un hombre solitario en una esquina, con una capucha oscura y el rostro parcialmente oculto. No participaba en ninguna conversación, solo bebía lentamente de su jarra mientras de vez en cuando pasaba las páginas de un pequeño cuaderno gastado. A diferencia de los demás, no parecía ser un local, lo que lo hacía aún más sospechoso, o quizás más fácil para acercarte, por ahí dicen que los forasteros siempre conectan, aunque no comparto esa creencia.
 
Por último, en grupo de tres comerciantes sentados cerca de la entrada, con sus pieles gruesas y rostros enrojecidos por el frío, discutiendo en voz baja. Sobre la mesa tenían un mapa extendido y varios rollos de pergamino con sellos oficiales. De vez en cuando, uno de ellos miraba hacia la puerta, como si esperara la llegada de alguien importante.
 
En cambio, Torfi, sin apartar su atención hacia ti, golpeó con la palma abierta la barra de madera, haciendo retumbar los tarros vacíos que allí descansaban. — ¿Buscas algo en particular, o simplemente te trajo el viento helado? — Preguntó, con una sonrisa que no delataba si estaba bromeando o si realmente esperaba una respuesta seria.

Ahora, William tienes varias opciones delante de ti: podías acercarte a la barra y hablar con Torfi, explorar la taberna con cautela, o incluso intentar escuchar lo que pasaba en alguno de los tres grupos. Lo único seguro era que, de una forma u otra, la razón de tu llegada a Skjoldheim estaba más cerca de revelarse. ¿Qué harás, William? Recuerda que siempre puedes jugar con el entorno a tu manera y sorprenderme con alguna opción que no te haya planteado explícitamente. Top of Form
#3
William W.Richard
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Las puertas tronaron como si de un timbre de tratase. ¿Hacía cuanto que las personas estaban allí dentro encerradas? La puerta parecía tan pesada como si una espesa capa de nieve la retuviera desde dentro, pero la realidad era que estaban construidas justamente para evitar ser empujadas por las ráfagas invernales de un lugar tan inhóspito como ese. William claramente se sorprendió, ya que parecía que estaba haciendo ejercicio cuando empujó aquella majestuosa entrada. ¿La parte buena? Pues ahora estaba en el interior, disfrutando de una temperatura mucho más agradable y evitando la soledad, pero claro... se había olvidado de cerrar la puerta, por lo que tanto el tabernero como algún otro que estaba medio cerca de allí comenzó a quejarse.

-Cierto ¡CHOCO!- comentaría cual despistado para posteriormente darse la vuelta y cerrar aquel portón pesado que oficializaba de umbral entre las heladas del la soledad y el calor de la sociedad. Una vez allí, pudo analizar el entorno. Lo primero que llamó su atención fue claramente el hombre que le estaba hablando. No era que William fuese tímido ni que tuviese algún tipo de miedo escénico, pero mientras Torfi hablaba, el revolucionario pasaba su mirada por toda la sala, intentando detectar personas interesantes en todo el ambiente.

Aquella taberna estaba llena de personalidades peculiares, de eso no había duda, pero había algo así como tres grupos que destacaban. No era el momento de entrar en detalle con cada uno de ellos, pero todos tenían algo que podía interesarle al revolucionario. Por un lado, los leñadores parecían personas más divertidas, alegres, capaces de compartir un buen rato con un bebedor profesional como William, aunque el del parche no tenía pinta de querer hacerse su amigo, pero ya podría romper su coraza más tarde...

Por otro lado, parecía haber un forastero similar a su condición, alguien que quizás pudiese estar relacionado con la revolución, pero de así serlo, era más probable que lo buscara a él que viceversa, por lo que simplemente prefirió mantenerse paciente en referencia a su presencia y esperar el momento adecuado para interactuar. Finalmente, y el grupo que quizás más tenía que ver con el susurro fantasmal de antes era un grupo de comerciantes, que parecían analizar un mapa, mientras miraban hacia la puerta de cuando en cuando como si estuviesen esperando una presencia (que claramente no era la suya, sino le hubiesen llamado la atención). -Al parecer los desilusioné ¡CHOCO!- diría casi como un susurro William para que el grupo no pudiese escucharlo o en todo caso si lo hacían, que sonara como una especie de broma para romper el hielo.

¿Qué haría el adicto al chocolate? Pues primero que nada, saciar su maldita adicción. Poco le importó que fuese un lugar cerrado; entre tanta hoguera y fuego, el humo era parte del lugar, por lo que un cigarrillo no haría la diferencia. Ya lo tenía en boca, por lo que esta vez fue mucho más fácil encenderlo, y tras darle una buena calada, lanzó el humo hacia arriba, evitando en la medida de lo posible, de herir sensibilidades cercanas.

Una vez sus pulmones estaban calmos, comenzó a caminar con el deseo de pasar cerca del grupo de comerciantes en su camino hacia la barra, pensando que quizás si pasaba cerca, pudiese escuchar algún detalle más jugoso que vinculara los susurros y su comportamiento expectante con algún tipo de información concreta que le permitiera identificar si aquel fenómeno era interesante o no. Pero aquello era una especie de misión secundaria, ya que su objetivo era la barra, para poder hablar con Torfi, que parecía ser el hombre que conocía a todos y que quizás, pudiese darle un poco más de información sobre los distintos grupos y el resto de la taberna, para poder averiguar cual era su propósito allí.

-Se puede decir que un poco de ambas ¡CHOCO!- con una sonrisa, William se aproximaría a la barra de Torfi guiñándole el ojo como si fuesen amigos de toda la vida. No había confianza, pero algo le decía que Torfi era una persona que apreciaba la ironía y el buen humor, algo que William compartía naturalmente.

-Vengo buscando un propósito que no conozco ¡CHOCO!- tomaría asiento sin acomodarse demasiado en uno de los taburetes que estaban pegados a la barra para poder hablar con mayor cercanía con el tabernero. -Y parece que nadie se esperaba a un forastero, como si estuviesen esperando a alguien más importante ¡CHOCO!- su codo se apoyaría sobre la barra mientras se inclinaba un poco hacia adelante, como si fuese a contarle un secreto al tabernero, uno que no podía compartir con el resto de los presentes; su mano se posicionó estratégicamente delante de su boca para ocultar el contenido hacia aquellos que podían leer los labios. 

-Aquí se viene gestando algo ¿no es así? ~choco- su rostro aún se mostraba alegre y feliz, pero sus palabras anunciaban una tormenta cercana. William no era un meteorólogo ni tampoco una fuente confiable de información, pero imaginaba que Torfi podría intuir de que no lo decía solamente por vacilar o por mostrarse como alguien de relevancia. Qué hacía con la información ya era una elección personal, pero William buscaba ser directo y sincero con la persona que lo había recibido y que a su vez denotaba ser alguien conocido y respetado por todos los presentes.
#4
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
El humo de tu cigarro logró mezclarse con la bruma de la chimenea y el aire cargado de la taberna logrando no molestar a nadie, igual sería difícil lograrlo en un sitio como este, donde los olores de leña quemada, cuero húmedo y carne cocida eran tan normales como la propia respiración. Tu comentario sobre la falta de expectativas por un forastero pasó desapercibido para los comerciantes, demasiado ocupados en su discusión en voz baja como para prestarte atención… o quizás demasiado enfocados en lo que fuera que los tenía tan expectantes. Felicidades, fuiste completamente ignorado por la mayoría de los presentes de la taberna.
 
Sin embargo, como era de esperarse… no pasaste desapercibido para todos. Mientras te acercabas a la barra, podrías sentir la mirada del leñador del parche, quien había alzado su jarra a medio camino y ahora te estudiaba con el único ojo visible. Su semblante no era hostil, pero sí evaluador, como si estuviera midiendo tu peso sin usar una balanza, era claro que te analizaba y no se molestaba en ocultarlo. Aun así, no hizo ningún movimiento inmediato; solo volvió a su conversación con los otros cazadores después de unos segundos, formando parte de los chistes y carcajadas que salían de tan alegre y trivial conversación.
 
Mientras tanto, en la barra, Torfi recibió tu guiño con una sonrisa torcida, una que delataba diversión y un ligero escepticismo, había sido un buen movimiento, eso le agradaba. Sus manos grandes y callosas, acostumbradas al trabajo duro, limpiaban una jarra de madera con un trapo viejo, un gesto casi instintivo en los taberneros de todo el mundo. — Un propósito desconocido, dices… — Murmuró, repitiendo tus palabras con una ceja alzada, como si estuviera probándolas en su boca para ver cómo sonaban. Su tono tenía ese deje entre lo intrigado y lo entretenido, como si la respuesta no fuera inesperada, pero sí inusual.
 
Cuando bajaste el tono y agregaste la parte más directa sobre lo que "se gestaba" en la isla, Torfi no reaccionó de inmediato. Dejó el trapo sobre la barra, tomó la jarra que había estado limpiando y sirvió un poco de hidromiel de un barril detrás de él. Solo entonces, después de darle un trago pausado, se inclinó un poco hacia adelante, lo justo para que la conversación se sintiera más privada. — Aquí siempre se está gestando algo, muchacho. Depende de qué tan profundo quieras cavar… y de si estás preparado para encontrar lo que hay debajo. Pero te aseguro, no me quedaré de brazos cruzados si traes problemas a mi centro, como puedes ver es un espacio neutro para ocio y disfrute en tiempos de mal clima. — Su voz tenía ese tono de alguien que había visto y oído demasiado a lo largo de los años. Dicho eso, golpeó suavemente la barra con los nudillos, como si ese gesto sellara un punto en la conversación. Luego, con la misma calma, deslizó la jarra de hidromiel en tu dirección. No te estaba ofreciendo un trago gratis, sino más bien poniéndote a prueba; en muchos lugares, compartir un trago era la forma más rápida de iniciar confianza… o de marcar la distancia.
 
Si aceptabas la jarra, Torfi sonreiría con un leve asentimiento, como si eso confirmara algo que ya sospechaba. Si la rechazabas, simplemente encogería los hombros y seguiría con su trabajo sin ofenderse, pero con una nota de indiferencia más marcada.
 
Mientras todo esto ocurría, la puerta del mjodhall volvió a abrirse, dejando entrar una ráfaga de aire helado y con ella, una nueva presencia. No un forastero como tú, sino un hombre del pueblo, envuelto en una gruesa capa de pieles. Se sacudió la nieve de los hombros y se dirigió directamente hacia el grupo de comerciantes, inclinándose para murmurarles algo al oído. Uno de los mercaderes asintió, enrolló apresuradamente el mapa sobre la mesa y se levantó de su asiento con cierta urgencia.
 
Tal vez aquí estaba la primera pista real de lo que estaba ocurriendo. Quizás valía la pena seguir observando, quizás Torfi tenía algo más que decir… o probablemente alguna de las personas dentro pudiera darte más información de lo que pensabas. ¿Acaso no debías recibir órdenes de la armada? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Todo podría sentirse como un misterio ahora, pero te aseguro que jugando tus cartas revelarías secretos hacia nuevas aventuras.
#5
William W.Richard
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Por suerte o por desgracia los comerciantes no pudieron escuchar sus palabras al paso, ya que como era evidente, el bullicio del ambiente y la concentración de su importante tarea los llevaron a prestarle poca atención a un extranjero que no era quien esperaban. Vamos, que William en su interior estaba seguro de que ellos tenían una correlación directa con el susurro que había escuchado en el puerto y que por tanto, allí se gestaba algo y sentía que necesitaba averiguar qué. 

No era una persona particularmente metiche o entrometida, pero recordemos que había sido enviado allí por la revolución con algún tipo de objetivo que en esos momentos era desconocido para él, pero eso lo llevaba a estar atento y suponer de que cada cosa extraña o interesante que encontrara en el camino, tenía que ver directa o indirectamente con su misión oculta.

Fuese el caso o no, hasta no encontrar una señal opuesta por parte de algún contacto de la armada, William continuaría tirando de ese hilo fuese o no su misión, ya que entendía que eso podría generar un escenario divertido y más importante aún, podría prevenir algún tipo de calamidad que estuviese azotando la isla.

Él sabía que no tenía el poder ni la fuerza necesarios como para poder detener a una buena cantidad de hombres malos o con intenciones malévolas, pero si lograba generar aliados como Torfi, quizás juntos pudiesen detener la bola de nieve que podría generarse con aquel asunto.

-Exacto ¡CHOCO!- respondió con total sinceridad a la réplica del tabernero sobre su propósito desconocido. -¿Nunca has estado en una posición similar? ¿CHOCO?- no era algo particularmente común, pero en general las personas no sabían el propósito para todo. William o bien podría estar enviado por alguien más como era el caso, o bien podría ser un viajero que se movía en base a donde apuntara la aventura, siendo su desconocimiento nada más que el azar del destino.

Los gestos de Torfi fueron recibidos con la mejor de las ondas, ya que William solía tener buen feeling con las personas simpáticas como él, aquellos que preferían reír antes que llorar frente a las situaciones complicadas. -Debo confesar que no traje mi pala ¡CHOCO!- diría ninguneando con la cabeza mientras sus ojos apuntaban al grupo de comerciantes con la esperanza de que Torfi entendiera la referencia a que no le importaba cavar sin límites, simplemente había olvidado traer su herramienta para hacerlo de forma eficiente. ¿Sabría el tabernero algo sobre lo que estaba ocurriendo? ¿O sería un ignorante más como lo era el revolucionario en esos momentos?

-No creo que tengas que preocuparte por mi amigo; si los problemas vienen aquí no será por mis acciones, sino por las de ellos ~choco- su rostro miraba fijamente hacia el grupo de comerciantes, sin prestar atención al del parche en el ojo ni al extranjero solitario, pero su brazo se extendió y con su palma abierta, recorrió toda la estancia, demostrándole a Torfi que si había problemas, todos los demás tenían más probabilidad de generarlos que él. 

Aquella afirmación no era del todo cierta, pero era un recurso discursivo para demostrarle a Torfi que venía en son de paz, y que de hecho, estaba allí con la intención de ayudar a mantener la paz más que para otra cosa, habiendo varios grupos con comportamientos sospechosos y habiendo uno que particularmente parecía estar esperando algo o alguien para dar comienzo a algo.

Todo era desconocido y la persona que tenía más chances de saber algo era el tabernero, aquel que en ese momento estaba a su lado ofreciéndole una jarra con hidromiel que aceptaría con gusto, temeroso de que el tiempo fuese cruel y corriera más rápido que las palabras del responsable de aquel lugar.

William secó sus labios con el dorso de su mano libre para ver como la puerta de entrada se abría nuevamente, recibiendo a un local que tenía una conexión directa con los comerciantes que analizaban el mapa y que estaban bastante apurados por la llegada de algo o alguien. -Creo que esos están preparando algo... no se si será bueno o malo, pero si conoces a alguno o sus intenciones, te recomiendo que colaboremos en esta noche antes de que se vuelva tan fría como el exterior... ~choco- William era directo y sincero, su mente sabía que Torfi recién lo había conocido y que no confiaría en un extranjero extraño de la nada, pero su corazón le decía que si no tomaba las riendas de la situación con efectividad, las situaciones se adelantarían a su actuar y sería muy tarde para actuar.

¿Qué tenían que ver los demás? No tenía ni la menor idea, pero el tiempo pasaba rápido y su interés estaba en el grupo que pensaba podía generar una mayor calamidad que el resto. Quizás estaba equivocado y el hombre del parche en el ojo era realmente un enigma, o quizás el hombre solitario fuese su contacto revolucionario. La cuestión era que sin certezas, decidía seguir el camino de su instinto, uno que le decía que algo malo estaba por suceder y que estaba directamente relacionado con un plan a punto de detonar, ligado a la charla del grupo de comerciantes. 

¿Su esperanza? La información que un tabernero local pudiese tener al alcance de la mano y la confianza ciega en la logística de la armada revolucionaria, que si lo había mandado allí era por algo, con un objetivo y con un plan de acción que aunque él no supiera, terminaría guiándolo hacia el camino correcto.
#6


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