Masao Toduro
El niño de los lloros
11-09-2024, 11:54 PM
Masao guio al tiburón por los callejones, ahora si procurando evitar las cuadrillas que bajaban a toda prisa al puerto, al parecer la noticia se había extendido como la pólvora y habrían decidido reforzar los alrededores de los almacenes lo mejor que pudieran.
Es por eso por lo que agradeció que la zona por la que él vivía hubiera quedado algo más libre, después de todo el bicho de cuatro o incluso cinco metros no era algo precisamente discreto.
Una vez llegaron cerca de su casa, no tuvo más remedio que indicarle que espera ahí, después de todo no le parecía lo más sensato del mundo decirle a un monstruo donde vivía su familia, independientemente de que se pudiera llegar a razones o no con el ser, este no dejaba de ser algo ajeno, y en vistas de a lo que se dedicaba, tampoco parecía trigo limpio, aunque tampoco estaba yo como para dar lecciones de moral a nadie, lo mismo el tiburón también tenía todo un banco de los suyos que alimentar y que por eso se había visto forzado a encontrar un porvenir en la superficie. Aquel pensamiento le abordó muchas preguntas que le fueron saltando una detrás de otra ¿Cómo sería la sociedad de aquellos seres si es que tenían? ¿También utilizaban los berries o tenían sus propias monedas? ¿Tenían casas en forma de piña debajo del mar como en la serie de dibujos que veía su hermano pequeño? ¿O se parecerían más a series de su época como las aventuras de Sharky y George, los caza-cacos de alta mar? Este tiburón no era rosa, por lo que finalmente deduje que si eran familia debían de ser lejanos, estilo, primos terceros o similar…
Mientras dejaba la mercancía en la casa, y le entregaba a Nana su china de rigor, asomé por la puerta del dormitorio y donde se encontraban sus hermanos, los cuales andaban todos tirados y dormidos, con las piernas y brazos entrelazados, como si fuera un ovillo de hilo tirado por el suelo y tras el meneo de un gato. No pude evitar sonreir al ver la escena, más si tenía en cuenta el esfuerzo que habí ahecho en que todos hubieran quedado de una forma ordenada, pero bueno, al menos estaban dormidos y habían podido cenar bien esa noche. Cerrando con cuidado la puerta, se giró a hablar con la anciana y pedirle de nuevo consejo.
—He encotrao un socio Nana, es un tiburón, pero ni figuradamente, eh un hombre pez de ezo— le comenté —Tu sabeh si zon de fiar esos o me tengo que andar con mucho ojo— le pregunté con tono serio y preocupado.
—Déjame que te tire una tirada de cartas-— replicó la anciana, mientras encendía una vela rápidamente comenzaba a escuchar tres cartas del tarot, me quede de pie esperando algún tipo de advertencia de la vieja, intento ver los dibujos de las cartas los cuales eran intrincados y muchos más confusos que los estampas de la virgen que guardaba en su chaqueta —Algo va a cambiar en la isla, no sé, no se cuando, pero hay peligro, aun así las cartas te prometen que estarás más seguro con un amigo… Incierto y nublado el futuro está, pero todo parece indicar que es de fiar— finalizó la mujer antes de darme su bendición y desearme de nuevo buena fortuna.
Aprovechando que volvía tome una de las botellas de jerez del borracho de mi padre, para cuando volviera a casa ya no se acordaría ni de que la tenía, si es que volvía algún día, ya habían pasado dos meses desde la última vez que se cruzó con él y ciertamente no lo esperaba de vuelta en su complicada vida.
—Perdona por la espera picha, te he traído un jereh de aquí del barrio, me ha costado encontrarlo— le dije propinando un trago para que se fiara antes de lanzársela a su mano, o aleta —¿Y bien qué quiere sabeh que te pueda deci y qué plan tieneh pa encontrar el tesoro? ¿Por qué iremos a pachas, no? — pregunté a la bestia, tal vez abusando algo más de la suerte que había tenido esa noche.
Es por eso por lo que agradeció que la zona por la que él vivía hubiera quedado algo más libre, después de todo el bicho de cuatro o incluso cinco metros no era algo precisamente discreto.
Una vez llegaron cerca de su casa, no tuvo más remedio que indicarle que espera ahí, después de todo no le parecía lo más sensato del mundo decirle a un monstruo donde vivía su familia, independientemente de que se pudiera llegar a razones o no con el ser, este no dejaba de ser algo ajeno, y en vistas de a lo que se dedicaba, tampoco parecía trigo limpio, aunque tampoco estaba yo como para dar lecciones de moral a nadie, lo mismo el tiburón también tenía todo un banco de los suyos que alimentar y que por eso se había visto forzado a encontrar un porvenir en la superficie. Aquel pensamiento le abordó muchas preguntas que le fueron saltando una detrás de otra ¿Cómo sería la sociedad de aquellos seres si es que tenían? ¿También utilizaban los berries o tenían sus propias monedas? ¿Tenían casas en forma de piña debajo del mar como en la serie de dibujos que veía su hermano pequeño? ¿O se parecerían más a series de su época como las aventuras de Sharky y George, los caza-cacos de alta mar? Este tiburón no era rosa, por lo que finalmente deduje que si eran familia debían de ser lejanos, estilo, primos terceros o similar…
Mientras dejaba la mercancía en la casa, y le entregaba a Nana su china de rigor, asomé por la puerta del dormitorio y donde se encontraban sus hermanos, los cuales andaban todos tirados y dormidos, con las piernas y brazos entrelazados, como si fuera un ovillo de hilo tirado por el suelo y tras el meneo de un gato. No pude evitar sonreir al ver la escena, más si tenía en cuenta el esfuerzo que habí ahecho en que todos hubieran quedado de una forma ordenada, pero bueno, al menos estaban dormidos y habían podido cenar bien esa noche. Cerrando con cuidado la puerta, se giró a hablar con la anciana y pedirle de nuevo consejo.
—He encotrao un socio Nana, es un tiburón, pero ni figuradamente, eh un hombre pez de ezo— le comenté —Tu sabeh si zon de fiar esos o me tengo que andar con mucho ojo— le pregunté con tono serio y preocupado.
—Déjame que te tire una tirada de cartas-— replicó la anciana, mientras encendía una vela rápidamente comenzaba a escuchar tres cartas del tarot, me quede de pie esperando algún tipo de advertencia de la vieja, intento ver los dibujos de las cartas los cuales eran intrincados y muchos más confusos que los estampas de la virgen que guardaba en su chaqueta —Algo va a cambiar en la isla, no sé, no se cuando, pero hay peligro, aun así las cartas te prometen que estarás más seguro con un amigo… Incierto y nublado el futuro está, pero todo parece indicar que es de fiar— finalizó la mujer antes de darme su bendición y desearme de nuevo buena fortuna.
Aprovechando que volvía tome una de las botellas de jerez del borracho de mi padre, para cuando volviera a casa ya no se acordaría ni de que la tenía, si es que volvía algún día, ya habían pasado dos meses desde la última vez que se cruzó con él y ciertamente no lo esperaba de vuelta en su complicada vida.
—Perdona por la espera picha, te he traído un jereh de aquí del barrio, me ha costado encontrarlo— le dije propinando un trago para que se fiara antes de lanzársela a su mano, o aleta —¿Y bien qué quiere sabeh que te pueda deci y qué plan tieneh pa encontrar el tesoro? ¿Por qué iremos a pachas, no? — pregunté a la bestia, tal vez abusando algo más de la suerte que había tenido esa noche.