¿Sabías que…?
... Garp declaró que se había comido 842 donas sin dormir ni descansar porque estaba tratando de batir un récord mundial. ¿Podrás superarlo?
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[Aventura] [Autonarrada T1] Auxiliar de Veterinaria
Jim
Hmpf
La luna llena iluminaba la sabana con un brillo plateado, y el viento nocturno llevaba consigo el susurro de las hierbas altas. Jim, el curioso suricato mink, estaba explorando la Isla Cozia cuando escuchó un sonido que le puso los pelos de punta. Era un gemido débil, seguido por el crujido de ramas secas. Se detuvo en seco, sus grandes orejas redondas captando cada matiz del ruido. El sonido provenía de una zona no muy alejada, justo donde la sabana comenzaba a transformarse en una densa arboleda.

Intrigado y preocupado, Jim decidió investigar. Moviéndose con sigilo a través de la vegetación, llegó a un claro donde una escena desgarradora se desplegaba ante él: un joven antílope atrapado en una trampa de lazo, luchando desesperadamente por liberarse. La cuerda se había tensado alrededor de una de sus patas traseras, cortando la circulación y causando una profunda herida. El antílope emitía gemidos de dolor mientras trataba en vano de soltarse.

Jim sintió un nudo en el estómago. No sabía mucho sobre el mundo de los humanos, pero sabía que aquello no estaba bien. Se acercó lentamente al animal, manteniendo la distancia para no asustarlo más. Sus ojos oscuros y vivarachos observaban la escena con atención, buscando alguna solución.

El antílope, al percibir la presencia de Jim, se quedó inmóvil, como si su instinto le dijera que aquel pequeño ser peludo no representaba una amenaza. Jim se dio cuenta de que no podía liberarlo solo; necesitaba ayuda. Observó a su alrededor y notó una luz parpadeante en la distancia, cerca del complejo turístico. Sin pensarlo dos veces, comenzó a correr en esa dirección.

Al llegar al complejo, Jim encontró una pequeña clínica improvisada. Afuera, un hombre mayor con una bata blanca estaba ajustando una lámpara de aceite. El hombre, de cabello canoso y rostro amable, se dio cuenta de la presencia de Jim y lo observó con curiosidad.

"¡Eh! ¡Necesito ayuda!", exclamó Jim, agitado. El hombre parpadeó sorprendido, no solo por el hecho de que un suricato le hablara, sino también por la urgencia en su voz.

"Tranquilo, pequeño. ¿Qué sucede?", preguntó el hombre, arrodillándose para estar a la altura de Jim.

"Hay un antílope atrapado en una trampa en la sabana. ¡Necesita ayuda urgente!", explicó Jim con rapidez.

El hombre asintió con gravedad y rápidamente recogió una mochila con suministros médicos. "Soy el doctor Samuel, un veterinario. Llévame hasta el antílope."

Jim condujo al veterinario a través de la sabana, esquivando arbustos y saltando sobre pequeños montículos de tierra. A pesar de su pequeño tamaño, Jim se movía con rapidez y determinación, guiando al doctor Samuel hacia el lugar donde el antílope estaba atrapado.

Al llegar, Samuel se arrodilló junto al antílope y examinó la trampa con cuidado. "Es una trampa cruel. Debemos liberarlo con cuidado para no causarle más daño", explicó mientras sacaba un par de alicates y unas vendas de su mochila.

Jim observó con atención mientras Samuel trabajaba con precisión y delicadeza, cortando el lazo y liberando la pierna herida del antílope. El animal temblaba de dolor y estaba claramente debilitado, pero al menos ya no estaba atrapado.

"¿Qué podemos hacer?", preguntó Jim, visiblemente preocupado.

"Necesitamos llevarlo a la clínica para tratar su herida y darle algunos medicamentos. ¿Puedes ayudarme a cargarlo?", respondió Samuel, mirando a Jim con seriedad.

Jim asintió con determinación. Aunque no era muy fuerte, estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para ayudar al antílope. Juntos, él y Samuel levantaron al animal con cuidado y lo llevaron de regreso a la clínica.

Una vez allí, Samuel limpió y vendó la herida, administrando un calmante para el dolor. Mientras trabajaba, comenzó a hablarle a Jim sobre la realidad de la caza en la isla.

"Muchos cazadores vienen aquí por el vicio y el placer de cazar. No todos lo hacen por necesidad o supervivencia. Algunos colocan trampas sin preocuparse por el sufrimiento que causan. Es una práctica que muchos consideran un deporte, pero olvidan el respeto por la vida animal", explicó Samuel con una mezcla de tristeza y resignación en su voz.

Jim escuchaba atentamente, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y comprensión. Era la primera vez que escuchaba sobre la caza como un juego y no podía entender cómo alguien podría disfrutar causando tanto dolor a otro ser vivo.

"Entonces, ¿hay humanos malos y buenos?", preguntó Jim, intentando procesar lo que Samuel le estaba diciendo.

"Exactamente. Algunos humanos, como los cazadores que ponen trampas, no se preocupan por el daño que causan. Pero también hay humanos buenos, que se dedican a cuidar y proteger a los animales, como yo", explicó Samuel con una sonrisa cálida. "Es importante que distingas entre ellos y decidas por ti mismo cómo actuar."

Jim asintió lentamente, comprendiendo que el mundo era más complejo de lo que había imaginado. "Quiero ayudar a proteger a los animales, como tú, doctor Samuel."

El veterinario sonrió, satisfecho de ver el entusiasmo de Jim. "Eso es muy noble de tu parte, Jim. Puedes empezar por vigilar la sabana y alertarnos si ves más trampas. Así, podremos retirarlas y evitar que otros animales resulten heridos."

Esa noche, después de asegurarse de que el antílope estaba en un estado estable, Jim y Samuel decidieron patrullar la sabana en busca de más trampas. Armados con unas linternas y el conocimiento de que podrían hacer una diferencia, caminaron por el territorio, atentos a cualquier señal de peligro.

Conforme avanzaban, Jim comenzó a sentirse más confiado en su papel. Ya no era solo un espectador; ahora estaba activamente protegiendo la vida en la isla. A lo largo de la noche, encontraron varias trampas, algunas más elaboradas que otras, pero todas igualmente peligrosas. Con cada una que desarmaban, Jim sentía un poco más de satisfacción, sabiendo que estaban haciendo de la sabana un lugar más seguro.

A medida que la noche se desvanecía y el primer rayo de sol comenzaba a asomarse por el horizonte, Samuel se detuvo y miró a Jim con orgullo. "Has hecho un gran trabajo hoy, Jim. Gracias por tu ayuda."

Jim sonrió, sintiendo una calidez en su corazón. "Gracias a ti, Samuel. He aprendido mucho hoy. Prometo seguir protegiendo a los animales y hacer lo correcto."

De regreso al complejo, Jim se despidió de Samuel con un abrazo y una promesa de mantenerse en contacto. Mientras caminaba hacia su alojamiento, pensó en todo lo que había aprendido. Había descubierto que, aunque había humanos que causaban daño, también había otros que dedicaban sus vidas a hacer el bien.

Con esta nueva comprensión, Jim se sintió más decidido que nunca a seguir explorando el mundo, aprender más y encontrar su propio camino, siempre guiado por los valores de compasión y justicia que Samuel le había enseñado.
#1
Moderador Gastino
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