Airgid Vanaidiam
Metalhead
12-08-2024, 11:14 PM
En la oscuridad, en la nada más absoluta, de repente Airgid escuchó una voz que resonó dentro de su cabeza. Las palabras eran suaves, en verso, parecía una melodía, una nana que la invitaba a dormir profundamente. Como si la hubieran hipnotizado, Airgid cedió al abrazo de morfeo, completamente embelesada por aquella voz. Desconocía su origen, pero no le importaba, el sueño era dulce y tranquilo. Hasta que despertó.
Sus ojos se abrieron lentamente, observando ante ella un paisaje completamente desconocido. Se incorporó sintiéndose aturdida y desubicada, y cuando fue a ponerse en pie, lo notó. Miró para asegurarse. Tenía las dos piernas. ¿O es que quizás nunca se fueron? La rubia se encontraba confundida, incapaz de discernir si estaba soñando o si era su anterior vida lo que era imaginario. Continuó analizando su cuerpo con la mirada, con el tacto. Iba armada, con sus dos metralletas en la espalda, y vestía con un traje que no había visto nunca. Azul y ceñido al cuerpo, como si fuera una segunda piel, pero metálico y tecnológico. También era más alta, más musculosa, podía notarse incluso através de aquella armadura, y llevaba el cabello recogido en una coleta alta. Era un físico espectacular, y lo asimiló como si siempre hubiera sido el suyo.
Pero la voz dijo algo que llamó su atención. Efectivamente, llevaba una bolsa colgando de su cintura, y los versos le dijeron que debía acumular... ¿canicas? Y hablaba en plural. Abrió su bolsa y acarició una canica de color turquesa que se encontraba dentro. Así que el objetivo era conseguir más. Que podía robar, engañar y matar. Airgid no entendía nada, pero si algo se le daba bien eran justamente esas tres cosas que la voz le pedía. Esbozó una pícara sonrisa mientras observaba a su alrededor, cerrando la bolsa y asegurándose de que no se le fuera a caer.
El paisaje era desalentador cuanto menos. Un fuerte viento la golpeaba justo de frente, a simple vista parecía que estaban a bastante altura, a juzgar por el nivel de las nubes. A unos veinte metros de ella en dirección noroeste se encontraban los restos rotos de un barco naufragado. Quizás era un buen sitio donde empezar a buscar, desde luego lo único que sabía es que debía moverse, avanzar, buscar. Con una metralleta en cada mano, la rubia comenzó a avanzar en dirección al barco naufragado, con el corazón latiendole con fuerza, lleno de emoción, ganas, expectación.