¿Sabías que…?
... Oda tenía pensado bautizar al cocinero de los Mugiwaras con el nombre de Naruto, pero justo en ese momento, el manga del ninja de Konoha empezó a tener mucho éxito y en consecuencia, el autor de One Piece decidió cambiarle el nombre a Sanji.
[Diario] [D - Pasado] De cómo un conejo se rebeló
King Kazma
Shiromimi
30 de Otoño del 722

Estaba harto de ese pueblo. Harto de que sus padres sólo miraran hacia otro lado y le dijeran a él que hiciera lo mismo. ¿No debían unos padres velar por su hijo? ¿Enseñarle a defenderse y evitar que lo pisoteen? Sus padres no eran mala gente, y le querían, pero le hacían un flaco favor con esa conducta. Sí, eran minks, los únicos del pueblo, ¿pero tenían que tratarlos de forma distinta sólo por ello? Si hubiera sido como cualquiera de los niños del lugar, probablemente ni se habría planteado si aquello era justo o injusto, simplemente era lo que la vida le daba y tendría que vivir con ello. Pero tras tanto leer libros, principalmente históricos, veía que había más en la vida que simple resignación. Podía levantarse, protestar y defenderse. Claro que nunca lo había hecho porque eso requería valor y se enemistaría con todo el pueblo, lo cual acabaría siendo peor, así que no merecía la pena.

Con las orejas caídas, estaba acabando el último libro de historia que había solicitado en la biblioteca. No era un edificio muy grande, por lo que tampoco tenía muchos libros, pero era una biblioteca al fin y al cabo. Y no en cualquier pueblo había una, así que estaba agradecido al dueño. Bueno, en realidad no era una biblioteca oficialmente, sólo la casa de un señor anciano que coleccionaba libros y permitía a quien quisiera ir y leerlos. Incluso cuando estaba haciendo lo que más le gustaba era imposible no sentir el abatimiento de quien llevaba años viviendo la misma situación de acoso constante y sin tregua. Esos libros le habían enseñado que la gente, cuando no estaba conforme, se levantaba en contra de quien la oprimía e iniciaba una revolución. Que cuando a alguien no le gustaba el status quo, simplemente hacía lo que quería sin miedo a las consecuencias. Que cuando se presionaba demasiado a la gente, algo dentro de ellos hacía “click” y hacían lo que antes nunca habrían hecho. Eso estaba a punto de pasarle a él, aunque no era consciente todavía. siglos de historia de un reino podían irse al garete por la fuerza del pueblo en una guerra civil, iniciando una nueva era.

Soñaba con gobernar un reino él mismo un día. Se llamaba King al fin y al cabo, el cargo le iba como anillo al dedo, ¿no? No permitiría ese tipo de discriminaciones como la que sufría él, todo el mundo podría vivir tranquilo. Era sólo una ilusión, no tenía ni idea de política y mucho menos de asuntos de estado. A lo mejor bajo su mando un país sería peor que lo que él estaba viviendo. No lo podía saber. Pero podía aprender y probar y tratar de hacerlo mejor y mejor. Pero para ser rey de un país debería conquistarlo primero, formar uno desde cero era… bueno, complicado como poco, especialmente encontrar un lugar y gente dispuesta a ello. Tenía cierto atractivo la idea de salir al mar como pirata, encontrar gente en la que pudiera confiar y vivir libres sobre las olas. Tal vez así incluso pudiera cumplir ese lejano y poco probable sueño de gobernar una tierra ideal.

Cuando por fin acabó el libro, lo dejó en el lugar que le correspondía en la estantería, le dio las gracias al dueño por permitirle leerlo y salió de su casa cuando el Sol ya se estaba ocultando tras el horizonte y no quedaban más que unos minutos de luz natural. Mirando bien que no hubiera nadie, no le apetecía toparse con los chicos del pueblo de vuelta a su casa. El atardecer era tranquilo y apenas había nubes en el cielo, la gente ya estaba en su casa preparando la cena y los negocios o estaban ya cerrados o estaban cerrando, con excepción de la taberna, claro. Pero no tuvo suerte ese día. Los demás chicos del pueblo estaban en el camino que llevaba a su casa, jugando con una pelota.

Como si lo hubiera visto en una bola de cristal con poderes de adivinación, sabía que no iba a pasar desapercibido. Antes de que pudiera siquiera cambiar de rumbo para bordearlos sin que notaran su presencia, le vieron. Dejaron de pasarse la pelota y comenzaron a caminar hacia él. – Mira, si es orejotas. ¿Vas de vuelta a casa con tus papis? ¿No quieres jugar a la pelota un rato? Con tus orejas podemos hacer una canasta cojonuda. – Dijo Mark, el que siempre lideraba a la pandilla. De niño sólo era curioso, tirándole de las orejas y el pelaje para ver si no eran falsos o algo, porque era muy distinto a él. Pero con el tiempo, esa conducta dejó de ser curiosidad y pasó a ser diversión. Diversión para él, claro, porque King no apreciaba para nada sus interacciones con Mark o el resto del grupo.

- D…déjame en paz, Mark… - Logró musitar, apenas audible, pero suficientemente alto como para que el humano le escuchara. - ¿Qué pasa? ¿No quieres jugar con nosotros? Eres un rarito, te ofrezco una oportunidad de integrarte y así me lo agradeces? – Integrarse… Querían usarlo como canasta, reírse de él. Debido a todo lo que había pensado previamente, sus aspiraciones en la vida, la historia… Ese algo hizo “click” en él y antes de que supiera lo que estaba haciendo, su puño se estrelló contra la mejilla de Mark, haciendo que se le saltaran tres dientes. El resto reaccionaron bastante rápido, y King se movía por instinto. Al principio casi hasta le resultaba sencillo esquivar sus puñetazos y contraatacar, rompiéndole el brazo a uno y dejando KO a otro de una patada en la mandíbula. Se sentía vivo, lleno de energía. Pero entonces un golpe en la cabeza por detrás lo tumbó. Entonces sólo pudo encogerse sobre sí mismo y tratar de proteger su cabeza mientras le llovían patadas y pisotones. Los tres chicos que hirió y él acabaron en el hospital. No parecía haber ganado nada con ese arranque de ira. Pero realmente había ganado mucho.
#1
King Kazma
Shiromimi
Se despertó en el hospital, tumbado en una cama y sintiendo todo su cuerpo dolorido, como si le hubiera pasado un tren por encima. Lo último que recordaba era estar en el suelo en posición fetal, tratando de proteger las zonas vitales de su cuerpo mientras recibía la paliza de su vida. Su madre tenía cara de preocupación y sujetaba su mano mientras aguardaba sentada a su lado. Bueno, llamar hospital a la casa del médico del pueblo en la que había habilitado un par de habitaciones para pacientes a lo mejor era mucho decir. A saber lo que iba a costar el tratamiento. Su madre se alegró mucho al verlo despierto, pero igualmente podía ver la pena en sus ojos. Podía escuchar a su padre hablar desde otra habitación, pidiendo disculpas por lo que él había hecho, probablemente a los padres de los otros chicos a los que había conseguido golpear.

Disculparse… ¿Realmente debían disculparse por aquello? Eran aquellos malcriados los que se tenían que disculpar con él por tratarle tan mal todos los días desde que tenía uso de razón. Pero sus padres nunca cederían en eso. Eran demasiado tercos, temerosos y protectores como para alentar su amor propio ya que eso siempre llevaba a situaciones como aquella. Si agachaba la cabeza y decía sí a todo, llegaría a casa sano y salvo todos los días. Tal vez su orgullo estuviera magullado, tal vez le podían llamar con cualquier mote que se les ocurriera e incluso tal vez llegaría a haber problemas con sus efectos personales, pero llegaría a casa. Eso era todo lo que les importaba a sus padres, que volviera a casa. ¿No tenían unos padres que velar también por la felicidad de su hijo y no sólo por su seguridad? Él creía que los padres tenían que criar a un hijo para que se valiera por sí mismo en el mundo, para que equilibrara sus sueños y deseos con la realidad del mundo que le rodeaba, para que fuera feliz aun a costa de su salud si era necesario. Sí, ellos le querían, lo sabía bien, y él los quería a ellos también, eso era algo que no iba a cambiar. ¿Pero tan difícil era apoyarle de vez en cuando? Hacían el papel de protectores de maravilla, enseñándole lo necesario para sobrevivir sin pelear una sola pizca, pero como padres en general eran un desastre.

- Hijo… No puedes darnos estos sustos. No tenías que haber pegado a esos chicos, nosotros somos los extraños aquí, te podrían tachar de animal violento…
- ¡Ese es el problema, mamá! No somos animales, ellos son los que se comportan como animales. Quiero defenderme, no dejar a nadie nunca más que se meta conmigo.
- Pero King… Mira adónde te han llevado los puños. Esto no ha acabado bien para nadie, doy gracias porque el doctor dijo que no tenías daños graves, sólo moratones, ni una costilla mal. Si el bibliotecario no os hubiera encontrado a lo mejor esto era peor…

No podía discutir con ella. Era demasiado temerosa de todo. Y sí, tenía el cuerpo magullado, no se había lucido mucho en su primera batalla, pero se sentía vivo y bien consigo mismo. Tal vez el dolor físico no era tan aterrador como para evitarlo a toda costa como le habían enseñado. Se sentía mucho mejor así de magullado pero sabiendo que había mandado al hospital a tres de esos imbéciles que con el cuerpo completamente bien y dejándoles hacer y decir lo que les diera la gana. En el pasado había pensado que los revolucionarios estaban locos, que sabían que les iban a pasar cosas horribles si los pillaban y aun así hacían lo que hacían. Pero ahora… ahora sabía por qué lo hacían. Sentaba muy bien, resultaba liberador…

Su madre también pareció dar por zanjada la conversación, ya que no dijo nada más. Un minuto más tarde se levantó, apretó su mano un poco y le dio un beso en la frente, diciendo que iba a salir a hablar con su padre, que descansara. Pero no tenía planes de descansar. El médico había dicho que no tenía nada roto, sólo diversos moratones con los dolores e hinchazón que ello implicaba. Pues no podía quedarse en un lugar así, no podía seguir su vida en aquel pueblo haciendo caso de lo que le decían sus padres que debía hacer y en el que además se había granjeado enemigos. Antes le molestaban por ser diferente, porque les divertía. Pero ahora él se había rebelado contra ellos, les había pegado, le había roto el brazo a uno… No se iban a contentar con el viejo status quo, querrían vengarse, y desde ese momento sabía que ya no serían sólo insultos, burlas y daños a sus pertenencias. Ahora tenían una excusa para atacarle directamente. Era consciente de que él mismo se había buscado ese resultado, pero no estaba dispuesto a vivir algo así el resto de su vida. Era el momento de irse.

Se levantó de la cama y salió por la ventana aprovechando que era un bajo. Fue a toda prisa a su casa a recoger todo lo que pudiera necesitar rápidamente y emprendió el viaje fuera del pueblo mientras todavía lo amparaba la oscuridad de la noche. Si nadie le veía irse no podían seguirle. Iba a comenzar a vivir su vida sin miedos, explorar el mundo como siempre había querido, aprender de otras culturas, conocer gente que mereciera la pena llamar amigos… Se convertiría en un pirata, conquistaría un país y gobernaría de forma en que nadie tuviera que pasar por lo mismo que él… Eso sería ideal, aunque sabía que no sería fácil, de hecho, era casi imposible, especialmente sin tener ni idea de política o de órganos de gobierno, pero podía aprender. ¿Acaso estaba mal tratar de perseguir sus sueños? Mejorar el mundo era un sueño noble, aunque el camino que recorrería para ello distaba mucho de ser éticamente correcto, pues miraría por su bien y pisaría a cualquiera que creyera indigno de su respeto.
#2


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