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Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
01-09-2024, 05:22 PM
~ Te, el arte marcial del templo ~
~ Base G-23 de La Marina, Isla Kilombo.
~ Día 7 de Primavera, Año 723.
Desde los inicios de mi llegada al templo, cuando según lo que me contaban los hermanos más veteranos y el maestro, apenas había empezado a andar, la enseñanza del Te ya estaba muy presente en las actividades del día a día. Yo, que provenía de una familia desconocida que me dejó en el templo siendo un retoño, he mamado desde bien joven, desde antes de tener conciencia, la base esencial del arte marcial.
Como huérfano, sabía que mi origen incierto nublaba una identidad que me definiera, al igual que muchos otros hermanos de mayor o menor edad. Sin embargo, allí dentro, el maestro y los hermanos más mayores, adecuan y adaptan en cada uno aquello que lo caracteriza según el talento que despertaba. Unos, empezaba a despuntar siendo diestros en el arte de cualquier actividad culinaria, demostrando una maestría sin igual en la confección de ropa, otros tenían una intuición natural para el cuidado del huerto y las plantas, otros en el tan respetado hábito de la meditación, alcanzando puntos tan lejos del plano material que podían pasarse incluso unos días en plena faena. Por mi parte, y al igual también que algunos, se me definió como un resorte y referencia en el noble arte del Te, el arte marcial del templo, que el gran maestro Gautama construyó, asentó y transmitió hacia todas las generaciones venideras.
El Te, era un arte marcial basado esencialmente y en la rapidez y el uso de las palmas tanto para golpear como para defender. La disciplina, se orienta y complementa en base al culto del cuerpo, la mente y el alma, generando una simbiosis del individuo consigo mismo entre su plano físico y espiritual, con la que alcanzar la plenitud del dominio del arte. El maestro primigenio, gracias al conocido, pero también, poco datado poder que poseía y con el que alcanzó la iluminación, desarrolló todas las reglas y técnicas que perduran hasta nuestros días, respetadas rigurosamente y transmitidas fielmente.
Esta herencia, ha definido al templo por tener unos disciplinados y respetados combatientes que, la marina, siempre ha tenido en estima, con un pequeño reconocimiento que gracias al buen desempeño de los hermanos dentro del mismo cuerpo, le ha beneficiado al templo con una buena reputación a lo largo de todos los años que han ofrecido sus activos a la entidad militar. El legado del Te, es uno de los mayores tesoros del templo, una de las bases principales que lo constituyen, y que han forjado en este un robusto pilar, que junto a otros más, establecen el equilibrio del santuario que acoge a los hermanos.
La enseñanza del Te, se empieza a transmitir de forma flexible y didáctica hacia las nuevas generaciones a penas estas aprenden a sostenerse, porque una de las premisas de la disciplina, recae en la postura, la fuerza y agilidad de las piernas, por lo que figura como un gran aporte positivo para el crecimiento prematuro de los pequeños monjes. Más adelante, se empiezan a adaptar en las enseñanzas los principales códigos internos que todo hermano lleva intrínseco dentro de sí mismo a la hora de aplicar el Te en cualquier circunstancia.
El Te es causa y efecto por extensión de la doctrina del templo para obrar en favor del ser que lo proyecta. Es como su caminar, como se sienta, respira o duerme, una filosofía que desde las edades más tempranas, se absorbe y asimila para interiorizar dichos valores, como una doctrina. El arte marcial se vuelve más práctico conforme los hermanos van adquiriendo una mejor destreza psicomotriz, y pronto, comienzan a aprender lo más básico pero a la vez más importante, la colocación y posición de las palmas.
La palma, como tal, estaba también representada en muchos de los pergaminos que el gran maestro guardó en la biblioteca. Simbolizaba motivos aún no resueltos del templo, pero sus líneas en la palma y sobre todo su forma, estaban muy presentes en las paredes del templo, así como en nuestras ropas. Es por ello, que la palma adquiría una importancia suma en muchos aspectos de la doctrina del templo, pero especialmente en el Te, se volvía el eje central de todas las técnicas que componían el arte.
Cuando los hermanos teníamos más edad, en torno a los 5 o 6 años, ya aprendíamos los primeros movimientos de mano, proyecciones ofensivas y defensivas con esta que conformaban el inicio de otras de mayor calado y dificultad, porque, las técnicas aunque muchas fueran simplemente un movimiento hacia una dirección, este enlazaba siempre de alguna forma con otro, componiendo así, las mil y una formas de practicar el Te casi con sus infinitas combinaciones.
Estas combinaciones se construían con una serie de técnicas que conjugaban entre sí, provocando una fluidez sin igual del practicante del Te. Visualmente, resultaba atractiva la serie de cadenas, choques, desvíos y golpes que se aplicaban, sin embargo, combatirlo se podía convertir en una tortura sin igual. Crear correctamente las combinaciones supone en el practicante haber adquirido los conocimientos y entrenar el arte hasta el límite, pues las cadenas entre técnica y técnica se hacía según las circunstancias del combate, el estilo del oponente, puntos fuertes y débiles así como la estrategia del Teísta. Tanto por conocimiento, como por experiencia y creatividad, las combinaciones de las palmas se constituían de manera personalizada según el usuario, ajustándose según las necesidades del momento y lo que requería utilizar.
El Te, era tan denso de aprender, que su dedicación para controlarlo, pasaba por un constante entrenamiento diario. Día tras días, las enseñanzas se debían de aplicar tanto en las prácticas como en la rutina del usuario, en tareas tan humildes como el labrado de la tierra, el amasado del pan, la meditación o la limpieza del cuerpo. Pues una vez la persona comenzaba a tomar ese camino, no conocería otra fórmula mejor para dominarlo que la resultante del esfuerzo, la dedicación y la disciplina.
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Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
05-09-2024, 08:04 PM
A pesar de mi edad, muchos recuerdos a veces se volvían intrusivos colmando mi mente de imágenes tan nítidas como la realidad que vivía. Había pasado la mayor parte de mi vida dentro de las paredes del templo y los alrededores de este, por lo que estos, se me hacían muy presentes en muchos de los momentos en los que permanecía solo en la base G-23. Como no era de extrañar, mi recorrido en el Te, era algo que además de mis otras labores allí, tenía muy presente hasta los días actuales, a pesar de mi edad, los tenía tan arraigados en mi interior, que a veces, pecaba de regodearme en la nostalgia más interna, algo que rompía con los códigos del templo para vivir en el aquí y en el ahora, uno de los mantras principales a los que se debía de obedecer, pues era uno de los credos.
A la edad de 15 años, los combates que practicábamos en el templo se volvieron muchos más rigurosos y duros. Alcanzábamos la plenitud de la edad que se concebía en el templo, y con ella, se cargaban ciertas responsabilidades para llevar a cabo, una entre tantas, era la absoluta entrega y dedicación a la enseñanza y aprendizaje del Te.
No es que fuera lo más habitual para los recién ascendidos, pero durante mi trayectoria en el templo, me gané cierta reputación por mi talento natural con el arte marcial, y era bien conocido por la fluidez y rapidez de mis movimientos. Adopté el Te como si fuera la guía principal entre las demás que enderezaba mis días allí, y en cada momento del día, o acción rutinaria, se formulaba como una extensión de este, hasta llegar a interiorizarlo en mi mismo ser. Por otro lado, y a pesar de tener recién adquirida la mayoría de edad, dejaron a mi cargo a 2 hermanos menores para instruirles, sugeridos por la orden del propio maestro, pude inculcarles cada código que había aprendido durante mi corta trayectoria, con la que además, seguía aprendiendo.
Las duras jornadas de entrenamiento, comenzaban como norma desde que el sol salía hasta que este se ponía por el horizonte, con un leve parón de medio día, en el cual, hacíamos una comida ceremonial, pero después, volvían las prácticas para desarrollar el estilo. Aún recuerdo los duelos como si estuviera allí mismo sobre el tapiz, como si estuviera a punto de tomarlos de nuevo.
En aquella tarde de primavera, cuando los rosáceos pétalos de los cerezos colmaban el patio grande del interior del templo, el tapiz circular que ocupaba la mayor parte del espacio, era barrido por el maestro como ceremonia de purificación para el próximo combate, en el cual, me mediría yo a otro de los hermanos más aventajados del templo. El hermano Nyrio, era un talentoso usuario del Te, me sacaba un par de años, y eso en plena edad de crecimiento era igual a una enorme diferencia física en muchos aspectos. Su fisionomía era atlética, sus brazos largos y fibrados, una complexión ruda y unas poderosas piernas como columnas. Yo, a pesar de la confianza que podía tener con mi estado de forma, el cual era reconocido en el templo, tenía que jugar mis bazas si quería plantarle cara de una forma medianamente digna. Y lo haría.
Una vez el maestro se retiró a su sitio para proceder el combate, Nyrio tomó la iniciativa y fue el primero en entrar al círculo. Tomó algo de tierra de este, se la restregó entre las manos y por el pecho, acto seguido se dispuso a hacer un par de sentadillas, giros con los brazos para calentar los hombros y una relampagueante secuencia con las palmas hacia el frente, una tras otra, todo ello para incrementar el calentamiento previo para intensificarlo en los instantes previos a la lucha.
Con el temple que me caracterizaba desde mi nacimiento, me adentré a la arena, era mi turno. Realicé el mismo ritual que Nyrio, con una parsimonia casi espeluznante. Aquella calma y serenidad, era la que muchas veces descolocaba a mis adversarios, ver ante sus ojos a alguien que no se inmuta cuando impacta sus palmas con éxito, o sufre cuando se las dan a él, suele conmover las mentes de aquellos que no son muy conscientes de como funciona otra excelentemente trabajada, sin embargo, Nyrio en ese aspecto era muy diferente, tan diferente que era similar a mí, por lo que ese factor quedaría fuera del círculo para tomarlo en cuenta.
- ¡Hermano Nyrio!... ¡Hermano Lovecraft!.... ¡Sus respetos! -
Unos de los veteranos inició el protocolo de comienzo para la pelea de usuarios de Te. En dicho protocolo, se debía de mostrar respeto al templo, que representaba todo lo que nos constituía como monjes y las doctrinas que nos componían, así como todos sus legados, al propio maestro, a los hermanos presentes y finalmente a los adversarios. Para ello, y siguiendo ese orden, los combatientes debían de hacer las reverencias adecuadas y con la acentuación requerida según esa escala de importancia, pues las reverencias, cuanto más grados de inclinación tuvieran, y más tiempo se estuviera así, mayor honra y respeto se demostraba hacia el que iba destinada. Era algo comúnmente conocido en el templo, y diría que fuera de este, tenía fácil interpretación para cualquiera que no estuviera familiarizado con la reverencia como tal.
- ¡TE! -
"Te" era la orden con la que los combatientes podían entrar a escena, con la que podía comenzar el combate. El combate solo tenía una ronda, y sus normas se regían por una clase de sencillas y pocas reglas, ya que el Te como tal tenía las suyas propias, y muchas del combate se acogían a estas. Solo había 1 ronda, en la que el primero que apoyase una salía un ganador o un perdedor, en caso de empate, el criterio del maestro imperaba en el veredicto con su criterio personal para elegir al ganador. La rendición estaba contemplada, y era una honorable derrota en la que se reconocía la destreza del adversario. Una posible lesión desafortunada, u ocasionada por el intercambio de golpes, significaba la derrota. No había un tiempo determinado por ronda, los combatientes, de forma responsable, llevaban sus cuerpos al límite para determinar cuanto tiempo podían aguantar en las arremetidas que conectasen o recibieran del contrincante.
Así fue como, a pesar de ciertas desventajas físicas frente a Nyrio, encaré el combate. Tras la orden, adopté la guardia característica del Te, alzando las palmas con una al frente y otra más rezagada a la altura del plexo solar. Nyrio, que permanecería en la misma posición, y sabiendo su aparente ventaja, tomó la iniciativa dando pasos cortos hasta mí, yo, sin embargo, me mantuve expectante y ni retrocedí ni tampoco contesté acercándome a él. Quería intentar analizar que pronto movimiento utilizaría, sin embargo, para mi detrimento, ni lo vi venir.
- Buena... -
Le dije, reconociendo su fugaz ataque. Su palma delantera, cuando recortó algunos centímetros, se volvió contra mí como una lanza, y tan imprevisible que fue como una estocada relampagueante de forma directa contra el hombro de la guardia delantera. Fue un movimiento tan inteligente como veloz, porque el desgaste del hombro era el primero que asomaba y mermaba tanto el potencial ofensivo como defensivo en el Te, dado que cada técnica nacía de la operatividad de la articulación, por lo que, de no tener un hombro fuerte y entrenado, los ataques, desvíos y bloqueos bajarían su eficacia enormemente.
Para colmo, Nyrio tras impactarme, volvió a recomponerse para asegurarse de que iniciar un contrataque no fuera algo que le vaya a pillar de sorpresa. Por mi parte, a pesar de recibir el primer golpe del combate de lleno, me mantuve en la misma posición. Nyrio comenzó a botar, lo que era indicativo de que pasaría de permanecer atento y defensivo a adoptar una estrategia más ofensiva, algo muy adecuado según su condición en el combate, pero a la vez algo que esperaba. Comencé a botar yo también con la parte delantera de mis pies, tenía la certeza de que aunque su primera palmada me cogió de imprevisto, mi rapidez era algo superior a la suya, que junto a mi constitución, quizá fuera la única fórmula accesible como condición de victoria que tenía.
Con un juego rápido de pies, cambió bruscamente de guardia para buscar sorprenderme con su mano contraria, y lanzó lo que parecía un tremendo golpe hacia la misma zona, mi hombro delantero, pero era algo que ya me cogió prevenido, por lo que mecí mi tronco hacia el costado contrario para sacarlo fuera de esa trayectoria. Aprovechando esto, con la misma mano delantera, utilicé su canto para terminar de desviar su brazo hacia afuera, con la intención de sacarle de su guardia y ofreciera algún flanco al descubierto. Pero no debería de esperar a ello, amorticé tal movimiento para copiar su primera ofensiva, dañar al daño, es decir, dañar el brazo con el que me atacó y a poder ser, ver como reaccionó al desvío.
Con mi palma trasera, busqué el interior de su bíceps, impactarlo duramente mermaría su capacidad bélica, pero no fue así. Nyrio, con el impulso del desvío, se ayudó y rotó sobre su eje en la dirección que iba su brazo, de esta forma se protegería de mi ataque y a la vez giraría ahora para acechar mi flanco interior, no pude sin más apretar mi cuerpo para prepararme para su nuevo impacto. Aquella palmada fue directa a la clavícula, pero la sentí como si hubiera golpeado el alma, tan ruda fue, que a pesar de que mi rostro no se alteró, tuve que dar un paso atrás rápidamente para recomponer mi estabilidad. Ya había encajado 2, y bastantes directos con una nula resistencia. Tras esa última palmada, acentué mi concentración en el duelo, llegó el momento de emplearme a fondo si no quería salir de allí a las primeras de cambio. Por respeto al Te, tenía que ir más allá, pese a la diferencia que había entre el adversario y yo.
Cita:Los siguientes momentos que sucedieron tras aquello, demostraron que los hermanos presentes y el maestro, demostraron que estaban ante un combate digno de los mentores más habilidosos que el templo tenía. Las 2 jóvenes promesas que allí se batían, tenían unas capacidades físicas abrumadores, así como una destreza en el arte marcial digna de admirar. Golpe tras golpe, los 2 combatientes esquivaron, chocaron y acertaron con sus mejores movimientos llevando el asalto hasta unos niveles de compromiso poco vistos. Por norma general, las peleas tendían a alargarse hasta los 4 minutos de intensa refriega, a veces hasta los 5, pero aquellos 2 prodigios llevaron su encuentro hasta la hora. Exhaustos, el uno frente al otro, se dieron unos respiros de tregua, magullados, amoratados y con los brazos casi tendidos, sin embargo, sus espíritus trascendían más allá del plano físico, pues lejos de la conciencia material, aquella pelea sería recordada por hacerlo con sus respectivos seres internos, aquel que no conocía la flaqueza, aquel hecho de la plena voluntad. El verdadero poder.
Con los cuerpos llevados al límite, nos dispusimos a cuadrarnos, al menos última vez. Como en el principio, levantamos los brazos lentamente viéndose como estos temblaban de la tensión. En nuestros inquebrantables gestos, se podía ver como más allá de la fachada que aparentaban transmitir, la emoción de arrancarse una última vez latía fuerte, ambos, con las pupilas clavadas en el otro, logramos entender como el de enfrente estaba preparado, notando una conexión que nunca antes había vivido.
Las palmas comenzaron a cubrirse de un velo negro con un brillo especial, era una especie de segunda piel, algo que provocó en los hermanos un ligero murmullo. El maestro se incorporaría levemente hacia delante, nadie de allí daba crédito a lo que estaban viendo. Aquella extraña y nueva piel se extendería hasta el antebrazo, a pocos de dos de llegar al codo, cuando se detuvo, Nyrio como un resorte se abalanzó al frente, y yo le contesté deslizándome hasta él. Ambos sabíamos que mutuamente estábamos sorprendidos por aquello que recubría nuestras extremidades, pero el duelo que estaba sobre la mesa para resolverse tenía una mayor importancia para nosotros. Avanzamos pares, en algo más de una zancada nos colocamos justo donde queríamos, frente al otro, allí no había defensa que valiera, y con un sumo golpe con la palma trasera, ambos, impactamos de lleno sobre la costilla del otro.
Una onda se expandió por las cercanías, soplando las ropas de los hermanos y levantándo los pétalos de los cerezos caídos en el suelo. Desde encajar el golpe, cada uno se mantuvo congelado en la postura de golpeo. El maestro se irguió, atrayendo las miradas del resto del patio dado que no era lo más normal, pero dado el escenario que estaban presenciando todos, nada de lo que estaba sucediendo lo era ya.
- Alto los dos, se acabó, separadlos. -
Ninguno cedió, ninguno apartamos la palma del cuerpo del otro, y a pesar de que no había el menor rastro de hostilidad, llevamos aquello hasta que los hermanos más veteranos se metieron al círculo para tomarnos, mientras el maestro bajaba y se acercaba.
- Dadles agua, y sanad sus magulladuras, hoy hemos podido ver algo glorioso. -
En sus palabras se identificaban una aprobación y un orgullo sin parangón. A mí me costaba seguir consciente, debía de admitir que una vez me acostaron los hermanos, notaba mi cuerpo tembloroso y un sueño me invadía sin poder oponerle resistencia, pero podía escuchar. Pude escuchar como los murmullos se acrecentaron, como los pasos del maestro se acercaban hasta el centro del círculo y los hermanos más alejados se arremolinaban alrededor de este. Pude sentir como me cogieron en volandas, como me depositaron fuera del círculo y como el maestro volvió a tomar la palabra.
- Queridos, hoy los hermanos Nyrio y Lovecraft nos han regalado un duelo para la memoria. Un despliegue del Te sin igual, y una fortaleza espiritual de la que nuestros antepasados estarían muy, muy pero que muy orgullosos... No obstante, como todos habéis presenciado, ambos en un último alarde de ganar el espléndido duelo que mantenían, han extraido parte de su volundad más profunda para materializarla en su plano físico, por eso, habéis visto como sus manos, muñecas y antebrazos adquirían un tono azabache y un brillo metálico... Eso, queridos, no es otra cosa más que el Busoshoku Haki, la encarnación física de nuestra voluntad. -
Poco más pude escuchar, cuando todo acabó por fundirse a negro, recuerdo como todo se tornó eco y como un silencio sepulcral colmó el patio. Haki y voluntad, ambos conceptos me parecieron nuevos por aquel entonces, lo que no sabía era que los iba a tener tan presentes en mí como el mismo respirar.
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