Hay rumores sobre…
... una bestia enorme y terrible atemoriza a cualquier infeliz que se acerque a la Isla Momobami.
Tema cerrado 
[Aventura] Un rayo de luz entre las tinieblas [T.3]
Lance Turner
Shirogami
Pude contemplar cómo el chico había tomado una decisión bastante sabia, escogiendo la respuesta correcta. Aquel humo estaba pensado para dispersarse al poco tiempo, y lejos de llevarse por los nervios, actuando sin pensar las cosas, había tomado la decisión de aguardar a que se disipase. Un punto para nuestro querido Galhard. 

Habiendo ya más claridad, se centró en revisar bien cada una de las opciones que se le presentaban. El primer camino parecía llevarle donde le esperarían una jauría de lobos, eran huellas hechas a partir de mis queridos perros, pero indicaban un peligro inminente si se seguía ese camino. Este camino estaba elaborado así para dilucidar si el joven Galhard prefería enfrentarse a esta jauría en lugar de las otras dos opciones, las cuales implicaban que necesitaban de su ayuda. El segundo, con botellas rotas y rastros de violencia hacían sentir que alguien requería de ayuda para salvar su vida. Era supuestamente la vida de una civil, víctima de lo que se daba a entender, un hombre al menos, en estado de embriaguez y con claros signos de violencia. Este camino estaba preparado para ver si Galhard elegía salvar la vida de la civil, enfrentándose a borrachos, antes que salvar a sus camaradas en peligro, o huir para enfrentarse a lobos. Por último, el tercer camino, daba señales de un montón de marines en peligros por ataques piratas. Si eligiese este camino, significaba que priorizaba salvar a camaradas de profesión, antes de salvar a la civil, o huir por el bosque enfrentándose a lobos. 

No era una decisión sencilla, pues no había una opción más buena que la otra, salvo la tercera opción, la de huir por el camino de los lobos. De elegirla, cosa que dudaba mucho, se estaría declarando un cobarde. Mientras que por la otra opción, tenía que decidir entre salvar a una civil o a un grupo de compañeros. Si elegía la primera, estaría renunciando la vida de varios compañeros, pero si elegía la segunda, claramente estaba eligiendo a sus compañeros por encima de la vida de una civil. Cualquiera de esos dos caminos, implicaría un mal de todas formas. 

El chico, finalmente dio un paso al frente, pisando con seguridad el camino que le llevaría camino para salvar al civil. En cierto modo, me alegró que escogiese ese camino, pero implicaba también haber renunciado salvar a los compañeros. Al pisar la primera loseta, un sonido comenzó a emitirse desde debajo de esta. Entre ruidos de espadas chocando y tiros, también se podía escuchar sonidos de gritos, algunos de ira y otros de dolor. Se podían escuchar risas que precedían a aquellos gritos de dolor, y como unas voces roncas exclamaban que las ratas del gobierno necesitaban ser eliminadas. Por encima de esos ruidos, una voz sonaba más alta entre llantos.
- ¡Nos están masacrando! ¡Necesitamos refuerzos! - Gritó entre lágrimas lo que a todas vistas parecía ser un marine. - ¿¡De verdad nadie vendrá a salvarnos!? ¡AYUDA, SON MUC- 

El sonido de un disparo silenció toda su petición, seguida después de varias risas maléficas. Pero muy pronto, alguien retomaría la palabra.
- HAHAHAHA, no hace falta que vengáis ya, ¡Perros del gobierno! ¡Aquí ya no tenéis nada que hacer, llegáis muy tarde! HAHAHAHAHA ¡¡Cuando vengáis, ya estaremos muy lejos de vuestro alcance!! - Otras risas se escucharon de fondo y con un tono de voz mucho más serio, aquella voz retomó la palabra. - Ha sido un placer acabar la vida de estos pequeños reclutas llenos de inocencia y estúpidos sueños... que quede claro, la piratería es la que manda en el East Blue! HAHAHAHAHA. 

El silencio tomó lugar tras dicha retrasmisión. Un silencio cargante y pesado. Daba tiempo a que la imaginación fuese la que tuviese el control de la mente, reviviendo esos momentos como si los hubiese vivido uno mismo, dejando de lado que estábamos realmente dentro de un laberinto, y no en dicha situación. Pasados cinco segundos más, carraspee y comencé a hablar. 
- Esa unidad a la que has decidido no salvar, acaba de sufrir el peor destino posible. Han muerto a manos de sucios piratas que han aprovechado para divertirse mientras los mataban. - Dejé un segundo de silencio y llevé mi mano a mi rostro, afectado todavía por aquella grabación. - Esta ha sido una grabación real, Galhard. Pasó hace 14 años, y era una unidad de soldados, liderados por un sargento. Todos murieron en servicio ese día. Aunque algunos de estos soldados sucumbieron al pánico, como has podido escuchar, todos, absolutamente todos, murieron tras realizar un espléndido servicio. Aquel día perdieron sus vidas, a costa de salvar a todo un poblado de 500 habitantes. Todos murieron siendo conscientes de que este era el camino que habían elegido en sus vidas. Y todos dieron pelea hasta el último segundo de sus vidas, ocasionando que los refuerzos sí llegasen a tiempo para acabar y encarcelar a esos piratas. 

Una lágrima recorrió mi rostro, recordando a mis compañeros, los de esta base, que habían corrido una suerte igual a la de aquel audio que se acababa de reproducir. Sentado nuevamente pasé la mano por mi rostro con intención de retomar mi aspecto habitual y volví a hablar.
- Ahora, da un paso al frente, muchacho. - Dije a modo de orden, pero sabiendo que aquello sería una pequeña cura al alma. 

En la siguiente loseta, nada más pisarla, volvió a escucharse un clic, y tras este, sollozos. No obstante, eran sollozos de alegría en esta ocasión, que precedían la voz de una mujer.
- ¡GRACIAS! ¡No quepo en mi de felicidad! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! y ¡Gracias! - La voz de una niña pequeña al fondo repitió también ese mensaje de gratitud, imitando a la voz que estaba dirigiéndose al receptos de ese mensaje. - Habéis salvado la vida de toda mi familia, ¡Jamás os lo agradeceré lo suficiente! Todos estamos bien, mi marido ya está recuperándose, y mi pequeño bebé no tiene ningún rasguño... 
- ¡Yo tampoco, mami! - Exclamó la misma voz infantil de antes. 
- No, mi amor, tú tampoco mi vida, ¡Y no sabes lo feliz que estoy! - Le contestó, dirigiéndose ahora a la niña según podía interpretarse en la trasmisión por la bajada de claridad en su tono de voz. A continuación, volvió a dirigirse a la retrasmisión. - Mi niña, la luz de mis ojos, también está a salvo - Dijo entre risas de felicidad y sollozos. - De no ser por vosotros, lo habría perdido todo... Gracias, de corazón. 

Otro silencio se hizo después de la nueva retrasmisión. Al contrario que el anterior, este evocaba felicidad y paz, el sentimiento de haber estado implicados en salvar las vidas de una familia era uno de los más grandes que podían sentirse dentro del cuerpo. 
- La familia a la que has decidido salvar, está inmensamente agradecida contigo. Ahora, todas sus vidas tendrán un futuro que no hubiesen tenido de no ser por ti, todos viven, y el legado de sus familias continuará varias generaciones, eternamente agradecidas a la marina, y más concretamente a ti. - Volví a dejar otro silencio, pero esta vez mucho más corto del que había dejado antes. - También esta ha sido una grabación real, Galhard. Pasó hace 20 años, y era un par de borrachos que invadieron la casa de una joven de la que querían abusar. Las cosas se pusieron complicadas tras un intento de salvarla de su marido, el cuál cayó inconsciente. De no haber sido por la entrada de un joven recluta bien entrenado, todo hubiese terminado mucho peor. Gracias a su intervención valiente, esa familia logró salvarse al completo. Hoy día, el bebé es un joven agricultor de la isla, el cuál suele dar de comer a pobres mendigos que no tienen de qué vivir. La niña, creció escuchando la historia de como un marine había salvado la vida de toda su familia, y terminó alistándose en la marina. Actualmente es Comandante, y gracias a ella, muchas otras vidas han sido salvadas, así como se han condenado a cientos de piratas. Definitivamente, la decisión que tomó ese recluta, tuvo unas consecuencias maravillosas.

Volvía ponerme en pie tras estas palabras y me dirigí directamente al joven marine, observándole con una pequeña sonrisa.
- Esta vida está llena de momentos claves donde tu decisión condenan a unos y salvan a otros. No había una decisión correcta o equivocada... salvo la de huir por el prado entre los bosques. De haber tomado esa decisión... te hubieses llevado unas heridas muy serias, y te prometo que no salías de esta isla hasta que te hubiese reformado por completo - Dije entre risas. - Si tienes alguna pregunta o petición, es el momento, joven. 

Dejé un tiempo de margen por si quería preguntar algo, o quizá decir algo, antes de indicarle que continuase. Probablemente este hubiese sido un momento de bastante impacto emocional, más aún por la primera retrasmisión. Vivir algo así en tus propias carnes era algo que podía marcarte de por vida, y aunque no hubiese sido así en el caso de Galhard, revivirlo de esa forma debía haber sido impactante también.
#11
Galhard
Gal
Galhard permaneció en silencio, tratando de asimilar lo que acababa de escuchar. La cruda realidad de las grabaciones, el eco de los gritos de auxilio y las burlas de los piratas, junto al agradecimiento sincero de una familia salvada... Todo aquello le caló hondo. El peso de la responsabilidad recaía sobre él de una manera que solo un marine podía entender. La vida siempre presentaba dilemas, y ahora, mientras se encontraba en medio de esta prueba, sentía el peso de esa verdad con una intensidad renovada.

Aún conmovido, Galhard alzó la mirada hacia el marine que le acompañaba, y su voz, aunque firme, dejaba entrever una mezcla de respeto y reflexión.

—Esos marines... —comenzó, buscando las palabras adecuadas — Dieron sus vidas para proteger a otros, y aunque no pude elegir salvarlos en esta prueba, su sacrificio no sirvió en vano. Entiendo que, como marines, no siempre podemos salvar a todos. Pero incluso en sus últimos momentos, su valentía dejó una marca que seguirá viva en quienes los recordamos.—

Tomó un momento para respirar profundamente, sintiendo que, a pesar de no haber estado allí en persona, el sacrificio de aquellos marines ya formaba parte de él. Recordó que, en la vida, los marines a menudo se enfrentaban a decisiones imposibles, y que cada elección conllevaba una carga. Sin embargo, lo que definía a un verdadero marine no era siempre el resultado, sino la determinación y el coraje con el que enfrentaban esos momentos.

—Me gustaría saber dónde descansan — dijo, su tono más firme —Si pudieras indicarme, una vez que concluya esta prueba, me gustaría visitar sus tumbas y rendirles mis respetos. Creo que todos merecen ser recordados por lo que hicieron. Enfrentaron su destino con dignidad y defendieron con honor aquello en lo que creían, para mi no hay mejor definición que la de héroes para ellos.—

Hizo una pausa, y una expresión de determinación iluminó sus ojos.

—La valentía que mostraron hasta el final nos deja un legado. Cada marine que se enfrenta a una situación de vida o muerte lleva consigo esa estela de coraje, una cadena que se extiende a través del tiempo y que conecta a todos los que eligen este camino. Aunque su sacrificio fue duro, quiero asegurarme de que su memoria siga inspirándonos a quienes continuamos este trabajo.—

Galhard sentía un impulso renovado. Sabía que, en la vida real, siempre habría situaciones en las que no se pudiera salvar a todos, pero eso no significaba que los caídos no merecieran ser honrados. Si algo le había enseñado esta experiencia, era que el valor no siempre se medía por las vidas que podías salvar, sino también por el respeto y el honor que se otorgaba a quienes ya no estaban. Aquellos marines caídos en cumplimiento del deber merecían ser recordados como los héroes que fueron, y él estaba decidido a hacerlo.

—Aunque no siempre podemos elegir los finales, podemos mantener vivos los principios por los que lucharon. Si esos marines dieron sus vidas para salvar a otros, entonces su sacrificio no fue en vano. Haré todo lo que esté en mi mano para mantener su legado vivo y continuar su lucha, honrándolos y defendiendo los mismos ideales que defendieron —añadió, con una convicción inquebrantable.

Galhard aguardó la respuesta del marine, con la esperanza de que le diera la oportunidad de rendir homenaje a aquellos que, a pesar de haber perdido la batalla, habían ganado el respeto y la gratitud de todos aquellos que alguna vez habían elegido el camino del deber y la justicia.
#12
Lance Turner
Shirogami
No había duda, que esta estaba siendo una tarde realmente emocionante, ya que aquel chico había logrado abrirse hueco entre el profundo bosque de sentimientos que era mi corazón. Había algo en él que lo hacía bastante más especial que un marine cualquiera. Galhard, realmente, podría llegar a ser un gran marine que llegase tan lejos como Oliver quiso llegar alguna vez, e incluso más allá. Era posible que aquel chico, que pecaba de confiado e inocente cuando empezó el día, ahora mismo estuviese realmente concentrado en las consecuencias que tienen nuestras acciones, así como tener realmente en cuenta cada cosa. Todavía conservaría algo de inocencia por su juventud, pero desde luego, tenía las condiciones de ser un símbolo de la justicia en los grandes mares del mundo. 

Me acerqué al borde del tejado, saltando desde el mismo hasta la parte superior de una de las paredes del laberinto. Caminé por el borde hacia donde se encontraba Galhard, saltando de vez en cuando entre paredes para acortar el camino. En mi rostro, curtido tras tantos años, mantenía un gesto cargado de seriedad, pero era evidente que mis ojos se encontraban ya algo cansados, habiendo sido antes un lago enorme de lágrimas frustradas y ahogadas por el alcohol, por tantas historias no contadas que me traicionarían hasta el último de mis días. Frente a mi, la juventud de Galhard parecía casi brillante, una chispa de voluntad que parecían iluminar el lugar donde una vez se encontraban mis mismos ideales que ya había perdido hace tanto tiempo.

- Cuando todo esto termine... - murmuré, con una voz que apenas rasgaba el aire - Te llevaré a las tumbas. Debemos honrar a quienes ya no están entre nosotros. - Tras esa frase, dejé que el silencio se apoderase del ambiente mientras apretaba mis manos en un claro gesto de contención, sintiendo aquel dolor que me llevaba persiguiendo desde hace tantos años. En el fondo, sabía que también debía rendirles honor para poder seguir adelante, para finalmente encontrar la paz que se le escapaba desde aquel fatídico día.

Por defecto profesional seguramente, me aseguré de no mostrar debilidad alguna en mi semblante, manteniéndolo serio, pero quizá estaba muy desentrenado, pues aun sabiendo que no cambiaba el gesto, pude sentir cómo una lágrima traicionera se deslizó por mi mejilla. 
- Vivimos no solo por nosotros mismos. - Pensé cuando notaba el recorrido de la lágrima sobre mi rostro. - Sino también, por aquellos que ya no lo pueden hacer.

Este era un pensamiento que me había perseguido en incontables noches solitarias, siendo incapaz de llevarlo plenamente a la práctica, no obstante, ahora parecía adquirir un nuevo significado frente al joven marine que tenía delante. ¿Acaso este muchacho, con su deseo ferviente de rendir homenaje a los caídos, le estaba mostrando el camino que debería seguir en adelante? Fuese como fuese, debíamos continuar, no había tiempo que perder.

- Pero eso vendrá luego. Primero, tienes que superar la última prueba. - Dije retomando un tono más firme, en un intento de recuperar algo del control que sentía haber perdido por la intensidad del momento. - Lo que te espera no será fácil, pero es necesario. Sigue adelante y elige sabiamente, Galhard. No subestimes lo que una decisión puede desencadenar.

Tras decir esto, decidí actuar para acortar la prueba, ya que el joven marine había conseguido antes de tiempo alcanzar una de las grandes lecciones que habían en este laberinto. Salté hacia el frente, apoyándome en una de las paredes que se encontraban frente al muchacho. De una sola pisada sobre dicha pared, esta cayó revelando el camino que había atrás de este. Mientras el humo se disipaba, señalé al marine con una sonrisa. 
- Tú esto no puedes hacerlo ¿Estamos? Sería trampa. - Le dije con un tono burlón al sentirme algo más animado tras la conversación que habíamos tenido. 

Tras ello, retrocedí unos pasos, para dejar que siguiese su camino sin mi presencia allí. El camino que había frente a Galhard conducía hasta una encrucijada que podía verse . Dos puertas idénticas se levantaban ante él, ambas sin señales claras de qué podría haber detrás. Sobre cada puerta, una inscripción grabada en piedra.

La primera puerta tenía escrito: "El camino de la verdad está lleno de sacrificios." 
La segunda, en cambio, decía: "El deber a veces demanda el sacrificio de la verdad."

Con los brazos cruzados, me limité a observar la reacción de Galhard mientras asimilaba el dilema. La prueba era intencionadamente ambigua, diseñada para desafiar los principios mismos del marine joven. Cualquier decisión sería difícil, y en mi opinión, la prueba más difícil ya la había pasado, no obstante, era una decisión que debía pensar un poco antes de actuar.

- Ambas puertas te llevarán a un destino, pero... Lo que está en juego es mucho más que tu propio éxito o fracaso. Elige sabiamente, pues cada paso que des afectará más que solo tu vida, y no estoy hablando sólo de este laberinto que un viejo ha montado en sus ratos libres.

Había verdad en ambas inscripciones, y sin embargo, cada una arrastraba consigo un peso moral. Sabía que la guerra, la justicia, la vida misma, no se reducían a opciones tan simples como el bien y el mal. Sacrificar la verdad por el deber, o sacrificar el deber en nombre de la verdad, ambas podían tener consecuencias devastadoras, y ambas podían ser verdad. Pero intuía que Galhard, en su juventud, aún no había enfrentado el tipo de decisiones que podían quebrar el espíritu de un hombre.

- No te apresures, joven. - Dije con un tono de voz más suave casi como si estuviese hablando conmigo mismo. - Esta elección es más de lo que parece. Un día tendrás que tomarla, y eso determinará el tipo de hombre en el que te convertirás. Ninguno es malo, ni es bueno por sí mismo... - Dije antes de carraspear un poco para finalizar el discurso tras ello. - Cuando hayas hecho tu elección, y solo entonces, habrás superado la prueba.

Mientras observaba al joven debatirse en silencio, sentí un profundo respeto por la lucha interna que debía estar teniendo Galhard. Este era el tipo de decisión que ningún manual de la marina podía enseñar a tomar. Este era el peso que se llevaba en el alma de un marine verdadero. Aunque mis años en activo me habían endurecido, aún recordaba claramente las noches en que, siendo un joven e idealista, me había enfrentado a dilemas similares, decisiones que lo habían moldeado y, en última instancia, quebrado.

La realidad era que, sin importar qué puerta eligiera Galhard, habría una lección para aprender, una que lo marcaría profundamente. En el fondo, ya sabía que el joven caería en la respuesta incorrecta, pero no porque fuera incapaz de comprender la complejidad de la situación, sino porque los caminos de la verdad y el deber eran crueles y ambiguos, tal como lo era la vida misma.

Finalmente, mientras esperaba la decisión de Galhard, sentí una especie de liberación. Quizá, a través de la experiencia del chico, también podría encontrar algo de paz. Enfrentarse a la verdad de su pasado, rendir homenaje a quienes ya no estaban y, tal vez, encontrar la fuerza para vivir no solo por ellos, sino también por mí mismo.

Era una lección que no solo Galhard debía aprender, sino también yo.
#13
Galhard
Gal
Galhard se encontraba frente a las dos puertas, ambas idénticas en apariencia, pero cargadas con una promesa velada de consecuencias que se extendían más allá del laberinto. Sus ojos recorrían las inscripciones una y otra vez, el peso de las palabras apretándole el pecho. "El camino de la verdad está lleno de sacrificios" y "El deber a veces demanda el sacrificio de la verdad." Ambas frases retumbaban en su mente, como ecos de dilemas que jamás había tenido que enfrentar con tal claridad.

El joven marine cerró los ojos por un momento, intentando calmar la tormenta interna que lo agitaba. Desde que ingresó en la Marina, su vida había estado guiada por un conjunto claro de principios: justicia, deber, lealtad. Todo había sido blanco y negro, o eso pensaba. Pero esta prueba… este dilema… lo arrastraba a un terreno donde las líneas entre lo correcto y lo incorrecto parecían difuminarse.

"La verdad... o el deber" murmuró para sí, masticando las palabras con cuidado. La verdad siempre había sido uno de los pilares de la justicia. En los días de entrenamiento, se le había enseñado que sin la verdad, la justicia no podía florecer. Sin embargo, conforme había crecido, había visto la otra cara del deber. Había visto cómo a veces, la verdad podía desgarrar más de lo que sanaba. Había sentido el peso de decisiones difíciles, en las que hacer lo correcto para proteger a los demás significaba ocultar ciertos aspectos de la realidad.

—El sacrificio de la verdad por el deber… —susurró, contemplando lo que aquello implicaba.

El deber, como marine, lo había llevado a asumir responsabilidades que a veces lo alejaban de sus propios deseos. El deber de proteger a los inocentes, de mantener el orden, a menudo lo había forzado a comprometerse con decisiones que no siempre eran las más puras o justas. Pero ese era el precio de la paz. No siempre se podía mostrar toda la verdad, especialmente cuando revelarla podía poner en peligro a las personas que juró proteger.

"A veces, una mentira dulce puede ser lo que alguien necesita para seguir adelante." Los recuerdos de amigos y aliados, de civiles que habían sufrido lo indecible, pasaban por su mente. Había momentos en los que una verdad desgarradora habría destruido a alguien más que el enemigo lo hubiera hecho. ¿No era más noble, en esos casos, permitirles vivir en una ignorancia que les proporcionara algo de consuelo?

Pero... ¿hasta dónde podría llegar esa lógica? Galhard se detuvo en seco, mordiéndose el labio inferior. ¿Cuándo se cruzaba la línea en la que proteger a los demás se convertía en una justificación para ocultar la verdad? ¿No se corría el riesgo de perder de vista los ideales mismos que la Marina debía proteger?

"El deber puede demandar el sacrificio de la verdad" pensó. En ciertas ocasiones, era inevitable que las sombras acompañaran al deber. Pero, al mismo tiempo, el camino de la verdad, por amargo que fuera, también tenía su lugar en el mundo de un marine. Si la verdad se ocultaba constantemente, ¿cómo podría llamarse a sí mismo defensor de la justicia? La verdad podía ser un faro en la oscuridad, una guía para quienes se perdían en las decisiones difíciles. A veces, enfrentar la verdad era el único camino para sanar de verdad, para avanzar sin dejar cicatrices abiertas en el alma.

—La verdad debe prevalecer... pero... no siempre —dijo en voz baja, luchando con sus propios pensamientos. Sabía que una verdad absoluta, revelada sin cuidado, podía ser destructiva. No solo para aquellos que la enfrentaban, sino también para él mismo. Había momentos en los que esa verdad necesitaba ser suavizada, moldeada, para que no aplastara a los que la recibían. Pero, ¿hasta qué punto se podía moldear la verdad antes de que se convirtiera en una mentira?

Abrió los ojos nuevamente y miró las puertas. Cada una representaba un extremo, y Galhard, en su joven pero ya marcada carrera, sabía que los extremos raramente llevaban a buenas decisiones. La verdad debía ser protegida, pero el deber demandaba sabiduría en cómo y cuándo revelarla.

"A veces la verdad debe ser sacrificada por el bien mayor" pensó. Pero también sabía que, sin verdad, su deber perdería su propósito. La justicia que él juraba defender no podía basarse en mentiras. Sin embargo, tampoco podía ser tan rígido como para pensar que toda verdad, en cualquier circunstancia, debía ser dicha sin consecuencias.

Finalmente, su respiración se calmó y la decisión tomó forma en su mente.

—Mi deber es proteger, pero no a costa de todo... — dijo, su voz firme. Miró una vez más ambas inscripciones —La verdad es una parte esencial de la justicia, pero la justicia también necesita flexibilidad, necesita comprender el contexto. No puedo traicionar ni uno ni otro, porque uno sin el otro no tiene sentido.— añadió mordiéndose el labio 

Se acercó a la primera puerta: "El camino de la verdad está lleno de sacrificios". Sabía que elegirla significaba aceptar que las verdades más duras y amargas tendrían que ser enfrentadas, no solo por él, sino por aquellos que juraba proteger. Pero en su corazón, Galhard sabía que solo aceptando el peso de esa verdad podía cumplir con su deber de manera justa.

Con una mezcla de determinación y duda aún recorriendo su mente, Galhard empujó la puerta.
#14
Lance Turner
Shirogami
Permanecía en silencio mientras veía a Galhard empujar la puerta. El sonido pesado de la madera moviéndose resonó en el aire, y en un instante, un chorro de agua helada salió disparado desde un dial oculto, empapando al joven marine. El impacto no fue del todo brusco, pero sin duda, debía haber sido inesperado. Después de todo, las lecciones más duras de la vida eran como un jarro de agua fría.

Aproveché la confusión para dirigirme a la parte frontal de la puerta que acababa de abrir el joven marine, cogiendo antes una toalla ya preparada. De esta forma, cuando Galhard saliese de la confusión, me encontraría de frente ofreciéndole una toalla. Mantuve el rostro serio, pero sabía que mis ojos estaban cargados de lágrimas contenidas, emitiendo un destello de ellos. Cuando Galhard finalmente emergió, empapado y confundido, extendí la toalla, dejando que el joven marine se secara mientras observaba su reacción.

- Bienvenido al otro lado, Galhard - Dije con voz tranquila. - No te preocupes, no fallaste. De hecho, no había una decisión correcta que tomar. - Dejé que mis palabras fuesen procesadas por el marine, antes de retomar la palabra. - Da igual cuál puerta hubieras elegido, siempre habrías recibido ese jarro de agua fría. Y lo mismo pasa en la vida de un marine como nosotros. A veces, no importa lo que hagas. Pase lo que pase, recibirás el golpe, y tendrás que lidiar con las consecuencias. Es ahí donde uno debe mostrar de qué está hecho.

Me giré lentamente, haciendo un gesto con la mano para que Galhard me siguiera. Caminando con pasos medidos, caminé hasta una pequeña mesa de madera que había en una esquina de la calle, acompañadas de dos sillas. Sentándome en una de ellas, señalé la otra para que Galhard se sentara.
- ¿Sabes? Siento que soy un fracaso haciendo laberintos... - Dije en tono calmado, para luego reírme un poco. - Había preparado algunas trampas que iban a desencajarte una pierna, un brazo, e incluso algunas que te quemarían vivo...

Encendí entonces un puro que saqué del interior de mi chaqueta y comencé a fumarlo, dejando otro junto al mechero en la mesa por si el joven marine quería fumar. Me recliné un poco hacia atrás acto seguido, sopesara las palabras que estaban a punto de salir de mi boca. Durante unos segundos, el silencio fue nuestra única compañía, un momento que parecía estirarse mientras la luz del sol se desvanecía entre las paredes del laberinto.
- Antes de que te vayas - empecé retomando la palabra, manteniendo el contacto visual con Galhard. - Hay una última historia que necesito contarte. Es la historia de un hombre que, en su juventud, soñaba con cambiar el mundo, con imponer justicia en los mares del East Blue... y fracasó de la peor manera posible. - No pude evitar desviar la mirada tras esto, pues a pesar de todo, era la primera vez que iba a decirle a alguien la mayor vergüenza de mi vida. Me costaban las palabras, que tantos años se hicieron bola en mi interior, pero era, sin duda, el momento de liberarme de una vez. - Esta es la historia de Oliver Chop, el marine más cobarde que ha habido en estas aguas. - Reí un poco tras esa frase, riéndome de mi mismo al escucharlo en voz alta. - Quizá algún día tengas la desdicha de conocerle... no te lo recomiendo para nada. - Era gracioso presentar la historia así, sabiendo que el marine todavía no había conocido su nombre, no obstante, más temprano que tarde, acabaría deduciendo la vergonzosa verdad. 

Hubo una pausa, larga y pesada, mientras concentraba todas mis fuerzas en mantener la compostura. Para distraerme, realicé un fuerte silbido, provocando que los perros de aquel lugar acudiesen en manada hasta nuestra posición. Los pequeños corrieron como alma que lleva el diablo, y se pusieron saltando y corriendo de un lado a otro a nuestro alrededor. Aquello ayudaba a que pudiese continuar, pues eran precisamente ellos, quienes más habían soportado los lamentos de este viejo marine. Debía continuar la historia, no había vuelta atrás, y lo sabía.
- Quizá te preguntes por qué te lo cuento ahora, después de todo lo que hemos pasado hoy. - Redirigí mi mirada al laberinto, reflexionando en lo que allí dentro había pasado, y las lecciones que había dado al joven marine con el dichoso fracaso de laberinto. - Pero es importante que lo escuches, porque esta historia es una lección que necesitas antes de seguir tu camino. Una que me costó demasiado aprender, y que espero que no tengas que aprender de la misma forma que yo.

Realicé una pausa de nuevo, esperando pacientemente la reacción de Galhard. Sabía que lo que venía era duro, tanto para el joven marine, como para mi mismo, pero era necesario pasar por esto, en especial, para mi.
#15
Galhard
Gal
Galhard tomó la toalla que le ofrecieron y, mientras se secaba, su mente trabajaba en las palabras que acababa de escuchar. No había sido difícil deducir la verdad detrás de la confesión de Oliver Chop. El marine mayor, que había mencionado su propio nombre con burla y desprecio, se refería claramente a sí mismo. Galhard, con la experiencia ganada en los mares, sabía reconocer la sombra de un hombre que cargaba con el peso de su pasado.

Se sentó frente a él, su mirada fija en el veterano marine, notando el cansancio en sus ojos. Podía ver los años de lucha interna que lo habían desgastado, pero también la chispa de alguien que, a pesar de todo, seguía adelante. Galhard tomó aire, dejando que las palabras fluyeran, sabiendo que esta conversación necesitaba algo más que respuestas sencillas.

—Sabes, todos venimos al mar con sueños. Queremos cambiar el mundo, imponer justicia, ser la mejor versión de nosotros mismos. Pero... el mar y la vida no se preocupan por nuestros sueños. El mar puede arrancarlos de nuestras manos, despedazarlos y dejarnos con las cenizas de lo que una vez creímos posible.—

Sus ojos se endurecieron un poco, mientras pensaba en su propio viaje. Aún estaba en sus comienzos, pero había visto lo suficiente para saber que los caminos no siempre son rectos. Había que aprender a adaptarse, a levantarse tras las caídas.

—No creo que un cobarde esté condenado a serlo para siempre. —La voz de Galhard se tornó más firme, buscando el punto de equilibrio entre la empatía y la lección que quería dejarle a Oliver —El pasado puede ser una carga abrumadora, sí, pero eso no significa que el futuro deba seguir el mismo camino. Todos llevamos marcas de las decisiones que hemos tomado, de los errores, de los momentos en los que sentimos que fallamos a los demás... pero cargar con ese pasado no nos define.—

Galhard hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran, no solo en Oliver, sino también en sí mismo. Reflexionó sobre cómo había visto a otros marines sucumbir bajo la presión de los errores pasados, de las decisiones que nunca pudieron deshacer. Pero también había visto algo más: valentía. Esa valentía no siempre provenía de grandes gestos heroicos, sino del simple acto de levantarse, día tras día, y seguir luchando, incluso cuando las probabilidades estaban en contra.

—Creo que, incluso en las peores caídas, de los fragmentos rotos de nuestros sueños y ambiciones puede nacer algo nuevo. Un fragmento de valentía que, aunque pequeño, puede darnos la fuerza para seguir adelante. Y a veces, seguir adelante no es solo una opción... es un deber. Un deber hacia aquellos que ya no están aquí para luchar con nosotros.—

Su mirada se suavizó mientras continuaba, consciente de que esas palabras no eran solo para Oliver, sino también para él mismo. El peso de la pérdida y del fracaso era algo que ambos comprendían, aunque en diferentes momentos de sus vidas. Galhard sentía que debía encontrar la forma de transmitir esperanza, incluso en medio de la desesperación.

—La matrícula que la vida nos cobra para aprender estas lecciones es cara. Lo que pagamos por aprender a vivir con nuestros errores no se mide solo en berries, sino en almas heridas—Hizo una pausa, dejando que la verdad de esas palabras flotara en el aire —Pero, incluso en el peor de los casos, siempre hay una oportunidad para redimirnos. Siempre hay una oportunidad para demostrar que no estamos condenados a ser lo que una vez fuimos.—

Los perros que corrían a su alrededor, con su energía desbordante, parecían traer un poco de alegría a la escena, pero Galhard sabía que había más en juego aquí que simples palabras de consuelo. Oliver necesitaba entender que su historia no terminaba en su pasado, que aún podía decidir cómo se escribirían los capítulos siguientes.

Galhard se inclinó hacia adelante, manteniendo el contacto visual con el veterano marine.

—Aún tienes tiempo, Oliver. No importa cuántas veces hayas caído, lo importante es levantarse y seguir caminando, aunque el camino esté lleno de espinas y errores. Lo que importa no es lo que los demás piensen de ti... sino lo que haces a partir de este momento... Y tengo todo el tiempo necesario para conocer lo que tengas que narrar— Finalizó mirando esta vez hacia el cielo.

Y con esas palabras, Galhard dejó que el silencio tomara su lugar, permitiendo que Oliver reflexionara sobre lo dicho, mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, cubriendo el lugar con una luz suave y dorada. La lección más difícil de aprender, en el mar y en la vida, era que siempre podíamos elegir seguir adelante, incluso cuando todo parecía perdido.

Canción apropiada
#16
Lance Turner
Shirogami
El joven marine, lejos de reaccionar con agresividad o un mal gesto ante el chapuzón de agua fría, supo mantener con firmeza su actitud disciplinada. No era de extrañar en un marine bien formado, ni tampoco en lo que ya me había demostrado, sin embargo, sí era algo que me alegraba de comprobar de primera mano.

Una vez que comenzamos con la conversación, esta fluyó como si fuese una presa de agua abierta, liberando todo aquello que ha contenido durante años. Galhard me había mostrado un lado sentimental en varias ocasiones, compensándolo a la hora de actuar con buen juicio. Todavía debía aprender mucho, sin duda su carrera no había hecho más que empezar a despegar, pero iba por el camino correcto.

Permanecí en silencio mientras le escuchaba, ignorando a partir de ese momento la diferencia de rangos entre nosotros. No los mantenía conscientemente, ni por cuestión de ego. Cuando uno se pasa tantos años dentro del cuerpo marine, terminaba normalizando las jerarquías y el trato entre estas, hasta poder estar en plena confianza y soltarse. El chico era hábil a la hora de escoger las palabras correctas, y sin dudas, fueron cogiendo sitio dentro de mi mente. Al comienzo era reacio, debo admitirlo, pero poco a poco, sentí un alivio al tener alguien con quien hablar por fin de esto. Había tocado una fibra muy profunda en mí. Sentía como algo dentro de mí, que había estado enterrado durante mucho tiempo, empezaba a liberarse. No había sido fácil para mí abrirme, pero tal vez ahora era el momento. Quizá lo necesitaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Tomé aire, cerrando los ojos un momento antes de hablar. Comencé a mover la pierna, nervioso, tratando de desfogar ese miedo antes de articular palabra.
- Galhard... - Dije con un tono de voz más suave, casi quebrada, pero rápidamente retomé firmeza. - No es sencillo para mí hablar de esto. - Continué soltando un suspiro tras ello, dejando que las palabras fluyeran, aunque sabía que dolerían. - Has dicho muchas cosas… y en otras circunstancias, esto te habría llevado una sanción. - Le dije riéndome un poco para relajar el ambiente antes de dar una nueva calada. - Pero me veo obligado a admitir que me has hecho pensar…  Y creo que es hora de soltar parte del peso que llevo cargando tanto tiempo, tengan las consecuencias que deban tener.

Mi mirada se fijó en un punto lejano, casi como si reviviera cada rincón de mi pasado en mi mente antes de elegir qué decir. Había vivido tantos años con esta carga que ni siquiera sabía por dónde empezar.

- Hace muchos años, fui como tú. - Comencé a relatar, sintiendo el peso de cada palabra mientras las pronunciaba, como si estuviese liberando fragmentos de una gran armadura que rodeaba mi alma. - Tenía grandes sueños, creía que podía cambiar el mundo... que podía ser un símbolo de justicia en los mares del East Blue. - Una pequeña risa amarga escapó de mis labios. - Pero la vida es cruel… y tiene una manera extraña de mostrarnos lo que somos en realidad. ¿Quién sabe si en otra vida hubiese podido ser alguien más importante? O al contrario, un villano con un hacha por mano. - Dije riéndome imaginándome así, y un trozo de metal por mandíbula inferior.

Hice una pausa, incapaz de continuar por un momento. Los recuerdos volvían, más nítidos de lo que me gustaría. Tomé otro suspiro y continué.
- Mi nombre es Oliver Chop. - Le contesté mirándole fijamente a los ojos, confirmándole así que había acertado en mi identidad. - Capitán de la Base G-48 en su máximo esplendor, y también ahora, que ha sido reducida a ruinas. Fui dado por muerto hace 10 años en una intensa batalla que aquí tuvo lugar. Todos mis compañeros, absolutamente todos, perdieron la vida en este suelo que estamos pisando, y yo mismo, su hombre de máxima confianza, hui como una rata a esconderme por el pánico que sentí. - Me detuve en ese momento para observar a los perros que nos rodeaban y no pude contener las lágrimas que caían por mi rostro, aún con semblante firme. - Y de no ser por estos chicos, ya haría mucho que yo tampoco estaría aquí.

Tras esto, froté mi cara con ambas manos para limpiármela de aquellos rastros de dolor, sintiendo que eran una muestra más de la debilidad que una vez mostré años atrás. Posteriormente, mantuve la vista en la mesa, sintiendo que los recuerdos pesaban más que las palabras
- Eran buenos hombres, valientes... y yo los traicioné. - La tristeza inundó mi voz en ese momento. - Tuve que tomar, y elegí salvar mi vida. Mi presencia allí no hubiese cambiado nada, pero al menos no habría sido una rata cobarde y traicionera.

Nunca había dicho eso en voz alta, y el dolor se hizo aún más tangible al admitirlo frente a alguien más. Me sentí expuesto, pero también era liberador, como arrancar un vendaje de una herida que jamás sanó. Las lágrimas volvían a caer por mi rostro, el cual ya se rindió de disimular, rompiendo en llanto en ese momento.

- Los vi caer… uno a uno. - Mi tono era tan frágil y agudo que seguramente costaría entender cada palabra que dijera. - Y no hice nada… ¡Nada!... ¡Por eso me llamo a mí mismo el marine más cobarde del East Blue! ¡¡Porque en el momento más importante de mi vida, elegí mi vida sobre la de los hombres que confiaban en mí!! - El grito iba cada vez más en aumento, emitiendo ahora un grito casi ensordecedor. - ¡¡¡Elegí morir en esta vida llena de desgracia, por encima de morir junto a mis hombres con honor!!!

El silencio se apoderó de nosotros de nuevo, durante aproximadamente un minuto. Mis manos temblaban ligeramente sobre la mesa, pero me obligué a seguir. Llegados a este punto, no había marcha atrás posible.
- Después de aquello... me retiré. - Mi tono ahora era ahora más tranquilo, como si hubiera aceptado la inevitabilidad de mi confesión. - Pasé años bebiendo para olvidar, para evitar pensar en lo que había hecho. El alcohol me mantuvo funcionando, me dio una excusa para no enfrentarme a la realidad.

Observé el sol que se desvanecía detrás de las paredes del laberinto, dejando caer una penumbra sobre nosotros. Los perros se habían tranquilizado, acurrucados junto a nuestras piernas, aportando una pequeña paz en medio de tanta oscuridad.

- Pero tú... - Dije mirándolo directamente, buscando sus ojos. - Tú no eres como yo, y vas a poder llegar más lejos. Tienes algo que yo perdí hace mucho tiempo. Una claridad, una fuerza... Y si sigues así, puedes ser el marine que yo jamás logré ser. - Contesté con una pequeña, pero sincera, sonrisa amarga. - Me recuerdas a mí, pero mejor. Mucho mejor…

Dejé que esas palabras calaran en el ambiente. Me sentía más ligero, como si finalmente hubiera liberado parte de esa carga que había estado arrastrando durante tantos años. Sabía que había más que decir, pero lo más importante ya estaba sobre la mesa.

- Galhard... - Volví a hablar tras una pausa. - Lo que quiero que entiendas, es que el mar, la vida, no se preocupan por nuestros sueños. Siempre te pondrán en situaciones donde fallarás, donde te cuestionarás a ti mismo y a lo que has hecho. Pero mientras sigas luchando... mientras sigas caminando, no habrás perdido.

Sentí una especie de liberación interna al decirlo. Miré a Galhard, esperando ver cómo recibía mi historia. Sabía que no era fácil, pero también sabía que, de alguna manera, había encontrado en él la esperanza que necesitaba para seguir adelante. Reflexioné entonces observando los cielos sobre la hora que era, y lo que había pendiente de hacer. También quería darle al chico una serie de premios por haber completado el laberinto, tal y como le prometí en la pasada ocasión.
- Antes de que me digas nada… ¿Qué te parece si pasas la noche aquí? Ya es tarde para salir a la mar… y así podré responder todas tus dudas, es lo mínimo que te mereces. - Me sentí mucho más liberado tras soltarlo, a pesar de que sabía que mi destino estaba ahora en manos de Galhard. Podría denunciar mis acciones, enviando hacia aquí a una división para arrestarme. Sin embargo, no había nada que temer, ya había pagado con creces mi condena en vida, y una prisión era un castigo mucho menor que aquel del que me acababa de liberar.

- Por cierto, me gustaría darte también la recompensa por haber completado el laberinto, joven. - Le dije con una sonrisa de oreja a oreja. - Pero antes me vas a permitir que te riña. ¡Había trampas que lograse evadir! ¡Desde la primera ocasión! ¡Tenías que haberte dado la vuelta para inspeccionarla, y te hubieses dado cuenta de cómo funcionaban jajajaja. - Le dije con una gran risa detrás, la primera risa sincera en mucho tiempo. - Aunque bueno. Lo importante es lo importante, vamos a preparar algo de cenar, y te daré mi regalo de despedida, Galhard.

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