Hay rumores sobre…
... una bestia enorme y terrible atemoriza a cualquier infeliz que se acerque a la Isla Momobami.
[Aventura] [A -T1] [Autonarrada] Fantasmas del Ayer
Juuken
Juuken
Abrí los ojos. Un nuevo día daba inicio, se podía adivinar por los primeros rayos de luz que llegaban a mis ojos, los cuales provocaron que mi sueño ligero hiciera amanecer mi propio día. La noche había sido larga y el descanso corto. No hacía mucho que habíamos llegado a formalizar que, de hecho, conformamos una tripulación.

Nunca había tenido esa sensación. Hacia años jamás supuse poder formar lazos tan estrechos con algunas personas. Me sentía en confianza. Estaba seguro.

Sin embargo no sentía esa alegría que creía que debería experimentar, había algo extraño, mi mente decía una cosa, pero mi corazón exclamaba por otra completamente distinta. La inseguridad llamaba a mi razón.

Me alcé del camastro, próximo a mi estaba Lance durmiendo a pierna suelta. Un poco más allá estaba el otro peliblanco, el glotón Shiro. Así me gustaba llamarle desde aquella competición de comida. Un rugido estalló un poco más allá, donde Gretta roncaba con bastante fuerza. Había días que me asombraba de mi propia capacidad para descansar. Cerca de ella, el gyojin Qazan, otro sujeto bastante curioso.

Allí estábamos todos. Aunque hubo alguien más que se alejó de nuestro camino, alguien con quien viajamos, compartimos unos días. Parecía que ya estábamos integrados como una unidad. Terence había partido unos días atrás.

Su forma de ser, y su temperamento, siempre dieron indicios de que aquello podría ocurrir. Pero no lo ví venir. No se porqué pensaba en ello, no tenía la menor importancia, él no había muerto, nuestros caminos volverían a encontrarse.

No quería seguir dándole vueltas al asunto. Salí de allí, ese cuarto con un aire tan viciado que en ocasiones hasta dificultaba la respiración. Al abrir la puerta sentí, con todo el cuidado que pude, sentí como el frescor mañanero me refrescaba y espabilaba. Me desperecé y avancé un poco, hasta que encontré una zona tranquila.

Al borde de la inmensidad, mirando al mar. Me senté en uno de los anclajes donde sujetaban los cabos de los barcos, ni recordaba cómo se llamaban, pero tampoco tenia la cabeza muy espabilada para pedir demasiado.

Oteé el horizonte. Me sentí, por un momento, una minúscula brizna de hierba en la infinidad de ese mundo. Quién iba a decirme hacia unos años que podría llegar a aspirar a una vida así.

Tal vez ese fuera el problema. Puede que ese pasado todavía me siguiese atormentando en lo más profundo de mi interior. Recordé a Juuni y, durante un breve instante, el pesar de mi corazón se sintió imposible de cargar. Lo que sentí junto a ella fué algo que, desde entonces, siempre trato de evitar a toda costa. Y no me extraña que lo haga tan inconscientemente.

La pérdida de ese sentimiento, ese dolor de saber que jamás podría volver a verla, a escuchar su voz. Nunca volvería a ver su sonrisa. Sin darme cuenta, un fino hilo acuoso brotaba de mis ojos, cayendo con suavidad por mis mejillas. No podía evitar sentir esa aflicción.

Ese recuerdo fue lo que me llevó a la situación actual. Solo ahora lo podía ver con claridad. Tenía miedo de que volviera a suceder, temía dejarme llevar de nuevo por mis emociones y volver a perder a alguien cercano. No quería sentir ese afecto y aprecio hacia ninguno de ellos, ni a Lance, ni a Shiro. Ni a nadie. Terence fue esa prueba que me dijo que cualquiera podría abandonar, cualquiera podría desaparecer. Cualquiera incluso podría morir. No estaba preparado para volver a pasar por ello.

Pero en ese caso, ¿qué diablos estaba haciendo junto a ellos? Constantemente me veía forzado a interactuar de ciertas maneras, no me desagradan, ninguno de ellos, no obstante siempre me puede ese sentimiento y temor de estrechar lazos y luego experimentar una pérdida nueva. Mi instinto me incita a no entablar conversación, mas mi corazón me obliga a relacionarme con ellos, a conocerlos, a saber más de sus vidas. Y cada vez que más hablo con ellos, más cariño siento desarrollar hacia esos compañeros.

Incluso pensar en eso último hace que también me sienta mal con ellos, sobre toso con Lance. Él fue la primera persona que conocí, el primer ser humano, después de Marin y Tom, con quien estreché ciertos lazos, después de haber logrado salir del infierno en el que crecí.

Siempre quería saber más de él, me interesaba por su vida, a veces incluso tal vez, sentía que le interrogaba, por supuesto sin darme cuenta. Desde lo más profundo de mi ignorancia, nunca me había dado cuenta que hasta ahora el me había hablado sobre él, pero yo nunca había compartido aspectos de mi vida con él. De hecho, ni siquiera él conocía mi nombre, solo aquella forma en la que Juuni me llamaba, apodo que decidí adoptar como mi nombre. En lo profundo de mi ser, yo sabía que ese nombre solo era una evasión más de lo que fue mi vida hacía ya unos años. Si alguien merecía conocerme de verdad, ese era él. Así lo sentía dentro de mi interior.

Observé el horizonte, el sol se alzaba ya por encima del nivel del mar. Un navío se observaba en la lejanía, probablemente rumbo al puerto en el que me encontraba. El viento se acrecentaba por momentos, volviendo esa situación algo similar a un sueño lúcido. La calma y paz que se respiraba en aquel lugar era justo lo que había necesitado en esa mañana, la melancolía me había invadido, pero la paz logró aclarar mi alborotada mente. Casi tan alborotada como lo estaba todavía mi cabello, pues salí del cuarto directamente sin siquiera pensar o fijarme como estaba.

A Marin le gustaba cortarme el pelo, de hecho fue de las primeras cosas que hizo cuando consiguió que comenzase a confiar en ella. Aquella fue la prueba definitiva de que nunca tuvo intenciones oscuras contra mí. Desde entonces siempre trato de mantener ese aspecto que a ella le gustaba.

Me froté el rostro, retirando las lágrimas que todavía estaban alojadas en mis ojos y mejillas. Al retirar las manos, al fin pude recobrar ese gesto que últimamente más me caracterizaba. Sonreí observando aquél barco que variaba su rumbo. Esa mañana era todo cuanto había necesitado. Quería confiar en ese grupo, por el momento no tenía motivos para desconfiar de nadie de los integrantes actuales. Y si algo había sacado en claro esa mañana, era que quería contarle a Lance sobre su auténtico yo. Quería que el peliblanco conociese a Jikken Juusan, con lo que eso suponía, y no solo a Juuken.

Pero en cierto modo, tenía algo de miedo por su posible reacción. Podría ser lo que mucha gente consideraría un tipo peligroso, tal vez alguien a quien evitar. Rogaba y esperaba que Lance no fuera de los que quisiera huir de gente con una vida así. Tenía confianza de que él lo entendería y no me juzgaría por el pasado.

Miré mi mano derecha. Me concentré. Pronto y sin esfuerzo, esta se convirtió en un brazo increíblemente endurecido. Otra de las cosas que nunca le había llegado a contar a Lance y, por supuesto, a nadie de la tripulación. Algo de mi vida que solamente conocían Marin, Tom y sus tripulantes. Aquella condición era lo que más me recordaba mi pasado, aquello que me acompañaría toda la vida.

Observé esa sustancia cristalina que cubría mi brazo, ni siquiera sabía cómo llamarla, solamente sabía que endurecía mi cuerpo de forma casi instantánea. Tal vez el querer ocultar mi pasado, era lo que también me había llevado a ocultar ese poder. Una akuma no mi, la llamó Tom, pues así me dijo que se llamaba. Algo que a día de hoy continuaba ocultando incluso a Lance, pues tampoco era algo que hubiera necesitado utilizar hasta ahora.

Corté esa concentración, el recubrimiento translúcido desapareció, volviendo este a la normalidad, entonces apreté el puño y alcé la mirada. Creo que había llegado el momento. El miedo no abandonaba mi cuerpo, mucho menos mi corazón, no obstante me sentía con fuerzas para afrontar las posibles consecuencias de mis actos. Si esa revelación provocaba que cambiase a peor la actitud de Lance, tan solo significaría que no era la persona que dice ser. Sino más bien un impostor y traidor a la razón y a los sentimientos. Tenía la suficiente confianza en él como para creer que no se trataba de alguien así.

Me levanté decidido. La vista al mar. El olor a salitre y pescado se acrecentaba conforme el sol iba ganando altura y calentando tanto el mar como la tierra. No había más dudas en mi corazón, no durante ese día. Por una vez quería confiar en alguien como había hecho anteriormente con Juuni. Tenía la sensación de que mis sentimientos no se verían traicionados.

Me di la vuelta y emprendí el camino de vuelta. Una corriente de viento sopló desde detrás de mí, sentí que me impulsaba y me incitaba a continuar con ese impulso en mi determinación. Nuevamente la volví a sentir cerca de mí. Sentí que aquello fue la decisión correcta. Sentí que era lo que ella querría.
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