Hay rumores sobre…
... una plaga de ratas infectadas por un extraño virus en el Refugio de Goat.
[Aventura] [T1] El fin de los "Hijos del Viento"
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Cayendo la noche del 14 del verano del año 724.
Pueblo Rostock - Isla Kilombo - East Blue


El sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y dorados, mientras las sombras de la tarde se alargaban lentamente sobre en Pueblo Rostock, de Isla Kilombo. El Espumoso Joe es un bar modesto y algo decadente en el pueblo de Rostock, Isla Kilombo. El exterior está marcado por años de abandono, con paredes de madera oscura y un letrero descolorido. Al entrar, el ambiente es oscuro y discreto, iluminado apenas por lámparas de aceite que dejan las esquinas en penumbra. La barra, gastada y rayada, es atendida por Joe, el dueño calvo y tuerto, cuya actitud fría y distante refuerza la reputación del lugar como un refugio para personajes de dudosa reputación. Las mesas están desgastadas y desiguales, siempre llenas de clientes que conversan en voz baja, comen o juegan cartas.

El bar tiene una pequeña plataforma para música en vivo, aunque los músicos locales rara vez logran captar la atención del público. Un segundo piso, accesible por una escalera crujiente, ofrece habitaciones para aquellos que buscan alojamiento o un escondite temporal. A un lado, hay mesas dedicadas a juegos de azar como Black Jack y Poker, donde las apuestas son algo constantes. Sin embargo, esa tarde, el ambiente se veía perturbado por un grupo de piratas que, desde hacía ya varias horas, ocupaban una de las mesas más grandes del local.

Eran una tripulación peculiar, liderada por una mujer de figura esbelta y piel tostada por el sol, cuyos ojos oscuros reflejaban un ansia de libertad tan grande como el mar mismo. Su largo cabello negro caía en una cascada sobre sus hombros, y sus movimientos eran tan gráciles como sensuales, capturando la atención con solo una mirada. Era imposible no notar la autoridad que emanaba su presencia frente a su tripulación, aún cuando permanecía sentada en silencio, observando a su alrededor con una leve sonrisa en los labios. Vestía ropas simples, pero bien ajustadas a su cuerpo, y llevaba una larga daga colgando del cinturón, como una advertencia silenciosa de que no necesitaba mucho para defenderse.

A su lado, su segundo al mando, un mink pequeño y ágil, llamado Meeko, era todo lo contrario a su capitana. Con ojos de mirada picaresca y un constante gesto burlón en el rostro, se mantenía en movimiento, dando pequeños saltos de su asiento y robando bocados de comida de los platos ajenos sin que nadie lo notara a primera vista. Sus manos eran rápidas, y su risa, aguda y estridente, destacaba entre el barullo del bar. A pesar de su apariencia relajada, Meeko era claramente alguien que sabía moverse entre las sombras, y aunque su actitud fuera más juguetona que amenazante, había una chispa peligrosa en sus ojos que sugería que no era prudente subestimarlo. El resto de la tripulación, aunque no aparentaban ser nada considerable, al menos a simple vista, compartía una camaradería ruidosa y despreocupada. Eran piratas curtidos por la vida en el mar, con cicatrices en la piel y manos endurecidas por el trabajo. Se reían y bebían sin moderación, sus gritos resonando por todo el salón. Aunque no habían causado destrozos, la creciente ebriedad en sus acciones y palabras comenzaba a generar un ambiente cada vez más tenso. Las miradas de los pocos clientes que aún permanecían en el bar eran de preocupación; la mayoría había comenzado a retirarse en silencio, sabiendo que la situación podía descontrolarse en cualquier momento.

Uno de los clientes, un hombre menudo con una gorra de cuero, no pudo evitar sentir cómo el sudor comenzaba a correrle por la frente. Observó al grupo de piratas con una mezcla de miedo y desconfianza. Sabía que ese tipo de personajes raramente pasaban inadvertidos, y aunque la capitana parecía mantener cierto control sobre su tripulación, la ebriedad siempre era un factor impredecible. Con manos temblorosas, terminó su vaso de un trago antes de levantarse apresuradamente, lanzando una última mirada hacia el grupo antes de dirigirse hacia la puerta. —Son piratas...— murmuró en voz baja, lo suficientemente fuerte para que algunos de los presentes lo escucharan, pero no tan alto como para atraer la atención de la tripulación.

Las palabras parecieron recorrer el bar como un eco, haciendo que el ambiente relajado se volviera denso y temeroso. Los rostros de los presentes palidecieron al instante, y un silencio casi antinatural cayó sobre el lugar, ahogando incluso las risas y conversaciones de los piratas. Durante unos segundos, nadie se movió, nadie habló, y el sonido del mar fuera del bar se hizo extrañamente nítido, como si el viento mismo hubiese dejado de soplar. Meeko fue el primero en notar el cambio de ambiente. Detuvo su movimiento, y una sonrisa ladina se dibujó en su rostro mientras miraba a los clientes, algunos de los cuales comenzaban a levantarse lentamente de sus asientos para abandonar el lugar. Con una agilidad casi infantil, Meeko se subió a una de las mesas cercanas y, con una jarra de ron en mano, levantó la voz.

¡Vamos, no se asusten tanto!— exclamó, mientras su risa estridente resonaba por todo el salón. —¡No mordemos... al menos no sin razón!— Sus palabras rompieron el silencio, pero no de la manera que los clientes esperaban. Algunos comenzaron a moverse más rápido, saliendo del bar antes de que la situación escalara, mientras otros se quedaban paralizados, observando con miedo a los piratas que seguían bebiendo y riendo. La capitana, por su parte, observaba la escena con una calma imperturbable. Sus ojos seguían cada movimiento, cada reacción, pero no decía una palabra. No necesitaba hacerlo. Su mera presencia mantenía a su tripulación bajo control, aunque por cuánto tiempo, nadie lo sabía. Claramente ya no eran bienvenidos en el lugar... Joe simplemente escondió sus manos tras la barra.



Bienvenida e Instrucciones


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#1
Lionhart D. Cadmus
El Tigre Blanco
Lionhart D. Cadmus llevaba ya algún tiempo en la taberna, habiéndose integrado ya en el ambiente sombrío y ya ahora cargado de tensión. El Espumoso Joe no era un lugar en el que la gente conversara abiertamente o riera con despreocupación. Las sombras proyectadas por las lámparas de aceite bailaban inquietas en las paredes gastadas de madera. Las esquinas del local parecían devorar a quienes se refugiaban en ellas, envueltas en una penumbra casi palpable, ahí se encontraba el tigre blanco.

Aunque vestido de civil, con una simple chaqueta oscura que lo camuflaba entre los demás parroquianos, Cadmus nunca dejaba de estar alerta, incluso cuando quería relajarse tras una jornada laboral que nunca parecía terminar. Bajo su ropa, su insignia de la Marina permanecía oculta, lista para ser utilizada en el momento preciso. No quería atraer atención innecesaria. Las calles del Pueblo Rostock vaciándose mientras el sol ya se hundía en el horizonte, solo añadía más tensión a la atmósfera ya cargada del lugar.

Las risas cada vez más altas y despreocupadas de los piratas rompían el tenue murmullo que flotaba en el aire. La tripulación liderada por aquella mujer de presencia dominante y peligrosa había comenzado a llamar demasiado la atención. Cadmus, desde su rincón, observaba con discreción. La capitana, con su piel bronceada y ojos oscuros como la noche, era el centro de todo. A pesar de su silencio, su autoridad parecía incuestionable.

Meeko, el mink inquieto, era quien finalmente rompería el frágil equilibrio. Su risa estridente resonaba como un eco entre las paredes de la taberna, y cuando se subió a la mesa, jarra en mano, el ambiente se tornó aún más tenso. La incomodidad se sentía en el aire; incluso Joe, el propietario, parecía haber renunciado a cualquier intento de imponer orden.

Cadmus sabía que debía intervenir antes de que las cosas se salieran de control. No quería mostrar su insignia todavía; prefería resolver la situación sin recurrir a la fuerza, si era posible. Caminó con paso seguro hacia Meeko, sin apartar la vista del grupo de piratas.

Al llegar frente a Meeko, con la serenidad de quien ha estado en situaciones peligrosas antes, Cadmus lo miraría fijamente. Su voz, aunque calmada, contenía una firmeza innegable:

Por favor, bájate de la mesa. No querríamos incordiar al resto de los clientes, ni a nuestro querido Joe, ¿verdad?

Los ojos de Cadmus no se apartarían de los de Meeko. El suboficial de la Marina no se movería mucho más, esperando la reacción del mink, pero listo para actuar si la situación lo requería. El ambiente en el Espumoso Joe podría estar fácilmente al borde de estallar, y Cadmus lo sabía muy bien.

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#2
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
El ambiente en "El Espumoso Joe" estaba cargado de tensión disfrazada de diversión cuando Meeko, el mink mapache de la tripulación de los "Hijos del Viento", lanzó una carcajada burlona tras la petición amable de Lionhart, conocido como "El Tigre Blanco". —Pir fivir, bíjiti di li misi— respondió Meeko con desdén, subestimando por completo a quien tenía en frente. Las risas resonaron por todo el bar, mientras la tripulación se unía a las carcajadas del mink. Incluso la capitana Pocahontas, conocida como "Alma Libre", no pudo contenerse y rió cubriéndose la boca, intentando no escupir la cerveza que acababa de beber.

El grupo de piratas, que ya estaba visiblemente embriagado, parecía disfrutar de la pequeña escena que acababa de desarrollarse. Las risas se alzaban más fuertes, llenando el lugar con un extraño ambiente tenso y a la vez divertido. Meeko, tras su respuesta irrespetuosa, decidió que era suficiente por el momento y bajó de la mesa de mala gana, lanzando una mirada fugaz a Lionhart. —La gente no sabe divertirse— murmuró, su voz cargada de una ligera frustración. Uno de sus compañeros, no queriendo perder la oportunidad de seguir con el juego, añadió entre risas —Li ginti ni sibi divirtirse— lo que provocó una nueva ola de carcajadas.

Esta vez, Pocahontas no tuvo tanta suerte al contenerse. En medio de su risa descontrolada, un chorro de cerveza salió disparado de su boca, empapando a varios de los desafortunados que estaban demasiado cerca. Entre los salpicados, Lionhart también recibió su parte, aunque la capitana ni siquiera pareció darse cuenta de ello. Mientras se secaba la boca con la camisa de uno de sus compañeros, quien no tuvo más opción que resignarse, Pocahontas gritó entre risas —¡Me van a matar, idiotas!— golpeando la mesa con la mano en un reflejo de la diversión que inundaba el lugar. Meeko, por su parte no iba a dejar pasar sin reprimenda la broma de su subordinado y se lanzó de forma ágil sobre su compañero de tripulación, el mismo que había bromeado instantes antes. El movimiento fue rápido, pero lejos de ser una acción violenta, el mink comenzó a hacerle cosquillas sin piedad, derribando al otro pirata al suelo. —¡Te enseñaré lo que es divertirse, maldito desgraciado!— exclamó Meeko, mientras su compañero se retorcía de risa, incapaz de defenderse de la embestida.

El resto de la tripulación de los "Hijos del Viento" observaba la escena con risas, pero sin un atisbo de verdadera agresividad. Los pocos clientes que no habían abandonado el bar antes del escándalo seguían en sus mesas, aunque la mayoría estaban demasiado borrachos para comprender lo que sucedía. Los camareros, Camille y Leon, observaban desde una esquina, claramente nerviosos pero sin atreverse a intervenir. El control que Pocahontas ejercía sobre su tripulación era muy sutíl. Ninguno de los "Hijos del Viento" parecía dispuesto a cruzar la línea hacia la violencia, y no era simplemente porque no fuesen ese tipo de piratas, sino, que no harían tal sin la señal de su capitana. 

Y aunque el ambiente era de caos, se notaba que había una jerarquía invisible que mantenía a raya cualquier posible conflicto. La capitana, a pesar de su risa descontrolada y su actitud despreocupada, no daba la impresión de ser alguien que perdería el control de la situación. El bar se iba vaciando poco a poco, mientras los "Hijos del Viento" seguían con su jolgorio, aparentemente ajenos al efecto que su presencia tenía en los demás. Pero aunque el ambiente era bullicioso, algo en la forma en que Pocahontas observaba a sus compañeros, riendo entre ellos, daba la sensación de que todo estaba bajo control. El caos no era más que una fachada de la verdadera naturaleza de esta tripulación.



Resumen


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#3
Lionhart D. Cadmus
El Tigre Blanco
Pir fivir, bíjiti di li misi. De algún modo las palabras de Cadmus habrían calado, aunque la respuesta no fuese la más apropiado. Meeko respondería, tergiversando las vocales, todas con i's, y eso sería gracioso. Y debía admitir, era una respuesta graciosa ante la habitual seriedad del tigre. El resto se reiría, y lejos de sentir más molestia -aunque Cadmus rara vez dejaba pasar una agresión por ser un bocazas-, esto era tan relativamente inofensivo, que lo podía dejar pasar. Meeko bajaría de la mesa, y aquel inconveniente se resolvería.

Cadmus no sabía como resolver una situación que era una mezcla entre lo inapropiado y lo legal. Molestaban al resto, pero a la vez, no habrían roto ninguna ley. ¿Cómo podía ejercer su autoridad en esas circustancias? Gracias. Respondería Cadmus únicamente, por otra parte, más burla por parte de otro compañero volvería a crear otra ola de carcajadas. Cadmus no podría evitar sonreír un poco.

Lo bastante desafortunado, es que este jolgorio relativamente inofensivo crearía consecuencias, y era la indiferencia ajena de los piratas lo que siempre le podía arruinar la velada a otros. La risa de, quién parecía la persona con más autoridad del grupo, le causaría un cierto inconviente, salpicándole a Cadmus unas gotas en la camisa de cerveza. La cara de disgusto no se haría esperar, a saber dónde estaría la boca de esa morena. 

Qué asco, dios. Pensaría, pero otra vez, no habría sido completamente a voluntad, si acaso una fuerte ausencia de modales y cordialidad, pero la paciencia era cada vez menos.

El resto, aparte de los piratas, estarían o muy borrachos o muy nerviosos para actuar al respecto. Cadmus aún le costaba ejercer ningún tipo de autoridad, y realmente no podía. ¿Tenían Wanted estos sujetos? Quizás así podría hacer algo al respecto, pero aún así, estar rodeado de piratas y él solo, no era lo más sabio; todavía debía saber elegir sus batallas. Aún así, no se podía quedar de brazos cruzados.

Con permiso. Cadmus caminaria y se acercaría a la mesa de la capitana. Buscaría una silla, enfrentándola. Ustedes saben pasársela bastante bien. Lamento si soy aguafiestas, pero espero que podamos divertirnos sanamente. Intentaría sonar amable, aunque pecaba de muy serio. Mi nombre es Lionhart D. Cadmus, descuiden, soy un Suboficial de la Marina, así que solo estoy aquí para mantener la calma. Debía descubrir más sobre ellos, por si acaso. ¿Y ustedes, qué tal? Voltearía hacia atrás. Joe, ¿un vaso de vino rojo, por favor? Diría, con un gesto tranquilo a Joe, quería tan solo señalizarse que tendría todo bajo control, sin necesidad de ir más allá.

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V&D Pasivas
#4


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