¿Sabías que…?
... Garp declaró que se había comido 842 donas sin dormir ni descansar porque estaba tratando de batir un récord mundial. ¿Podrás superarlo?
[Aventura] Spoils of Victory [T.1]
Lance Turner
Shirogami
Información previa

SPOILS OF VICTORY
[Imagen: GdgsRrr.png]

Día 15 del verano. Año 724.

El astro rey brillaba en lo más alto del espléndido sol que hacía aquel día en el tranquilo pueblo pesquero de Rostock. Siendo ya medio día, estaba siendo un día la mar de tranquilo, hasta el punto que incluso las olas del mar morían suavemente sobre los acantilados que rodeaban la costa. En el mercado de aquel pueblo todo transcurría con absoluta normalidad, el clásico bullicio donde rumores de todo el mundo se esparcían, aunque prestasen más atención a los locales. Se sobreponían a este bullicio los gritos de aquellos comerciantes que anunciaban sus ofertas, queriendo captar la voluntad de aquel comprador dudoso. 

Sin embargo, había algo que cobraba fuerza entre los rumores. Se decía que un par de adolescentes estaban aprovechándose de su condición de hijos de marines para saquear tiendas pequeñas sin ser sancionados. ¿Quién iba a acusar de robo a los hijos de unos marines que daban su vida por la isla y territorios cercanos? Permitirles esos robos eran un pequeño pago para aquellos que sufrían sus delincuencias. No obstante, lejos de amedrentarse, los jóvenes cada vez robaban más y más, sintiéndose los más listos del lugar al poder llevarse todo cuanto quisieran. Los comerciantes empezaban a perder la paciencia, y se avisaban los unos a los otros para estar más atentos cuando estos jovenzuelos andaban por allí. Fue tan polémica la situación, que incluso había rumores de una recompensa de 200.000 berris para aquel que diese un escarmiento a los chicos sin llegar a llamar la atención de la marina. 

La misión es sencilla, al menos en teoría: encontrar a estos jóvenes escurridizos amigos de lo ajeno, asegurarse de que no causen más problemas, y devolver los botines robado a sus legítimos dueños, al menos los que pudiesen devolverse todavía.
#1
Sowon
Luna Sangrienta
Personaje

El día se erigía radiante ante la Isla Kilombo, lugar donde Sowon había estado haciendo pequeños encargos para mejorar su reputación y sobre todo labrarse un camino que le permitiese explorar sus límites. A lo largo de los días había combatido bandidos, cazado forajidos y rescatado animales de los árboles, la rutina comenzaba a hacerle pesado el interés por otra tarea similar. La mujer buscaba una tarea poco común, algo que le sacase de la típica rutina y como si fuese obra de los dioses la acción llegó desde el lugar menos pensado. Mientras caminaba por las calles buscando algo que hacer, escuchó los rumores que se corrían entre los comerciantes, de dos niños que abusando de su posición robaban a los civiles. Era curioso que la supuesta responsable de la seguridad no hiciera nada al respecto, el trabajo parecía implicar contenerse algo complicado para una mujer de cuatro metros que en su espalda cargaba una espada gigantesca y que lo único que había hecho en sus encargos era encargarse definitivamente de los problemas. Una oni distinguía poco entre dar una lección y cortar de raíz las cosas, se encargó de aclararlo cuando algunos comerciantes le abordaron, no quería entrar en una disputa innecesaria.

―No me malentiendan, puedo encargarme pero no prometo que resuelva esto bajo sus términos. Lo intentaré, pero si un susto no es suficiente, mi espada se cobrará algunas libertades. Aunque, si han llegado al punto de necesitar a alguien como yo, creo que no les importa que la tierra se manche un poco con la sangre de los pecadores que ustedes buscan ajusticiar.―

Sonrió mientras tomaba el encargo casi a regañadientes, no deseaba llegar a tales extremos con unos niñatos pero ella se conocía muy bien y no era complicado sacarle de quicio. Lo peor es que cuando montaba en cólera podía llegar a extremos muy crudos, ya le había pasado cazando bandidos el hecho de sacrificar vidas y tomar la justicia por el filo de su arma no era algo ajeno a ella. Su familia había existido como un clan de mercenarios, tomaban el trabajo y cobraban, las consecuencias eran algo que muchas veces se escapaban de sus manos. No era la primera vez que tomaba un encargo peligroso, al menos no en el ámbito moral, muchas de sus aventuras antes de llegar a la Isla habían consistido en malinterpretaciones de los encargos. Por ejemplo, una vez un niño le había pedido castigar a sus padres por prohibirle jugar con un balón y ella simplemente les había cortado la cabeza, aprendiendo por las malas que un castigo era algo un poco más suave.

―Uhmm, quizás deba cortarle las manos, así no podrían volver a robar o tal vez las piernas para que no puedan huir. Hmm, no lo sé, muchas veces esos humanos lloran demasiado. Quizás con una advertencia lo logre, no necesito mucho para que la mayoría salga corriendo, pero lo más importante es que no tengo idea de como lucen o como encontrarlos. ¡Rayos! Deberé volver...―

A veces se olvidaba de lo más importante, teniendo que retroceder sobre sus pasos y volver a encontrarse con los comerciantes que le habían contratado. Por suerte estos humanos no eran tan descuidados, de hecho tenían un plan pensado, esperarían a que llegasen montando un puesto falso de baratijas donde ella sería la encargada de montar guardia y cuando aparecieran podría asustarlos un poco. Para la mujer demonio sonaba a un trato justo, simplemente tenía que sentarse a esperar con la mano en la empuñadura de su espada y su kimono listo para la acción, el ropaje mostraba algunos parches de las anteriores aventuras de su portadora lo que le hacía lucir aún más intimidante. No solo era alta, tenía cuernos y ojos extraños, una gran espada y su ropa era casi una advertencia de no meterse en problemas si no que comía de forma tan salvaje que muchos pensaban que les tomaría con una mano para llevarlos a su boca. El estigma social hacia su raza ya no le molestaba, había aprendido a vivir con ello y a aceptar que no caería bien a todo el mundo pero dejaba que su trabajo hablase por ella.

―Oye viejo, ¿Seguro que vendrán? Ha pasado un buen rato y solo veo gatos trepándose a los árboles, supongo que querrás que luego de esto los baje.―

Gruñó con cierta impaciencia terminando un trozo de carne, le fastidiaba que los felinos quisieran siempre subirse a la copa de los árboles y luego los lugareños le contratasen como una escalera o una podadora de ramas. Sin embargo, el viejo comerciante le hizo una seña de que guardase silencio, a lo mejor los mocosos estaban por llegar, se encogió de hombros y siguió comiendo cubierta en unas mantas por el señor. El plan era que ella saltase a la acción cuando las cosas se descontrolasen, el hecho de ocultarle como un bulto de mercancías seguramente atraería la codicia de los pequeños malhechores quienes esperarían encontrarse una pila de objetos valiosos y no a su verdugo esperando con bastantes pocas pulgas dado el tiempo que había estado contando gatos o ramas para no caer dormida del mero aburrimiento. Los segundos corrían gracias al reloj de arena, el sol se había movido un poco, las sombras empezaban a decorar la ciudad y el horario donde los primeros maleantes salían a sembrar el caos estaba cada vez más cerca. El sonido de la arena y la respiración del anciano era lo único que llenaba los oídos de la aguerrida mujer, su mente dibujaba los rostros de los supuestos niños ricos, debería darles un buen susto y su espada reclamaba un poco de acción pero no era momento de tomar medidas. Debía limitarse a que aquello fuese lo último, podría tener problemas por atacar sin ser atacada, los hechos podían ser manipulados por su influencia y había otros medios de convencer a unos inadaptados.

―Solo un poco más, no necesitamos apresurarnos, estoy segura que si las cosas salen bien podremos ir a cazar una presa que realmente valga la pena de blandirte...―

Vida: 448 / 448

Energia: 152 / 152

Inventario
#2
Lance Turner
Shirogami
A medida que pasaban las horas, la espera se hacía eterna. El aburrimiento era aún mayor de lo habitual, debido a la falta de clientela ante unos productos tan simples y poco llamativos. Durante todo el día habían acudido cientos de personas por las calles de aquel mercado, y un día más, sin éxito alguno en la captura de estos chicos.

Antes del anochecer, los tenderos ya habían recogido todos los puestos. Al terminar, se habían acercado curiosos al puesto donde se encontraba escondida Sowon, para saber cómo les había ido a ella y al tendero, y explicarles a su vez, lo que había sucedido en el resto de puestos.

- ¿Los habéis capturado? – Preguntó con cierta esperanza en el rostro una señora mayor, que había sido víctima de los robos un día más.

- No, no se atrevieron a robar aquí. – Respondió rápido el anciano que atendía aquel puesto falso de baratijas.

- Pues por mi tienda sí que robaron a sus anchas – Dijo el frutero con un claro tono de indignación. Ante su confirmación, se unieron la de varias personas, todas víctimas de uno de los mayores robos que habían sufrido en semanas.

Las miradas de preocupación se cruzaron entre todos los presentes, sintiéndose impotentes por haber vuelto a ser víctimas de ese dúo de chicos, pero con miedo a la ira de Sowon, la cual, pese a no haber sido de utilidad, había perdido un día por completo.

Poniendo en común lo sucedido, resultó que los chicos sí habían estado ejerciendo los robos típicos del día a día, pero al encontrarse frente al puesto falso no hicieron nada más que observar. En palabras del tendero, los jóvenes miraron con mucho recelo aquel sospechoso bulto que era Sowon, decidiendo largarse a varios puestos más adelante sin siquiera hacer amago alguno de robo.
- Señora… se me ocurre un cambio de planes… - Dijo el anciano tendero con voz temblorosa, temiendo provocar la ira de la Oni. – Quizá deba usted pasar más desapercibida… cambiar su aspecto a uno más común y menos llamativo… Tengo que reconocer que su porte, incluso entre las sábanas, hacía ver que era una persona fuerte y armada por la silueta…

El que era tendero del puesto de enfrente tomó la palabra, con menos miedo, pero guardando el respeto para evitar sufrir las consecuencias de enfadar a Sowon.
- Además, la sábana era muy fina para que usted pudiese ver a través de ella… pero en ocasiones, la luz hacía que se pudiese ver a través de la sábana si se quedaba un rato mirando… pero quizá los chicos pensaron que se trataba de una estatua, vaya a saber…

Fue en ese momento, que la anciana de mayor edad en el lugar, madre del tendero que había regentado el puesto falso, tomó la palabra.
- Hija… - Le dijo directamente a Sowon, sin miedo alguno a las represalias de estas. – Así vestida, parece que vas directa a la guerra… pero en el mercado, las personas somos más tranquilas y vestimos mucho más humilde… así vestida, con semejante arma, llamas mucho la atención. – Continuó hablando mientras se sentaba en una silla por lo difícil que le era continuar conversando de pie. – Así que, o te escondemos mucho mejor, o vamos a tener que ayudarte a vestirte para que seas uno de nosotros… ¿Qué prefieres, jovencita? – Dijo con una gran sonrisa amable en su rostro.

El fracaso había sido tan grande, que lo normal es que en los siguientes dos días, no acudiesen a robar los jóvenes, posponiendo el siguiente plan de captura al día 18 de Verano.
#3
Sowon
Luna Sangrienta
Aquello había sido una pérdida de tiempo, mientras ella aguardaba los maleantes se dieron un festín con otros puestos, creyó que su camuflaje había sido bueno pero los comentarios de los tenderos le habían hecho darse cuenta de su error. Pecaba de destacar en exceso, a lo mejor podían contratarla como una especie de guardia para mantener lejos a cualquier interesado pero si su tarea era capturarlos no llegarían a nada en caso de seguir así. Estaba molesta pero prefirió ignorar el asunto de perder un día, ahora tenían información valiosa que podrían utilizar para finalmente dar con el resultado más esperado. Siguió escuchando a los tenderos, cada quien ofrecía alguna solución al asunto tanto como disfrazarla, ocultarla mejor o intentar hacerle pasar como una tendera más. Los planes eran buenos, cada uno a su manera, pero la Oni no veía claridad en ninguno, más que nada porque todos tenían alguna falla que ella ya había experimentado al creer que una sábana sería suficiente para ocultarle. Si se vestía como una tendera igualmente sus cuernos y su enorme tamaño espantarían no solo a los jóvenes, si se esforzaban en ocultarla tras cajas o mercancía solo llamarían más la atención. Ojalá pudiera ser como ese perro en la esquina, que estaba ahí pero nadie notaba porque era normal, reflexionó la frase nuevamente saboreando su simbolismo. Algo comenzaba a trabajar en su cabeza, llevó su mano al mentón volviendo a repetir la frase como un murmullo para sí misma, luego lo dijo con más entusiasmo en un rugido casi catártico. Lo tenía, sabía un camuflaje mucho mejor que los que le habían propuesto y reunió a los tenderos a su alrededor para comentar su idea, esta vez no intentarían ocultarla si no mostrarla a la vista de todos.

―Intentar hacerme pasar por hormigas humanas solo llamaría la atención, estos cuernos no son decoración y tampoco ustedes llegan a medir más que la mitad de mis piernas. Pero tengo una solución, en lugar de ocultarme debemos exponerme como ese perro de ahí. Mírenlo, es grandote, se ve rudo, imponente pero pese a todo eso nadie le presta atención más que para no pisarlo. Tengo una idea que nos beneficiará a todos, observen esto...―

Tomó su espada y comenzó a dibujar en la tierra, primero hizo un círculo representando la plaza, luego trazó una línea en el lugar donde quería representar los puestos y luego clavó la enorme punta en el centro de la plaza. Tenía un plan en mente, incluso si parecía una tonta por fuera este plan le resultaba infalible. Intentaba usar su carisma para comunicar la idea, pero también era una gran oportunidad de exponer su belleza y destacar entre aquellos seres diminutos a sus ojos, claro que el hecho de haberles dicho hormigas como una forma amigable a algunos tenderos no les hizo mucha gracia pero la rubia prosiguió con el plano trazado.

―Primero deberemos colocar los puestos en una medialuna alrededor del centro de la plaza, así podré verlos a todos mientras las personas pasean, pero eso no serviría de nada si yo estoy en el centro. La viejita patachueca lo ha dicho bien, me ven como un arma de guerra, pero nadie le prestaría atención a una estatua más que si fuese de oro o bronce. ¿Tú vendes pinturas métalicas no es así? Vas a pintarme y dejarme bien bella, de dorado o cobre. El chico que vende sillas también hará una silla para ser pintada, tenemos dos días para dejar todo listo. Luego de pintarme y sentarme en el centro de la plaza destaparán las sábanas y dirán que soy una... ¿Estatua dijo el hombrecillo? Sí, una estatua en honor a algún cuento de niños como pulgarcito. Con eso mataremos dos pájaros de un espadazo, primero yo podré vigilar todo lo que ocurra al mismo tiempo sin necesidad de esconderme y segundo que estaré en guardia para aproximarme sin muchas sorpresas. Incluso podrán decir que era eso lo que había bajo las sábanas hoy. Tenemos mucho que hacer, en especial encontrar una postura que no me resulte incómoda, vamos a aplastar a esos niñatos.―

El plan parecía adecuado pese a las formas de plantearlo, la rudeza de comunicarlo y algunos gestos entre los tenderos todos conocían la estrategia de la estatua humana. Algunos habían trabajado algunos años como estatuas para ganar dinero con el cual comprarse el puesto y podían ofrecerle consejos a la enorme Oni como las posturas más sencillas de mantener y los trucos para que nada le picase que partían desde una buena pintura corporal. Codo con codo, los comerciantes trabajaron en los siguientes dos días para convertir a su salvadora en una verdadera estatua de bronce y lo más costoso era trasladarle hasta el centro de la plaza para no levantar las sospechas. Sowon era una mujer que aunque atlética era bastante pesada para los estándares humanos, tuvieron que trasladarla sobre troncos y hacer que la silla rodase hasta el centro de la plaza. Un trabajo costoso pero que se logró, coronando la inauguración de la estatua con gran ilusión, todos parecían recordar a alguien cuando veían a la Oni dorada pero nadie era consciente de que de hecho estaba vigilando.

―Todo ha salido bien, deberemos esperar pero esta vez tenemos a todos los puestos vigilados y nadie se para a pensar en que hay una gigantesca criatura aguardando por su presa...―

Intuyó para sí misma la mujer permaneciendo quieta, tal como le habían enseñado a controlar su respiración y mover muy lentamente los ojos para camuflar sus parpadeos cuando nadie estuviera mirando. El hecho de tener los puestos frente a ella le facilitaba la complicidad de los tenderos, apenas esos dos chicos se dignasen a aparecer podría abordarlos desde la retaguardia, además de que habían estado practicando el día anterior sobre la mejor manera para intervenir sin que el sonido le delatase. Su espada, estaba sobre su regazo, facilitando que con solo un movimiento pudiese apuntar a la cabeza de cualquier delincuente sospechoso. Lo habían planeado bien, lo que el ingenio humano y la picardía de una Oni amante de la atención podían planificar para ocultarse literalmente frente a las narices de todo el mundo.
#4


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 2 invitado(s)