Ubben Sangrenegra
Loki
25-09-2024, 06:54 PM
Pasaron varios días desde que el bribón de tez morena se unió a aquel comprador inexperto en una subasta de poca monta. Se trataba de un evento organizado por figuras emergentes del inframundo que comenzaban a destacar entre los partícipes de este turbio mercado. Aunque esos días habían sido tediosos, la paga del trabajo anterior resultó ser más que satisfactoria considerando que no tuvo que hacer prácticamente nada. Sin embargo, la naturaleza inquieta de Ubben no le permitía quedarse de brazos cruzados por mucho tiempo, y la necesidad de ganar dinero rápido y sin demasiadas complicaciones lo llevó a buscar un nuevo plan. Tras un par de conversaciones con el dueño del bar, llegaron a un acuerdo: un concurso de bebidas que repartiría las ganancias en un 50/50, mientras que Ubben se encargaría de la publicidad. Así, los siguientes días los pasó recorriendo la ciudad, anunciando el evento y asegurándose de que el rumor del concurso se propagara entre los habituales del bar.
Finalmente, llegó el día del tan esperado concurso, y una multitud se reunió en el bar. La mayoría de los asistentes eran hombres de aspecto sombrío, con miradas duras y modales aún más rudos, tipos que no se andaban con rodeos y que, seguramente, no dudaban en usar sus puños para resolver cualquier disputa. La hora señalada llegó, y Ubben asumió el papel de maestro de ceremonias, presentando uno a uno a los participantes con una la elocuencia que le caracterizaba. Aunque era un orador talentoso, el peliblanco prefería mantenerse al margen del protagonismo en ese momento, observando desde las sombras como quien tiene el control de todo sin que los demás lo noten... pero en ésta ocasión no le quedaba más que tomar el podio de presentador.
La competencia avanzaba de forma intensa y las bebidas fluían de un lado a otro entre los participantes. Risotadas y gritos animando a los participantes resonaban por todo el bar, y poco a poco la tensión aumentaba a medida que los contendientes caían uno por uno. Finalmente, llegó la ronda final, y contra todas las expectativas, el ganador resultó ser un tipo delgaducho, con rostro pálido y expresión de quien nunca había sostenido un vaso de licor en su vida. El ambiente se tornó pesado y las malas caras abundaron; la multitud no podía creer lo que acababa de suceder. Los murmullos se convirtieron en gritos, y pronto, los hombres que manejaban las apuestas comenzaron a acusarse mutuamente de haber arreglado la competencia, desenvainando armas y encendiendo la mecha de lo que rápidamente se convirtió en una trifulca generalizada.
El bribón de blancos cabellos se encontró atrapado en medio del caos, observando cómo los puños volaban y los vasos se estrellaban contra el suelo, esparciendo restos de licor por doquier. Intentó mantener la calma, pero no pasó mucho tiempo antes de que varios de los alborotadores lo señalaran con sus dedos acusadores. —¡Él también es parte de la estafa!— gritaron, y en un abrir y cerrar de ojos, Ubben sintió un par de puñetazos impactar contra su rostro, dejándolo aturdido por un instante. No era la primera vez que se veía envuelto en una situación así, y aunque la sorpresa inicial lo sacudió, la experiencia adquirida en Shimotsuki cobró vida en sus movimientos. —No se coquetea con chicas en Shimotsuki sin aprender un par de trucos...— pensó para sí mismo mientras se preparaba para lo inevitable.
Con una precisión impecable, Ubben aplicó lo que aprendió durante su estancia en la villa de Samuráis y Luchadores, cada vez que iba a tener una cita con Akari. Habilmente bloqueaba los golpes utilizando sus manos y brazos, sin importar que los golpes parecían venir de todas direcciones, y cuando encontraba una apertura, contraatacaba, sin excederse, solo lo suficiente para enviar a su agresor de vuelta al suelo. Sus dorados luceros se mantenían enfocados en lo que le rodeba, como un depredador que no dejaba escapar a su presa. Poco a poco, los alborotadores fueron cayendo, algunos por los golpes del peliblanco y otros simplemente por la embriaguez que nublaba sus sentidos. La pelea, que al principio parecía descontrolada, empezó a perder fuerza, y en cuestión de minutos, la mayoría de los involucrados yacía en el suelo, gimiendo de dolor.
Finalmente, el dueño del bar y Ubben lograron contener el caos. —¡Fuera de aquí, o llamaré a la Marina!— amenazó el dueño con firmeza, y los más conscientes no dudaron en arrastrarse hacia la salida, temerosos de lo que podía ocurrir si los uniformados llegaban al lugar. El bribón de ojos dorados lanzó un suspiro de alivio, observando cómo la calma volvía a asentarse sobre el bar, aunque con el aire aún impregnado de la adrenalina de la pelea. Luego del incidente, Ubben retomó su papel de maestro de ceremonias, y la premiación del concurso continuó. El delgaducho fue coronado como "Garganta de Lata", un título irónico considerando la pésima calidad del licor que había logrado consumir sin caer al suelo. Pasaron un par de horas más, y la tensión finalmente se disolvió. Las apuestas fueron cobradas, las mesas reorganizadas, y el bar volvió a su rutina habitual, como si el caos de hace un rato no hubiera sido más que un mal sueño.
Cuando el bar cerró sus puertas, solo quedaron dentro Ubben, el ganador y uno de los hombres que manejaban las apuestas. —Bueno, chico… lo hiciste bien. Así da gusto estafar gente— comentó Ubben, con una sonrisa torcida mientras le daba una palmada en la espalda al ganador, quien soltó una risa nerviosa antes de aceptar el fajo de billetes que le entregaba el corredor de apuestas. La mirada dorada de Ubben se iluminó momentáneamente mientras recibía su parte del trato, pues el dinero le venía mejor que nunca. Al final del día, todo había salido según lo planeado... el concurso, después de todo, había estado arreglado desde el principio.
Finalmente, llegó el día del tan esperado concurso, y una multitud se reunió en el bar. La mayoría de los asistentes eran hombres de aspecto sombrío, con miradas duras y modales aún más rudos, tipos que no se andaban con rodeos y que, seguramente, no dudaban en usar sus puños para resolver cualquier disputa. La hora señalada llegó, y Ubben asumió el papel de maestro de ceremonias, presentando uno a uno a los participantes con una la elocuencia que le caracterizaba. Aunque era un orador talentoso, el peliblanco prefería mantenerse al margen del protagonismo en ese momento, observando desde las sombras como quien tiene el control de todo sin que los demás lo noten... pero en ésta ocasión no le quedaba más que tomar el podio de presentador.
La competencia avanzaba de forma intensa y las bebidas fluían de un lado a otro entre los participantes. Risotadas y gritos animando a los participantes resonaban por todo el bar, y poco a poco la tensión aumentaba a medida que los contendientes caían uno por uno. Finalmente, llegó la ronda final, y contra todas las expectativas, el ganador resultó ser un tipo delgaducho, con rostro pálido y expresión de quien nunca había sostenido un vaso de licor en su vida. El ambiente se tornó pesado y las malas caras abundaron; la multitud no podía creer lo que acababa de suceder. Los murmullos se convirtieron en gritos, y pronto, los hombres que manejaban las apuestas comenzaron a acusarse mutuamente de haber arreglado la competencia, desenvainando armas y encendiendo la mecha de lo que rápidamente se convirtió en una trifulca generalizada.
El bribón de blancos cabellos se encontró atrapado en medio del caos, observando cómo los puños volaban y los vasos se estrellaban contra el suelo, esparciendo restos de licor por doquier. Intentó mantener la calma, pero no pasó mucho tiempo antes de que varios de los alborotadores lo señalaran con sus dedos acusadores. —¡Él también es parte de la estafa!— gritaron, y en un abrir y cerrar de ojos, Ubben sintió un par de puñetazos impactar contra su rostro, dejándolo aturdido por un instante. No era la primera vez que se veía envuelto en una situación así, y aunque la sorpresa inicial lo sacudió, la experiencia adquirida en Shimotsuki cobró vida en sus movimientos. —No se coquetea con chicas en Shimotsuki sin aprender un par de trucos...— pensó para sí mismo mientras se preparaba para lo inevitable.
Con una precisión impecable, Ubben aplicó lo que aprendió durante su estancia en la villa de Samuráis y Luchadores, cada vez que iba a tener una cita con Akari. Habilmente bloqueaba los golpes utilizando sus manos y brazos, sin importar que los golpes parecían venir de todas direcciones, y cuando encontraba una apertura, contraatacaba, sin excederse, solo lo suficiente para enviar a su agresor de vuelta al suelo. Sus dorados luceros se mantenían enfocados en lo que le rodeba, como un depredador que no dejaba escapar a su presa. Poco a poco, los alborotadores fueron cayendo, algunos por los golpes del peliblanco y otros simplemente por la embriaguez que nublaba sus sentidos. La pelea, que al principio parecía descontrolada, empezó a perder fuerza, y en cuestión de minutos, la mayoría de los involucrados yacía en el suelo, gimiendo de dolor.
Finalmente, el dueño del bar y Ubben lograron contener el caos. —¡Fuera de aquí, o llamaré a la Marina!— amenazó el dueño con firmeza, y los más conscientes no dudaron en arrastrarse hacia la salida, temerosos de lo que podía ocurrir si los uniformados llegaban al lugar. El bribón de ojos dorados lanzó un suspiro de alivio, observando cómo la calma volvía a asentarse sobre el bar, aunque con el aire aún impregnado de la adrenalina de la pelea. Luego del incidente, Ubben retomó su papel de maestro de ceremonias, y la premiación del concurso continuó. El delgaducho fue coronado como "Garganta de Lata", un título irónico considerando la pésima calidad del licor que había logrado consumir sin caer al suelo. Pasaron un par de horas más, y la tensión finalmente se disolvió. Las apuestas fueron cobradas, las mesas reorganizadas, y el bar volvió a su rutina habitual, como si el caos de hace un rato no hubiera sido más que un mal sueño.
Cuando el bar cerró sus puertas, solo quedaron dentro Ubben, el ganador y uno de los hombres que manejaban las apuestas. —Bueno, chico… lo hiciste bien. Así da gusto estafar gente— comentó Ubben, con una sonrisa torcida mientras le daba una palmada en la espalda al ganador, quien soltó una risa nerviosa antes de aceptar el fajo de billetes que le entregaba el corredor de apuestas. La mirada dorada de Ubben se iluminó momentáneamente mientras recibía su parte del trato, pues el dinero le venía mejor que nunca. Al final del día, todo había salido según lo planeado... el concurso, después de todo, había estado arreglado desde el principio.