Harper Harrison
Big Hammer
28-09-2024, 01:45 PM
Año 714
Las densas nubes y la asfixiante lluvia hacían rugir los mares por los que surcaba el barco mercante en el que se encontraba Harper trabajando para llegar a su destino. Le encargaron limpiar la cubierta, pero justo cuando terminó comenzó todo el chaparrón. Ahora debía encargarse de que los cabos estuviesen bien atados para que la vela no acabase destrozada debido a la tormenta. Para ello fue revisando uno a uno todos los nudos y reforzando aquellos que estaban algo flojos, no quería que ocurriese nada malo, se sentía muy en deuda con aquellos mercaderes que le acogieron como uno más tras su estrepitoso viaje con aquellos bordes pescadores. No era culpa de Harper tener más fuerza que ellos y realizar las tareas con más eficiencia, según ellos los "ridiculizaba" haciendo las cosas tan bien, como si les llamase "vagos" a la cara. Por suerte todo aquello quedó atrás y ahora debía centrarse en ayudar en la tormenta. Tras atar todos los cabos fue recogiendo y agarrando los objetos que podían salir disparados del barco y los guardaba en el almacén. Todo parecía ir sobre ruedas a pesar de la situación pero, de repente:
- ¡Hombre al agua! - gritaron desde cubierta.
Harper fue corriendo hacia allí y, sin dudar ni un sólo segundo, ató un cabo a una barandilla y su cintura y se lanzó al mar a por el pobre desvalido que había caído de cubierta. El oleaje era tan violento y caótico que ni si quiera podía distinguir nada bajo el agua más allá de sus propios brazos pero, de repente, el reflejo del mínimo de luz que había hizo que un colgante que portaba el marinero en peligro revelase su ubicación a Harper y pudiese encontrarle. Lo agarró bien fuerte y volvió a superficie nadando con un sólo brazo.
- ¡Lo tengo, tirad del cabo! - gritó Harper con seguridad.
Los marineros comenzaron a tirar con fuerza de la cuerda para subir de nuevo a bordo a ambos. Tras muchas dificultades, debido al infernal viento que los movía y la incesante lluvia que hacía resbaladiza la cuerda, consiguieron su cometido. El hombre sumergido estaba bien, por suerte sólo estaba inconsciente, respiraba con normalidad. Harper no pudo evitar mirar por curiosidad el colgante que literalmente salvó la vida a ese señor. En él divisó una niña preciosa con una sonrisa de oreja a oreja, probablemente la hija del marinero. Esbozó una sonrisa y cargó con el señor hasta las hamacas donde dormían mientras sus compañeros gritaban de alegría por la hazaña que acababa de conseguir. Allí, fuera del alcance de las lluvias, quitó la ropa del marinero, le puso encima una manta y comenzó a estrujar la ropa todo lo que pudo para que se secase lo antes posible. Harper echó un último vistazo al señor y volvió a cubierta a seguir ayudando.
La tormenta duró unas cuantas horas más, ya era de madrugada cuando amainó, por lo que todo el barco, sin excepción, se fueron a descansar, dado que si alguien hubiese hecho guardia, habría caído rendido a costa del cansancio. Al día siguiente, no se podían creer lo que veían, ¡hacía un día estupendo! No se veía ni una sola nube y el sol era tan reconfortante que daban ganas de quedarse todo el día tumbado en cubierta. Harper despertó y, sin darle tiempo a desperezarse, le asaltó el señor que cayó al agua.
- Muchacho, me han dicho que tú saltaste al mar para salvarme la vida. Te lo debo todo, no sé cómo agradecértelo. - Dijo casi entre lágrimas.
- No es nada, señor. Simplemente salté a por usted y le agarré, no hice nada del otro mundo. Aunque, ya se lo digo, de no ser por su colgante no le habría encontrado. Así que, si le tiene que dar las gracias a alguien es a esa niña tan preciosa. - Terminó con una sonrisa agradable
De repente, el señor se convirtió en un mar de lágrimas. ¿Por qué habría reaccionado de esa manera ante el comentario de Harper? El pobre de Harrison no sabía cómo reaccionar, se sentía mal sin si quiera saber el porqué.
- Si he dicho algo que le ha ofendido, lo siento mucho, de veras, ¡no era mi intención! - dijo Harper agitando nerviosamente los brazos.
- (Snif) No... En absoluto - Dijo tragándose los mocos e intentando vocalizar con su nariz taponada. - Es sólo que la niña de este colgante es mi hija Dafne, que falleció hace 3 años. Y el hecho de que digas que gracias a ella me has podido salvar... Me ha hecho sentir que sigue velando por mí, allá donde esté. - Concluye íntimamente cesando sus lágrimas y con una sonrisa reconfortante.
Harper se queda bloqueado y, de golpe, comienza a llorar también.
- ¡ES PRECIOSO! (BUAAAH)... No sabe cuando lo siento, su hija estaría orgullosa de su padre, se lo aseguro. - Siguió llorando emocionado.
- Pero... Si no me conoces, ¿cómo puedes afirmar tal cosa?
De repente Harper dejó de llorar y se puso extremadamente serio e intenso.
- Un hombre que sigue recordando con ese amor a su hija y que siempre porta consigo una foto de ella no puede ser mala persona. Expresar el amor hacia nuestros seres queridos nos hace débiles y usted no ha tenido deparo en contarme lo de su hija y en llorar su ausencia ante mí. Es una buena persona, ¿no cree? - concluyó mientras miraba fijamente al señor con convencimiento de lo que estaba diciendo.
El señor se quedó pensativo mirando al infinito y tras una buena pausa en silencio prosiguió con:
- Bueno, siempre se suele decir que uno nunca está lo suficientemente contento consigo mismo, ¿no? Las decisiones que he tomado tras aquello no han sido las mejores. Me fui de casa por no poder soportar el dolor, abandoné a mi mujer y he acabado aquí porque no tengo donde caerme muerto, pero... Sí, tienes razón muchacho. Siempre he intentado ser una buena persona y ayudar a mis compañeros. - Esbozó una tímida sonrisa. - Gracias muchacho, de verdad. ¿Cuál es tu nombre? - Dijo mientras le ofrecía la mano para un buen apretón.
- Harper, Harper Harrison, señor. ¿Y usted?
- Ted Candy. - mientras sellaban el saludo con un apretón intenso.
- Bueno, Señor Candy, ha sido un placer tener esta conversación. Si necesita cualquier cosa, estaré por aquí. - Dijo Harper mientras hacía ademán de marcharse.
- El Señor Candy era mi padre, llámame Ted y por el amor de dios, tutéame. - Terminó mientras sacudía la cabeza.
Harper se marchó esbozando una sonrisa y volvió a cubierta cuando, se llevó una grata sorpresa. El vigía de la torre ya estaba en su puesto y comenzó a gritar: "¡Tierra a la vista!¡Hemos llegado a la Isla de Cozia!¡Preparaos para atracar!". Harrison se dirigió hacia el borde de la cubierta y, allí estaba, su ansiado destino. Tras un largo viaje, finalmente había llegado hasta allí.