¿Sabías que…?
... Eiichiro Oda empezó la serie con la idea de terminarla en 5 años, pero se dio cuenta de que en esos 5 años que la trama ni siquiera llegaba al 50%.
[Autonarrada] [Autonarrada T2] Canto de Sirena Arriba el Telón
Suzuka D. Hanami
Dragón Floreciente
El sol brillaba con fuerza sobre el vasto océano, sus rayos rebotando en las aguas azules del mar del este. A bordo de una pequeña carabela, Hanami D. Suzuka navegaba sola, disfrutando de la libertad que solo el mar podía ofrecer. Su hermoso cabello platino ondeaba al viento, mientras sus ojos se perdían de emoción en la distancia, ante la idea de descubrir nuevos horizontes. Sin embargo, su larga travesía por el océano era, en realidad, una tragedia producto mala orientación, despiste y confusión, ya que, aunque había logrado hacerse con el barco tras embaucar a unos mercaderes, no tenía ni la más mínima idea de cómo navegar. Y aunque no lo reconociera tampoco sabia orientarse en lo más mínimo.

- ¿A dónde se supone que debo ir? - Preguntaría en voz alta al mar Hanami mientras giraba el timón sin rumbo. La dirección era un arte que todavía no había logrado dominar. A su alrededor, el océano se extendía infinitamente, a veces tranquilo y a veces agitado, siempre desafiándola a perderse aún más en esas aguas traicioneras.

De repente, su tranquilidad se vio interrumpida por un grito lejano - ¡Alto ahí, preciosa! - Una risa se alzó sobre el sonido de las olas. Al girar la vista, Hanami percibió un barco más grande en la distancia, con la bandera de una tripulación pirata ondeando orgullosa, la inconfundible bandera negra con calavera. Mientras se acercaban, ella no podía evitar notar la mirada lasciva de los hombres en cubierta, que la observaban como a un delicioso manjar. Los mismos veían directos hacia ella, como los mitos de los marineros atraídos por los encantos de una sirena.

- ¡Hey, hermosa! ¡¿Te gustaría unirte a la fiesta?! - Gritó uno de los piratas, con una sonrisa amplia y desagradable. La tripulación iba armada, y su ostentosa seguridad le decía a Hanami que planeaban algo más que conversaciones amistosas - ¿Lo siento pero no me interesáis en lo más mínimo? - Dijo claramente en voz alta, mientras se preparaba para el enfrentamiento. Había aprendido a defenderse desde que era pequeña, sui madre era una poderosa mercenaria que no dejaría pasar unas insinuaciones como esas. A pesar de su torpeza con el timón, sus movimientos eran fluidos como el agua cuando empuñaba su arma.

Los piratas se acercaron, navegando con determinación - ¡Vamos a asaltarla, hoy cataremos mujer y tendremos barco nuevo! - Gritó el capitán, un hombre robusto con una cicatriz a través de su mejilla. La risa de sus hombres resonó cuando comenzaron a saltar al barco de Hanami, quienes confiaban en que no habría resistencia por parte de una joven sola. Hanami sintió una oleada de adrenalina que la encendio desde lo más profundo de su ser. No tenía intención de dejarse vencer tan fácilmente. Se hizo a un lado, con la lanza en mano, lista para enfrentar a sus atacantes - Cuidado no os quedeis de piedra cuando veais de lo que soy capaz - Dijo, mientras una chispa de determinación brillaba en sus ojos, con un toque de picardia.

Con un movimiento elegante, giró su lanza, la cual brilló bajo el sol, creando una ilusión de danza. Los piratas la miraban con asombro y desdén, subestimando su habilidad - ¿Qué puede hacer una chica sola? - Murmuraban entre sí, riendo y bromeando mientras se acercaban mientras abordaban el barco. Pero lo que no sabían era que Hanami no solo contaba con su destreza, sino también con el poder de su Akuma no Mi, el poder del amor.

Los primeros piratas se lanzaron hacia ella. Hanami hizo una pirueta y, con la lanza bien posicionada, desvió los ataques de sus oponentes como si fueran sombras. Con cada movimiento, su atractivo se intensificaba; el sol resaltaba su figura y su baile parecía encantar incluso a los agresores. Fue entonces cuando decidió usar su arte demoniaco. Y con una sonrisa seductora, dirigió su mirada hacia el primer pirata que se había atrevido a atacarla.
 
- ¿Quieres jugar un juego? - Susurró con suavidad, un simple giño de ojo libero una ráfaga de amor que daría un escalofrio excitante al pirata. Ante sus ojos, el pirata se quedó inmóvil, sus expresiones de agresión cambiando a una estupefacción fascinada. Se petrificó, una expresión de deseo congelada en su rostro, mientras los demás observaban horrorizados.

- ¡Mierda! ¡Cuidado! - Gritó un segundo pirata, aunque su advertencia llegó tarde. Hanami giró con gracia, impactando su lanza en el pecho del siguiente que se acercaba, lanzándolo hacia atrás. Con cada movimiento, la danza seguía su curso; sus pasos eran un reflejo de su amor por la libertad, y cada ataque era acompañado de dulzura y determinación. Los demás piratas avanzaron, pero la belleza feroz de Hanami se interponía entre ellos y su victoria. Ella sonrió con traviesa picardía. - ¿Más? Admiradme más, deseadme más, cuanto más vuele vuestra lujuria, más rápido será todo... 

Mientas sus ataques tomaban por sorpresa a los piratas, la tensión en el barco aumentaba. Uno tras otro, eran golpeados por su lanza, y aquellos que la miraban demasiado, quedaban paralizados por sus poderes en cuanto se despistaban. Ella era un tormento de encanto y combatividad, y el fragor del combate se asemejaba a un bailes armonioso en el que Hanami era la estrella como los que su padre le enseño de niña.

Finalmente, tras un par de minutos de caóticas embestidas y encantos, solo quedaba el capitán. Ahora, rodeado de sus hombres convertidos en estatuas, miraba en estado de trance a la joven pirata que había desbaratado su plan - ¿Qué… Qué eres... Un demonio? - Murmuró atónito, su tono reflejando incredulidad y ansiedad - Solo soy una hermosa genio que quiere seguir su viaje - Respondió Hanami, alzando su lanza con una sonrisa desafiante - Y como cortesía, te ofrezco un trato, márchate y liberare a tus hombres de la maldicion, persiste y los acompañaras al fondo del mar - Con un gesto que evocaba una mezcla de furia impotente y reconocimiento, el capitán se dio cuenta de que había subestimado su oponente. Así que, con una reticente inclinación de cabeza, pidió a su tripulación arrepentida que se disculpara.

A medida que todos los piratas caían de rodillas, liberados de la petrificación, comprendieron que el verdadero tesoro del mar era el poder de la seducción y la audacia de una mujer decide dominar su destino. Todos se retirarian humillados con la cola entre las piernas y un latido agitado en sus corazones por intentar mirar a Hanami. Lo que no sabian es que realmente la oni no tenia ninguna intención de acabar con ellos tirandolos al mar, ella en el fondo tiene un corazón puro.
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